Disclaimer: Lo que reconozcas a continuación no me pertenece, ni personajes, ni locaciones, es sólo una idea que se me ocurrió. Sin ánimos de lucro, por supuesto.
Para Maricarmen, porque amas a esta pareja. Así que te escribí un drabble, gracias por el de Dragon Ball Z.
Tengo mucho que no escribo de esta pareja, así que avisados ;)
Si acercas un imán a un trozo de madera nada ocurrirá.
El imán tiene un magnetismo en particular, algo de lo que carece la madera.
No se atraen, no hay polaridad.
Igual que el agua y el aceite. El primero, un solvente universal. El segundo, repele al solvente.
No lo tienta ni mucho menos. El agua es accesible, el aceite es todo lo contrario.
Eso había aprendido en sus -aburridas- clases de química.
Inútiles en verdad, sólo necesitaba practicar su saque.
Un buen juego de tenis, ¿había algo más útil? Lo desconocía.
Por eso le pareció tan curioso estar ahí, no practicando, lejos de una raqueta si quiera, observando a la Ryusaki, en sus ratos libres, a lo lejos, y acordándose de sus clases de química.
Si lo pensaba bien, ella podría ser un lindo imán, lo había notado en aquellas furtivas miradas, lanzadas por doquier, de sus compañeros de clase. Algo que, curiosamente y sin razón, le disgustaba.
Y él, podría ser un pedazo de madera, y le gustaba serlo. Le parecía absurda aquella cháchara vanidosa que lanzaban las adolescentes ante algún sujeto, del sexo masculino, alborotado por las hormonas.
Si, al juntar a un imán y a un pedazo de madera no ocurre nada, pero entonces ¿por qué aquel condenado roce lo tenía así?, lugar: salón de clases, hora: descanso, punto de encuentro: la puerta, acción desconcertante: sus brazos se habían rozado. Produciendo un extraño sonrojo, por parte de ella, y un ininteligible monosílabo, por parte de él.
Pero ahora ahí estaba él, Ryoma Echizen, filosofando sobre sus absurdas clases de química.
Ellos no tenían nada en común, un genio del tenis, y una torpe adorable-El adorable lo había sacado de sus sempais, no era un adjetivo de él, claro está-. Lo dicho, nada en común.
También podrían ser como el agua y el aceite.
Ella, una persona accesible con todos, amable. Agradable. Él, aceite. Nada tentador, ideal para sus propósitos.
El agua y el aceite no se mezclaban.
Ellos no se mezclaban.
Entonces, ¿por qué seguía viéndola?
¿Por qué ella había volteado, y por qué sintió sus mejillas-si las de él-, arder?
Absurdo y sin sentido.
El agua y el aceite no se mezclaban, el imán y la madera no se atraían.
Pero ahí, justo ahí, Ryoma se atrevería a maldecir a su profesor de química.
La bendita agua, con aquella falda, logrando las miradas de algunos, si atraía al condenado aceite.
Demonios.
—Ryoma-kun —dijo sorprendida Sakuno.
—Hmm, te llama el profesor, Ryusaki —le explicó Ryoma, justificando su acto de presencia.
—Voy enseguida —respondió ella desapareciendo de su vista, y de los mirones, al adentrarse en el pasillo.
Un monosílabo fue su respuesta.
Sí, había sido una vil-e inocente- mentira, pero era necesaria.
Porque aquel trozo de madera acaba de descubrir que le empezaba a disgustar el magnetismo, para con los demás, de su compañera.
No es que él se sintiera atraído, ni mucho menos.
Sólo le disgustaba que lo hicieran, ¿la razón? La descubriría en menos de un mes, al sucumbir ante las conspiraciones de sus sempais y darle un pelotazo-accidental, todo sea dicho- a un imbécil que estaba viendo, demasiado, lo que no debía ver.
A Sakuno.
Ese precioso imán que, en dos meses, sería su novia.
Lo dicho, inútiles aquellas clases de química.
Lo mismo pensó Sakuno al notar que, para ella, Ryoma era el imán.
Bueno, lo escribí hace semanas, pero tengo tanto que no leo sobre ellos que no sé si me fui por la tangente.
A ver qué opinan, ¿reviews?
Besos, Jane.
