Título: Detrás de nuestras máscaras
Categoría: InuYasha
Autor:
Idioma: Español
Clasificación: K+
Género: Drama

Reto hecho para Hot pink world by Rinsami en el foro ¡Siéntate!. InuYasha y todos sus personajes no son de mi autoría.


... 痛み、憎しみ、怒り。

Apretó los labios y suspiró cansada. Un fuerte ardor comprimió su pecho y quiso gritar de dolor, pero no era el momento de hacerlo. No ahora que todos parecían estar en su contra y deseaban verla envuelta por el dolor. Escuchó los pasos del demonio al que esperaba, mientras le acompañaban el ligero sonido de sus fieles espadas. Estrujó el abanico entre sus dedos antes de encontrarse cara a cara con él.

Cuán insignificante era ella para él y qué tan poco parecía importarle su presencia. Una mujer sin importancia para el demonio frente a ella.

Maldito él y la niña que le seguía a todos lados. Ella era el núcleo de todos los males: la que le imposibilitaba estar con él y convencerle de que ella era la adecuada para acompañarle durante su larga vida. ¿Qué se podía esperar de una humana? No podría darle un heredero, felicidad ni tierras o poder. Ella, Kagura, sí que podía hacerlo. Le entregaría un heredero puro, felicidad innata y tierras fértiles.

La miró fijamente. Allí, a sus pies, se encontraba el único obstáculo en su camino. Se mordió la lengua y cogió aire, mientras pensaba qué tan fácil era hacerla pedazos: abrir el abanico y un corte limpio en el aire. Quedaría rota en cuatro o cinco trozos limpios sin sufrimiento. No lo haría, sin embargo. Kagura quería apartarla sin sangre de por medio para no convertirse ella en la muerta. Sesshômaru no era un ser gentil. Abrió su arma y la reposó sobre sus pintados labios dejando medio rostro al descubierto. La tentación golpeó su mente y rememoró sus deseos de sangre. Era una demonio, al fin y al cabo, ¿porqué no tomaría la oportunidad que se le presentaba?

Bufó y cerró el abanico. Kagura descansó sobre una roca, apartada de la niña, bajo los rayos del sol y el calor de la luz matutina. Deseó unos minutos de paz y bondad en su corazón y mente, especialmente en ésta última, y evitar las continúas ráfagas de odio contra el demonio que se acercaba y la niña inconsciente.

Los gemidos de la niña azotaron sus oídos, queriendo despertar de la inconsciencia inducida. Kagura, todavía reposada, pidió a gritos que la humana no se despertará hasta que el demonio no llegara y se la llevará. La tentación era demasiado grande y ella una pecadora compulsiva. Ya había perdido demasiadas oportunidades aquella noche.

Las plegarias no fueron escuchadas y la niña empezó a removerse entre las hojas. Kagura olió el dolor que emanaba de su cuerpo y sonrió al rememorar el fuerte golpe que su padre le había propinado a la humana por entrometida. Durante su cautiverio, Kagura pudo notar la inocencia en la pequeña. La pobre, entre lágrimas, la había llamado para socorrerla. ¿Tenía ella cara de salvavidas? Junto con su corazón, la muerte de esa niña era uno de sus más ansiados anhelos.

―Señor Sesshômaru ―susurró la niña entre espasmos.

Kagura abrió los ojos y la miró fijamente sin hablar, moverse o pensar. Quedó estática encima de la roca y la observó en silencio y dejó que las fantasías rojizas inundaran su mente de nuevo. Cuánto más grotesca era la fantasía, más grande era la zancada hacia la humana. Así que, cuando se imaginó con la cabeza de la niña entre sus manos, ya se encontraba agachada a su altura con los dientes apretados y el abanico a punto de romperse entre sus dedos.

―Así que ahora te dedicas a matar niños ―Sesshômaru estaba a centímetros de ella. Su voz era fría, como siempre, aunque algo más burlona. Comprendió el porqué de su burla, pero no se arrepintió―. Te creí más inteligente, Kagura.

