EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS
UNO
La lluvia había empezado a caer cinco minutos antes, lentamente, con un ruido ligero y continuo, tranquilo y difuso. Las fachadas grises, las persianas metálicas con pintadas y los rótulos parpadeantes lloraban, mezclando el agua con los hidrocarburos, en una vana tentativa para lavar la Gran Manzana de la negrura destilada por los sentimientos humanos. Aquí y allá, entre los desperdicios, una silueta felina se extirpaba de las sombras circundantes para desvanecerse súbitamente bajo un coche aparcado. La ciudad estaba dormida, inconsciente de la desgracia que acababa de acaecer. Como en otras ocasiones, la noche se había llevado una vida sin molestar los sueños o las pesadillas de millones de sus ciudadanos. Sin embargo, había de los que se les paga para saber cómo ideas tan oscuras pueden provocar que una persona mate a otra. Y por descontado, estaba ese tipo extraño que ennegrecía miles de páginas con esos mismos sentimientos destructores.
Richard Castle veía desfilar las calles desiertas a través de la ventana del Crown Vic. No faltaba nada para que su imaginación de escritor sacara tesoros de lo acontecido. Poco sabía a propósito de ese nuevo caso, pero la dirección que Beckett le había dado – una zona conocida por sus camellos y sus prostitutas- era apetecible. El tiempo era ideal, impregnado de melancolía y tempestuoso, como si el esplín pudiese quebrantarse con una ira imprevisible. Según Espo, el crimen era de los curiosos. Había añadido en el mensaje enviado a Kate que "éste le gustara a la mente retorcida de Castle". Sin embargo, la lluvia y la necesidad de dormir le volvían alicaído y hoy la perspectiva de un crimen en plena noche no le excitaba en absoluto.
Cuando empezó su colaboración con la policía cuatro año antes, los detalles sórdidos eran los que le habían atraído, pero su inclinación por lo macabro se había atenuado. El escritor estaba ahora mas interesado en explorar el lado colateral de los crímenes. Los consideraba de manera más humana, sentía el dolor, la desesperación, la pena, la angustia y el desamparo de los que lloraban. Lo contrario hubiera sido ilógico. Lo había experimentado él-mismo, en sus carnes y en su alma. La adrenalina que fluye en la sangre, la nausea que contrae las vísceras, los pulmones que ya no se llenan de aire, la impresión de que el mundo se está derruyendo y no poder hacer nada para evitarlo... El capitán Roy Montgomery era un buen policía, un buen padre, un buen marido y un buen amigo. Había hecho un error, uno solamente, y éste le había sido fatal. Sus cadenas se habían hecho más y más pesadas y se habían ido enrollando entorno a su cuello durante diez-y-nueve años, aplastando y ahogándole bajo su culpabilidad. Castle desvió su atención de las calles débilmente iluminadas para centrarse en la mujer que conducía a su lado. Deglutió sin darse cuenta, el recuerdo aun estaba demasiado vivo en su memoria. Volvió a sentir la sangre pegajosa y caliente sobre sus manos, sobre su ropa, sobre la hierba verde del cementerio. Unos meses antes casi la había perdido cuando una bala le agujereó el pecho. El sniper se había esfumado, el maldito se había evaporado, pero los estragos provocados subsistían. Su cuerpo se había recuperado de la herida, pero en su mente ésto había añadido ladrillos al muro erigido después de la muerte de su madre. Empero, algo había cambiado recientemente. Una sonrisa ligera se dibujó en los labios del escritor. Desde hacia poco, unas oberturas empezaban a aparecer en ese muro que parecía inexpugnable. Era consciente de ello y dejaba en manos de Kate el manejo de la barca temiendo que si iba demasiado lejos y demasiado rápido ella pudiera dar marcha atrás, Castle se adaptaba y aceptaba lo que Kate consentía en darle, por ahora. Rick conseguía contentarse más o menos con la proximidad física injustificada, con los roces disimulados, con las miradas insistentes, con las sonrisas que se dibujaban sobre las suaves curvas de sus labios solo para él. Últimamente, otro sentimiento, o más bien una manera de expresarlo, había aparecido. Era un signo evidente de la erosión de ese muro. Era implícito, una manera desviada y menos agradable de hacerle entender lo que sentía por él: los celos. Esos celos, ya no le importaba mostrárselos de manera evidente. Unos celos incisivos, acompañados de fría rabia contenida y de indecisión dolorosa. Lo que antes solo podía ver en sus ojos, ahora lo percataba en sus palabras, aunque no directamente, como cuando Kate presintió en Sophia Turner una rival, decepcionada de no haber sido la sola y exclusiva musa de Richard Castle. Esos celos eran anhelo de posesión. La sonrisa en los labios de Castle se estiró aun más mientras sus ojos seguían focalizados en la forma que resaltaba en la penumbra exterior.
