Los Colores Exteriores

Libro Segundo
La trágica vida de Burning Spades

Un petulante relato sobre un insípido poni sin importancia. Preludio a Un mundo más allá.

Primer Acto: Sueños de infancia

Capitulo 11 - La marca del herrero

El sol se volvió a alzar sobre Ponyville anunciando el comienzo de una hermosa mañana más, tan llena de luz traída por la bondad y poder de la Princesa Celestia. Esa mañana, la brisa matutina sopló más dulce sobre Sweet Apple Acres, y los primeros rayos del sol hicieron destellar la brillante cascara de las manzanas que, cubiertas con diminutas gotitas de rocío, colgaban de las fuertes ramas de los manzanos esperando ser cosechadas.

Para cuando el cálido resplandor del sol se comenzó a filtrar por la ventana de la habitación de la pequeña Apple Bloom, el sonidito de una piedrecilla que se estrella contra el cristal ya la había despertado.

La pequeña poni bostezó, y con su crin suelta y hecha un lio se acercó a la ventana mientras otro pequeño guijarro chocaba contra el cristal. Apple Bloom abrió la ventana y miro hacia abajo, entrecerrando los ojos mientras su vista se acostumbraba a la luz de la mañana.

―¡Arriba dormilona!

Escucho una vocecita que le hablaba desde el suelo. Apple Bloom miró hacia abajo a través de la ventana de su alcoba situada en la segunda planta de la casa de la familia Apple y se encontró con la mirada sonriente de una amiga.

―Scootaloo, ¿eres tú? ¿Qué haces levantada tan temprano?

―¡Claro que soy yo! Y no es temprano, deben ser ya más de las nueve. Date prisa, nos encontraremos con Sweetie Belle en la plaza. ―respondió la potrilla desde el piso, pensando que si fuera mayor, sus alas podrían levantarla del piso para tocar la ventana de su amiga con su casco en lugar de tener que lanzarle piedrecillas con su resortera.

Apple Bloom volvió a entrar en su habitación, cepilló su cabello para aplacarlo un poco y se colocó su listón rosado sobre la melena. Podía ser apenas una pequeña poni infanta, pero era lo bastante independiente como para arreglar su crin ella sola.

Salió al pasillo y caminó procurando no hacer ruido al pasar frente a la habitación donde dormía aun la Abuela Smith, para retomar su alegre trote frente a las habitaciones de sus hermanos mayores Applejack y Big Macintosh. Ambas habitaciones estaban vacías, pues ambos ponis solían levantarse muy temprano para realizar sus labores en la granja.

En el caso de Apple Bloom su principal ocupación era asistir a la escuela, pero por esas fechas, ella y todas las potrillas de su edad estaban disfrutando de sus vacaciones, lo que hacía tan inusual que su amiga Scootaloo decidiera despertarla tan temprano.

Apple Bloom bajó las escaleras, atravesó el recibidor como un relámpago y salió por la puerta del frente. Sus pequeños y veloces pasos apenas alertaron a Applejack quien estaba en la cocina horneando un sabroso pay de manzana para el almuerzo.

―¡Vamos, vamos, no hay tiempo que perder! ―la apuró al verla salir Scootaloo quien ya llevaba puesto su casco y montaba su monopatín enganchado al pequeño carro color rojo en que transportaba a sus amigas.

―¿Porque la prisa Scoots? No creo que en este minuto Sweetie Belle vaya a conseguir su marca sin nosotras ―dijo Apple Bloom mientras tomaba uno de los cascos de protección que traía Scootaloo en el carro.

―Yo tampoco lo creo, pero verás cuan cortas son las vacaciones para obtener nuestras marcas. Debemos aprovechar cada segundo de cada día. ―concluyó Scootaloo y con ese estilo que la caracterizaba, apuró el monopatín y ambas ponis se pusieron en marcha velozmente hacia la plaza de Ponyville.

En la plaza principal del pueblo, ponis grandes y pequeños iban y venían encargándose cada uno de sus propios asuntos. La pequeña Sweetie Belle parada a la sombra del ayuntamiento, miraba a un lado y a otro esperando la llegada de sus amigas cuando, levantando el polvo del camino, el monopatín enganchado al carro rojo apareció tras una pequeña colina por el camino que venía de la granja. Con amplia habilidad, Scootaloo maniobró esquivando objetos y ponis, cortando el viento con sus pequeñas alas que, si bien no eran capaces de volar aun, le permitían equilibrar su peso y tener mejor control del vehículo.

―¡Chicas! ―saludó Sweetie Belle con una voz melodiosa y alegre al ver a sus amigas.

No sin gran estrepito, carro y monopatín se detuvieron frente al ayuntamiento, y las tres amigas finalmente estuvieron reunidas. Apple Bloom, una pequeña poni de tierra, tenía un pelaje amarillo y una esponjosa melena roja. Sweetie Belle era una pequeña unicornio de pelaje color blanco con una melena rizada de colores purpura y rosado. Finalmente, Scootaloo era una pequeña pegaso con una melena morada y lacia, y un pelaje de color anaranjado.

