Notas previas y advertencias:

Debido al desastre emocional que la s8 (con su deficiencia narrativa y todo) dejó en mí, decidí hacer este Fix-it con TODOS los hechos canónicos y por más que mis dedos picaron durante TODO el proceso, no modifiqué absolutamente nada que se haya visto dentro del canon (pero si me aproveche de los vacios y sólo cambie una cosa que incluso puede ser canónico si somos indulgentes). Así que una de las advertencias es que este es un fic post s8 en base a todo lo que pueda llamarse estrictamente canónico (exceptuando un detalle mínimo muy puntual). Otra es que es Angst (o un intento) y que lloré con cada revisión que le hice, por lo que hay una probabilidad más o menos decente de que haga lo mismo con ustedes si son propensos al sentimentalismo. OTRA ADVERTENCÍA aún más grande, es que me obsesioné con el animatic "Forever Missing Him" de Catneylang (el cual coloco arriba si estamos en Wattpad, si no, les toca glooglear) y por consecuencia en las canciones de la artista Daughter, por lo que (al fin y al cabo) este fanfic está levemente inspirado en este animatic y la canción (la cual recomiendo reproducir como loca mientras lean esto para llorar un poquito más).

Muchas gracias a Sthefynice, mi beta hermosa. Por tomarse el tiempo de revisar mi carta de inconformidad por la última temporada que resulto ser este fanfic, y a _SpaceGirl_ que ha hecho cada una de las portadas que verán en este fic, a base de mi arte original. Besos enormes, chicas.

Sin más que decir, espero lo disfruten.


Azul: Si te dejo ir.


"Si aún respiras, eres uno de esos afortunados. Algunos respiramos con los pulmones inundados de recuerdos"


Fue una noche en el abismo cuántico cuando los vio. Fueron leves destellos de sonrisas y manos entrelazadas, risas ahogadas por manos morenas mientras se miraban a los ojos con amor.

Eran Lance y Allura, juntos, llamándose el uno al otro: amante.

Para cuando regresó con el equipo, el daño ya estaba hecho en su corazón y él había madurado lo suficiente para enfrentarlo. Dos años en un abismo cuántico sobreviviendo a cada minuto, aprendiendo más de su linaje y de sus sentimientos, se habían encargado de ello.

Keith podía resistirlo.

Las visiones de su futuro se habían encargado de ello.

Para él, era una cruel realidad que amaba a Lance, pero Lance no lo hacía de vuelta, y si Keith debía soportar verlo con otra… entonces Keith lo soportaría. No importa cuánto doliera, o cuanto le costara a su voluntad no romperse y gritar. Ese fue su pensamiento, hasta que la relación finalmente comenzó entre sonrisas dubitativas e incómodos silencios.

—Allura es mi novia—Lance susurró con tono ahogado luego de llegar de su primera cita, la sala común de los paladines estaba oscura y sólo una pequeña ventana dejaba entrever la luz del exterior. Lance estaba recostado sobre una pared, casi sin creer su suerte, al lado de la puerta de la habitación de Allura en donde hace minutos se había despedido de ella. Y Keith, al otro extremo, aprovechó que escaseaba la luz para observar la imagen por lo que era: la lenta descomposición de su tonto enamoramiento adolescente.

—Felicidades—Keith le devolvió el susurro. Lance no notó la postura tensa tras sus brazos cruzados o la sospechosa expresión de sufrimiento en los ojos de Keith, levemente ocultos por la oscuridad—. Se estaban tardando.

Lance rió, ambos charlaron y todo se selló así. En una noche silenciosa de esperanzas y corazones rotos.

Para Keith, apoyar a Lance no fue un problema, él fue capaz de tragarse su amargura y actuar nada más que como un amigo complacido. El verdadero problema fue empezar a ver a Lance dudoso, melancólico e inseguro.

Aquel chico no era Lance… alguien había robado su apariencia, el brillo de sus ojos, la sonrisa incansable que enamoró a Keith en primer lugar.

Ese Lance, el del presente, no se mostraba cómodo en su propia piel, no era el Lance que había conocido antaño. El destello de la leve comodidad apenas si se insinuaba en su postura cuando Allura estaba junto a él, y aún así, había inquietud en su mirada. Tuvo que despejar esa inquietud varias veces, pero siempre volvió, como un fantasma con sus garras largas y pegajosas.

Keith le echó la culpa a la situación con Horneva. Allura estaba nerviosa y constantemente estresada, ella no podía ofrecer mucho en ese estado. Lance sólo era empático con su novia.

Su novia.

"Lance tiene novia", Keith recordaba a menudo, cuando un toque en su hombro se hacía demasiado íntimo, o cuando sus miradas se cruzaban por demasiado tiempo.

Su Lance, el Lance que siempre le cubría las espaldas, el que estuvo a su lado desde el primer momento en el que entraron a Blue Lion… él, que le apoyaba y protegía, quien era su soporte.

El Lance que lo había enamorado… ese Lance que no era suyo, que nunca había sido suyo.

Y por más que doliera, él debía entenderlo. Debía comprender por encima de sus deseos que Lance había tomado una decisión y que sería feliz con ella.

La aceptación final, fue dura.

Keith se encontró, lloroso, mirando el techo de su habitación en ATLAS una noche, la almohada presionada contra su rostro y el pecho hinchado de angustia. Cerró los ojos, convencido de que Lance nunca formaría parte de su vida, no como esperó… y mucho menos como deseaba.

Y lo dejó ir.

Al menos, eso creyó.

—Luces algo extraño— Hunk declaró, en una de sus típicas pruebas de comida a la mañana siguiente.

Keith parpadeó, mirando de nuevo el volcán de harina que había observado sin en verdad ver. La culpa pesó en su pecho, e intentando lucir lo más natural posible, se cruzó de brazos y se volteó hacía Hunk para responder.

—Estoy bien, sólo… pensativo.

—Pensativo… por qué…

—…

Silencio. Hunk tatareó mientras empezaba a amasar la harina con levadura, y volvió a mirar a Keith a los ojos cuando pasó más de varios segundos sin responderle.

