Título: Pero no entre sí

Autora: Marian

Sinopsis: Ron es amigo de Harry. Hermione es amiga de Harry. Son buenos amigos. Entonces... ¡¿por qué no pueden ser amigos también, por qué Ron tiembla cada vez que sus ojos se cruzan, por qué no puede dirigirle ni tres palabras seguidas sin sentirse un estúpido?!

Censor: PG (?)

Página personal: Wouldn't eat candy from us: http://wouldnteat.candyfrom.us

Correo electrónico:  moran_marianne@hotmail.com

Nota legal: No son míos, ni así los exijo. Los OCs sí, y el argumento también. Para más información, por favor acude a mi página personal.

"Tú sueñas"

La mochila escondía, como de costumbre, algo más de diez voluminosos libros de texto. Estaban perfectamente ordenados, probablemente por una razón práctica: si no lo estuvieran, no cogerían todos. Era una bolsa de piel, de un suave marrón, gastado por los años, y había sido encantada más de una vez para que resistiera el peso de lo que llevara, sin importar qué. La conocía desde que la conocía a ella, desde el primer día de colegio, cinco años atrás, y la había visto casi a diario, colgada de su hombro, encima de su silla, a un lado cuando estaban en la sala común, y no la había visto prácticamente nunca vacía, si no era que ella había sacado todos los libros en uno de esos ataques de nervios tres meses antes de los exámenes, durante los cuales se veía suspendiendo y les instaba a hacerla estudiar más, mientras pasaba hojas furiosamente, buscando alguna poción de la cual dudase o algún hechizo que creyera no dominar. Sólo pensar en ella le hizo sonreír, pero a la vez le planteó una pregunta: si la mochila estaba allí, ¿dónde estaba ella?

No la iba buscando antes de ver su cartera; sólo iba a consultar un libro a la biblioteca, aunque sí le había pasado por la cabeza, con una comezón recorriéndole el cuerpo, que ella no andaría demasiado lejos y que lo más probable era que se vieran. Sólo al cabo de unos minutos, ante las miradas divertidas de unos cuantos alumnos de tercero, se había dado cuenta de que, como siempre, sus sentimientos se habían escrito demasiado fielmente en su cara: sonreía como un estúpido, y caminaba con grandes zancadas hacia donde más probable era encontrarla. Tuvo que recordarse que tenía que encontrar un libro de Transformaciones, y que ése era el propósito de la visita a la biblioteca, y no verla a ella, antes de ser capaz de fingir normalidad de nuevo.

Pero ahora ella no estaba dónde él la esperaba y, en cambio, sólo había, abandonada, su bolsa y, sobre la mesa, un libro abierto. La ilusión de verla no había disminuido en absoluto, por mucho que se hubiera obligado a disimularla y, aunque había estado a su lado sólo media hora antes, no poder volverlo a hacer inmediatamente le disgustó. Con un mohín enfadado, decidió seguir a la suya: ¡Transformaciones, eso había ido a buscar! Ella estaría por ahí, buscando algún libro, ya la vería después. Además, igual estaba precisamente buscando algún libro en la misma sección a que se dirigía él. A fin de cuentas, ella también tenía que hacer los deberes, y, conociéndola, seguro que querría algún material de consulta. Sin darse cuenta, una sonrisa apareció en sus labios otra vez y abrió bien los ojos para mirar a su alrededor con atención, borrando el ceño fruncido que lucía sólo segundos antes. ¡Buscaría el libro, volvería junto a la mochila y seguro que para entonces, si no estaba en la sección de Transformaciones, ya habría vuelto de dónde quiera que estuviera!

Se dirigió rápidamente a buscar el libro, y allí estaba ella. Nada más verla, sintió que el corazón se le subía a la garganta y que en esa parte de la biblioteca la temperatura era particularmente alta.

- Hermione – saludó, con un hilo de voz.

La muchacha se giró para mirarlo y le sonrió como saludo.

- ¡Hola, Ron! – le dijo, mientras volvía a darle la espalda para seguir escudriñando los libros que había en la estantería que tenía delante. - ¿Qué tal?

- Bien – respondió él. - ¿Qué buscas?

Como respuesta, la chica le pasó un trocito de pergamino donde había apuntado el título y la clave de lo que buscaba, y él rápidamente se puso a ayudarla.

- ¿Y tú? – dijo ella, mientras, uno al lado del otro, buscaban su libro. – ¿Para el trabajo de ayer?

- Sí. Mira – la llamó, señalando un tomo, que sacó de la estantería. – Está aquí. Es éste, ¿verdad?

