Hola... me tienen aquí, esta vez en un giro distinto; me había dedicado enteramente al universo Potter, pero después de una semana de maratón ininterrumpido de lectura, quedé prendada de los personajes de esta saga, así pues, traigo mi primer intento de fic sobre ellos en una perspectiva distinta, no tanto creando situaciones o universos alternos, en realidad, pretendo mostrarles, según mi propia comprensión, como creo que se ven entre ellos mismos, nunca es lo mismo una impresión propia, que la forma en que puede mirarse a alguien a través de los ojos de otro.
Espero que lo disfruten y me comenten qué les va pareciendo conforme avance. En esta primera entrega, veremos algunos momentos y recuerdos importantes, que probablemente sirvan de pauta para el resto de esta serie de viñetas independientes.
Antes de dejarlos con mi experimento, es necesario aclarar que los personajes no son míos, sino de Stephenie Meyer y su saga de Un Amor Peligroso y no busco lucrar en ningún sentido con estas letras.
Sin más, los dejo con la primera entrega, que en serio espero sea de su agrado.
Sólo dura un instante, y luego se va…
Un Instante
Jamás había reparado en lo importante que un segundo puede llegar a ser… un segundo puede ser la diferencia entre vivir o morir, un segundo bastó para huir de la mirada vigilante de Jasper, un segundo fue suficiente para caer en la trampa mortal de James… un segundo más que hubiesen tardado las visiones de Alice o los poderosos brazos de Jacob y yo… estaría muerta.
Fue un solo instante en que, en resumen, cambió mi vida, el justo instante en que él, con sus fieros ojos topacio y su voz aterciopelada, entró en mi vida. Me gusta pensar en él como ese voluble e inconstante Romeo, que jura por la luna yendo y viniendo según los caprichos de su voluntad cambiante, de las explosiones de su humor.
Ahora… todo es diferente, relativo, quizá sea porque el tiempo ha cobrado un sentido distinto y bastó justo un instante, para saber que había sido la decisión correcta: entregarle a Edward mi alma, que por descontado le pertenecía. Pero fue un instante, un brevísimo segundo el que me llevó decidir que no podía vivir, si no era con él a mi lado, así tuviese que pagar el precio más alto, que me parece nimio comparado con la oportunidad de ver cada ocaso refugiada en sus brazos.
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Es irónico pensar en dividir el tiempo en simples segundos, especialmente cuando se han vivido más de cien años, tanta gente, lugares, olores, texturas y recuerdos; la violencia de mis primeros años, la apatía de los restantes y justo cuando pensaba… no, tenía la certeza de que nada iba a cambiar, bastó un segundo para cambiar las perspectivas. Recuerdo con gracia el pánico que sentí la primera vez que se sentó a mi lado en el instituto de Forks, nunca antes me había invadido el pavor de perder el control; por lo menos no de ese modo.
Aún ahora, cuando la veo a mi lado cada noche, en esa ridícula pantomima de compartir una cama… no lo sé, al principio era yo quien se empeñaba en usarla, ahora entiendo a que se refería con que era un desperdicio. A veces me parece increíble que esté ahí, conmigo, mirándome la noche entera con los ojos abiertos, sin todas las palabras que acompañaban apenas hace un par de años, la intranquilidad de sus sueños, creo que sigue sintiéndose aliviada por haber dejado de hablar dormida finalmente.
Ha cambiado, hemos cambiado y en el fondo, seguimos siendo los mismos, creo que hay cosas que incluso con el paso del tiempo se niegan a cambiar y a final de cuentas, son las que te dan la seguridad de algo, lo que sea que pueda llegar a significar una certidumbre; para mí, la certeza de que volveré a encontrarla a mi lado cada noche, se ha convertido en una necesidad que no quiero combatir. Ella es… simplemente ella, con su genio, sus desplantes, su sonrisa boba y el mismo paso descuidado y estudiadamente torpe.
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Desesperanza, suspiros, llanto ahogado y montones de actos estúpidos… eso han sido los últimos años de mi vida y de verdad me hace sentirme idiota, porque aún sigo creyendo que el dolor no puede matar a nadie, por lo menos, a mí no me ha matado, aunque me tiene incompleto. Pensé que había sido algo cínico de su parte enviar la invitación a mi casa y creo que Billy se alarmó aún más cuando salí corriendo de la cocina intentando contener el llanto, especialmente porque había de escuchar el doloroso aullido que profería minutos más tarde, corriendo en fase buscando estar solo.