—Por todo—confesó, sin realmente mentir. El gesto incómodo que hizo, logró captar la atención de Hunk. Él se volteó, limpiándose la harina en el delantal para escucharlo. El interés fue un claro aliciente para que siguiera hablando—, estuve en ese abismo cuántico por dos años, pero parece ayer que todo esto comenzó y tal vez… si detenemos a Horneva, puede que acabe. ¿Qué haremos después de eso? ¿A dónde irá cada quien? Soy el líder, pero… también me aterra, Hunk.

Era la verdad, el temor estaba en el fondo de la cabeza de Keith, como un ruido sordo que de vez en cuando se hacía más sonoro. Pero él era el líder, él debía ser fuerte ante los cambios, él debía ser el último en derrumbarse.

—Normalmente soy yo el que tiene esos miedos—Rió Hunk—, supongo que tener a mi familia cerca me ha relajado mucho.

—Sí, supongo que sólo estoy sobre pensando todo—Keith asintió.

—Mmm… Aún así; ¿Cómo entran Lance y Allura en todo esto?

"Nervios de luxite", Kolivan siempre murmuraba, un Blade debía tener nervios de luxite, el temple de un guerrero que no le tenía ningún temor al enfrentamiento. Pero Keith le falló a Kolivan y a todo su entrenamiento en Marmora cuando se sobresaltó, mirando a Hunk con los ojos de quien es atrapado infraganti en un horroroso crimen.

—¿Cómo?

—Eres muy obvio—dijo con una sonrisa por respuesta. Desprendía seguridad y confianza, algo que en Hunk se veía imponente. Keith tragó grueso, con los hombros tensos y los ojos tan abiertos como podía. Al ver su incomodidad, Hunk volvió a ablandarse—. Pero no tanto, no te asustes. Lance no lo sabe… nunca lo hace. Pidge, wow, probablemente lo sabe desde que Lance salió la primera vez de la capsula de curación y te vio irritado. Shiro, bueno, es muy probable…

—¿Y… Allura?—Keith temió preguntarlo, su voz fue apenas un susurro tímido que estremeció cada uno de sus nervios. Hunk bufó, su sonrisa torcida y expresión compasiva hicieron a Keith crisparse aun más.

—Oh, lo sabe… definitivamente lo sabe.

Keith cerró los ojos y tragó, la desazón que consumía su pecho saltó y, luego, se hundió hasta su estómago mientras aún seguía aferrándose a su pecho con sus garras frías que desgarraban todo a su paso. Entre las comisuras de sus ojos, se filtró la humedad de las lágrimas que evitó soltar… no frente a Hunk, frente a nadie.

Él era el líder.

Hubo un breve silencio en donde Hunk se preguntó si había sido buena idea responder con tanta franqueza. Keith se encogió frente a él, con los brazos cruzados de nuevo y el ceño fruncido al abrir sus ojos humedecidos.

—Debí suponerlo, ella es intuitiva—el susurro de Keith sonó más como una represalia a sí mismo que como el quejido que pretendió ser. Hunk estaba incómodo, habían pasado por momentos íntimos apoyándose los unos a los otros, pero el plano romántico era algo completamente nuevo. Abrazar a Keith se sentiría forzoso, ofrecer palabras de aliento, taimado y mostrarse empático, un engaño.

—Además… —tartamudeó Hunk, intentando decir cualquier cosa que aligerara el ambiente—, tiene a los ratones, ellos escuchan cualquier cosa. Ya sabes.

Cuando Keith soltó una risilla, Hunk pudo relajarse.

—Será pasajero—Keith se enderezó repentinamente, mirando a la pared vacía que tenía en frente con la determinación de un galra, había una falsa seguridad en su voz que, por un momento, casi convenció a Hunk—, estas cosas siempre pasan.

No "pasó", y para crédito de Hunk, él ya sabía que no "pasaría".

El sentimiento se quedó, y Keith tuvo que lidiar con ello, tuvo que apoyar de nuevo a Lance, tuvo que fingir que no dolía cada toque que Allura y Lance se daban, cada sonrisa cariñosa o la intimidad que se extendía entre ellos luego de darse un beso.

Keith fingió estar bien, fingió no amar, fingió no sentir que el corazón se le desgarraba cada que sus dos amigos se veían a los ojos con amor.

Fingió que los celos no lo consumieron, que el dolor no lo hacía querer gritar. Que no amaba a Lance, que la sonrisa que le había dado aquella primera vez no estremeció su pecho, que el cariño que inundaba sus ojos cada que lo miraba no existía.

Fingió no sentir.

Era bueno fingiendo.


"Es así como empieza todo, con el inicio perfecto para acabar con el desastre final…"


—Cuídalo por mí, Keith— Allura susurró en su oído al inclinarse para su último abrazo, ella le miró con los ojos acuosos y Keith sintió derretirse ante su mirada como un niño que veía a la muerte a los ojos. Él también quería a Allura, era su amiga, Allura; la que lo había acompañado en una cápsula apretada esperando ser atrapados, Allura; la que lo había aceptado como un galra a pesar de todo, Allura; su amiga, su compañera de batallas, casi una hermana.

Allura… la que se iría.

Ella no podía irse. No podía simplemente desaparecer, ella era de Lance y Lance era de ella.

No había cabida para Keith allí.

Entonces ella besó a Lance, y Keith notó, junto con ese constante sentimiento de desesperación que siempre vibraba en su pecho cuando ellos dos se besaban, que realmente no se iría. Las mejillas de Lance brillaron, dejando la marca irreparable de ella en su alma.

Marcas alteanas.

Marcas que representaban el amor que ambos sentían, de la imposibilidad de que Keith tuviera una oportunidad.

Allura le encomendaba a Lance… pero Lance nunca sería suyo. Pudo verlo en la sonrisa distante que a veces Lance esbozó luego de volver a la tierra. Las marcas alteanas eran la marca de Allura en Lance, el cambio que ella había impreso en él como un hierro caliente en su corazón joven, un corazón que no latiría por nadie más.

Entonces… seguía sin haber espacio en el corazón de Lance para él. Ni un gramo, ni una pequeña esquina, porque todo eso le pertenecía a Allura.

Keith tenía el deber de olvidarse de todo, de enterrar profundo sus sueños, de negar el indescriptible sentimiento que generaba Lance en él, de dejarlo ir todo, de sanar solo.

