Lovesick
Kisshu&Ichigo


—Es extraño —musitó—. Pero, ¿por qué se siente tan desesperante, y a la vez, magnífico? ─Tensó sus músculos de las piernas, sobre todo sus muslos y apretó su entrepierna con ellos. Mordió ligeramente su labio inferior.

«Me hace sentir viva», pensó a sí misma.

Abrió la llave de agua caliente de su ducha y dejó caer su cabeza en la pared; dejándole así, resbalar el agua proveniente de la regadera por su nuca y espalda hasta llegar a su cintura. Tenía ella tanto en que pensar y todos los pensamientos eran como piedras azotándose por doquier en su cabeza. Si prestaba atención a uno de ellos, la otra idea la desconcentraría. Suspiró. El hirviente vapor en el ambiente la estaba asfixiando pero le hacía sentir bien, cómoda. Mechones de su cabello se deslizaron por la curva de su cuello. Suspiró una vez más.

«Sería tan vergonzoso preguntar sobre esto», pensó mientras recorría la mirada en sus manos. Le daba curiosidad, pero no estaba dispuesta a tomar el riesgo de preguntar.

Pasó un largo rato parada bajo la regadera y ni un sólo pensamiento se desvaneció en ese tiempo. Salió de la ducha con una sola toalla, cubriéndola desde el inicio de su pecho hasta apenas unos centímetros arriba de la mitad de sus muslos. No se había secado en lo absoluto, lo cual no le molestaba. Se dirigió a su habitación y se tumbo a la cama boca arriba, con la mirada clavada en el techo y su cabeza en otro universo.

─Tal vez… ─comenzó como un susurro—. Sólo tal vez… ─se suplicó a sí misma, cerrando los ojos. Separó ligeramente las piernas y tímidamente resbaló su mano derecha por ahí. Apretó sus ojos fuertemente.

Una onda de culpabilidad y vergüenza la hundió; arrepintiéndose. Abrió los ojos y se volvió a encontrar con la nada. Estaba convencida de que lo que hacía estaba mal, pero la curiosidad mató al gato. Mordió su labio inferior conforme su mano regresaba a su zona. Su cuerpo entero estuvo caliente y jadeaba. Sentía que por cada movimiento que hacía con sus dedos, su cuerpo se agitaba.

Primero, rozó delicadamente con la yema de sus dedos y al sentir tal electricidad en su cuerpo, ejerció más presión. Comenzó a frotarse, lo cual hacía que pequeños gemidos ahogados aparecieran. Un gentil movimiento hizo que arqueara su espalda. Creyó que sería atrevido y descabellado continuar con ello e incluso, subirlo más de tono, pero luego imágenes de sus amigos y novio la inundaron la cabeza, y la ola de culpabilidad la derribó. Se sentó de inmediato y generó calor en sus brazos al frotarlos con sus manos entre sí.

Sacudió su cabeza, tratando de desvanecer aquellas imágenes. No lo logró. Resopló resignada. Se sentía culpable y avergonzada de sus acciones. Sus padres nunca la habían criado así. ¿Qué diría su novio, Masaya, si se enterara de eso? ¿Las chicas del café? De seguro se alejarían de ella. Nunca había experimentado tales sensaciones. Eran nuevas, jóvenes y emocionantes. Quiso creer que se trataba de algo en que no incluyera la culpa en ella, pero simplemente no lo obtuvo. Sabía que ella era completamente responsable de sus acciones. Se sintió sucia y se levantó de la cama, en busca de ropa.

Lo que Ichigo no sabía, era que ciertos ojos de color ámbar habían presenciado de todo el espectáculo, dichas palabras provenientes de él. Por supuesto que una sonrisa picarona y burlona adornaba su pálido rostro, pero algo en su mente lo mantenía ocupado. Se encontraba sentado en el árbol más cercano posible de la ventana, manteniendo la discreción. Continuó con la mirada clavada en la chica.

«¿Con qué o con quién te habrás inspirado, gatita?»