Disclamier: Twilight y sus personajes pertenecen a Stephenie Meyer. Este es un TWO SHOT que está participando del concurso New Year´s Elite Contest organizado por el grupo Élite Fanfiction ( facebook groups / elite . fanfiction / ) y su autor será revelado una vez terminadas las votaciones del mismo.

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Ángel de la guarda

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Summary

Navidad y la víspera del Año Nuevo siempre es la mejor época del año. Las fiestas, los regalos, pasar tiempo con la familia, hasta la comida tiene un sabor diferente en esas fechas. Sin embargo, ¿crees en todas esas cosas, las historias y personajes que te cuentan de niño? ¿Como en los Duendes, Santa Claus y en los Ángeles? Pues yo no creía en eso hasta que morí y me volví el ángel de la guarda del amor de mi vida.

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Capítulo 1

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BPOV.

Navidad y la víspera del Año Nuevo siempre es la mejor época del año. Las fiestas, los regalos, pasar tiempo con la familia, hasta la comida tiene un sabor diferente esas fechas. Sin embargo, ¿crees en todas las historias y personajes que te cuentan de niño? ¿Duendes, Santa Claus, los ángeles? Yo no lo hacía hasta que morí y me volví el ángel de la guarda del amor de mi vida.

Yo había muerto a principios de septiembre al caer de unas escaleras gracias a mi descoordinación nata. No sufrí, mi muerte fue instantánea. Cuando llegué al cielo, conocí a Gabe, mejor conocido como el Ángel Gabriel; él me enseñó este nuevo mundo donde pasaría mi eternidad. El cielo no es como todos creen, no dormimos en nubes ni tampoco pasamos todo el día tocando arpas, tenemos responsabilidades; la mía es estar al tanto de los nuevos ingresos al cielo.

Hoy el Señor D me ha mandado a llamar. Estoy un poco nerviosa; cuando llegué aquí a todos se nos concede el derecho de ver cómo están nuestras familias, derecho al que renuncié cuando vi que mis padres y Edward entraron en gran depresión y yo no podía hacer nada, no soportaba verlos así. El Señor D fue muy específico en avisarme si algo ocurría con ellos.

Así que aquí estoy, a punto de tocar la puerta de su oficina, cuando se abren de repente poniéndome más nerviosa.

—Isabella. Por favor, entra —anuncia con tono amable. Cuando entro, el Señor D está de espaldas; muy pocos de aquí han visto su verdadero rostro, yo dentro de esos pocos. Es muy amable, es de tez blanca y una barba larga adorna su mandíbula, sus ojos son color azul mar. Él hizo que el propio Gabe se encargara de mi estadía aquí.

—Señor, ¿ocurre algo con mi familia? —pregunto con un nudo en la garganta.

—Me temo que sí, Isabella. Edward Cullen necesita tu ayuda. —Al escuchar ese nombre, un temblor me recorre el cuerpo.

—¿Qué pasa con él?

—Edward está siendo muy desdichado, y si no nos damos prisa podría caer en manos equivocadas. Sabes a que me refiero, ¿verdad?

Yo trago gruesamente. —Sí, señor.

—Tu tarea es ser su ángel guardián. Bajarás a la tierra en una nueva forma humana para que él no te reconozca. Tendrás todo el mes de diciembre para encargarte de él. El plazo se vence en año nuevo. Tienes que haberlo logrado para entonces, sino lo habremos perdido para siempre.

—Está bien, señor —acepto. Estoy de camino a la puerta cuando recuerdo que no sé qué voy a hacer—. Señor D… —articulo un poco nerviosa.

Él me sonríe. —Bella, tendrás que ayudar a Edward a encontrar el amor verdadero en la tierra. Y , por si se te olvida, mañana empieza tu tarea —declara volteándose para admirar por la ventana de su oficina.

No digo nada y salgo de aquella oficina en estado de shock, aparentemente tengo treinta y un días contando desde mañana para hacer mi tarea.