Ninguna tenía aun una marca sobre sus flancos pues aun eran unas potrillas, pero decididas a encontrar sus talentos especiales cuanto antes, habían formado una sociedad secreta y se hacían llamar las Cutie Mark Crusaders. Ellas eran las fundadoras y únicas miembros, y tenían como objetivo realizar la mayor cantidad de las más variadas actividades y así ganar sus marcas lo antes posible.

―Y bien chicas, ¿qué es lo que vamos a hacer hoy? ―preguntó emocionada Sweetie Belle.

―La pregunta es ¿Qué no vamos a hacer hoy? No debemos dejar de hacer ninguna actividad en Ponyville que nos pueda ayudar a conseguir nuestras marcas. ―corrigió Scootaloo muy entusiasta.

―Tantas cosas por hacer y tan poco tiempo, ¿por dónde empezamos? ―añadió Apple Bloom, pero las dulces sonrisas de las tres pequeñas ponis se fueron borrando cuando comenzaron a darse cuenta de lo que pasaba.

Por más que se esforzaban pensando, no se les ocurría un solo lugar que no hubiesen visitado ya o una actividad que no hubieran ya realizado.

―¿Y si vamos a los bolos? ―sugirió Sweetie Belle.

―Recuerda que el dueño sigue molesto conmigo por lo de la ultima vez ―puntualizó Scootaloo ―¿y si vamos a Sugarcube Corner?

―No lo sé… aun no me recuperó de la ultima charola de panquesitos que preparó Apple Bloom ―de solo recordarlo a Sweetie Belle comenzó a dolerle el estomago.

―¿Y si vamos a la librería con Twilight? ―cambió el tema la poni amarilla. Las tres pequeñas se miraron como considerando la sugerencia, pero desecharon la idea de inmediato y no lo mencionaron mas.

En ese momento, una delgada nube de humo comenzó a subir en el cielo de Ponyville, pero en lugar de ensombrecerlas, a las Cutie Mark Crusaders les ilumino el pensamiento.

―Pero claro… ―comenzó Apple Bloom.

―¡La herrería nueva! ―dijeron al unísono las tres y sin demorar más, se colocaron los cascos de protección sobre la cabeza y montando la pequeña carretilla roja tirada por el monopatín, se pusieron en marcha.

La herrería de Ponyville estaba sumida en un silencio apacible. Había momentos en que el resonar del martillo sobre el yunque, el crepitar del carbón en el horno y el chisporrotear del agua al evaporarse componían una sinfonía conducida por Burning Spades, el herrero. De pelaje rojizo y melena grisácea, era un poni serio y algo retraído que en ese preciso instante, tenía toda su atención en una diminuta pieza de metal al rojo vivo que manipulaba con un par de pinzas, una en cada casco. El sudor le corría por el rostro, y de vez en cuando alguna gotita manchaba los cristales de sus gafas, pero Burning no se inmutaba, tenía la vista fija en la delicada piececilla. Debía darle la forma exacta, torcerla en el ángulo adecuado y de inmediato sumergirla en el agua para que se enfriara. Bastaría con que aplicara mas fuerza de la necesaria o que la torciera de manera inadecuada para que la delicadísima pieza de metal terminara hecha un completo…

―¡Hola! ―saludaron las tres pequeñas ponis al entrar en la herrería al tiempo que la campanilla colocada sobre la puerta de entrada las anunciaba.

Lo siguiente que las Cutie Mark Crusaders escucharon fue el sonido de unos dientes rechinando, un par de pinzas cayendo al suelo, sosteniendo un trocito de inservible metal roto cada una y un suspiro. Burning Spades se dio la vuelta para mirar a un trío de potenciales clientes. En su rostro había una mirada severa, pero eso no era raro en él.

―Hola niñas, ¿Qué puedo hacer por ustedes? ―saludó el herrero, pero ninguna presto realmente atención.

Las tres pequeñas tenían sus ojos puestos en la gran cantidad de piezas metálicas que colgaban de las paredes. Había relucientes escudos y brillantes espadas. Tras el cristal de un anaquel descansaban distintas puntas de lanza. Varias herramientas descansaban sobre una mesa, mientras que engranes grandes y pequeños, y montones de variados tornillos se apilaban en barriles como si fueran caramelos en una dulcería.

―¿Niñas? ―insistió Spades, pero no recibió respuesta.

―Oigan chicas, creo que debimos venir hace tiempo, hay de todo aquí ¡Podríamos ser, las Cutie Mark Crusaders Caza-dragones! ―dijo Scootaloo tomando una espada de la pared de un salto y sosteniéndola en su hocico.

―Niñas, por favor, no toquen eso, es peligroso ―se apresuró Burning a quitarle la espada a la pequeña pegaso para volverla a colocar donde él había creído que estaría fuera del alcance de los niños.