Porque Lance no sería más que su amigo, nada más.

Por todo eso, Keith se encargó de someter al fuego los leves sentimientos que lograron resurgir con la breve esperanza, hasta hacerlos marchitarse y morir.

Y así, todo estaría bien.

Pero se equivocó.

Fue el primer día de celebración después de un año entero restaurando la paz en el universo, que Keith volvió a sentir el vacio en su pecho. Pensó que las heridas estaban cerradas, veía a Lance de forma esporádica durante misiones diplomáticas o simples reuniones grupales, y en esos momentos entre ellos se extendía la compresión y el cariño fraternal.

Pero aquella noche, solos, sentados como un grupo frente a la estatua de Allura, Keith volvió a sentirlo, aquel sentimiento olvidado de profundo cariño, de deseo y anhelo, que explotaba en su pecho con sólo ver a Lance sonreír. Era algo que creía olvidado, enterrado, algo que no debía sentir, que debía extinguirse y jamás volver.

"Estás errado."

—¿Eh?— Keith oyó el susurro por sobre su hombro, Lance fue el primero en mirarlo con ojos divertidos, preguntándole con sus gestos cuando volteó hacía la nada—. Escuché…algo…

Pidge rió, mientras le daba otro sorbo a su bebida.

—Creo que ha sido mucha raíz fermentada de Xrumbrix para ti, Keith— ella bromeó, mientras Shiro y Coran lanzaban otra carcajada.

—Sí, creo que es mucho—Hunk estuvo de acuerdo, dando otro bocado al postre— Escuché que esto hace que los galra se pongan realmente extraños.

—Eso sólo es un mito— le riñó, con los pequeños colmillos que Krolia llamaba "colmillos de bebé", expuestos.

—No te pongas gruñón por eso, Keith—Había momentos como aquellos, cuando Lance le sonreía de nuevo, con los hoyuelos marcados y la expresión de alegría en su rostro tan profunda en él, que las marcas alteanas no parecían estar realmente allí y el fantasma de Allura ya no pesaba en la sonrisa de Lance, que Keith recordaba que lo amaba, que lo amaba tanto que dolía y que dolía, porque Lance nunca le correspondería… y así la leve ilusión se rompía en pedazos en meros segundos.

Porque Lance… era de Allura, él lo había decidido así y Keith lo respetaba.

Lance siguió mirándolo, con un brazo pasado por sobre los hombros que lo acercaba a su calor y al perfume de las flores de campo que se había pegado a su ropa, el mismo olor que Allura desprendiera en vida. Él esperaba una respuesta de su amigo: Keith.

Su amigo, no su amante, no el amor de su vida… su amigo.

—No estoy gruñón—le bufó, dándole un codazo que hizo reír a Lance por reflejo—, la raíz de Xrumbrix no afecta a los galra, el destilado de miel Dra'ida. Oh, eso sí deja una resaca.

Todos volvieron a reír mientras compartían recuerdos, las novedades se esparcían por la mesa. Shiro se había comprometido ese fin de semana, Pidge estaba a punto de terminar su proyecto de inteligencia artificial, Hunk había abierto otra sucursal en un nuevo planeta y tenía más aprendices a los que enseñar. Coran, por otra parte, al fin había logrado conciliar costumbres alteanas antiguas sobre las celebraciones anuales, con las más actualizadas de los alteanos supervivientes.

Todo parecía estar bien. En calma, en paz.

En un momento las risas empezaron a apagarse, poco a poco se acabó la comida, se dieron las buenas noches y todos se marcharon a sus habitaciones dentro del castillo para irse a casa al día siguiente.

—Diablos, realmente los extrañé—Lance, inexplicablemente, se quedó atrás junto a Keith. Con su brazo pasado por encima de los hombros de su amigo y la lejana sonrisa llena de melancolía, se mantuvo a su paso—, hace mucho que no nos reuníamos y compartíamos como en los viejos tiempos. Deberíamos hacerlo más seguido, nos estamos perdiendo mucho últimamente. Debemos estar unidos, como antes.

—Nunca será como en los viejos tiempos, Lance. Hemos cambiado.

Keith realmente no quería decir eso, el sentimiento se le escapó en su expresión compungida y en sus ojos bajos justo después de decirlo. Lance lo sabía porque lo conocía, lo conocía desde hace tanto que podía leerlo con facilidad.

Al menos eso creía.

Retiró el brazo de los hombros de Keith para hablarle frente a frente. No habían entrado aún al castillo, por lo que pudo situarse un escalón por debajo del de Keith, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido. La luz de las lunas se reflejaba en todo su rostro y hacía lucir brillantes las marcas de sus mejillas.

Las marcas de Allura.

—¿A qué te refieres?—le inquirió Lance.

Keith se enderezó, soltando un pequeño suspiro. El peso del brazo de Lance siendo retirado de sus hombros fue un alivio inmediato para su compostura. Lance le devolvió el gesto a Keith, a contra luz la piel blanca de Keith lucía pálida y sus ojos, esos ojos, carecían de la determinación que siempre había fascinado a Lance… parecían… pesarosos.

—Nunca será igual. Hemos crecido, tal vez pronto ni siquiera nos podamos reunir más seguido. Estamos avanzando, Lance, hay cosas que se dejan atrás y tenemos nuestras propias vidas.

Lance frunció más el ceño, confundido.

—¿De qué rayos hablas? Seguimos siendo los mismos, sigues siendo Keith, mi amigo. ¿Recuerdas?, Keith y Lance, espalda con espalda, las alas de Voltron. Pasamos por mucho juntos, todos nosotros, eso nunca se olvida.

Keith no esbozó la suave sonrisa que Lance esperaba, se mantuvo serio y lo miró con una compostura aplastante.

Había algo mal allí, algo incorrecto.

—No, Lance. No hemos sido los mismos desde hace mucho. Cambié cuando me fui a Marmora. Tú también cambiaste… desde Allura…

—Sigo siendo el mismo—la cortante declaración de Lance tomó por sorpresa a Keith, había algo en su mirada, algo refulgente en él que no había visto desde hace mucho tiempo—, Allura me enseñó muchas cosas pero ninguna de ellas me hizo dejar de ser quién soy. Realmente, ¿qué te ocurre? Estuviste extraño hoy.

