Guten Tag! Bueno, ya se, dirán que soy una irresponsable, que tengo otros fics pendientes y demás… Pero esque la idea es tan linda ;w; además de que el fic es para mi otouto Inglaterra! Si, adelante, presúmeselo al americano y al francés -w- Bueno, sin más, se lo lavan, se los dejo de tarea y hasta pronto x33 Aclaraciones: Scott: Escocia (22 años)
Glen: Gales (20 años)
Bryan y Ryan: Irlanda e Irlanda del Norte (18 años)
Arthur: Inglaterra (15 años)
A lo lejos se veía una casa muy hermosa, de estilo un poco antiguo, siendo algo muy común en Inglaterra. Adentro se podía ver a una familia entera; el padre, un señor rubio y de cejas muy pobladas, mientras que a su lado, la madre, estaba sentada viendo a sus hijos desenvolviendo los regalos.
- Arthur, este es para ti – dijo su madre, dirigiéndose al menor de la familia, un adolescente de quince años, rubio como su padre y con las mismas cejas, mientras le daba una caja de un tamaño un tanto grande.
- ¡Es el que me gusto, ¿verdad? – dijo el joven abriendo la caja. - ¿El que tenía un gran listón azul? – al momento de abrir la caja, vio a un pequeño cachorrito de setter inglés.
- Bueno, tiene un listón – dijo su padre, antes de tomar al cachorro y ponerlo entre los brazos de su hijo menor.
- ¡Mamá! ¡Yo quería un perro y nunca me lo diste! – rezongó otro de sus hijos, uno de los gemelos para ser exactos; Bryan Kirkland, el gemelo mayor, pelirrojo al igual que su madre y gemelo.
- Bryan, tú siempre quisiste un conejo. No envidies a tu hermano por que le dimos un perro – le consoló la mujer.
- ¿Y que nombre quieres ponerle, Arthur? – preguntó otro de los hermanos: Glen Kirkland. De cabello no tan rubio como el de su padre y hermano, pero tampoco pelirrojo, más bien castaño rojizo, con veinte años ya era un miembro de importancia en la empresa de su padre, junto a su hermano Scott, que era el mayor de todos ellos, pelirrojo al igual que su madre y con los ojos verdes que todos los hermanos heredaron de su madre.
- ¿Puedo ponerle Scott? – rió bajo el menor al ver la cara de su hermano mayor, el cual solo volteó a verlo con una cara de "mas te vale estar bromeando".
- No seas descortés, hijo – regañó suavemente el padre. - ¿Qué tal Alen?
- Suena lindo, además será el guardián de la casa – dijo complacida la única mujer de esa gran familia.
- Reza por que el perro despierte contigo mañana, hermanito – le susurró Ryan, el otro gemelo, a su hermano menor, el cual se puso completamente pálido.
- ¡Mamá!
- Gemelos, a la cama – dijo la madre con voz suave, pero firme, señalando las escaleras. Los gemelos obedecieron de mala gana al ver la mirada de reproche de su padre.
- Bueno, me iré a dormir yo también entonces – dijo Scott mientras se encaminaba a su propio cuarto. – Te recomendaría que durmieras con la puerta bien cerrada y con seguro, Arthur – murmuró antes de desaparecer por las escaleras.
- Los gemelos son unos fastidiosos – murmuró el Kirkland menor, mientras acurrucaba al cachorro en sus brazos.
- Sólo te fastidian por que se los permites – dijo Glen calmadamente mientras le daba un trago a un vaso con wisky. – Debes darte a respetar entre ellos.
- Glen, deja que tu padre hable con Arthur. Acompáñame, quiero que me ayudes a limpiar todo este desastre – sin decir más, el segundo hermano se fue, dejando solos al menor y a su padre.
- Son unos envidiosos, todo lo que me dan siempre lo quieren o lo quiebran – murmuró el menor, aun resentido con los gemelos.
- Arthur, no te enojes con tus hermanos – le dijo despeinándolo. – Tú tienes suerte, sabes que mi hermano y yo no somos tan unidos, sólo tenles calma y ya veras que madurarán.