La aludida se levantó y le miró de reojo, por encima del hombro. Una ligera calor, más agradable que la anterior, se apoderó de su pecho y Kagura sintió un diminuto cosquilleo en su estómago. Él no la miró a ella, sino a la niña bajo sus pies. La recogió delicadamente sin tener contacto con la demonio, quién observó todos sus movimientos sin perder detalle, y la tomó entre sus brazos sin mediar palabra con la captora. Esta última se sintió desfallecer al no compartir ni tan siquiera una despedida. ¿Qué le pasaba por la cabeza a ese animal? No había matado a la niña, ¡había aguantado las ganas de hacerlo por él! Así se lo paga, ¡cuánta grosería!

Alzó la mirada y apretó el abanico:

―¿Tanta diferencia hay entre ella y yo?

Él detuvo su camino sin soltar a la niña. Kagura vaciló unos instantes y parpadeó sorprendida antes de gemir. Sesshômaru sonrió al escucharla y marchó regalando las tan ansiadas palabras:

―¿Puedes convertir tu corazón en uno tan puro como el de Rin?

Tras aquellas palabras, Kagura anheló más que nunca tener su corazón para presentarse ante la muerte.


... 恨み、復讐、嫉妬。

Kikyô la observó en silencio. Los gusanos que la acompañaban la rodearon, en un acto de solidaridad, y la luz de las almas que entraban en su cuerpo hizo desaparecer el cuerpo ante sus ojos por unos instantes. Abrazada entre luz y calor, Kikyô cerró los ojos y olvidó todo al sentirse humana como en el pasado. Un pasado en el que no se encontraba sola, sino que acompañada por el hombre más especial de su vida, el que la chica en el suelo estaba transformando en otro completamente diferente.

InuYasha todavía estaba lejos, pero sus gritos podían escucharse. La chiquilla a sus pies intentó despertarse al escuchar el griterío masculino y Kikyô tensó todo su cuerpo, así que cogió su fiel arco y esperó unos minutos. No podía despertar y verla allí. Kagome gimió y susurró el nombre del hombre que las mantenía unidas. Kikyô tembló al escucharlo y recordó todas las oportunidades que había tenido para acabar con la chica del futuro. De repente, tras recordarlo todo, se dio cuenta de que, ahora mismo, tenía una oportunidad de oro para hacerlo. ¿Podía hacerlo? ¿Tenía la potestad necesaria para acabar con la vida de aquella mujer? Ella había vuelto de entre los muertos para estar con InuYasha, ¡había vuelto sólo por él! Encerrada en un cuerpo frágil y vacío por un hombre que no recordaba su pasado junto a ella, las promesas dictadas o los momentos íntimos que solo ellos protagonizaron.

El paisaje frente a él empezó a nublarse por culpa de los remordimientos. Lo único que debía de hacer era matarla, nada más, y volver a los brazos de InuYasha. Ella había vuelto por él y tenía la potestad de decir el destino de su amado, ¿no? Él le prometió volver a estar juntos después de acabar con la ardua batalla contra Naraku. ¿Él se acordaba de aquella promesa? Y, si era así, ¿querría cumplirla finalmente?

―Él era mío. He vuelto para estar con él, como antes, para cumplir las promesas que acordamos antes de yo morir.

Se agachó y dejó el arco y las flechas en el suelo. De cuclillas y algo impactada por sus propios pensamientos, Kikyô se lleva las manos al rostro y se queda así durante unos instantes. Dejó caer sus manos hasta su pecho y aferró sus manos a las telas blancas de su kimono. Si seguía con aquella actitud intranquila, Kikyô acabaría perdiendo la mayoría de almas que había adquirido momentos antes.

InuYasha apareció de repente entre gritos. Kikyô quedó impresionada al no ser reconocida y lanzarse desesperado sobre Kagome. La sacerdotisa gimió al no tener la atención necesaria y apretó las manos en dos puños. ¡Cuánto desprecio!