Si hay una imagen que jamás olvidaré, será la de esa expresión vacía en su rostro la primera vez que llegó a La Push con esas motos destartaladas, incluso con toda esa melancolía anidada en sus ojos, se veía hermosa. En ese momento no podía entender por qué demonios me atraía tanto aún cuando tenía consciencia de lo rota que estaba su alma, todo lo que quería era verla sonreír, aunque fuera con un dejo de tristeza en las comisuras de los labios. Ella también podía sentirlo, sabía que era destino… que éramos uno para el otro, sin embargo, aquello llegó tarde, lo suficientemente tarde, como para perderlo todo en un instante, aún cuando ella lo había reconocido y yo por fin, acepté mi derrota.
Pecaría de orgullo si dijera que no guardo nada de ella, porque siempre, a pesar del tiempo, llevaré conmigo el suave calor de sus labios y sus manos aprisionando mi cabello con cierta desesperación, el suave aroma de su cuerpo cuando no había estado con la sanguijuela… cuando era ella, cuando era mía y de nadie más, aunque él se hubiese llevado una parte de su alma con su partida. Aún la extraño, creo que jamás dejaré de hacerlo… aunque eso vaya a costarme siempre el acoso de Leah, la burla de mis hermanos y sobre todo… esa imagen de ella, corriendo detrás de nuestros dos niños hacia el bosque.
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Hay momentos, en los que aún me aterra pensar en lo que sería si no los hubiese encontrado… si no la hubiese encontrado; si bien, nada había sido coser y cantar durante guerras y años, todo me parecía insuficiente, era como un barco sin timonel, yendo simplemente a la férrea e imprecisa voluntad de un mar picado y violento. Durante mucho tiempo sólo existía por un motivo y al encontrarme de frente, que sólo significaba derrochar algo que podía ser importante y de pronto me sentí solo y vacío… algo así como un niño perdido caminando por la calle en una nevada de invierno.
A pesar del paso del tiempo, sigo sosteniendo que no me sorprendió escucharla mencionar mi nombre con la firme actitud de tener mucho tiempo esperando por mi llegada; la verdad, es que de haber sido un humano cualquiera, habría salido corriendo para ganar distancia entre aquella lunática acosadora y mi seguridad personal. Es por eso que al día de hoy me sigue sorprendiendo cada día, con su sonrisa, sus ocurrencias y esa despiadada cualidad suya por convertir algo simple en una cosa enorme.
Haberla encontrado… es decir, que ella me haya encontrado, ha sido lo mejor que podía pasarnos, porque, aunque en ese momento no lo entendía del todo, pero ella era ese timonel para direccionar mi barco desbocado a puerto seguro. Daría mi mano derecha y la izquierda y mis ojos sin dudarlo si se trata de apostar a su favor, porque aunque su don sea tan impreciso, sé que al menos para nosotros, siempre va a mostrar el camino de vuelta a casa y nuestra eterna felicidad.
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Mentiría totalmente si dijera que no me importa, porque en realidad, cada vez que emprende una de esas locas cacerías o intenta tranquilizarme cuando algo no anda bien, mi último deseo antes de perderme en su calma, es despellejarlo y volverlo a forrar de mil y un dolorosas formas. Monstruito es como suele llamarme y me divierte cada vez que lo dice, porque soy todo menos eso si él está cerca y completamente lo mismo, si es que corre algún peligro.
No estoy segura de cuánto tiempo estuve esperándolo, quizá desde mi primera noche sabía que había de llegar, aunque no lo veía con la misma claridad como el día que me senté a esperarlo en aquella cafetería. Fue tanta mi emoción al encontrarlo, que estoy segura de haberlo asustado, aunque él se mostrara impasible, con ese gesto que juraría que cada vez se parece más al de Edward aunque se niegue a reconocerlo.
Tenerlo conmigo cada vez que volvemos a iniciar el colegio, fingir esa desolación cada vez que va a la universidad de nuevo y reírme a sus espaldas cada vez que pone los ojos en blanco tratando de no exasperarse, me hace recordar por qué lo esperaba con tal expectación… los dos lo sabíamos aún antes de encontrarnos: es mío y soy suya, por el resto de la eternidad.
Hasta aquí llegamos con esta primera entrega, me gustaría saber su opinión sea la que sea.
Saludos y hasta la siguiente entrega.
J. Saiph Lestrange.