Esa tarde, luego de que me asignaran mi tarea, me encuentro a Gabe sentado en una banca.

—Hola, Bella —saluda regalándome una gran sonrisa.

—Hola, Gabe. ¿Qué tal el día? —pregunto sentándome a su lado.

—Muy bien. Ser la mano derecha de Dios es un trabajo tan fácil. —Yo me rio y él me regala una amplia sonrisa—. Escuché que tienes una misión.

—Así es. Salgo mañana mismo.

—No te preocupes, sé que puedes lograrlo. —Le agradezco con la cabeza baja—. Yo mismo te llevaré, descuida. —Asiento y le regalo una pequeña sonrisa.

Los nervios me carcomían. Me encontraba en mi habitación y todavía no podía creer que bajaría a la tierra. Al día siguiente estaba más nerviosa que el anterior.

Había salido en busca de Gabriel cuando el Señor D solicitó mi presencia. Me encaminé hasta su oficina, la puerta ya estaba abierta por lo que me apresuré a entrar. Allí se encontraban Gabe y el Señor D conversando.

—Disculpen si interrumpo.

—Para nada, te esperábamos —asegura Gabe. Asiento y él se acerca a mí—. Que tengas mucha suerte, ya verás que podrás. —Opto por permanecer callada. Gabe cierra mis ojos y entro en un profundo sueño.

Me despierto de repente y me encuentro en una habitación blanca, siento el aire entrar por mis pulmones y escucho el latido de mi corazón.

—¡Estoy viva! —exclamo con júbilo. En eso entra Edward vistiendo una bata blanca, está muy ojeroso y delgado; al notarme despierta corre hacia mí.

—¡Kate, despertaste! —expresa entusiasmado. Así que este cuerpo se llama Kate, pienso para mis adentros.

—Hola, doctor —le saludo con mi nueva voz.

—Me alegro que hayas despertado. Sabes, eres la persona más descoordinada que conozco. —Yo no digo nada. Edward debe de conocer a esta tal Kate a la perfección, creo que nunca la mencionó mientras estuve viva.

—Bueno, ¿cuál es mi diagnóstico? —cuestiono muy feliz con esta voz.

—Estarás bien. Pero dime, ¿quién se golpea con una puerta y cae inconsciente todo un día? —bromea.

—Lo siento. Por lo menos no rodé por las escaleras —comento sacándole la lengua. Edward se para en seco.

—Eso no es gracioso. Permanecerás aquí hasta mañana, después volveremos a casa. —Dicho esto sale de la habitación. Todavía le duele mi muerte.

Gabe aparece frente a mí.

—¿Qué tal tu nuevo cuerpo? —pregunta riéndose un poco. Me levanto de un brinco.

—Creo que no está mal. Se siente tan real… —declaro un poco entusiasmada.

—¿Recuerdas que me dijiste que odiabas a las rubias?

—Sí. ¿Qué tiene que ver eso?

—Es mejor que te veas en un espejo. —Corro a lo que parece ser un baño y pego un grito de horror al mirarme al espejo. Soy una rubia platinada.

—Oh, Gabe, ¿por qué lo hiciste? —inquiero aturdida.

—Una pequeña broma de cortesía.

—Me las pagarás. —Él se ríe pero rápidamente se torna serio.

—Eres amiga suya y están compartiendo departamento, así que mantente atenta —me informa. Asiento y pongo mi cara más sobria—. No te descarriles de la misión, Isabella —advierte. Le aseguro que no pasará y él me sonríe y se desvanece.

Vuelvo a la camilla y me siento a pensar donde Edward conocería a Kate, si no hubiera renunciado a mi derecho podría saberlo todo. Cruzo mis piernas y cierro los ojos tratando de recuperar algún pensamiento de Kate; en eso estoy cuando escucho que la puerta se abre. Abro los ojos y me encuentro con que Edward me observa muy raro.

