Mi Dulce Ángel.

Disclaimer: InuYasha y sus personajes no me pertenecen.

Advertencia: Más que un WI…? (¿Y sí…?) Creo que esto podría tomarse como un AR (Realidad Alterna) pero no estoy segura, lo que sí, es obvio, este fic no sigue los acontecimientos canon del anime/manga. Y sí, acá también hay OoC (Fuera del personaje), además de muchos errores, supongo en conjunto con otras cosas. Yo ya avisé.

Nota original: En cierto modo me inspiré en Ikaros, el angeloid del anime Sora no Otoshimo Forte, y estar escuchando "Eres mi ángel" también ayudó a la inspiración, no había como pasar el tiempo y se me ocurrió escribir algo y…bueno, salió esto xD.

Espero les guste n-n


Se encontraba sentado en una de las ramas del Go-Shimboku, como desde hacía cinco años, pensando en algo que pudo a ver sido pero por culpa del destino no pudo ser. Pues hacía ya media década había muerto aquella sacerdotisa de mirada fría de la cuál se había enamorado profundamente, cuándo ambos tenían 15 años.

Fue sacado abruptamente de sus pensamientos, en cuanto una esfera de luz cayó frente al gran árbol sagrado, la luz que salía de la esfera lo había cegado por unos segundos hasta que ésta desapareció. Él, con cautela, bajó de la rama en dónde se encontraba sentado y lentamente se acercó al gran cráter que se había formado en el lugar de aterrizaje, miró para todas partes, percatándose de que ningún aldeano se había acercado a ver qué sucedía, y supuso que eso se debía a que era un poco más de media noche y la aldea estaba un poco más alejada de ese lugar.

Poco a poco fue bajando hasta llegar a una cosa blanca, en sus ojos ambarinos se podía ver la grata sorpresa que lo abrumaba, al comprobar que aquella cosa blanca y emplumada, eran dos grandes y preciosas alas blancas que cubrían a algo o alguien. Cuando él ya estaba a unos pocos centímetros, las alas se empezaron a abrir, y la persona a la que protegían se puso de pie, el hibrido de cabellos platead pudo ver maravillado a la joven que se encontraba parada frente a él, era una niña o más bien una adolescente de entre catorce o quince años, de piel clara, ojos color chocolate, cabello azabache que le llegaba seguramente hasta mitad de espalda, vestida con un simple vestido blanco y en su níveo cuello tenía una cadena cortada. Era de notarse que esa niña estaba bastante lastimada.

—¿Kikyo? — preguntó el hanyou atónito.

Ella solo negó suavemente con la cabeza, sonriéndole con dulzura.

—¿No eres Kikyo? Entonces, dime, ¿Quién eres? — inquirió, curioso, el chico-perro.

Ella volvió a sonreír. —Me llamo Kagome. — aclaró ella con timidez.

—Kagome. — repitió Inuyasha entre murmullos. — Sabes, es muy lindo tu nombre. — se animó a decir él.

—Gra-gracias. — respondió ella con las mejillas coloreadas.

—¿Necesitas ayuda? — preguntó al ver que al ángel le costaba mantenerse en pie.

Ella solo asintió apenada, era la primera vez que alguien era bueno con ella, desde el día de su muerte nunca nadie volvió a darle importancia, mucho menos su amo, que siempre la mandaba a hacer cosas que ella no quería y cuándo no le hacia caso aquel tipo la maltrataba, y no, no entendía como gente así llegaba allá arriba y, siendo sincera, no quería ni saber. Sintió como el chico de melena plateada la alzaba en forma nupcial y empezaba a dar saltos sobre las copas de los árboles, llegando rápidamente a una aldea, dirigiéndose a una pequeña casa que estaba más alejada del resto.

—Kaede, ¿Estás despierta, niña? — preguntó despacio el muchacho que tenía un par de orejitas sobre la cabeza, tratando de no despertar a toda la aldea.

—Pues claro Inuyasha, quién puede dormir con tanto ruido. Vamos, pasa. — se escuchó decir desde el interior de la choza, él tan solo entró teniendo aun entre sus brazos a la pequeña ángel.

—Estaba en el Go-shimboku, cuando encontré a esta niña y quiero que la cures. — argumentó él al estar frente a una chica de 16 años, de cabellos largos y negros, piel blanca, que vestía un traje de sacerdotisa y usaba un parche en uno de los ojos.