¿Porqué aquella chica sí estaba entre sus brazos y ella no? Después de todo lo que ella había hecho por él. ¿Qué las diferenciaba? Ella había vuelto de entre los muertos por él. ¡Había resucitado dentro de un cuerpo de marioneta por él!

―¿Qué le ha pasado a Kagome, Kikyô?

La aludida miró al muchacho. Fijó sus ojos en los de él y empezó a notar la diferencia en ellos: el brillo que nunca antes había visto. Una luz que ella nunca había podido crear en aquellos ambarinos ojos que tanto había estimado. Parpadeó nerviosa y contestó:

―La encontré en el bosque ―mintió―. Fue atacada por un demonio.

InuYasha observó a la chiquilla entre sus brazos y la dejó de nuevo en el suelo. Miró de reojo a Kikyô y se acercó a ella con rapidez. La sacerdotisa tembló y esperó algo impaciente por sus acciones. Sin embargo, la mujer no sabía si necesitaba un abrazo, una caricia o unas palabras de su parte. No era el momento. El dolor, la tristeza y el rencor se apoderaron de ella y Kikyô se sintió desfallecer.

El chico frunció el ceño al encontrarla tan ausente, así que cogió a la mujer de la muñeca y la encaró. Quería saber qué pasaba por su mente.

―¿Qué nos pasó, InuYasha? ¿Qué acabó con lo nuestro?

El aludido dejó de respirar y comprendió lo que ocurría. Todavía con al muñeca femenina entre sus manos, decidió que era imprescindible disipar la duda:

―Ella supo cómo curarme, Kikyô. No sé cómo lo hizo, pero sanó mi corazón y el dolor que tenía en él. Me hizo confiar de nuevo en la gente y, por primera vez, comprendí que era tener amigos.

―¿Curó tu corazón? ―repitió ella, afectada―. Nuestras promesas, InuYasha, ¿qué ocurrirá con nuestras promesas?

―Lo siento, Kikyô...

InuYasha soltó a la mujer y cogió entre sus brazos a Kagome. Respiró el dulce olor de la colegiala y apretó su cuerpo contra él. Se calmó al darse cuenta de que la chiquilla estaba bien y no tenía más que rasguños superficiales.

―...pero ella supo esperarme durante más de dos años y nunca me obligó a quedarme con ella. Creo que es hora de devolverle su amor y quererla como se merece.

Kikyô apretó los puños y deseó desaparecer.

―¿Este es el final, entonces? ―preguntó ella.

InuYasha asintió:

―Este es el final.

La figura roja del chico desapareció entre la vegetación y, junto con él, el corazón de la mujer que había dejado atrás. La sacerdotisa se dejó caer contra el suelo y respiró tanto como pudo. Sus fieles acompañantes volvieron a abrazarla y ella aceptó las caricias de aquellos demonios. Las almas volvieron a entrar dentro de su cuerpo y, al fin, la paz volvió a ella.

Levantó la cabeza y miró la luna sobre ella.

―Recuerda que todavía te odio, InuYasha ―susurró al viento.


La demonio recibió a Kikyô entre carcajadas, pero no imaginó que la batalla iría a favor de la sacerdotisa. Se había confiado demasiado. Kikyô tensó el arco y lanzó una potente flecha hacia la mujer de ojos rojos, quién acabó herida y gritó enfurecida por el dolor en su hombro. Kikyô no mostró ningún sentimiento, así que cogió una segunda flecha y apuntó a su objetivo para acabar con la batalla.

Kagura se regeneró en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, ante las flechas de Kikyô, la regeneración de Kagura se veía algo mermada. La sacerdotisa tenía demasiado poder purificador para ella, y ésta lo sabía y lo usaba a su favor. Kagura no quería matar a la sacerdotisa, aquello era algo que debía hacer su padre, sólo quería reducir la potencia de sus poderes y debilitarla para dejar el camino libre a Naraku. De alguna manera, así podría disfrutar de la muerte que noches atrás no pudo vislumbrar con aquella niña. Acabaría con Kikyô y después con Sesshômaru.