—¿Qué ocurre? —Le suelto.

—Nada, solo quería disculparme por salir así.

—Está bien, amigo, no importa. —Edward sonríe.

—Traeré algo de comer para los dos —anuncia, y yo concuerdo. Cuando se marcha mi humor se torna triste, no es fácil verlo nuevamente. Al menos logré sacarle una sonrisa.

Tal como dijo Edward volvió con algo de comer. Pasó la mayor parte del tiempo hablando conmigo, pero en ningún momento mencioné algo sobre mí, todavía no era el momento.

Entrando la noche, Edward se retiró prometiendo buscarme cuando el médico de guardia me diera el alta. Como tengo de nuevo necesidades humanas, debía dormir. Hace tanto que no soñaba; mi sueño fue tranquilo, como si hubiera estado en una nube.

A la mañana siguiente me dieron de alta. Le pedí el favor a la enfermera que le avisara al residente Cullen, y solo bastó una hora para tener a Edward en la habitación.

—Dime que me trajiste algo de ropa.

—Por supuesto, Kate. ¿Por quién me tomas? —dice un Edward muy bromista. Me extiende un pequeño bolso y veo sus nudillos, tomo su mano y siento una pequeña emoción, aunque no es como cuando estaba viva. Él la retira bruscamente—. ¡Sabes que no tienes derecho de hacer eso! —me grita.

—¿Qué mierdas te pasa, Cullen? —En ese momento su rostro cambia, recordé que así le decía cuando yo estaba molesta—. Permíteme cambiarme y nos vamos. —digo y me dirijo al baño. Cuando estoy lista lo encuentro sentado en la camilla con la mirada perdida.

—Lo siento si te grité, no fue mi intención.

—Descuida, últimamente pierdo mis casillas por cualquier cosa.

Al salir del hospital caminamos hacia un Volvo plateado, de pronto me viene un pequeño flashback a la mente.

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Bella, te tengo una sorpresa —declara un Edward muy emocionado cubriéndome los ojos.

¿De qué se trata, Ed? Sabes que no me gustan las sorpresas —digo muy nerviosa.

Solo espera, Bells.

Edward retira la venda de mis ojos y, cuando mi mirada se enfoca, me encuentro frente a un hermoso Volvo plateado.

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Regreso a la realidad. Edward me ve con cara de extrañado.

—¿Te encuentras bien, Kate?

—Sí, eso creo —contesto distraída.

Para subir al departamento hay que subir un tramo de escaleras, respiro profundo y recuerdo que fue aquí donde fallecí, aunque pensándolo bien solo recuerdo que resbalé. Edward cambia su expresión y sube las escaleras muy rápido, lo sigo sin decir una palabra. Cuando llegamos al departamento, en la segunda planta, Edward se ve que está a punto de llorar. Nota que lo observo y su expresión se endurece. Abre la puerta y entramos. Al parecer Edward lo remodeló porque no lo recuerdo así, hay menos cosas en el lugar. Avanzo hasta quedar en medio de la sala.

—¿Te tienes que ir? —le pregunto en voz baja.

—Sí, nos vemos en la noche —dice cortante, da media vuelta y se marcha cerrando la puerta tras él. Yo avanzo hacia lo que imagino son las habitaciones, abro la primera puerta y es el cuarto de Edward; lo inspecciono, hay muchas fotografías mías, el lugar está tan impecable como vagamente recuerdo. Salgo de ahí y entro al cuarto que creo que es de Kate y…

—Oh cielos —exclamo con la boca abierta. La mitad del cuarto está lleno de libros, además de trofeos; incluso hay una máquina de escribir.

—Una cerebrito, ¿no? —dice la voz de Gabriel tras de mí.

—¿Es en serio? ¿Una rubia cerebrito? —digo volteándome hacia él. Gabe se encoge de hombros.

—¿Ahora sí crees que los milagros existen?

—Estoy aquí, eso responde.

