Digimon ni sus personajes son de mi autoría.

La siguiente historia está dedicada a la flamante embajadora Taiora —por tercer año consecutivo— y Reina cabezota de mi vida: Genee.

¡Feliz reelección! Y Felices 20 añitos ;D (ho, ho, ho).

Que esta modesta colección represente los millones de besos acumulados a causa de esta distancia 'joeputa.

Parejas: Daiyako, Taiora, Mimato, mishiro, Yamakari. Del top five de Genee.

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Ti copro di baci.

Te cubro con mis besos hasta que sonrías

Te beso repentinamente una y otra vez hasta que ya no puedas más

Hasta el fin de mis días.

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Un baci sul nacino.

Daiyako.

El comienzo de la primavera traía consigo el olor de las flores a la ciudad; los nipones podían sentir en el aire el olor del amor acariciar la punta de su nariz.

El comienzo de la estación mantenía ocupado a los alumnos de la escuela elemental de Odaiba. Miyako transportaba de aquí para allá cajas, disfraces, parte del escenario para el musical planeado, que deleitaría a padres y alumnado de otras escuelas.

Su rostro lleno de sudor denotaba todo el cansancio que los últimos días dejaban sobre ella, y es que Miyako había asumido el papel de dirigir la feria de primavera del instituto. Hikari y Takeru se habían ofrecido a ayudar, asimismo otros miembros del comité estudiantil. No obstante, la mayor carga recaía en ella, a un día de la presentación, muchas cosas quedaban por hacer.

El vaivén por los pasillos, su nombre siendo clamado desde todas las bocas. Subía y bajaba escaleras corriendo, tratando de solventar los problemas que iban surgiendo en cada etapa de las preparaciones.


Daisuke entrenaba con el equipo deportivo. Tendrían un partido amistoso con parte del equipo principal de una de las escuela cercana a la suya. Se despedía de sus amigos del club con el movimiento de su brazo izquierdo, el balón debajo de la axila en el otro brazo.

Kentaru se topó con el sudoroso chico en la entrada del instituto cuando éste se disponía a llegar hasta el genkan*, con la intención de cambiarse los tacos de fútbol por su calzado habitual, reglamentario del colegio.

—Está muy enfadada —avisó Kentaru, refriéndose a la de pelo lila—. Dicen que la vena de su frente cobró vida propia. Yo que tú, me apresuraría.

Daisuke tragó pesado. No tenían que volver a decirle dos veces que se diera prisa. Se cambió los zapatos con toda la rapidez que pudo dar y corrió escaleras arribas hacia el departamento de deporte; dejaría el balón en su lugar como un rayo e luego iría a ayudar, como lo prometió, a Miyako.

No contaba que, en el proceso de subida al salón, se podría tropezar con la muchacha que causaba el mini paro cardíaco a su corazón. Cayeron de culo al piso en el descanso de las escaleras, la caja, que Miyako cargaba, desparramó su contenido en el suelo, brillantina, cinta adhesiva y bolas de anime se dispersaron; el balón de fútbol botó escalones abajo, uno por uno, el bote hacía eco en sus oídos.

Tras recuperarse del golpe, Daisuke abrió un ojo, dispuesto a reclamarle al causante de su dolor. Terminó abriendo ambos ojos de par en par cuando notó que quién se quejaba, sobando una de sus nalgas mientras buscaba sus gafas, era nada más y nada menos que el demonio de la vena gorda que palpitaba notablemente.

—¡Miyako! —Palideció ante la mirada de la otra, quien intentaba reconocer la figura borrosa frente suyo.

—¿Eres tú, Dai? —Lo miraba, aun así, sintió la necesidad de preguntar.

—¿Estás bien? ¡Sí que eres torpe! No te enojes, ya iba en camino. Supongo que no falta mucho por hacer, pero...

Las lágrimas se descontrolaron y comenzaron a salir, al igual que el llanto. Daisuke se puso en rodillas para gatear hasta su amiga. No sabía qué más hacer ¿se hubo lastimado? Porque comparado a lo que siempre le decía, no creía que sus palabras tuvieran que ver. Necesitaba llevarla a la enfermería, sí, se había lastimado.

