Antes que nada quiero agradecerle a Nefest, mi escritora consultora (única en el mundo), con quien comento y le doy idea a estas cosas locas que vomita mi cerebro. También agradecerle a mi mamá y a mi papá por tener una hija tan genial, que soy yo, y a todos ustedes que me estan mirando, un saludo grande desde mi cama. Dios bendiga el wi-fi.

Ninguno de los personajes son mios, solo la idea de jugar con ellos me pertenece


La señora Hudson abrió los ojos lentamente, moviendo sus manos que había puesto sobre su cabeza intentando protegerla. Todo parecía en calma. Sus oídos zumbaban imperceptiblemente cuando decidió salir de debajo de la mesa. Algunas motas de polvo se movían por el aire y las paredes habían dejado de temblar cuando se decidió a ir al piso de arriba. Segundos antes una fuerte explosión sacudió el edificio y Martha agradecía que nada, por lo menos en su vivienda, se hubiera movido de su lugar.

Con los años había aprendido que de parte de su inquieto inquilino podía esperar cualquier cosa, por más que lo regañase siempre, Sherlock se salía con la suya. Desde el pie de la escalera llamó y al no recibir respuesta decidió simplemente subir las escaleras, no fuera a ser que algo grave (aunque todo lo que hacía Sherlock debía ser catalogado de peligroso) les hubiera sucedido a sus chicos. Abrió la puerta del departamento encontrándose con una blanca y espesa pared de vapor. Otra cosa que había aprendido era que nada, absolutamente nada que tuviera que ver con Sherlock era seguro. Como pudo se dirigió a las ventanas de la sala, intentando no respirar de ese vapor, y las abrió para aclarar el ambiente. Llamó nuevamente a John y a Sherlock, pero al no recibir ninguna respuesta volvió a su casa, rogando que Sherlock no se enojase por dejar alguno de sus raros experimentos explotar en su ausencia.

Un par de horas más tarde, luego de ver su telenovela y de tomar su té de la tarde oyó unos ruidos provenir del piso de arriba. Seguramente había estado tan enfrascada en la televisión que no se había dado cuenta que alguno de los chicos llegó.

Maldiciendo su cadera subió lentamente viendo que el vapor ya no estaba.

-¡Chicos, menos mal que llegaron! Hoy en la tarde no sé qué pasó pero hubo una explosión. Seguramente Sherlock te olvidaste alguno de tus experimentos, solo espero que no hayas destrozado mi casa, jovencito.

Al llegar arriba no vió a nadie en el salón y, tampoco, nadie contestó. ¿Estaba loca, o tan vieja, que estaba oyendo cosas? ¿O tal vez serían espíritus? Un escalofrío recorrió su espalda y cuando estaba por volver a la seguridad de su sillón, unos ruidos en la cocina hicieron que cambiase de opinión. Se acercó a la puerta de la cocina con miedo de encontrar algún espíritu o fantasma, pero quedó paralizada cuando vio una pequeña cabeza con cabellos rubios y ojos azules que la miraban fijamente, chupándose un dedo pulgar.

¿Acaso Sherlock comenzaría a secuestrar niños para sus raros experimentos? Los ojos de Martha parecían querer salirse. Con su boca abierta y una mano apretando su camisa ya no supo que decir.


Mycroft Holmes apretaba con ansiedad el mango de su paraguas, fiel compañero con el paso de los años. Había recibido una extraña llamada de la casera de su pequeño hermano, y aunque no entendió, debido a la ansiedad o nerviosismo de la mujer, lo que ésta quería decirle, sí supo comprender que algo grave había pasado. Su chofer se detuvo frente a la puerta del 221B e inmediatamente se vió presionando el timbre de su hermano. Varios segundos después la señora Hudson abrió y con un gesto a modo de saludo y sin dejarla explicarse subió las escaleras de a dos en dos escalones. Luego de prácticamente revisar todo el piso se encontró con la señora Hudson nuevamente al pie de la escalera.

-Mycroft Holmes -dijo ella con una mirada reprobatoria. -Si fueras más educado y me dejaras hablar...

-No tengo demasiado tiempo señora Hudson. Tengo que...

-Ya no muchacho, ya no tienes nada que hacer -cortó Martha. Tomó a Mycroft del brazo y lo adentró en su propio salón y sin decir más lo llevó ante su sillón favorito.

Mycroft alzó una ceja al ver al pequeño niño rubio de grandes y azules ojos, que medio sentado, medio recostado, se quedaba dormido mientras miraba las caricaturas en la televisión, con un dedo en la boca y una camiseta muy grande para su tamaño. Mycroft alzó todavía más su ceja y unas finas arrugas se marcaron en su frente.

-Señora Hudson, me alegra que le gusten los niños -dijo con una poco real sonrisa -pero no soy nana, tengo un pequeño puesto en el gobierno británico y mi trabajo no consiste en nada, absolutamente nada sobre cuidar -revoloteó sus ojos sobre el espécimen que ya casi dormía sobre el sillón e hizo una extraña mueca de disgusto- criaturas. Si mi hermano trajo a este niño, haya sido para experimentar, para diseccionarlo vivo, o para disecarlo, me encargaré personalmente de reprenderlo, pero más allá de eso que él se haga cargo, o el doctor Watson, pero yo no puedo.

La señora Hudson sonreía de forma misteriosa. Mycroft se aclaró la garganta y golpeó el suelo suavemente, preparando mentalmente un saludo de despedida que no fuera descortés. Martha se acercó al niño, ignorando el demasiado calculado saludo que todavía no había hecho Mycroft, y le habló al niño.

-Oye pequeño -una sonrisa gentil -, ¿puedo hacerte una pregunta? -el niño se refregó uno de los ojos con una manito y movió su cabeza varias veces -. ¿Cuántos años tienes?

Con su pequeña manito enganchó los dos dedos de los extremos mostrando los tres restantes. La señora Hudson vió con un gesto de victoria a Mycroft, que resopló molesto.

-No creo que sea un superdotado por saber decir su edad a tan corta edad, es algo básico, y ahora si me permite tengo asuntos que resolver, ya le he dicho, los asuntos de mi hermano son suyos, no míos, que quiera cuidarlo es totalmente diferente a querer hacerme cargo, a causa de él, de una criatura. -Oyó antes de lograr salir de la habitación que la mujer le preguntaba al niño como se llamaba, y sintió sus piernas temblar cuando la vocecita infantil dijo con un mal pronunciado, pero perfectamente entendible John Watson.