—Bueno, a lo que vine: sé que es el segundo día, pero tienes que darte prisa. Tú más que nadie sabe cómo es Edward. —Concuerdo con un bostezo—. Creo que deberías descansar —sugiere riendo entre dientes.

—Sí, bueno, visita pronto. Adiós. —Gabe se desvanece regalándome una última sonrisa. Por mi parte me lanzo en una cama abarrotada de libros y en instantes me quedo completamente dormida.

No sé qué horas serán, pero un ruido tremendo proveniente de la sala me despierta. Me levanto con cuidado, abro la puerta despacio y veo a Edward rompiendo cosas y llorando.

—¿Qué ocurre, Edward? —le grito.

—No te metas, Kate. Enciérrate en tu ratonera como siempre haces.

—Pues esta vez no lo haré —replico. Edward continúa rompiendo cosas hasta que decido saltarle encima—. ¡Ya basta, Edward! ¡Detente! —chillo, pero él no para, sino que sigue estampando sus nudillos contra la pared.

—¡Déjame en paz! —brama.

—No te dejaré. ¿Por qué haces esto? —le reprocho. De un momento a otro Edward se derrumba en el piso, llorando como un niño. Se aferra a mí en un abrazo, ninguno de los dos dijo nada. Él estaba destrozado, sus nudillos vueltos un asco eran la prueba de ello. Por situaciones como éstas renuncié a mi derecho, nunca soportaría ver a Edward sufrir.

Los días pasaban y no sabía qué hacer. Gabe no paraba de presionarme para que actuara rápido, tan solo restaba quince días para año nuevo. Sin embargo, podía afirmar que Edward había cambiado, ya no destrozaba cosas, sino que pasaba algunas noches en vela mirando al vacío; yo lo observaba desde mi habitación porque él no me permitía acercarme. Si tan solo supiera qué tan cerca nos encontrábamos.

—Se acabó, vamos a salir —asevero tirando de su cobija.

—Kate, ¿te has vuelto loca? —dice dándose de vuelta.

—No estoy loca. Vamos, levántate. —Esta vez lo tomo de la camisa.

—Está bien. ¿A dónde vamos? —pregunta bostezando.

—Vamos al parque o a caminar por ahí, te hará bien un poco del frío que hace. También podemos pasar por la librería, si quieres —propongo regalándole la mejor de la sonrisas.

—Y, por último, ¿podemos pasar por un chocolate caliente? —pregunta con una sonrisa burlona.

—Esa es la actitud, muchacho —acepto riéndome.

Nos encontrábamos en el parque y la nieve había empezado a caer, cada uno iba inmerso en sus pensamientos; por mi parte no paraba de pensar en que, si estuviera viva, esto no estaría pensando, pero lamentablemente mi tiempo en la tierra había acabado.

—Kate, ¿crees en la otra vida? —Edward pregunta viéndome expectante.

Me encojo de hombros. —Sí lo creo, pero pienso que nuestra misión de vida no termina como todos dicen, sino que seguimos con un propósito del otro lado.

—También lo pienso así. ¿Crees que Bella esté bien? —dice esto último y una lágrima corre por su mejilla. Le tomo la mano.

—Te lo aseguro completamente, Edward. —Daría lo que fuera para demostrarte que estoy más que bien, amor, digo para mis adentros.

Después de hacer todo lo que habíamos planeado, Edward sorprendentemente estaba de un muy buen humor. Nos dirigíamos a un café cuando una alarma se activó en mí, vi a una chica castaña muy bonita y rápidamente quise entrar ahí.

—¿Qué ocurre, Kate? —pregunta Edward riéndose.

—Ven, entremos, me muero de frío —declaro tomándolo del brazo.

Cuando entramos vi a Gabe, lo que me sorprendió. Me hizo señas y vi a la castaña, Gabe se encontraba con ella. Nos sentamos en una mesa continua a la de ella y pude ver que Edward no le quitaba la mirada de encima. Gabe se reía de mí, quería sacarle la lengua pero Edward me llamaría loca.

