Disclaimer: Sólo soy una fanficker más en éste vasto universo, por ende Bleach no me pertenece, todo de Tite Kubo.

Las leyes de la robótica son creación de Isaac Asimov. Respondiendo la tabla del foro "Retos Ilustrados" cuyo nombre es el mismo: "Leyes de la robótica".


1º: Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.


Lo sabía, era una locura, una completa locura. Algo en el circuito de espiritrones debía estar mal. La mirada de su creador reflejaba el más hondo desprecio y desconcierto.

¿Cómo… cómo podía ser posible que su propia creación fuera en su contra?

Mayuri cayó al suelo, tanteando con desesperación la mesa para tratar de dar con el antídoto, pero la muy mal maldita la había pensando muy bien.

Con ese cerebro artificial que él, y nadie más que él, le había creado. ¿En qué falló? Quizás en darle tanta libertad, en permitirle que los demás le hicieran creer que ella, en verdad, estaba con vida, que era humana, que podía sentir.

Nemu lo observó, estoica, desde arriba. No se movió del lugar hasta que su verdugo no dejó de revolcarse en el suelo, preso del dolor. Una vez que los ojos de Kurotsuchi se cerraron y su respiración cesó, la chica dio la vuelta sin tener muy en claro qué debía hacer.

Nunca lo sabía si Mayuri no se lo decía. Tanta libertad, de repente, le abrumaba. Sin embargo las voces de los demás integrantes del departamento de desarrollo tecnológico le ayudaron a tomar esa decisión.

Escapar.

Debía correr y esconderse si no quería que le aplicasen la ley marcial. Comprendía que no debía haber hecho eso, no por las normas sociales impuestas, si no porque ella no lo tenía permitido. Simplemente era algo que un androide no contempla, dentro de las posibles respuestas que su sistema pueda dar.

Se perdió en la espesura del bosque, aferrando su vientre hinchado y sintiendo que ahí estaba esa explicación que no lograba encontrar en los miles de circuitos de partículas espirituales que la recorrían.

Dio un paso y cayó sobre la hierba, torciéndose el tobillo. El dolor era algo tangible, más su inexpresivo rostro no mostró emoción alguna. Alcanzó a abrir una puerta al mundo humano sin estar muy segura de lo que debería hacer a continuación.

Hambre.

Sentía emociones humanas a las que había sido acostumbrada, como el frío y el hambre. Sabía que debía alimentarse correctamente para que el fruto en su vientre creciera sano: la única parte humana en ella, o al menos lo que más se asemejaba al concepto de vida.

Miró el rostro de los transeúntes que a ella no lograban visualizarla, por supuesto, no era más que un holograma apagado en ese plano del universo. Se levantó sintiéndose mareada y la primera expresión colmó su rostro: desconcierto.

Un dolor agudo, distinto al que sentía en el tobillo, la atravesó de lado a lado por la espalda. Otra vez se aferró el vientre, como si buscase darle consuelo a la vida que latía dentro de ella.

Era tan extraño, porque eso no dejaba de ser ajeno a ella, pero a la vez tan parte de su persona. Lo cuidaba no porque lo amase, lo cuidaba porque esa era su función.

Siguió dando vueltas, dejándose llevar por el cálido reiatsu que la envolvía y que reconocía con facilidad. En poco más de media hora y con ese dolor punzante acosándola, llegó ante la puerta de un pequeño apartamento.

El chico no tardó en presentirla, pero le parecía tan improbable esperar encontrarse con la teniente del doceavo escuadrón del otro lado, que supuso que se había equivocado a la hora de leer el reiatsu. Reconocía que no era el de Orihime, ni tampoco el de ninguno de sus más cercanos.

¿Un enemigo?

Sin miedo abrió la puerta, motivado por la curiosidad; pero de inmediato y sin darle oportunidad a nada, la chica se desplomó sobre sus brazos, exhalando un agudo grito de dolor que retumbó en todo Karakura.

Ishida trató de salir de su estupefacción. No era algo común encontrarse con una chica agonizando de dolor en la puerta de su departamento, menos con Kurotsuchi Nemu.

No obstante, lo más trascendente de todo para el joven Quincy, fue percatarse de su estado.

Pese a los gritos de la chica, trató de cargarla para poder acostarla en la cama. Muchas preguntas se agolpaban en su mente, sin embargo comprendía que no era momento de hacerlas, si no de actuar.

Buscó el teléfono que Urahara le hubiera dado para poder localizar a los hollows, pero sabía que no era más que un adorno. Pensó en correr hasta la casa del vecino para pedirle que llamase a emergencias, hasta que recordó el detalle de que Nemu no estaba en un gigai.