- Sí – dijo ella, cogiéndoselo de las manos. – ¡Gracias! Ven, el tuyo lo he cogido hace un rato. Pensaba llevártelo a la sala común, por si no tenías tiempo... ¿Dónde está Harry?

- Entrenamiento sorpresa – explicó mecánicamente, demasiado contento de ver que ella había pensado en él y le había reservado el libro. - ¿Ya has empezado el trabajo?

Hermione asintió y los dos se dirigieron a la mesa.

- Ya he hecho el primer borrador. No es muy difícil, y lo he encontrado muy interesante...

Él sonrió y se sentó en la mesa, en la silla de al lado de la de ella.

- Yo voy a hacerlo ahora – explicó.

- ¿Te quedas aquí? – le preguntó ella, señalando con un movimiento de cabeza cuánto les rodeaba.

- ¿Te... molesto?

Ella sacudió la cabeza y, después de sonreírle amistosamente, le dio el libro que le había reservado y se concentró en el libro que había cogido para ella misma. Él la imitó, y pronto estaba sumergido en el ensayo que tenía por delante, con su atención sólo interrumpida por las miradas furtivas que dirigía a la chica que se sentaba junto a él muy de cuando en cuando, y de las que ella ni se daba cuenta.

Salieron de la biblioteca más de una hora más tarde para dirigirse a la casa para dejar las cosas. Por alguna extraña razón, pocas veces hablaban si Harry no estaba entre ellos y, cuando lo hacían, Ron se sentía inseguro e incómodo. Hermione tenía la poco frecuente facultad de hacerle sentir como un estúpido, sólo mirándole fijamente a los ojos, y tenía la impresión de que todo lo que podía decir delante de ella era lento e insignificante. Ella era la mejor de la clase, la más estudiosa, la más rápida: ¿cómo compararse? ¡¿Cómo esperar decir algo que mereciera la pena?! Por eso se quedaba en silencio: pensando qué decir, cómo interesarla, cómo no quedar en ridículo. Y nunca encontraba nada, nunca sabía entablar conversación, siempre acababa sintiéndose frustrado y enfadado consigo mismo por ser tan desastre. ¡¿Por qué nunca era tan fácil con Hermione como con Harry?! ¡¿Por qué podía decirle a Harry las más grandes barbaridades, como cuando se inventaban juntos los deberes de Adivinación, y se sentía petrificado cada vez que tenía que comenzar una conversación delante de ella?!

Hermione era demasiado crítica. Ron lo había pensado muchas veces, y esa era la conclusión a que había llegado: Hermione sabía tanto y era tan responsable con todo que, en comparación, sólo podía conseguir que ella pensara que era un tonto, y que lo censurara por ello. No abiertamente, claro que no: nunca era desagradable con ellos, por equivocados que estuvieran, pero seguro que, interiormente, sí le parecería ridículo, y su opinión sobre él bajaría. Opinión que, por otra parte, no podía ser demasiado elevada, para empezar: ¿cómo podría serlo, después del desastroso año pasado, en que se habían pasado semanas enfadados, y en que le había echado en cara más cosas de las que quería recordar, especialmente sobre Krum? Él era, además, muy impulsivo, y durante años había dicho lo que pensaba, directamente del corazón, por imposible que fuera, mientras que ella todo lo meditaba hasta encontrar la solución perfecta. ¿Cómo podía apreciar siquiera a alguien tan opuesto a ella? Por eso callaba, por eso no sabía cómo empezar a hablarle: ambos eran amigos de Harry, pero no entre sí, y, como aspiraba a llegar a serlo también de ella, no quería perder la poca estima que le pudiera tener. ¿Qué tampoco la podía mejorar, pareciendo un espantapájaros a su lado? Cierto, pero mal menor: ¡que, al menos, no le odiase!

Llegaban a la casa antes de que él, demasiado ocupado obsesionándose con su mutismo, pudiera darse cuenta de dónde estaban. En la sala común estaba Harry, que los saludó con una sonrisa brillante, obviamente contento de verlos, con los gemelos y las chicas del equipo, y se acercaron rápidamente a ellos.

- ¡Hola! – saludó el chico de las gafas.

- Ron – corearon, a dúo, Fred y George.

- ¡Hola! – le respondió su amigo. - ¿Cómo ha ido el entreno?

- Muy bien – explicó el buscador. – ¡Hemos estado practicando unos movimientos más complicados! Ya los veréis. ¿Y vosotros? ¿Qué habéis hecho?

- Hemos estado en la biblioteca – respondió Hermione. – Con el trabajo de Transformaciones...