Edward se levantó a pedir nuestras bebidas y Gabe avanzó hasta mí.

—Es ella, Isabella, ella será perfecta para él. —Y estaba en lo cierto. Castaña de ojos verdes muy hermosos, vestía con mono, zapatillas y un gran abrigo, y usaba lentes hípsters; tenía muchos libros en la mesa, pero estaba concentrada leyendo uno. Me levanté de mi asiento y caminé hacia ella.

—Oye, ¿ese libro es de Walter Siso? —le pregunto. Ella levanta la mirada y me regala una sonrisa.

—Sí, del mismo Siso.

En eso Edward llega a mi lado.

—¿Pasa algo? —inquiere intercambiando miradas con la castaña.

—Mucho gusto, me llamo Kate —digo extendiéndole mi mano y dándole un apretón.

—Me llamo Isabel, pero todos me dicen Isa, mucho gusto.

—Isa, él es mi amigo Edward. —Ella extiende la mano hacia él. Sus miradas no paraban de cruzarse, Gabe estaba delante de mí prácticamente saltando de alegría. Yo sonreía, pero no estaba muy feliz.

—¿Quieren acompañarme? Estoy sola —invitó Isa luego de las presentaciones. Edward aceptó alegremente, yo asentí en silencio.

Edward e Isa pasaron toda esa noche hablando de libros, películas, incluso poesía. Por breves segundos posaban su atención en mí. Gabe, por otro lado, no se había separado en ningún instante, lo cual era molesto. Luego de un rato Isa se levantó, disculpándose porque tenía que irse; automáticamente Edward le pidió su número y, aún después que se marchara, Edward seguía con esa sonrisita estúpida en la cara, sinónimo de que estaba enamorado.

Camino a casa yo estaba hecha una furia y no entendía porque cuando llegamos la expresión de Edward cambio estaba sin sonreír y ya no hablaba —oh cielos —su depresión de las noches —pensé

Ya en el departamento, se sentó donde siempre y me pidió que lo dejara solo, así lo hice. Entré en mi habitación y allí se hallaba Gabe.

—Esa chica es preciosa —expresa sonriéndome.

—Sí, ya lo sé. Pasé dos horas observándola.

—Es perfecta, Isabella.

—Ya lo sé. Pero, ¿por qué la similitudes con los nombres? ¿Y con lo de castaña?

—Órdenes del Señor D —revela alzándose de hombros. Resoplo y me lanzo a la cama—. Nunca he estado vivo, pero si no me equivoco estás celosa —comenta muy serio.

—¿Sabes qué, Gabe? Sí, lo estoy. Después de todo ella puede estar con él y yo no —asevero.

—Bella, estás muerta —expone sin ninguna expresión.

—Lo siento. Sé que no es la actitud correcta…pero es difícil dejarlo ir.

—Tienes que hacerlo, de lo contrario siempre verás a ese Edward del sillón y no te gustará lo que le pasará.

Los días transcurrían cada vez más rápido. Edward casi todas las noches salía con Isa; yo, en cambio, siempre tenía una excusa para acompañarlo. Sin embargo, siempre era lo mismo, al llegar de su cita se plantaba en ese sofá.

—Edward, me cansé de verte así —emito muy molesta.

—Vete, Kate —exige aún sentado en el horrible sofá.

—No. Ahora me dirás por qué siempre te sientas aquí a llorar como una niña.

Él levanta la mirada y sus ojos irradian furia. —Dije que te alejes, Kate.

—No hasta que me des una explicación. —El silencio inunda la habitación hasta que finalmente Edward decide romperlo. Un par de lágrimas brotan de sus ojos cuando por fin habla.

—Bella me regaló este sofá el día en que todo ocurrió. —Escuchar esto me hizo viajar a mis recuerdos y, en efecto, así fue. Era mi forma de decirle que aceptaba mudarme con él.

