Nota de la muy desaparecida autora: ¡hola! hace muchos, muchos, muchos años comencé esta historia, entre mis fantasías adolescentes, del romanticismo juvenil y los héroes malvados, quise escribir este Dramione, pero nunca supe cómo encausarlo. Con el paso de los años, se fue quedando al final, entre sueños rotos y lagunas mentales... Así que es hora de darle un buen giro, ya menos hormonal, es momento de que sepan qué pasó con aquellos chiquillos enamoradizos... Lo he vuelto a re-editar, para re-plantear algunas ideas y huecos en mi historia.

Si es la primera vez que lo lees, déjate llevar, disfrútalo y comenta. Si eres de aquellos que me han seguido desde mucho tiempo y saben que nunca acabo nada, bueno, es momento de decirte que me he reivindicado y esta vez sabrás qué pasará con la historia. Como sea, disfrútenla, léanla, coméntenla.

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Disclaimer: Ninguno de estos personajes me pertenecen, son de la increíble JK Rowling, excepto la historia, la cual salió después de muchos años estancada...

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Destrúyeme... Arréglame...

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1.—¿Sabes?

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—¿Sabes por qué le gusta a todo mundo hacer enojar a Doña Perfecta? —preguntó él mientras la arrinconaba en el baño de prefectos—, porque te ves tan sensual… los ojos cristalinos, las mejillas arrebatadas… tu voz jadeante —a cada palabra, le recorría con el dorso de la mano el cuerpo, con parsimonia—, ¡imagínense a doña perfecta en cuatro, jadeando, con el pelo alborotado y mis manos en su cuello! —le apretó un costado del hombro y subió su mano, haciéndola mojarse— mientras pide más, mientras suda y gime, pidiendo más…—susurró la última palabra contra su cuello mientras dejaba que el aliento hiciera lo suyo, que los pezones se le endurecieran y las bragas se mojaran —ah Granger —suspiró—, yo te voy a dejar tan satisfecha…

Hermione tenía los ojos cerrados mientras se recreaba en sus manos, imaginándose todo lo que no se atrevía a pedir, menos a admitir que quería le hiciera él, mientras apretaba los muslos para no dejarse llevar, pegándose lo más que podía a la pared, como si la frialdad de la roca le hiciera ya algo a su cuerpo caliente y expectante. No podía articular palabras con él tan cerca, mientras olía su tenue aroma, tan varonil, tan deseable… si sentía su cuerpo más cercano… enloquecería. Entonces él acabó con la poca distancia que había entre ellos y recargó su erección en los muslos de ella.

Soltó un gemido mientras su cuerpo desobedecía y se pegaba a él, mientras sus pechos chocaban con su torso y sentía cómo poco a poco, con delicadeza calculada, él subía sus dedos por el dobladillo de la falda, enloqueciéndola.

—Doña perfecta está empapada —susurró cuando alcanzó el puente de su ropa interior. Con firmeza, separó sus muslos mientras se miraban a los ojos, ella tenía los labios rojos, húmedos, las mejillas sonrosadas, el cuello sudoroso y su cabello castaño se pegaba alrededor, sus pezones erectos se traspasaban a la blusa del uniforme y sus muslos… por merlín, estaba empapada, escurría y sin pensárselo dos veces, dejando a lado el autocontrol, la tomó del cuello y la besó, no fue un beso suave ni prometedor, sencillamente buscó con su lengua la apertura de ella y la metió, sin delicadeza, sin amor, con posesión y deseo rudo.

Hermione gimió mientras se dejaba llevar, nada era delicado, ni la forma en que él clavaba sus labios en los de ella, ni su lengua invasiva o cómo sentía prácticamente los dientes de él morderla y lastimarla, saboreó la sangre de ambos mientras sus manos se clavaban vorazmente en el otro.

Estaba enojada, quería hacerle daño, él era grosero, lo que había dicho era lascivo y falso. Ella no era el tipo de chica que llamara la atención, Hermione Granger era el tipo de joven que pasaba desapercibida en un salón cuando no tenía la respuesta, que usaba siempre la túnica bien puesta y las calcetas hasta arriba, que nunca subió su falda como las demás ni parecía aficionada a los cosméticos de Corazón de Bruja… era el tipo de mujer que pasaba más de una hora al espejo para conseguir resultados medianamente aceptables y a los cinco minutos en un caldero, parecía más despeinada que cuando despertaba, era el tipo de chica que se delineaba los ojos "de manera natural" y nunca parecería maquillada, que se veía igual a las ocho de la mañana que a las doce de la noche, siempre con ojeras, siempre el mismo pelo crespo, siempre cansada, siempre sabihonda y difícil de querer, solitaria, callada fuera de clases…. Era el tipo de chica con la que podías convivir cinco años y no notar que era bonita a simple vista, podrías decir que era de "belleza normal", discreta, suave, de curvas que a veces se sentía gorda, otras demasiado para el promedio y muy pocos tantos, la cosa más sensual del planeta…

Y él, era "ÉL".