Miyako lo alejó, empujándolo por el pecho, impidiendo que la consolara. Se frotaba los puños, enjuagaba las lágrimas de sus ojos.

«Definitivamente, esta tía está mal de la cabeza» se dijo Daisuke a sí mismo desde su fuero interior.

—¡Todo es un desastre! —se quejó Inoue—. ¡Todo va de mal en peor! La feria será un desastre y todo por mi culpa —soltaba entre hipido e hipido—. Nunca debí hacerme caso. El escenario del club de teatro lleva dos días de retraso, las chicas en cargadas del menú del café sobrepasaron el presupuesto y si no hacemos nada, no podrán elaborar los platillos; pero el resto de dinero, que no alcanza para mucho, está destinado a los disfraces para la obra de teatro. Y pensar que eso solo es la punta del iceberg. ¿Por qué me ofrecía a dirigir esto?

La verborrea no acabó allí. Miyako siguió quejándose, era el turno de que la vena en la frente de Daisuke estallara. ¡Ya no la soportaba!

—¡Cállate! —le ordenó con tono de enfado—. Cállate, tonta —Pese a haberle llamado con un descalificativo tan ofensivo, esas dos palabras fueron dichas con la voz sosegada y, tal vez, con un poco de cariño de por medio—. Es que eres... No hay nadie más capaz que tú para hacer estas cosas. Te lo digo en serio y no para reconfortarte, no hay nadie más mandona que tú. Recoge todo este desastre y espérame afuera donde están preparando la feria. Estaré allí en diez…

Dichas aquellas palabras, Daisuke levantó los anteojos de Miyako del suelo y los colocó sobre el puente de su nariz, no sin antes limpiarlo con el revés de su camisa. La muchacha se sonrojó sin poder evitarlo. El gesto logró que dejara las quejas atrás, todavía descolocada, procedió a levantar los utensilios del suelo mientras lo veía correr escaleras abajo, ignorando el balón de fútbol que quedó escondido en un rincón, entre un escalón y la pared que iba de cara a la fachada del edificio.

Fue al baño donde lavó su cara, de camino al lugar del encuentro sintió nuevas ganas de desahogarse, lo que le llevó a esconderé en el taller de dibujo del instituto.

Su tiempo de descanso se extendió más allá de los diez minutos pedidos por Daisuke.

Alisó la falda de tablones verde y caminó decidida. Tarde o temprano tenía que dar la cara.


oOo

Limpió el cristal de sus lentes. Creía que no estaba mirando bien. Parte del equipo de fútbol cargaba los materiales pesados de la escenografía, la otra parte tenían en manos bolsas con ingredientes de comida que habían ido a buscar en sus casas —o comprado, posiblemente por exigencia de Daisuke—. Sora, Taichi y Mimi habían ido a ayudar también con los disfraces para la obra, Koushirou y Yamato se encargaban del sonido; el resto de los elegidos también ayudaban, incluso Jou que debería de haber estado en la facultad de medicina. Verlo ayudar era, de por sí, increíble.

Sus ojos miopes miraron el milagro que no tenía otro nombre más que el de Daisuke. Por eso le pidió verse después del determinado tiempo. Pero, ¿en dónde estaba él?

—Ha ido a buscar materiales al taller de carpintería para armar los stand, no tenemos ya clavos —le hubo dicho Iori, uno de los chefs de la tarde.

Miyako corrió, no sabiendo por qué era tan importante hallar a Daisuke. Solo quería darle las gracias, le urgía hacerlo y sabía que mientras más pasara el tiempo, menos podría lograrlo. Existía entre ellos una dinámica poco usual, siempre peleaban por todo, los momentos donde no deseaban hacer explosión por culpa de otro debían de ser aprovechados.

Detuvo sus pasos en el patio de receso. Como había dicho Iori, Daisuke cargaba con unas tablas y sostenía unas chinchetas en sus manos, también hablaba con unos chicos menores que él. Les exigía que fueran a ayudar o se las verían con él. Qué manera de aprovecharse de su ventaja como senpai.