—Edward, cámbiate de departamento, ¿sí? —digo con mi mejor voz.

—¿Estás loca? ¿Dónde conseguiré un nuevo departamento?

—Yo me encargo de eso si tú prometes mudarte. —Cerramos el trato con un apretón de manos y una leve sonrisa.

Como lo prometido es deuda encontré un nuevo departamento cerca del centro con una hermosa vista a la ciudad, era como un pedacito de cielo, perfecto para Edward. Corrí a buscarlo para darle la noticia, pero cuando llegué al departamento Edward estaba rompiendo el sillón donde siempre se sentaba.

—¿Qué demonios pasa aquí? —vocifero. Edward no paraba de llorar.

—Ella me dejó y no pude detenerla.

—Edward, ella cayó por las escaleras, fue un accidente —digo lentamente, tratando de tranquilizarlo.

—Sí, pero antes de eso, cuando trajo el sillón, yo estaba con Tanya y ella nos descubrió. Yo nunca quise serle infiel, pero pasó. Intenté calmarla, aunque fue inútil. Ella salió muy molesta, yo corrí tras de ella, pero resbaló y cayó. Nunca me perdonaré ese día, Kate.

Di un paso atrás cuando los recuerdos me embargaron, yo no recordaba esa parte, pero así era. Recuerdo salir hecha una furia, grité desear estar muerta, forcejeé con Edward y me resbalé, rodando por la escalera.

Fue ahí cuando Gabe me ayudó.

Cuando volví en sí Edward no paraba de llorar, descubrí que mis ojos estaban llenos de lágrimas. Me acerqué a él y lo abracé.

—Edward, te juro que donde quiera que ella esté, ya te ha perdonado. No fue tu culpa. Las cosas son así, un día estás bien y al otro no se sabe.

—Kate, tengo miedo de que ella esté molesta porque salgo con alguien. —Mi agarre se hizo más fuerte.

—No, Edward. Sé que ella estará feliz —le aseguro llorando un poco más fuerte.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta.

—Yo solo lo sé, Edward. Ella quisiera que fueras feliz. Es tu turno de dejarla ir. Déjala ir, Ed.

Edward, al escuchar esto, se separa y me ve directamente a los ojos.

—Te amo, pero te dejo ir.

Desde ese día Edward cambió. Se mudó a un nuevo departamento, conoció nuevos amigos, volvió a tocar el piano, pasaba más tiempo con Isa, cocinaba a la perfección, hasta volvió a cantar.

Solo faltaba un día para que mi misión acabara, Gabe me pidió que empaquetara todas las cosas de Kate y le dijera a Edward que me iría a otra ciudad. Le pedí que me diera hasta entrar el año nuevo y aceptó.

Ya era tarde y Edward no había llegado, había salido con Kate. No paraba de pensar que había cumplido mi misión, pero más que una misión volví a armar el adolorido rompecabezas que era Edward Cullen. En esta vida nada es casualidad, entramos en la vida de las personas por una razón y salimos de ellas por otra. Podría decir que no veía a Edward como un amor, sino como mi mejor amigo, la persona en quien confié y confiaré siempre.

A la mañana siguiente, Edward me despertó muy temprano.

—Kate, levántate, tienes que ayudarme —demandó.

—¿Qué ocurre, Edward? —digo alarmada.

—Estoy enamorado, y quiero regalarle algo a Isa, pero no sé qué. Tú debes de saber de estas cosas, eres una chica, ¿no? —ironizó.

—Sí, genio, soy una chica. Déjame cambiarme y te acompaño.

Edward me mantuvo toda la mañana y parte de la tarde buscando el dichoso regalo para Isa. Entramos a una joyería y se decidió por una hermosa cadena de plata.

—Este es el regalo indicado —exclamó feliz. Era perfecta, no se podía negar—. Kate, ¿has comprado algo de ropa para esta noche? —Negué con la cabeza—. En ese caso, date prisa; serás tú quien me acompañe a la fiesta de hoy, no te dejaré sola en casa —comenta admirando algo del aparador.