Levantó el abanico y lanzó su ataque contra la sacerdotisa. Sonrió al verla sin flechas y se imaginó que la batalla ya estaba ganada, pero Kikyô fue más inteligente y creó una barrera espiritual a su alrededor que absorbió el ataque de la demonio.

―Perra ―Kagura estaba enfadada. Había vuelto a subestimarla.

Volvió a atacarla, pero la barrera volvió a protegerla y no dejó de hacerlo hasta que Kagura se cansó de atacarla incesantemente. Cansada de encontrarse dentro de una batalla sin sentido, Kikyô preparó una flecha y la disparó contra la demonio. A diferencia de las anteriores, la flecha lanzada envolvió el cuerpo de Kagura en llamas. Aturdida por el dolor, Kagura soltó algunos alaridos de dolor, pero pudo regenerarse de nuevo, aunque más lentamente. Durante la reconstrucción de su cuerpo, Kikyô recogió sus utensilios y abandonó el lugar.

―¡Eh! ―chilló Kagura, ofendida―. ¿Dónde crees que vas?

―No seguiré peleando contigo. Si Naraku quiere acabar conmigo que venga él.

Kagura se sorprendió al ser descubierta. No le gustaba jugar el papel de tonta.

―¿Qué pinta Naraku en todo esto? ―gruñó entre dientes.

―¿Porqué su aura se siente por todo el lugar? ―contraatacó la sacerdotisa de reojo.

Parecía que el destino no estaba de su lado. Primero el desastroso encuentro con Sesshômaru, después la estúpida y dolorosa pelea que había compartido con InuYasha por intentar robar su espada dos noches atrás y, ahora, una batalla perdida con la sacerdotisa que lloraba por no ser querida en un mundo que no era el suyo. ¿Qué más desilusiones debía enfrentar? ¿La muerte? Observó a la sacerdotisa desde su pluma y sonrió al recordar que ella se encontraba en el mismo lado de la balanza: también había sufrido dolor de amores noches atrás. Algo tenían que compartir.

―¿Crees salir victoriosa? ―rió sarcástica Kagura―. InuYasha y tu reencarnación están muy unidos. Demasiado, diría yo. Estamos en la misma posición, Kikyô.

Aquellas palabras enfurecieron a la aludida. Claro que sabía de su amado y la chica del futuro, pero la altivez de la demonio se sentía como un insulto. Encaró a la mujer y respondió:

―¿Igual que tú? En ningún momento he manchado mis manos de sangre inocente ni tengo un corazón tan oscuro como el tuyo, demonio. A mi no me mueve el odio.

Kagura se echó a reír y dejó perpleja a su acompañante. ¿Qué no se encontraban en la misma posición? ¿Qué su corazón no era tan oscuro? ¡Tonterías! Se llevó las manos a la cabeza al encontrarse con una mujer tan fría e ilusa a la vez. La sangre no era lo único que oscurecía el alma. El rencor, los celos y la envidia convertían tu corazón en la misma piedra negra que el suyo.

―Vamos, Kikyô, al fin y al cabo, sientes el mismo rencor hacia Kagome. ¿Crees que la sangre es lo único que mancha un corazón? El odio es igual o peor que la muerte de inocentes. Estás en la misma situación que yo, querida, y no puedes negar que, al final, somos más parecidas de lo que tú te imaginas.

Y el viento, a su paso, levantó la melena de ambas damas.


Espero que les haya gustado y hayan disfrutado de este pequeño relato. Como he dicho antes, el relato fue un reto impartido por la señorita Hot pink world by Rinsammi. Además, de que pueden pasarse por el foro donde creamos los retos: forum. fanfiction forum/ Sientate/ 84265/

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Saludos y hasta pronto.