- Sí – interrumpió Harry. - ¿Has encontrado el libro?

Ron asintió, mostrándoselo para confirmarlo.

- Y he avanzado bastante. Después lo ponemos en común, ¿eh?

Harry asintió también, con una mueca compungida.

- Siento lo del entrenamiento.

- No pasa nada – lo tranquilizó el pelirrojo. - ¿Cómo que era sorpresa?

Como respuesta, Fred le pasó un trozo de pergamino, con una pose exageradamente orgullosa.

- La McGonagall – explicó George.

- ¡Sorprendentemente, nos da permiso especial para entrenar siempre que el campo esté libre! – apuntó su hermano gemelo.

- Y teníamos que aprovecharlo – dijo Harry, a media voz.

- No te quejes – comentó una de las cazadoras, Alicia, interviniendo en la conversación, aunque las chicas se habían apartado unos pasos de ellos al llegar Ron y Hermione, para poder hablar entre ellas en privado. – ¡Por lo menos no nos levantamos a las cinco!

Todos asintieron gravemente, recordando su antiguo capitán y su obsesión por entrenarlos a horas intempestivas. Al cabo de unos instantes, Hermione se disculpaba y subía arriba a dejar su mochila y Ron se sentaba junto a Harry, cansado.

- ¿Cómo ha ido? – le preguntó su amigo.

Él lo miró, sorprendido. Los gemelos también le observaban, pendiente de la respuesta.

- ¿El qué?

- ¡La tarde! – se quejó Fred, como si fuera evidente.

- ¡En la biblioteca! – añadió George.

- Bien... – dijo Ron, aún sin entender el súbito interés.

- ¿Has abierto la boca en todo el rato? – le inquirió Fred, con una mueca de fingida pena.

Ron le miró, enfadado, y se incorporó en el sofá.

- ¡¿Qué quieres decir?!

- Que hablas poco, Ronniekin – aclaró George. - ¡Chico, llevas unos días! ¡¡La vas a aburrir!!

Ron se envaró durante unos instantes, pero poco después se sentaba de nuevo, tranquilizándose. Hacía días que Fred y George intentaban picarle con su relación con Hermione, y lo ponían de los nervios, pero tenía que aprender a tomárselo como bromas, que era lo que ellos pretendían, y no perder el control.

- Que no hable con vosotros no quiere decir que no hable en absoluto – les respondió, con voz altiva. – Sólo que tengo un cierto criterio.

- Ay, Ronnie – suspiró Fred, saltando sobre el sofá para sentarse a su lado y pasarle un brazo sobre los hombros. – ¡Si de eso nos quejamos! No tienes criterio: hablas tranquilamente con nosotros pero no con el bomboncito que tienes como mejor amiga...

- No es cierto – se quejó él, un poco demasiado alto pero ignorando deliberadamente que habían dicho 'bomboncito' a Hermione, pues los conocía demasiado bien y sabía que lo hacían sólo para provocarle y que confesara más de lo que intuían. – Hablamos, sólo que... – Hizo una pausa, buscando cómo seguir. Sólo que ¿qué? ¿Sólo que no sé qué hacer para no parecer aún más patán a sus ojos? ¿Sólo que se me hace un nudo en la garganta cada vez que la veo? ¡¿Sólo que probablemente sólo me soporta ya, y no quiero empeorar las cosas?! – No sé – dijo finalmente. – Sí que hablamos, pero no estamos todo el rato hablando. Pasamos todo el día juntos, ¡llega un momento en que ya no te quedan cosas que decir...!

Harry asintió, apoyándole, aunque una sola mirada le bastó para saber que lo hacía sólo para eso: apoyarle, pero que no lo pensaba realmente.

- Entonces, no es porque estés tímido, ¿no? – continuó George.

- ¿Por qué debería estarlo? – le preguntó Fred a su hermano, fingiendo sorpresa.

- No sé – le respondió éste, con un movimiento inocente de hombros. – A lo mejor sentía algo por ella...

- Tú sueñas – respondieron, a dúo, Fred y Ron, el primero visiblemente divertido de haber adivinado las palabras exactas de su hermano, y el segundo exaltado ante la posibilidad de que alguien creyera semejante invención de George.

- Somos amigos – concluyó Ron, finalmente. – ¡Y punto!

- No lo dudamos – terció George. – Preguntábamos si eso es lo que tú quieres.

Ron les dirigió una mirada enojada a cada uno y luego miró a su amigo con el ceño fruncido.

- Vamos, Harry – le llamó, mientras se levantaba del sofá para acercarse a la mesa libre más cercana. – Pongámonos con el trabajo.