- Pero ya tienen dieciocho años, ¿Cuánto más debo esperar? – dijo, mientras su padre lo encaminaba a las escaleras.
- Pues, de eso se trata, de esperar – le dijo mientras una sonrisa cálida se mostraba en sus labios. – Buenas noches hijo.
- Buenas noches papá – dijo subiendo las escaleras, con todo y perrito en brazos.
A la mañana siguiente, todo el escenario era distinto, ya no era siquiera el barrio de la gente adinerada, ahora era un barrio un tanto pobre, con la pavimentación muy vieja. En un edificio dormía un joven con rasgos americanos, un mechón sobresalía de su cabellera rubia cenizo, mientras unos lentes descansaban en el puente de su nariz.
-Hm… Que pereza – murmuró el joven, levantándose de su colchón un poco maltratado, caminando lentamente en dirección al baño, donde se limpio la cara para despertarse como Dios manda. – Ahh… Que gran día – suspiró al asomarse por la ventana. – Bueno, veamos que puedo desayunar – dijo mientras se arreglaba un poco, colocándose una chaqueta de cuero café oscura encima, con un cincuenta bordado en la espalda y un avión en la manga del lado izquierdo.
- Hm… ¿Qué me apetece? ¿Wrust?... No. Hm… ¿Francis? No, no, no, demasiada azúcar… ¡Ah! Veneciano y Romano, no he ido en una semana – murmuró mientras trotaba hacia la parte de atrás del lugar, el cual tenía una puerta abierta. - ¿Feliciano? – preguntó al llegar, buscando al menor de los hermanos Vargas.
- Oh, Alfred, buongiorno – le dijo el italiano, feliz de verlo por ahí. – Tenía una semana sin verte, ¿Cómo te va?
- Bien, muchas gracias – dijo con una sonrisa. - ¿Y Lovino?
- Haciendo las compras, ¿Te apetece algo de desayunar? – preguntó tendiéndole la carta de menú.
- Una de tus deliciosas pastas, para llevar – pidió con la misma sonrisa amigable.
- Sale una orden de pasta – dijo para volver al interior del lugar y salir bastante rápido con un pequeño embase con pasta caliente en su interior. – Buon apettito.
- Grazie – dijo en italiano mientras tomaba el embase y se iba a perder por ahí. La verdad era que esos dos italianos eran de sus mejores amigos, ya que desde que sus padres habían sido deportados de regreso a Estados Unidos, se había quedado muy solo y ellos se encargaron de cuidarlo lo mejor que pudieron desde hace dos años.
- Uff… Debo dejar de comer tan rápido o engordaré – murmuró el joven mientras palmeaba su estómago, pero antes de seguir practicando la flojera, el estadounidense escuchó unos pasos y se asomó por un tablón roto que había en la baya en la que se había recostado.
- Bueno, ya veremos si con esto se calman las cosas aquí – dijo un hombre con apariencia de mujer, con rasgos completamente asiáticos y con el cabello en una cola de caballo, mientras terminaba de clavar un anuncio contra la madera.
Al momento en que Alfred vio que aquél joven se alejaba, salió de su escondite para ver lo que decía ese trozo de papel.
"ATENCIÓN: Para todos aquellos que no tienen el permiso legal para estar en Inglaterra, se les informa que, al ser encontrados ilegales aquí, serán deportados de regreso a su país de origen. Por orden de La Reina de Inglaterra".
- Hm… ¡Oh! ¡Vaya, mira Gilbert! El "vagabundo" – dijo un chico de cabello castaño y ojos verdes, con un acento completamente español. Ambos chicos estaban esposados.
- Je, hola Alfred, ¿Vienes a hacernos compañía? – preguntó un albino de ojos rojos, con acento alemán.
