Descargo de responsabilidad: Nakamura sensei es la dueña de todo Skip Beat.

NOTA 1: Just fluff.

NOTA 2: Gracias, oxybry. Y perdón…


CENA IMPROVISADA

Cerró la puerta con cuidado para no hacer ruido. Dejó las llaves y los zapatos en la entrada y caminó sigiloso por el pasillo.

Por los olores (deliciosos hasta para alguien como él) sabía que la encontraría en la cocina. Efectivamente, allí estaba. Sus movimientos eran precisos, cortos y efectivos, pero no exentos de cierta gracia y elegancia. Profundamente concentrada, remueve lentamente la sopa de verduras, mientras le echa un vistazo al pescado que asaba en la plancha. Creyéndose a solas, empieza a bailar una canción que solo está en su cabeza y su trasero se mueve siguiendo el ritmo.

Antes de darse cuenta, Ren le tiene las manos encima y respirándole en el cuello.

Mala cosa si la muchacha está cocinando.

Primero fue un gritito de sorpresa a la antigua usanza. Agudo y chillón. Luego, o más bien simultáneamente, Kyoko dio un salto hacia adelante. La espátula de madera salió volando con rumbo desconocido, la sopa de verduras se medió volcó, derramándose entre los fogones, y la plancha de pescado aguantó el impulso. No así el pobre pescadito asado cuyo viaje postrero resultó ser el fregadero.

—¡Kyoko! —dijo él, aún en su espalda, tomándole la mano sobre la que le había caído parte de la sopa y poniéndola bajo el grifo.

—¡Kuon! —exclamó ella, en parte enojada y en parte asustada. Un quejidito salió de sus labios cuando sintió caer el agua fría sobre su piel.

—¿Te duele mucho? —ella negó con la cabeza, pero Kuon podía ver el brillo de una lágrima delatora.

Él sigue detrás de ella, enjaulándola entre sus brazos contra el fregadero, obligándola a mantener la mano bajo el agua.

—¿Estás bien? —pregunta él—. No quise asustarte, bueno, sí que quise, pero no así… —soltó un suspiro de frustración—. Tú ya me entiendes —ella asintió, divertida con su enredo—. ¿Me perdonas?

—No seas tonto, fue un accidente… —replica ella, quitándole importancia—. Además, ya casi no me duele… Pero ahora… Nos hemos quedado sin cena —concluye, mirando el estropicio de su cocina.

—Hmm… Yo no estaría tan seguro, Kyoko…

—¿Eh? —pregunta ella, con la cabeza aún en la comida desperdiciada. Hasta que sus ojos se encuentran con los de su marido. Y sí, efectivamente… Kuon estaba hambriento.

—Prefiero cenarte a ti… —le dijo él, mirando su boca.

Kyoko hizo un mohín con los labios, simulando que estaba pensando en este cambio en el menú.

¡Qué demonios! Ella también tenía hambre de Kuon.