—InuYasha, pero si esta chica es un ángel. — dijo sorprendida la dueña de la oscura mirada al revisar a su paciente.

—¿Y? ¿Me tratas de decir que por ser un ángel no necesita ayuda? — preguntó con seriedad.

—No idiota, pero me extraña, según sé los ángeles, bueno, nunca están...así. — dijo ella al suspirar.

—Perdona la interrupción, pero nosotros estamos en estas condiciones cuándo tenemos un amo. — declaró la azabache que hasta el momento había guardado silencio.

—Vaya, esto sí que es malo. — argumentó la miko con preocupación. — Sabes...

—Kagome. —dijo ella al ver qué quería saber.

—Sabes Kagome, te pareces a mi hermana, que en paz descanse. — confesó la chica, al curar un ala del ángel.

—S-si, mi ex amo siempre dijo que me parezco a Kikyo- sama. — dijo ella con melancolía.

—¿Conoces a Kikyo, Kagome? — preguntó extrañado el mestizo.

—No. — fue la respuesta seca de ella. Sin dudas estaba en el Sengoku- Jidai

—Vale chicos, terminé. Ahora, si son tan buenos, ¿Me dejan dormir?. — preguntó la muchacha en forma de reproche, el mitad demonio y la chica ángel tan solo salieron de la pequeña casa, para volver a dónde el frondoso árbol estaba.

-En la actualidad.

Se encontraba sentado en una de las raíces del árbol sagrado, ahora con ya 28 años de edad, nuestro hanyou favorito se encontraba sumido en sus pensamientos y recuerdos. Una sonrisa se dibujó en su cara al recordar la cara feliz que Kagome había puesto el día que lograron quitarle esa maldita cadena que tenía en su cuello, liberándola al fin de la obligación de volver a ir al cielo, dejándola libre de cualquier compromiso; un semblante triste apareció de la nada en su rostro, recordando el día en el que el ex amo de su adorable niña vino a reclamarla, él se había enfrentado contra ese espíritu, venciéndolo, pero la adolescente había salido lastima en medio de la batalla. Otra sonrisa apareció cuándo su recuerdo favorito invadió su mente: el día en la que la había hecho suya, su esposa, su amante, completamente suya por el esto de sus días y claro que cada noche, volvía a reclamarla como su mujer.

Su sonrisa se ensancho más al sentir como dos pequeñas manos se posaban sobre sus ojos, tapando su vista, llevó sus manos hasta su cara y agarró esa suaves manos, girándose para poder ver como su pequeña le sonreía con ternura; Inuyasha le correspondió la sonrisa dándose cuenta que lo que decían los aldeanos era verdad, desde que esa niña de ojos chocolate había llegado a su vida, todos los días sonreía, su personalidad había mejorado bastante y al fin había dejado de ser un frío y serio como su medio hermano. La tomó por la cintura y la hizo sentar en su regazo, para luego besarla con devoción, ya cuándo se aburrió de estar solo besando los suaves labios de la chica, se dirigió al cuello de ésta entreteniéndose al lamer, besar y morder suavemente sobre la marca de dos colmillos, esa marca que le advertía a cualquiera que esa mujer ya tenía dueño.

—Inu…¿Qué haces? — preguntó alegremente la joven a su compañero.

—Compruebo algo. —dijo él simplemente, antes de volver a besar esos labios que lo volvían loco.

—¿Ah, sí? ¿Y puedo saber qué? — preguntó entre besos la azabache.

—Que aunque pase el tiempo siempre serás mi dulce ángel. — aseguró el mayor al dejar de besarla y mirarla directamente a los ojos para luego darle un beso en la sien.


¡Hey! Pues aquí pasaba tan solo para editar esto, y no, no cambié nada en la situación original porque aunque creo que esto da para más, este fic fue el primero que escribí y le tengo demasiado cariño como para alterarlo y poner todo lo que se me acaba de ocurrir mientras lo releía. Sip, solo he editado uno que otro error, aunque seguro, en el futuro, vuelva a editarlo por lo mismo, y, si puedo, en u futuro que espero sea cercano, haré una continuación de esto.

Publicado el 15/04/2014. Editado el 28/09/2017