Keith lo pensó por un minuto, con los sonidos nocturnos de Altea de fondo miró de nuevo a Lance, el viejo Keith estaba de vuelta, sin pesar en su rostro, sólo la aséptica frialdad de reconocer una cruel verdad.

—Allura cambió todo en ti, Lance. Incluso hoy sonríes con amor por ella y has rehecho tu vida en torno a su recuerdo. Sólo estoy pensando en avanzar, todo cambia, y pasará aún si no estemos listos para enfrentarlo. Mi cariño por ti y los demás sigue siendo el mismo, siguen siendo mi familia. Pero debemos estar listos para el futuro, y nuestro futuro, el de todos nosotros, tal vez no sea el mismo. Tú también deberías prepararte para seguir, para… avanzar.

Las palabras de Keith traspasaron a Lance como una bala, dejándolo frío y afectado en su lugar. Keith asintió, comprendiendo que no había más que decir, y se despidió por esa noche.

Mientras Keith lo rodeaba para entrar al castillo y perderse entre los pasillos rumbo a su habitación, Lance no pudo hacer más que mirarlo, incrédulo.

Las palabras de Keith sonaron desconsoladoras a sus oídos. Una presión en su pecho, aplastante y aterradora, se instaló mientras lo veía caminar cada vez más lejos. Por su mente nunca había pasado el pensamiento de que alguna vez tendría que dejar atrás a Keith, su amigo, su apoyo, la persona cuyo cariño apreciaba tanto como el de su familia.

Su Keith.

Había algo increíblemente incorrecto en ello, algo que hacía a Lance querer gritar porque Keith no podía irse… Keith era el único que no podía irse.

"Él tiene razón."

—¿Qué? ¿Quién está allí?— Lance subió de vuelta las escaleras para echar un vistazo a los jardines. No había nadie, pero juraría que hacia segundos había escuchado algo, justo en su oído, resonando con un tono de voz familiar—. Si esto es una broma, no es gracioso. Salgan de allí.

Nadie salió y nunca encontró a nadie.

Porque nadie con un cuerpo mortal había estado allí para ser visto.

Fue esa noche en que los leones se marcharon, Lance miró hacia Blue sonriendo, sintiendo la presencia de Allura en todo su cuerpo. Todo el cariño, toda la bondad y la compresión volviendo a él en un simple instante.

Keith lo miró sonreír, con las mejillas iluminadas por las marcas alteanas, tan enamorado como lo estaba desde el primer día. Tan ajeno a él, tan lejano.

Esa noche fue cuando decidió que el dolor no valía la pena.

Lance era de otra y siempre sería así.

Debía superarlo de la mejor forma.


"E intentar rellenar el vacío que dejaste parece una falta de tiempo"


Desde esa noche empezó su progresivo alejamiento, la transición de La Espada de Marmora a una organización de beneficencia era un gran desafío por sí solo. Mantener sus costumbres de guerreros para mezclarlos con su nuevo oficio fue duro y lo mantuvo ocupado por una larga temporada en la cual rechazó distintas invitaciones de sus viejos amigos.

Le dolió, cada gota de su voluntad fue necesaria para rechazar todas las invitaciones de Lance a la tierra, y aceptar de forma estratégica sólo unas cuantas reuniones para mantenerse al margen de su amistad con el equipo. Keith quería sanar y ellos lo respetaron, con el conocimiento implícito en sus rostros… todos lo aceptaron, con excepción de Lance.

En aquellos largos tres años, él buscó muchas veces enfrentarle por su constante ausencia, Keith se negó a darle pie a una pelea, dando el asunto por cerrado incluso antes de empezar.

Y así, con el paso del tiempo, Keith creyó sanar. Cada día que despertaba, dolía un poco menos, hasta que el sentimiento fue una leve molestia en su pecho. Hubiese seguido aquel camino si no hubiese sido por la interferencia de Shiro, que apareció como salido de la nada un día en la sede central de Marmora en Daibazaal.

—Es una alegría verte a ti también, Keith.

Keith cerró la boca, la tableta en sus manos vibró con un nuevo mensaje que atender.

—¿Qué haces aquí?—le cuestionó cuando bajó la tableta hasta la mesa, su oficina era algo humilde en comparación a la de Kolivan o Krolia, pero era espaciosa y cómoda. Shiro se apoyó en una silla ovalada con suspensión magnética, mirándole con divertida expectación.

—Un "Hola" era suficiente, no he sabido de ti desde hace más de ocho meses.

—Lo siento, Shiro, pero ser un Blade en estos tiempos…

Keith tenía preparado el discurso de disculpa usual, una que llevaba utilizando no menos de tres años, cuando Shiro lo interrumpió.

—Sabes que no es por Marmora, casi todos lo sabemos.

Los hombros de Keith bajaron mientras Shiro se sentaba en la silla, palmeando la que estaba a su lado en una silenciosa invitación.

—No necesitas hacer esto—le recriminó, Shiro se encogió de hombros con esa facilidad encantadora que lo caracterizaba.

—Si lo hago, no has estado tan lejos de nosotros desde que te uniste a Marmora por primera vez. Keith, entiendo que esta es tu manera de sobrellevarlo, pero estás yendo a un extremo que no puedo ignorar.

—Shiro, puedo hacer lo que quiera, no soy un niño ni tu mi padre. Soy un adulto ahora—con los puños apretados y los labios fruncidos, Keith se notaba incómodo. Shiro suspiró, inclinándose hacia atrás mientras apretaba el puente de su nariz llamando lo poco de paciencia que le quedaba—, aquí están las cosas que aprecio—dijo y, luego, con tono bajo, añadió:—, aquí nada me recuerda lo que no pude tener.

—Puedo entenderlo—Shiro asintió, su gesto fue rígido por un momento, antes de volver a relajarse—, de verdad puedo entenderlo, soy parte tu familia y es mi deber apoyarte en esto. Pero por eso no voy a permitir que te apartes de nosotros. No sólo porque quieres forzarte a ti mismo a olvidar— Keith podría haber madurado, podría ser un líder de Marmora, pero seguía siendo testarudo y la postura tensa que mantuvo durante toda la charla, con los brazos cruzados, fue sólo la confirmación que Shiro necesitaba para inclinarse y apoyar su mano en su hombro, con compresión en su rostro—, somos una familia y debemos estar unidos.