- Shh, cállense, los sacaré de aquí – murmuró mientras buscaba alguna manera de abrir la puerta. – Pero si soy suertudo – dijo al ver la llave colgando del lado del piloto y como esta no tenía seguro. – Bien, apresúrense – dijo mientras les quitaba las esposas, ya con la puerta abierta. – Y anden con mucho cuidado – dijo antes de esconderse en un costado del auto, al momento en que el joven chino volvía.
- ¡Gracias, Jones! – gritó el español.
- ¡Oigan! ¡Deténganse, aru! – dijo al ver como los dos fugitivos corrían lejos y hasta perderse.
- ¡Oye, Yao! – gritó el americano, sonriéndole al otro antes de echarse a correr.
- ¡Tu otra vez, aru! – el joven de coleta comenzó a perseguir a aquél muchacho estadounidense, el cual le había causado problemas desde hace ya algún tiempo.
- ¡No me atraparas! – gritó antes de aumentar la velocidad, corriendo a todo lo que sus jóvenes piernas daban.
La persecución se hizo larga, alejándose cada vez más del barrio que Jones conocía, dando vuelta en una esquina y ocultándose en un jardín con la puerta abierta, logró despistar al oficial.
- Ja – rió victorioso el otro, mientras miraba a su alrededor. - ¿Con que barrio de ricos, hu? No había andado por aquí – dijo viendo todo, encontrando un bebedero y junto a él dos hermosas señoritas. – Hola chicas – saludo antes de tomar algo de agua. – Muy guapas – dijo antes de alejarse y comenzar su recorrido. – Me pregunto qué tendrá de interesante tener tanto dinero y reglas.
Mientras, en la casa de los Kirkland.
Un rubio de ojos azules y extravagantes ropas entraba por la puerta de enfrente, buscando por su "mejor" amigo.
- Arthur… ¡Oye, Arthur! – gritó el joven con acento francés, yendo al patio trasero donde encontró al menor, jugando muy desganadamente con su mascota. – Arthur, mon ami, buenos… ¿Días? ¿Qué te pasa?
- Hola, Francis – saludó con desgana, acariciando el pelaje de su cachorro.
- Oh, mon petit, ¿Alguien te ha estado molestando? Por que si es así, sabes que el Bad Trio te puede ayudar – dijo con una sonrisa picarona, pensando en cierto español y en cierto alemán albino.
- Oh no, nada de eso… Esque creo que hice algo mal – dijo sentándose en la escalera de la casa.
- ¿Qué sucedió, petit? – dijo el francés, tomando asiento junto al inglés.
- Bueno, mis padres han estado actuando un poco… Raro, últimamente, también mis hermanos…
- Oh vamos, cheri, no creo que sea tan…
- ¡Esque no entiendes! ¡Bryan y Ryan ya no me fastidian! ¡Papá no me hace caso y mamá me acaba de regañar! – dijo más acongojado el menor. – Scott y Glen hacen todo lo que hace mamá y ella se queda sentada, pero ya no pasa tiempo conmigo.
- Oh… jajaja – comenzó a reír el rubio mientras miraba a su amigo.
- ¡¿De qué te ríes, bloody frog? – reclamó el menor al ver al otro reírse como si nada.
- Oh, mon cheri, se nota que sigues siendo tan inocente – dijo mientras una sonrisa aparecía en su rostro.
- ¡¿Cómo que inocente?
- Cálmate, ya. Mira, es algo muy simple, lo que pasa es que tu madre ésta esperando un bebé. ¿Cómo es que no te diste cuenta, mon ami? – esto relajo al menor de los Kirkland.
- Un… A baby? But… - El inglés estaba con una cara de shock, ¿Cómo diablos no se había dado cuenta?
Justo en ese momento, pasaba el joven estadounidense de nombre Alfred, quien se detuvo al escuchar tal conversación.
- Bueno, un bebé lo cambia todo, ¿No es así? – preguntó entrando sin permiso de nadie a donde se encontraban los dos jóvenes.
- ¿Y tú… Quién eres? – preguntó desconfiado el inglés, sobre todo al ver lo prepotente que se veía el muchacho…
To be continued… Espero que les haya gustado :3 Dejen review! Y nos vemos el próximo capitulo!