Volvió a tomar el teléfono celular y marcó el único número al que podía comunicarse. Urahara despertó inquieto y por un instante pensó en no atender, sin embargo era consciente de que debía tratarse de una emergencia para que sonase tan temprano en la madrugada. Todavía era de noche y apenas el cielo mostraba indicios de aclararse.

En pocas horas —ante el desconcierto del Quincy y la asistencia de Urahara y Tessai— Nemu Kurotsuchi estaba dando a luz en la cama del joven.

Ninguno de los presentes tenía algún conocimiento al respecto. Ishida pensó en su padre y en la cara que le pondría si lo llamaba para decirle "Tengo una shinigami dando a luz en mi cama". No dudaba en que Isshin Kurosaki estaría dispuesto a brindar una mano, dejando de lado las preguntas que tan extraña situación podían ocasionar, pero el señor Kurosaki no se encontraba en el pueblo, y por fortuna su hijo mayor le había acompañado en el viaje.

No quería suponer lo que sería tener que darles explicaciones a todos ellos. Como si hubiera sido el responsable de algo, que él creía, no lo era.

No debería sentirse culpable de estar envuelto en esa situación, pero tampoco podía evitarlo.

Sucedió todo tan rápido que ninguno tuvo tiempo para detenerse a pensar en el detalle importante de que nunca habían traído una vida.

Fue extraño, fue conmovedor y aterrador.

Cuando lo peor pasó, Nemu cayó inconsciente, con las pistas de su cerebro artificial exhaustos de tanto analizar lo ocurrido. El umbral de dolor que tenía era bastante alto, pero comenzaba a sentir uno muy diferente al físico, que la aturdía por no poder darle un nombre.

Mientras el bebé lloraba con toda la fuerza de sus pulmones en los brazos de Tessai, Urahara se limpiaba la sangre en el lavabo de la cocina con un semblante introspectivo. Creía comprender lo que pasaba allí, pero en su naturaleza prefirió guardar silencio.

Uryuu entonces, se sentó en la silla relajando todos los músculos. Suspiró y cerró los ojos. Había sido un día por demás extraño.

El primero en abrir la boca fue Tessai, un leve murmullo que era gravemente interrumpido por los gritos del bebé:

—Debe tener hambre.

Uryuu miró la criatura, incapaz de poder creer que realmente todo eso había sucedido en su pequeño departamento y monótona vida.

—Bien, creo que es hora de retirarnos.

Ante las palabras despreocupadas de Urahara, Ishida lo miró, más confuso de lo que por sí estaba. ¿Una teniente había dado a luz en su cama y él pensaba irse sin acotar nada más?

—Pero… —el chico se puso de pie de un salto— ¿No te la llevarás?

—Ella ha venido hasta aquí, ¿no? —Se ajustó el sombrero, plantando una minúscula sonrisa—Ha de tener sus razones, Ishida-kun. Si me la llevo, no tardarán en encontrarla. Será el primer lugar donde buscarán.

Era claro, para los tres, que Nemu debía de haber estado escapando de algo o de alguien. No solo las heridas que llevaba en el cuerpo se lo indicaban sino el hecho irrefutable de que por alguna razón había ido hasta el mundo humano a dar a luz.

—Ni siquiera sé porqué está aquí, además… —señaló la criatura, ¿qué se suponía que tenía que hacer con ella… o él?

—Supongo que obtendrás las respuestas cuando la señorita Kurotsuchi despierte.

El bebé volvía a quebrar en llanto. Uryuu lo tomó cuando Tessai se lo cedió con cuidado. Era impresionante ver esos brazos masculinos, y torpes en apariencia, tomar con tanta sutileza una figura tan delicada.

Ishida tembló, nunca antes había tenido un bebé en brazos.

— ¿Tienes dinero? —preguntó Tessai con su voz ronca.

—Pues… no, ¿para qué? Depende —de repente lo entendió, debía comprar pañales y esas cosas que los bebés necesitan.

Miró a la madre y notó que no traía con ella siquiera un bolso, suponía por eso que la criatura ni siquiera tenía ropa, ni la madre dinero alguno del mundo humano.

—Cuando despierte, estará listo su gigai —aclaró Urahara pasando el umbral de la puerta, detrás Tessai lo siguió.

Cuando la puerta se cerró e Ishida se quedó solo frente a tan aterrador panorama, no pudo evitar recurrir a la única persona a la que podía. La figura de su padre había atravesado su cabeza como una bala.

Pero primero debía encontrar alguna forma de callar al bebé, y de cambiarle la toalla que le envolvía, pues comenzaba a oler mal. Lo dejó con cuidado sobre la cama junto a la madre, y con solo eso pareció calmarse un poco. Fue al baño para tomar otra limpia y volvió pensando en lo que debía hacer.