Keith dudó, sus labios temblaron cuando miró hacia el frente y, suspiró.

—Sólo quiero sanar, Shiro. Cada vez que lo veo… sólo puedo ver lo que no tuve. Amo a Lance, realmente amo a Lance y no quiero seguir sintiendo que traiciono su confianza y la memoria de Allura cada vez que lo veo—había desesperación en su voz, una vulnerabilidad que aterraba incluso a Shiro. Keith apretó sus dedos contra el material de su traje, convirtiendo el cruce de brazos en un abrazo desalentador. Fue una sorpresa para Shiro cuando un sollozo le hizo darse cuenta que Keith lloraba debajo del largo flequillo negro—. Sólo quiero olvidar, yo… sólo… estos sentimientos. Quiero que desaparezcan, siento que hasta que no lo hagan, yo no podré- no podré-

Los brazos de Shiro fueron un suave bálsamo para el dolor de Keith, conocía esos brazos desde hace tantos años que era reconfortante estar en ellos. Keith pudo ahogar allí el repentino llanto que había surgido de la nada, una cascada de pura pena que se había acumulado por años de desamor y desasosiego, de culpa y de deseo.

Hubo un leve silencio que atenuó el llanto de Keith, la voz de Shiro lo rompió con calma, su ronca voz atravesando con compresión el aire cargado de la habitación.

—Hace mucho que no te veía llorar. Tenías 11 la última vez que lo hiciste.

Había un sublime entendimiento allí, en el silencio de la habitación vacía y el calor de un abrazo familiar.

—Lo sé—gruñó. Keith no era la clase de persona que lloraba frente a otros, ni siquiera de la clase que lo hiciera, en primer lugar. Shiro lo sabía y no le extrañaba que estuviera avergonzado.

—Keith… me voy a casar con Curtis.

—Lo sé—Keith soltó una risa rota, se apartó de Shiro limpiándose la nariz con el dorso de la mano, pretendiendo que hace minutos no había llorado como un niño en sus brazos—, están comprometidos desde hace tres años.

Una lenta sonrisa cariñosa se extendió por los labios de Shiro, Keith levantó una ceja sin entender su diversión.

—Me refiero a que realmente me voy a casar, en 2 meses, y estás invitado. Quiero que mi familia esté conmigo ese día. Sé que es duro para ti pero no puedes negarte, he estado preparando esto por 3 años y tú debes estar ahí.

Y no, Keith no podía negarse. Era Shiro, era su familia, no podía.

—Superarás a Lance— Shiro le aseguró, con su único brazo natural de nuevo en el hombro de Keith—, pero no puedes forzarte a hacerlo. Cuando pasó lo de Adam también sentí que tenía la culpa, pasaron tantos años y para cuando volví, no estaba. Tal y como me prometió—hubo una mueca en el rostro de Shiro, el rastro de tristeza que nunca se iría de su rostro por más años que pasaran—. Entiendo que es duro, pero pasará. Despertarás cada día con dolor y el tiempo parecerá eterno, pero luego mirarás atrás con cariño y entenderás que era necesario que doliera. Mirarás al frente, verás a alguien más y descubrirás que puedes amar a otros, así como amaste a los que estaban antes de ellos, todo pasará. Adam pasó. Curtis es mi futuro, es lo único que te puedo decir.

La voz de Shiro fue una suave manta acogedora que tranquilizó a Keith. Le sonrió, demasiado débil para ser real, y asintió.

—Iré a esa boda.

La sonrisa de Shiro fue tan enorme y agradecida, que pintó una verdaderamente sincera en la cara de Keith.

—Krolia y Kolivan también están invitados, les haré llegar las invitaciones apenas estén listas, Curtis le ha hecho mil cambios y aún no se decide por una.

—Estaremos allí— Keith suspiró, Shiro le agradeció con otra gran sonrisa.

Él se quedó por al menos tres días y lo obligó a compartir una video-llamada para Pidge y Hunk, que milagrosamente habían coincidido en un evento diplomático en Nueva Olkarion.

Lance se enteró de aquella video-llamada una semana después cuando arribó Altea para impartir su clase mensual a los niños del Instituto Real Alteano, Coran simplemente lo soltó mientras charlaban juntos en los jardines del castillo con una gran sonrisa, como si no lanzara el chisme más importante que Lance hubiera oído en meses.

—¿¡Que ellos qué!?

—¡Una video-llamada, número 3!

—¡Sé lo que es una video-llamada, Coran!—Lance se volteó para quedar frente al hombre mayor, casi despotricando. Varios sirvientes se encogieron en su lugar al ver al el antiguo paladín alzar uno de sus dedos al Rey— ¡Quiero saber por qué no me incluyeron en ella! No he sabido de Keith desde hace meses.

—Pues, si soy sincero, todos estamos algo ocupados con nuestros trabajos, no se nos ocurrió avisarte— Coran bajó el dedo de Lance con su resuelta sonrisa, sin una pizca de ofensa en su rostro— Keith debe estar ocupado, sólo está avanzando en su vida. ¡Coooomo todos!

Avanzando

La palabra resonó en las orejas de Lance como una bomba, sintió sus extremidades frías y su estómago pesado mientras Coran tatareaba, caminando a través del jardín sin ninguna culpa, como si no hubiese dicho nada que afectara a Lance.

"Lo estás perdiendo, Lance."

De nuevo, esa voz.

Cuando Lance se volteó, ninguno de los sirvientes que atendían los jardines dejó escapar un gesto delator por haber hablado. Un extraño sentimiento de inquietud acobijó su pecho, a su izquierda, por encima de la estructura del castillo, la estatua de Allura miraba al horizonte con una extraña complicidad en su rígido gesto de piedra pulida.

—Lance, ¿vienes? ¡Los niños te esperan!—Coran le llamó desde la otra punta del jardín, Lance asintió sólo para escapar del sentimiento asfixiante que le embargó en ese momento.