-Castle...
-Hum?
-Para.
-Que pare de qué?
-Para de mirarme fijamente y de sonreírme como si fuera una gominola.
Castle aparto la mirada y llevo el café a su boca para ocultar la sonrisa, algo atenuada, de la que no conseguía deshacerse. La palabra posesión le había puesto en mente imágenes que no le empujaban a la moderación.
-1-
El silencio se había instalado lentamente en el coche. No era un silencio incómodo ni pesado, era un silencio para concentrarse. A Beckett le hacía falta antes de empezar un nuevo caso y Castle lo sabía y lo respectaba. De esta manera él podía volver a pillar el sueño ya que el móbil le había despertado a las tres de la madrugada. Castle estaba en plena pesadilla en la que se mezclaban imágenes confusas de Kate y de Sophia Turner. Un mes después de su muerte, su recuerdo continuaba acosando su mente y perturbaba su reposo. Rick se sentía cada vez más fatigado, su sueño era demasiado frágil y sus pesadillas sumamente agotadoras. Hombre secreto aunque no lo pareciera, no quería que nadie se diese cuenta. Rick intentaba ser el de siempre - niño crecido, amigo considerado y buen sabueso- pero el cansancio se acumulaba y cada vez le resultaba más difícil continuar así. Este cansancio insidioso lo sentía con creces a esas horas, hechas para el reposo aunque fuera ligero y agitado. Sus pestañas, pesadas, se cerraban por si-mismas, sin que pudiera evitarlo. El ronroneo del coche y la conducción flexible de Kate, le pusieron poco a poco en los brazos de Morfeo. Cuando un calor húmedo atravesó la tela de su pantalón el sueño se le quebró bruscamente.
-¡ Joder !Se exclamó incorporándose bruscamente en su asiento. Se había dormido con el café en las manos.
-Castle, la noche está hecha para dormir – dijo Kate haciendo broma.
-¡Es lo que estaría haciendo si no me hubieses llamado a las tres de la madrugada!-Respondió limpiándose frenéticamente con una de las toallitas que Kate guardaba en la guantera.
La mujer levantó una ceja, desconcertada. No estaba habituada al tono seco que el escritor había empleado. ¿Y no acababa de soltar una palabrota?
-Si no quieres que te llame cuando un caso se presenta durante la noche, pues dímelo. Nadie te obliga a venir.
El silencio duró unos segundos que parecieron una eternidad. Afuera, el semáforo se puso en rojo y el coche se inmovilizó.
-Lo siento, supongo que ando algo corto de cafeína... No quería... -Castle se pasó la mano por el pelo aun húmedo. Kate sabía lo que ese gesto significaba, Castle estaba nervioso y cansado. El escritor no solo andaba corto de cafeína, también andaba corto de palabras y debía estar maldiciéndose por haber reaccionado de tal modo. Su compañera negó con la cabeza. No podía estar resentida con él. Este último mes había sido difícil para Rick y aunque no quisiera mostrarlo Kate se daba cuenta de que los hechos que rodearon la muerte y la traición de Sophia Turner le habían afectado más de lo que quería reconocer.
-Tranquilo Castle. Normalmente soy yo la que está imposible sin mi dosis de cafeína. Por una vez que eres tú …- Dijo Kate con una sonrisa para devolverle su buen humor y funcionó porque Castle también se puso a sonreír. Sus miradas, como muchas veces estas últimas semanas, se quedaron enlazadas más tiempo de lo necesario.
-Kate... -su voz no era más que un murmurio.
-Hum? - Contestó ella aun aferrada a sus ojos azules.
-Está en verde.
Si os gusta lo escrito, dejadme un comentario por favor. Hace años que no escribo en español y no sé si está aceptable. Si hay errores, decídmelo y intentaré mejorar para el próximo capítulo.