Cambiarlo, tenía que quitarle esa toalla. Cuando lo acercó para hacerlo, con dificultad e ineptitud, reparó en el detalle de que la había ensuciado. Definitivamente tendría que comprar pañales.

—Oh, eres niña —Ishida se rascó la cabeza, pensando en la posibilidad de llamar a Inoue. Ella era una buena amiga y no duraría en que le prestaría su ayuda, pero ¿qué tanto podía saber Orihime sobre bebés?

Tomó aire y juntó coraje para alzar el menudito cuerpo del bebé. Caminó hasta el baño y abrió el grifo de agua fría para lavarla con una mano.

Asco, con honda sinceridad le daba asco, pero tenía que hacerlo, no podía envolverla con la toalla limpia si estaba sucia.

El bebé exhaló un grito, e Ishida comprendió que debía regular el agua.

—Lo siento —dijo, abriendo el grifo de agua caliente para entibiarla un poco.

Lentamente, sin que se diera cuenta, dejó de darle asco, incluso hasta le parecía natural. La aferró contra su pecho, temiendo que tuviera frío, y camino de vuelta hasta la cama para envolverla con la toalla de mano. El nuevo llanto sentido de la criatura fue suficiente para despertar a la madre.

Ishida tomó aire. Era hora.

Nemu lo miró con desconfianza, hizo un movimiento brusco como si intentase tomar distancia de él cuando fue hacia ella con la criatura en brazos, pero sentía un dolor punzante en sus genitales y un cansancio físico. Notó la humedad y la sangre ya seca sobre las sabanas que tenía enredadas en las piernas.

—Ey… —reprochó el Quincy al notar el rechazo de la shinigami hacia la criatura—, tiene hambre. Solo… tiene hambre —aclaró con un tono más afable.

Nemu pareció entender lo que intentaba decirle el chico y poco a poco se relajó. Asintió con la cabeza y estiró los brazos para que Uryuu se la cediese con cuidado.

—Debes… —dudó un instante, se ajustó los lentes y con cortedad continuó—sacar un pecho para…

Nemu sabía lo que tenía que hacer, había sido programada para mantener con vida el experimento, así que enseguida y sin reparos, corrió el escote acomodando a su retoño. Ishida miró hacia otro lado, incómodo; pero enseguida y con lentitud viró para observar la escena.

No le parecía perverso, en absoluto, comprendía la íntima comunión que existía en ese momento tan único, el de un bebé alimentándose de su madre. Era mágico, y una tenue sonrisa se plasmó en su cara. Ella lo miró, con esa expresión imperturbable, tratando de descifrar que significaba la mueca en el rostro del joven. ¿Simbolizaba que no le molestaba que ella estuviera ahí?

— ¿Tienes dinero? —preguntó, recibiendo una negación con la cabeza por parte de Nemu. —Yo no tengo mucho, pero… puedo conseguir.

—Gracias —murmuró al fin la primera palabra. Había sido programada, también, para comportarse correctamente dentro de los estándares sociales, así que sabía cuando debía dar las gracias, pedir por favor y ofrecer disculpas.

Aunque esas tres cosas se la habían enseñado sus compañeros del departamento de desarrollo tecnológico, más que su propio creador.

—¿Tú… tienes hambre? —ahora Ishida recibió un asentimiento de cabeza. —Necesitas un gigai —reconoció, recordando las palabras de Urahara.

Miró la hora, notando que ya era tarde para ir a la universidad. Lo mejor sería atender el problema que de repente representaba la muchacha. Lo primero sería llamar a Urahara y pedirle ese gigai, lo segundo sería llamar a Ryuuken y pedirle dinero. Por último, cambiar las sábanas y limpiar el desastre de líquido amniótico y sangre.

Sabía lo que implicaba hacerle ese pedido a su padre: tener que explicarle las razones del préstamo. Así que primero, tenía que saber él las razones de Nemu para estar ahí.

No quiso sonar duro, pero tampoco supo cómo preguntarlo, y soltó lo primero que atravesó por su mente:

—Cuando te sientas bien, deberás volver al Seireitei.

Ella bajó la vista y la posó sobre el rostro del bebé que seguía succionando con energía. Lo quitó de lugar, para cambiarlo de pecho.

—No puedo volver —dijo ella, con tono neutro.

Uryuu arqueó las cejas y abrió la boca para preguntar por qué, pero la dama volvió a hablar, respondiendo esa pregunta:

—Maté a un capitán —miró a la criatura, que era la razón que le impedía regresar, porque sabía que si lo hacía volvería a caer en manos del departamento de desarrollo tecnológico—, no puedo volver.

Ishida abrió los ojos de par en par, sintiendo que el oxígeno del planeta se había agotado.

— ¿C-cómo… qué? —movió la cabeza de lado a lado, tratando de despejarse. Quizás había oído mal. — ¿Mataste a un… capitán?