Fue esa noche la primera vez que lo soñó, la granja estaba silenciosa a media noche y Lance se había ido a dormir temprano después de haber arreado a las vacas de vuelta a su corral.

Su sueño empezó con él, mirando el campo amplio de una pradera alteana repleta de junimoras. Hubo un destello en el cielo azul que lo cegó por unos segundos, cuando Lance se apartó las manos de los ojos, lo único que pudo ver fue a Blue Lion descendiendo frente a él.

—Allura, ¿eres tú?

El león rugió y Lance no tuvo cabida para la sonrisa que se amplió en su rostro, las lágrimas rodaron de sus mejillas cuando intentó dar un paso más cerca del león, desbordado de felicidad y esperanza.

Allura, su Allura, de vuelta de nuevo.

—Allura, yo…

Comprendió que algo andaba mal cuando la visión en sus bordes empezó a volverse borrosa. El suelo se estremeció con un bramido estruendoso bajo sus pies, mientras pedazos del firmamento se llenaban de un profundo tono rojizo.

"¿Me amas, Lance?"

La voz de Allura resonó en todos los lugares del prado mientras el rojo oscuro y el bramido de la tierra se tragaban todo al son de las vibraciones bajas. Intento correr hasta el león, pero cada zancada parecía alejarlos más hasta que simplemente cayó de rodillas, llorando, desesperado y confundido.

Fue en ese momento en el que Blue se volvió la figura patidifusa de Allura, vestida de blanco y traslucida, lejana.

Su Allura, su amada, con el rostro inescrutable y vacío de cualquier sentimiento agradable hacía él.

Casi… ajena.

¿Qué había hecho para merecerlo?

—Claro que sí, siempre te amé, Allur-

"¿Me amas, Lance?" A pesar de los bordes borrosos de su figura, Lance pudo ver el ceño fruncido que ella esbozó, con los hombros tensos bordeados por su largo cabello que flotaba ajeno al ventoso viento del prado. Ella estaba enojada.

El enojo de Allura acercó cada vez más la oscuridad mientras la angustia paralizaba las extremidades de Lance. ¿Qué pasaba? ¿Por qué ella estaba enojada? ¿Pensaba que no la amaba? ¿Qué no atesoraba lo suficiente su recuerdo? Lance no entendía.

Lo había hecho todo, lo había dado todo.

—¡TE AMO! ¡DE VERDAD TE AMO!—le gritó, con el profundo dolor de su pecho presionando más lagrimas en su ojos. El negro del vacío llegó hasta sus pies, mientras Allura flotaba en la inmensidad, sin tenderle una mano o sentir pena de su llanto—¡¿Por qué haces esto?!

"Porqué lo vas a perder", ella sentenció sin más, antes de que la oscuridad consumiera cada rincón de la visión de Lance y lo arrastrara con sus pegajosos dedos hacia pesadillas horrendas de llanto, olvido y desesperación.

El cosquilleo de un aliento susurrándole un "Simplemente déjame ir" en su oído, fue lo que lo despertó de los horrores de su mente. Despertó gritando, con el sudor empapando sus sienes y un dolor profundo aferrado a sus músculos tensos, su respiración era trabajosa y su corazón bombeaba con angustia contra su pecho.

La luz de la luna entraba por la ventana abierta. Lance la contempló con ojos incrédulos, turbado, con la profunda angustia en su pecho, goteando. Cuando se atrevió a mirar hacia su mesa de noche, donde la foto de Allura y él en su primera y única cita estaba delicadamente colocada, rompió en llanto.

Fue la primera de muchas noches en las que esa pesadilla no le dejó dormir de nuevo, en las que lo hicieron sentir inútil, en las que Allura le miró con decepción.

La primera vez en la que deseó no soñar más con ella.


"Entonces, el vacio empieza a ser angustiante"


Para Keith, el comienzo de los problemas fue distinto. Lo conoció un día ocupado y caluroso, era imposible conocer a todos los miembros de Marmora y entre todos los rostros nuevos que se unían a diario, se volvía una tarea de proporciones descomunales siquiera conocer a todos los comandantes que se reunían por todo el universo, defendiendo territorios vulnerables o apoyando la rehabilitación de civilizaciones enteras.

Fue por ello que Keith no reconoció al joven capitán que se inclinó ante él junto con Acxa ese día mientras Keith supervisaba la dote de provisiones en el planeta Dorkut del sistema 7-4-7 del cuadrante Xyrum.

—Almirante Keith— ella saludó, con una rodilla en el suelo.

—Comandante Acxa— Keith le permitió descansar, el gesto protocolario, aunque tedioso, era algo que los Blade se habían negado a dejar. Habían sido milenios de cultura y hermetismo que Keith no podía cambiar sólo por ser almirante.

Hubo un breve silencio, casi incómodo, que se rompió cuando el galra con uniforme de capitán se quitó la máscara.

—Este es el capitán de brigada Dorkut-C, Vrokak, será trasferido pronto al Comando Central para ejercer como Primer Teniente, quería conocer a su Almirante—Acxa le dio paso a su subordinado, que se inclinó frente a Keith y luego se levantó en toda su altura, una cabeza por encima de él. Keith ya estaba acostumbrado a ser el más pequeño en Marmora, así que no le intimidó.

—Es un honor, Almirante.

Vrokak era, como todo soldado galra, una masa de músculos y fuerza. Tenía una cola puntiaguda y pesada de lagartija que rozaba el piso, orejas angulosas libres de pelo y suave cabello claro que contrastaba contra el oscuro violeta de su piel cuando se hacía aquel ridículo moño desordenado. Sus ojos, brillantes, tenían pupilas e irises, y una juvenil sonrisa adornaba su rostro despejado de marcas.

A Keith le recordó a alguien.

—Igualmente, espero que hagas un buen trabajo en el Comando Central. Necesitamos personas capacitadas para el puesto, personas que no desperdicien la confianza que depositamos en ellos.

Vrokak era un galra extraño, Keith lo supo cuando rió por sus palabras.

—Disculpe, Almirante—Masculló con su voz ronca, luego de soltar una fresca carcajada. Keith se enteró de que tenía una lengua bífida cuando inclinó su cabeza por la risa, mostrando su nuez de Adán y largos colmillos blancos. Aquel era un gesto de confianza entre su especie, o cuando menos, de descarada coquetería —, es sólo que, es la primera vez que alguien tan pequeño me amenaza, se siente como un cachorro intentando morder mi pulgar.