El tipo de chico que siempre tenía compañía pero nunca novia, guapo, alto, atlético, nunca quieto, demasiado frío para gustar, demasiado atractivo para desagradar.

Entonces, él se separó un poco, para tomar aire y ella reaccionó, abofeteándolo.

—¿Qué te pasa, Malfoy? —gritó mientras lo empujaba con todas sus fuerzas— eres un cabrón— sacó su varita y apuntó al pecho—. Como me vuelvas a hablar, tocar, o pensar, te haré tanto daño que tu club de mortífagos será de niños.

Dio media vuelta y se marchó con toda la dignidad que pudo, luchando con sus piernas que le suplicaban regresar y enredarse en las de Malfoy.

—Como imaginaba, una sangre sucia como tú no sería capaz de nada, Doña Perfecta —escupió él a lo lejos.

Era el impulso que necesitaba para dar media vuelta y tomarlo del cuello de la camisa, parándose de puntitas, lo besó, aún más feroz que el anterior, Draco le enterró las manos en las caderas y la empujó a un armario. Entraron mientras ella le acariciaba sobre el pantalón y bajaba el cierre.

Draco ahogó un gemido cuando ella sacó su miembro y empezó a acariciarlo con ritmo, cada vez más rápido hasta que echó la cabeza hacia atrás y sintió que terminaría.

—¿Crees que una sangre sucia no es capaz de nada? —siseó ella—, pues al príncipe de Slytherin lo acabo de dejar en el mejor punto.

Hermione lo soltó con asco y salió del armario, dejándolo ahí, con la más grande erección de su vida.

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Draco se dio la vuelta en su cama, despertó bañado en sudor y jadeante.

La sangre sucia se metía hasta en sus sueños y lo dejaba más puesto que nada… precisamente ahí estaba su enojo. El poder que ella tenía en su cama sin siquiera imaginarlo.

Se levantó con lentitud y entró al baño, mientras miraba la ventana que daba al mar, al tormentoso y frío mar, no tan frío como necesitaba que estuviera para que bajara sus sueños y se derramaran en forma de líquido sobre los pechos blancos de ella.

—Esta mujer me va a enloquecer —susurró para sí mismo—.La odio.

No la odias. Dijo una vocecita en su interior. Todo lo contrario. Sin pensarlo más, salió del baño y se dirigió a la sala común.

Junto al fuego, recostada sobre su costado, estaba Pansy, con su largo cabello negro y ondulado tan perfecto, con sus curvas tan suaves y perfectas, con sus uñas largas, su falda corta dejando admirar sus largas y deliciosas piernas, toda una mujer Slytherin. Él se acostó a un lado de ella y la atrajo, besándola vorazmente.

Pansy no parecía sorprendida, todo lo contrario. Le devolvió el beso con ánimo y empezó a acariciarle debajo de la bata.

—Vaya Draco, estás listo—dijo ella mientras se relamía los labios y miraba hambrienta cual golosina, a su erección.

Draco echó la cabeza hacia atrás y se dejó disfrutar, mientras la acariciaba y le indicaba el ritmo, tomándola con fuerza y alejándole el cabello de la cara.

—Más duro, más rápido—demandaba él mientras cerraba los ojos y se dejaba ir.

Normalmente, no se perdería un segundo de eso, dado que Pansy era una actriz nata, siempre un espectáculo verla, como una actriz porno, perfecta, sin que el maquillaje se corriera, sin lágrimas, sin sudor… siempre perfecta. Pero esta vez se el antojaba un par de ojos castaños, un pelo rizado y las mejillas más rosadas del universo… Se le antojaba la calidez y el amor que Pansy nunca sabría dar.

—Caramba, Malfoy—exclamó ella cuando él se separó, le quitó la ropa interior y la colocó boca abajo, sin pedir más permiso, la penetró. Soltó un gemido, quiso decir algo más, pero Draco no podría soportarlo, le tapó la boca y ella sonrió, gustosa.

¡oh Hermione!, exclamó la vocecita en su interior cuando se venía en los pechos oliváceos de Pansy Parkinson.

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Espero les haya gustado.

Con amor, Paola.