―¿Por qué no mejor las Cutie Mark Crusaders Mineras? ―Apple Bloom había tomado de sobre la mesa un pico, y haciendo fuerza lo levantó sobre su cabeza, pero la herramienta era demasiado pesada para ella y la pequeña poni comenzó a irse de espaldas.

Spades corrió a sostenerla, y quitándole el pico de las manos, la iba regañar cuando una densa nube de vapor llenó la herrería.

―Miren chicas, es como el sauna que hay en el spa ―dijo Sweetie Belle vaciando nuevamente un cubo de agua sobre el carbón encendido del horno, que chisporroteo evaporando el agua antes de quedar pagado y mojado hasta su centro.

Inhalando muy profundamente, Burning Spades tomó a las tres pequeñas ponis, las reunió frente a la puerta de salida y conteniendo el enojo les dijo:

―Miren niñas, esto no es una juguetería, una joyería o un spa. Las piezas que aquí hay no son objetos inofensivos, sino herramientas de uso específico potencialmente peligrosas…

Viendo que la reprimenda no desanimaba a las pequeñas y que, incluso, los grandes y redondos ojos de Scootaloo precian brillar al oírlo nombrar la palabra "peligrosas", el herrero continuó:

―Y dado que este no es un lugar para tres pequeñas potrillas, no me queda más remedio que pedirles que no vuelvan hasta que tengan edad suficiente para trabajar como mineras, esgrimir una espada o entrar en un sauna.

El poni rojo las empujo con suavidad a través de la puerta abierta y la cerró enérgicamente después de agregar:

―¡Que tengan un buen día!

―¿Cual es su problema? ―se preguntó Scootaloo, ya estando afuera y ante la puerta cerrada de la herrería.

―No lo sé. Parece un poni muy estresado. He visto esa mirada en los ojos de mi hermana a veces, y los dientes del herrero rechinan igualito a los de Rarity cuando toco sus cosas ―respondió Sweetie Belle haciendo mención a su hermana, la diseñadora y dueña de la Carousel Boutique.

―Pues más que estresado a mi me parece que es un gruñón amargado. ―concluyó Apple Bloom.

―No sean así con Burns, chicas, él no es tan malo ―escucharon las tres potrillas una dulce voz como de una joven yegua que se acercaba ―es solo que no tiene experiencia tratando con niños.

Cuando las Cutie Mark Crusaders se giraron, vieron que se aproximaba a ellas una hermosa unicornio vestida en una reluciente túnica cubierta de brillantes lentejuelas. El pelaje de la desconocida era de color amarillo brillante, y los tonos de su cabello iban del amarillo más intenso al blanco más puro.

―¿Cómo es que no tiene experiencia tratando con niños? ¿Qué acaso de pequeño jamás tuvo amigos? ―interrogó Sweetie Belle a la extraña que parecía saber tanto al respecto.

―Bueno, pero no es lo mismo ―se rió la unicornio con una encantadora sonrisa en el rostro ―tratar con niños siendo niño no es lo mismo que tratarlos siendo ya mayor. Lo descubrirán cuando ustedes sean mayores. Si lo conocieran mejor, sabrían que Burning, el herrero, es muy confiable y muy buen amigo también.

―¿Tu lo conoces? ―preguntó Apple Bloom curiosa.

―Y a propósito, ¿Quién eres? ―agregó Scootaloo un poco desconfiada.

―Yo soy una de las hechiceras reales de la corte de su Majestad y si, conozco a Burning Spades. Podría decir que soy la poni que mejor lo conoce en todo el mundo. Fuimos grandes amigos, pero eso fue hace muchísimo tiempo.

―¿De verdad? ¿Tanto tiempo? ¿Cuánto tiempo exactamente? No te ves tan vieja, ¿Qué edad tienes? ―Aparentemente de la nada, había aparecido Pinkie Pie, una alegre y un poco inquieta poni de color rosa.

La hechicera quedó sorprendida por un instante, pero recuperó pronto la sonrisa y contestó:

―No, no estoy vieja, aun soy joven, pero si soy mayor que todas ustedes. ―miró a las tres potrillas y después a Pinkie Pie.

―Cuéntanos que sabes del herrero ―sugirió Apple Bloom.

―¿Qué quieren saber? ―preguntó la unicornio amarilla.

―Dinos como consiguió su marca ―exigió Scootaloo.

―Sí, cuéntanos. Por favor ―complementó Sweetie Belle.

―Bien, ¿por dónde debo comenzar? ―meditó la hechicera, más para sí misma que hablándole a su público, pero Pinkie le respondió:

―¡Empieza por el principio!

Y fue así como la bella hechicera comenzó a contarles la peculiar y un poco trágica historia de Burning Spades a las tres pequeñas potrillas y a la poni Pinkie Pie, y su relato fue, con más o menos palabras como se pone a continuación.