—Discúlpalo—Acxa saltó enseguida para cubrir a Vrokak, con señales de alarma en su seria mascara de circunstancias—. Es joven e irrespetuoso, pero es un gran líder, aprenderá a comportarse en el Comando, me encargaré de ello.

Mascullando sus palabras y resistiendo demostrar la rabia que hervía dentro de él, Keith gruñó: —Asegúrate de que así sea, no quiero intentar morder a nadie por hacer mal su trabajo o subestimar a sus superiores.

Vrokak soltó un breve resoplido, sus claros ojos brillaron y Keith se dio cuenta de algo, sus ojos eran azules.

—No me importaría que me mordieras con esos pequeños colmillos. De hecho, sería un placer, Almirante.

—Vrokak—Acxa casi grita, ahogándose con su propia incredulidad.

Keith nunca había sentido que la sangre le llegara al rostro tan rápido.

Le recordaba tanto a alguien.


"Pero aún sigues sonando en mi cabeza, desde que te alojaste en mi pecho"


Vrokak empezó a ser una presencia constante en la vida de Keith luego de unirse al equipo del Comando Central. Era joven, no más que Keith, pero aún así ruidoso y alegre. A donde llegaba, su voz tronaba con vida y tenía un encanto devastador que había fascinado a gran parte del comando. Era luz, cálida y reconfortante, pero Keith no quería más luces coloridas con promesas fascinantes en su vida, sólo quería paz.

Y logró conseguir paz lejos del equipo y lejos de Lance, al menos, por un breve instante.

Pero la paz empezó a deshilacharse de una extraña forma con Vrokak. Estuvo pululando a su alrededor, constantemente riendo e irrespetando la autoridad de Keith de las formas más ridículas y provocativas. Empezó a parecerle irritante y, luego, ligeramente divertido.

Con él, ahora todo era ruido, picardía y emoción.

Aquellas angustiantes emociones que perseguían a Keith todos los días parecían atenuadas cuando la irritación o la diversión que el joven Primer Teniente generaba en él, aparecían. De improvisto, ese galra se convirtió en un natural analgésico para su dolor e inevitablemente aceptó su presencia en su vida.

Vrokak le causaba rabia, enojo, frustración… y cariño, de ese que se obtenía a los golpes, casi a la fuerza, derribando cada puerta y barrera con la simple fuerza del carisma.

El comando había apreciado la frescura de una joven voz, pero a veces Keith necesitaba alejarse de ella y encontrar un lugar tranquilo en el que descansar del bullicio del comando. Afuera, en los áridos terrenos de Daibazaal, habían instalado grandes carpas para proteger del sol las plantas que habían sembrado para su consumo. Keith se paseó por ellas, encontrando un lugar aislado entre altas palmas puntiagudas de color morado que lo ocultaron cuando se sentó en el desnivel que rodeaba a las plantas.

La tranquilidad y silenciosa soledad eran algo con lo que podía lidiar.

Frente a él, un pequeño arbusto de flores rugosas color rojo apenas empezaba a cerrarse para dar su fruto. Keith bufó, recordando las flores rojas en la granja de los McClain y una particular charla que nunca se borraría de su memoria.

Había sido mucho antes de que siquiera entendiera que su amor por Lance no se iría tan fácilmente, la primera vez que había visitado la granja de los McClain y las junimoras empezaban a ser plantadas en el terreno fresco. Lance estaba preparando la tierra con un pico y Keith lo ayudaba a apilar los cestos de semilla cuando, a lo lejos, las vio:

Eran flores grandes de color carmesí intenso, que empezaban a crecer por encima de las junimoras ya plantadas, tragándolas lentamente y dando una vista distante de una revuelta paleta de colores silvestres que atrapaba el aliento con su salvaje belleza.

—¿Y eso?

—¿Uh?— Lance se reincorporó, quitándose el sudor de la frente para seguir con su mirada la dirección a la que apuntaba Keith. Bufó, apoyándose en el pico por unos minutos para descansar, mientras el sudor le goteaba por la sien—. Esas son flores silvestres, creemos que son una especie de anémonas.

—¿Las están plantando también?—Keith preguntó sólo por curiosidad, la respuesta de Lance fue fruncir los labios y negar.

—No, las muy graciosas han decidido crecer cerca de la junimoras que plantamos. Mamá decía que eran difíciles de cuidar en grandes cantidades antes, pero ahora crecen como mala hierba y estropean el cultivo. Cada semana tenemos que arrancarlas de raíz, Luis tiene la teoría de que las junimoras desechan un compuesto que hace crecer a las anémonas más rápido o algo así. Son un dolor de cabeza.

Keith observó la molestia en el rostro de Lance volverse agria e intensa. De nuevo dirigió su mirada a las anémonas, rojas y frescas, contra las delicadas junimoras rosas y violetas que yacían hostigadas por la otra especie. Las anémonas habían estado antes que ellas, era casi poético como ahora unas flores ajenas a aquella tierra le robaban su lugar.

Lance volvió a arar la tierra, soltó una risa y se volvió a Keith con una sonrisa irónica en el rostro.

—¿Sabes algo?—masculló, casi riendo—. Mamá dice que las anémonas son como esos amantes indecisos que se arrepienten de no haber apreciado lo que tenían antes y que las junimoras son la nueva novia que odia.

Sintiendo que algo se hundía en su pecho, Keith devolvió un fingido gesto de simpatía a Lance.

—Vaya alegoría.

—Lo sé, es tan ocurrente.

Lance no tuvo alguna pista para pensar que Keith se había afectado por esa banal conversación. Keith sólo había sido demasiado tonto como para identificarse con las pobres anémonas, que tal como él, habían creído pertenecer a algún lugar que ahora les era arrebatado sin la menor consideración.

Bufó, apretado sus dedos contra sus parpados cerrados hasta que pequeños puntos grises bailaron en su visión. Era frustrante recordar una simple conversación de hace años sólo porque había sido con Lance.

Lance, siempre Lance.

—Así que aquí estás, Almirante.