Los niños salieron corriendo, Daisuke los siguió con la mirada hasta que pasaron al lado de Miyako. Sus ojos se fusionaron a la mirada de la de lentes. El muchacho le sonrió, caminando con paciencia a donde ella estaba parada.

—Te andaba buscando —dijo Miyako. Le faltaba el aire, ¿por qué? Tampoco había corrido tan de prisa.

—¿Sí? Pues, me encontraste. Ando ocupado ahorita, así que dime qué quieres —Su actitud arisca para con ella le hizo entrecerrar los ojos a la otra.

—Fuiste tú quién los trajo, ¿verdad? —Procedió a explicarse en cuanto el otro le levantó una ceja—. A Mimi y a los demás.

—Tenía que hacerlo, si seguías llorando, me ibas a dejar sordo.

Esperaba una réplica insultante de regreso, mas solo recibió de la otra una sonrisa cariñosa, algunos sonrojos, también. Su expresión lo sacó de honda, dejándolo sin palabras que decir.

No necesitó hacerlo, hablar, Miyako cubriría el silencio.

—Gracias por todo. Eres un buen amigo, Dai.

Daisuke parpadeó más de lo que alguna vez hubo parpadeado, al menos de las veces que se daba cuenta de ello, y no era como que si siempre se detenía a pensar en cuántas veces parpadeaba al día, en aquél momento se concentraba en ese pensamiento ridículo. ¿Por qué no dejaba de pensar en sus pestañas moviéndose? Sacudió la cabeza, la sonrisa de Miyako lo desconcertaba y, peor aún, que le diera las gracias de una manera tan dulce lo hacía aún más. Las mejillas tenían cierto rubor que ni el cabello que se mecía delante de ella podía disimular.

Acabó devolviendo la sonrisa, llevado por su propio impulso. Improvisaba sobre la marcha.

Caminó hacia ella.

—No te salió la ayuda de gratis, chillona —le dijo, parándose frente a ella—. Me debes un favor y me lo cobraré más temprano que tarde.

Si buscaba pelear, Miyako no le seguiría el juego. El gran gesto para con ella funcionaría para impedir futuras batallas con Dai por un largo tiempo.

—Estás en todo tu derecho -respondió.

Daisuke se descojonó. Miyako no le hallaba la gracia a su carcajada.

—Bien… —¿Qué tramaba? Se preguntaba ella al verle actuar de aquella manera tan impropia de él. Hasta se sintió acalorada y que Daisuke causara esa reacción de ese tipo en ella no le resultaba desagradable, al menos eso se decía—. Esta es la primera deuda que me cobraré...

Daisuke se inclinó, sus ojos de frente a los del otro. Miyako no pudo protestar, antes de siquiera darse cuenta, Daisuke le había dejado caer un beso en la punta de la nariz.

Pestañeó como posesa. Los sonrojos subieron desde su pecho hasta la frente. El atrevimiento duró poco. Se sintió confundida, y sorprendida por anhelar mucho más que ese roce.

Daisuke ya iba de camino al patio trasero, donde se llevaban los preparativos de la feria, soltando cosas como que ella era una desquiciada que hacía lío de nada; menos mal que él estaba dispuesto a ser su héroe cada vez que lo necesitara, pero que siempre cobraría por sus servicios.

—Y, ah… —Se giró para mirarla por sobre el hombro. Solo allí fue que Miyako pudo volver en sí más sonrojada que nunca—. El resto del favor te lo cobraré en ramen.

Jamás de los jamases habría imaginado que el tonto de Daisuke haría algo como besarle la nariz. Contrario a lo que había pensado antes del beso, Miyako sintió cálido el pecho. ¿Sería ese el comienzo de una nueva etapa de relación? Por el momento no desperdiciaría energía pensando en ello, regresaría a la feria y soñaría con la promesa de una cita para comer ramem.


Notas de Autor:

Un baci sul nacino significa un beso en la punta de su nariz.

Genkan es el corredor donde se ponen y quitan los zapatos para entrar o salir de una casa o de un colegio.

Ti copro di baci. te cubro con mis besos, literal. Cuando se usa esta expresión quiere decir "te beso repetidamente".