—Sí. —El bebé se soltó del pezón pegando un alarido y ella miró al Quincy con una expresión distinta, con una expresión al fin de cuentas, entre la imperturbabilidad que siempre irradiaba su rostro.

— ¿Qué?

—Es que… —murmuró Nemu—, el bebé necesita alimentarse o morirá.

—Lo sé, o acaso… —plantó una media sonrisa irónica— ¿no es lo que estás haciendo?

—Mi leche no es materna —explicó ella—, es un sustituto provisorio; ella necesita comer la comida de los humanos.

Uryuu entendió y por el momento dejó la conversación de lado. Con el poco dinero que tenía fue hasta la farmacia más cercana y compró lo indispensable. Un sustituto de la leche materna y un biberón, creyó ilusamente que le alcanzaría para un paquete barato de pañales, pero a duras penas alcanzó para comprar uno solo.

Volvió al departamento, deseando en su interior que al hacerlo ya no encontrase ahí a la teniente y a su bebé. Sin embargo seguían estando donde las habían dejado. Claro, el asunto, el problema, no iba a desaparecer así como así. Intentó ser sutil con la situación y, mientras leía las instrucciones para preparar el biberón, aclaró:

—No sé qué motivos habrás tenido para matar a un capitán, pero si no me lo explicas no podrás quedarte aquí. Deberás encontrar un lugar.

—No tengo a nadie más, ni adonde ir —pese a palabras tan lastimeras, su rostro no mostró emoción alguna, pero en cambio sus ojos parecían expresar el abatimiento que sentía.

Porque había sido programada para responder en muchas situaciones, casi siempre en el campo de batalla pues que había nacido para ese fin, pero nunca nadie la había explicado qué hacer en esa clase de circunstancias.

Ishida la miró, sabiendo que se arrepentiría enormemente por ser tan blando y sensible. Se tomó unos segundos para hacer tan difícil pregunta, es que no encontraba otra forma de ayudarla, porque no podía quedarse con él, no sin conocer los motivos; asimismo no tenía idea de cómo cuidar un bebé, ni tampoco tenía espacio para dos personas, ni tenía porqué cargar con esa cruz.

— ¿Y el padre… ?

Nemu, antes de responder, arqueó las cejas. Se suponía que era secreto de sumario, que el fruto de su vientre era un experimento y que por lo tanto no tenía padre ni madre. Se volvía a repetir que ella no estaba ahí más que para mantenerlo con vida. Era elemental para eso, pero no para cumplir otras funciones.

Sin embargo Nemu también era consciente de que el experimento ya había fallado al matar al creador, al habérselo llevado consigo al mundo humano, arrebatándolo de las manos de los científicos.

—Tú.

Quizás no había sido la mejor manera de hacérselo saber. Ella a veces olvidaba lo sensible que eran los humanos y el tipo de respuesta confusa que lograban tener frente a emociones tan fuerte.

Ishida no se desmayó, pero dejó caer el biberón de plástico al suelo. El quincy ignoró el objeto para dar unos pasos hacia atrás.

—N-no, eso es… imposible.

No era idiota. No recordaba con exactitud la última vez que la había visto, pero de eso ya hacía un par de años, no nueve meses. Además y fundamental, sabía cómo se concebía, y por Dios, jamás le había puesto un dedo encima a Nemu Kurotsuchi.

La teniente acomodó a la niña para que siguiera durmiendo sobre la cama, y se sentó. Era hora de develar los detalles del experimento. Un experimento que todavía no tenía nombre.

Cierto, los humanos les daban un nombre. Debía buscar uno para ella, entonces. Algo similar a una sonrisa se plasmó en la cara de la shinigami.

Una de las leyes que la regían le impedía permitir que ese fruto fuera dañado. Su función era velar por la integridad física de la criatura.

Lo había hecho, al fin de cuentas. Porque la mayor amenaza que existía para el experimento, era el experimento mismo y su mismo creador.

En su momento Nemu entró en un debate interno, como solo lo pueden tener los humanos. Se suponía que no debía dañar a su creador, pero tampoco podía desobedecer la primera ley de la robótica.

Por fortuna ella encontró el camino para lograr su cometido, lo que los humanos llaman justificación: Mayuri Kurotsuchi no era terrestre, por ende, podía no considerarlo humano.

No importaba ya cómo, sino que lo había conseguido. El fruto de su vientre, tan humano como el Quincy que esperaba por su explicación, no había sufrido daño a causa de su inacción.


Fin


Bien, son tres las leyes de la robótica, así que faltan dos (no, no se asusten por ese "fin" colgado XD). Muchas gracias por leer ^^.

31 de Marzo de 2011

Merlo Sur, Buenos Aires, Argentina.