La voz intrusa fue un claro trueno que estremeció los sentidos adormilados de Keith. Entre la espesa vegetación de los arbustos, un rostro morado le sonreía, era Vrokak.

—Tú—Keith bufó, no realmente sorprendido. Vrokak rió, apartando el arbusto para inclinarse junto a él. A pesar de estar en cuclillas, fácilmente la sombra de su figura lo cubrió. Keith levantó la mirada hacía al rostro de Vrokak, que lo miraba con una suave expresión a la que Keith no supo darle nombre.

—Tu rostro no se ve tan bonito hoy—susurró.

Keith volvió a suspirar, no muy animado de jugar los infantiles "tira y afloja" de su subordinado.

—No espero verme atractivo para alguien que no sabe reconocer a una persona que quiere estar sola.

La afilada acusación no sirvió más que para provocar la fresca y espumosa risa del galra.

—Oh, sé que quieres estar sólo y sí que luces atractivo—canturreó, meneando una de sus manos con garras cerca del rostro de Keith, tomó un mechón que se escapaba de la coleta desorganizada, y lo puso en su lugar—. Sólo vengo a distraerte de los pensamientos que te hacen poner esa expresión. Luces como alguien a quien le han roto el alma.

Intentó tomar aire y refutar a Vrokak, pero algo en su expresión, algo en el brillo de esos azules ojos llameantes a contra luz, allí, ocultos en aquella fila perdida entre las plantas y la intimidad, paró a Keith.

Había algo allí, tan familiar y hermoso que lo hacía estremecerse.

—Me gustaría poder quitar esa expresión de su rostro; no le queda.

Hubo un breve momento en los que ambos se miraron a los ojos, completamente en silencio. Fue ese breve tiempo en el Keith se sintió ligero y ajeno a las angustias que antes lo habían atosigado. Vrokak rió, y con simple gesto de alejó de Keith para saludarlo formalmente.

—La Almirante Krolia solicita su presencia en el puente de comando, mi Almirante.

Y así se rompió el extraño secretismo entre sus miradas. Él asintió y antes de que se marchara, Vrokak dijo algo más.

—Mi Almirante—le paró, su gran sonrisa resuelta estaba de vuelta, hasta ese momento, viéndolo de pie y erguido, Keith pudo darse cuenta de que ese día llevaba el cabello claro suelto sobre los amplios hombros. Podría atreverse a decir que se veía guapo—, no sé si me compete.

—Estoy seguro de que no—Keith le cortó, Vrokak sonrió con un cariño que se veía extraño en sus ojos pero, al mismo tiempo, familiar.

—Aún si es así, espero que sea capaz de olvidar el pasado que lo ha hecho ver de esa forma, todo el fuego que reside en mi alma desea que el futuro pueda verse mejor para usted, si me permite lograrlo.

Y se marchó, así, si más. Dejándolo con una confusión que rondaría por semanas en su cabeza.

Keith no entendió lo que realmente pasaba hasta que Vrokak se inclinó un día en un pasillo al azar del comando, luego de semanas enteras compartiendo momentos incómodos de incomprensión, y le recitó las palabras que Keith sólo había escuchado en historias:

— Prapit vrapa, me'yleu.

El prapit vrapa era el antiguo acto de pedir formalmente el corazón de aquel que amabas, el me'yleu era la declaración más profunda de creer encontrarte frente a la persona que los dioses habían destinado para compartir el resto de la vida mortal.

Juntos, significaban nada más que el gesto de ofrecer tu ser y voluntad a otra persona, dejarse vulnerable con la aplastante seguridad de que no serías herido. Era profundo, era galran y era íntimo.

Fue ese el día en que entendió que Vrokak lo había estado cortejando todo ese tiempo.

Repentinamente, Keith entendió la coquetería del galra, la forma en la que siempre lo seguía, su extraño comportamiento cuando le reñía por su insubordinación. Vrokak no era ruidoso porque sí, era ruidoso porque Keith estaba cerca y quería llamar su atención, era un estúpido encantador porque quería encantarlo a él, con su descaro y gran sonrisa confiada.

Keith no lo había notado, pero Vrokak estaba enamorado.

Lo peor no fue eso, fue que, cuando Vrokak volvió a reincorporarse en toda su altura, cubriéndolo con sus hombros anchos y su enorme silueta, Keith no se pudo negar. No pudo decir que no a la sonrisa vulnerable, a los ojos sinceros, grandes e ilusionados, a sus labios suaves que acariciaron con cuidado los suyos, o sus manos, grandes, que parecían protegerlo del mundo cuando cubrían por completo sus hombros.

Porque Vrokak tenía ojos azules, azules como el mar, sinceros como solo otra persona en el universo…

Le recordaba a alguien y justo en ese momento, Keith era débil, débil como un bebé desesperado por amor. Porque era fácil confundir las risas, las miradas cargadas, era fácil aferrarse a un fantasma del pasado mientras creías avanzar.

"Verás a alguien más y descubrirás que puedes amar a otros"

Supuso que estaba bien. Todo fuera por olvidar, todo fuera por avanzar.


Notas:

NO odien a Vrokak.

Una vez dicho eso, debo decir, como siempre, que este fanfic está acabado, de hecho lo empecé un poco antes de año nuevo y le termine a mitades de Enero, pero no había podido publicarlo por distintos altercados.

Es un trabajo del que me siento orgullosa ¿ok? Fueron alrededor de 35 mil palabras en un mes y medio o menos y fue hecho con amor, lágrimas y noches de desvelo. El proceso fue rápido pero agotador, increíblemente satisfactorio para derramar toda mi frustración por la ruina lamentable de un show que tanto amaba (porque si nos vamos a trama en general, tampoco estuvimos muy bien que se diga, lo cual me decepciona. Porque tenían elementos increíbles para hacer una temporada ÉPICA con argumentos y líneas temporales más creíbles). Estoy esperando los comics con la impaciencia de quien come de sus ganancias.

En fin, este fanfic tendrá sólo 5 capítulos, no más, y tendrá cada uno esta longitud (de 13 a 19 páginas en promedio) sólo dependerá de mi beta que tan seguido actualizaré, pero no se quedará jamás en hiatus.

Sin más que decir, besos, cuídense y gracias por leer.