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—¡Kate! Vamos, se hará tarde —me grita Edward desde la sala del departamento.

—Ya voy dame un segundo —clamo todavía viéndome en el espejo. Esta será la última vez que pueda vestir algo así. El vestido era de un hermoso azul rey, lo acompañé con tacones negros muy altos y abrigo del mismo color del vestido para mantenerme calientita. Cuando salgo, Edward me recorre de arriba abajo.

—Pareces un ángel, Kate —declara embobado.

—Gracias por el cumplido, pero te recuerdo que Isa te espera.

Llegamos a la gran fiesta, estaba abarrotada de personas y casi todos conocían a Edward. Me senté en una mesa un poco alejada; Gabe se apareció.

—Ya casi es la hora, Isabella.

—Ya lo sé, Gabe. Solo unos minutos más, por favor —supliqué.

Gabe acepta y desaparece. Yo admiro a Edward, lo hermoso que se ve en su traje. No sé en qué momento se hacen las doce y las personas salen corriendo a dar el Feliz Año Nuevo. Veo a Edward besar a Isa y una lágrima de felicidad corre por mi mejilla. De repente todo se detiene, las personas están estáticas; es como ponerle pausa a una película, pero la única persona que no está parada es Edward, que viene corriendo hacia mí. Me levanto, corro hacia él y nos fundimos en un abrazo.

—¿Ya te tienes que ir? —pregunta.

—Sí, tengo que cambiarme de ciudad. —Pero me callo cuando lo que escucho es mi voz.

Él se ríe.

—Bella, no seas tonta, ya sé que eras tú. —No digo nada—. Bella, solo nos quedan segundos, así que habla. Todo siempre lo he sabido.

—Ay, Edward. Lo lamento tanto…

—Sé que viniste a ayudarme, siempre te he visto como Bella, no como Kate. Hoy estás preciosa.

—Gracias, Edward. Tú también. —Él sonríe y me extiende una caja.

—Ábrela rápido, por favor. —Lo hago y me encuentro con una hermosa placa de oro, en ella está inscrita siempre te querré.

—Edward, a dónde voy no creo que la pueda llevar.

—Tranquila, hablé con el Señor D y aceptó.

Mi cara es un poema. —Ven, dame un abrazo —le pido. Edward me estrecha a su pecho e inhalo su aroma por última vez.

—Bella, ¿algún día nos volveremos a ver? —pregunta.

—Sí, siempre y cuando te portes bien —bromeo.

—Gracias, Bella. —Edward declara separándome de él.

—Gracias a ti, Edward. Cuídate, y no olvides que siempre estaré contigo. —Edward deposita un dulce beso en mi frente.

—Te querré siempre.

—Igual yo.

Gabe apareció de la nada. —Isabella, es hora de irnos. —Asiento.

Gabe me toma del brazo amablemente. Miro hacia Edward y él está sonriéndome.

—Feliz año nuevo —dice en voz baja. Yo le respondo con lo mismo y lo veo por última vez cuando ya me encuentro en presencia del Señor D.

—Muy buen trabajo, Isabella —manifiesta el Señor D.

—Gracias, señor. Muchas gracias por todo.

—Es mejor que te pongas al tanto de todos los nuevos ingresados, hay alguien muy particular que necesita de tus conocimientos.

—Está bien —acepto volteándome con la intención de irme.

—¿Bella?

Me doy la vuelta. —¿Sí, señor?

—No dejarás tu regalo, ¿verdad? —De la cajita saca la placa que me regaló Edward.

—Gracias, señor.

Me acerco a él y la tomo.

—Es mejor que le des la vuelta. Feliz año nuevo, Bella —dice sonriendo.

Hago lo que sugiere y me encuentro con otra inscripción.

Gracias, mi Ángel.

Edward Cullen.