Te extrañaré, Conejito (Loricoln)
Advertencia: esta historia contiene lemon Loudcest y temas adultos, como el consumo de bebidas alcohólicas por menores de edad.
Lori Loud estaba muy nerviosa.
En apenas dos días, se mudaría para comenzar la Universidad. Una nueva vida, nuevos amigos y situaciones. Quizá incluso un nuevo noviazgo, porque su relación con Bobby Santiago no pudo soportar la lejanía y los sentimientos que ella escondía en lo más profundo de su alma.
Sin embargo, no era eso lo que la tenía nerviosa. El asunto es que estaba ultimando los detalles para culminar el plan más perverso y retorcido que se le había ocurrido en sus dieciocho años de vida.
Volvió a probar la bebida, y esta vez se dio por satisfecha.
Estaba deliciosa. Y ya se sentía segura de que había logrado esconder el leve sabor del licor. Lincoln no se daría cuenta de nada hasta fuera demasiado tarde, hasta que estuviera completamente en sus manos. Todo era cuestión de esperar unos minutos. Su único hermano pronto llegaría, y juntos beberían el cáliz del placer con el que Lori había soñado desde tiempo atrás.
Al pensar en eso, sus mejillas se cubrieron con un intenso rubor.
- Soy una maldita pervertida asaltacunas -se dijo, y no era la primera vez.
Miró las bebidas. Lincoln aún no había llegado. Todavía estaba a tiempo de echarse para atrás, y detener ese plan demencial que concibió para aprovecharse de su hermanito.
Pero la verdad era que no quería hacerlo. No deseaba detenerse. Algo en su interior le decía que ella no le era indiferente; y que si no lo hacía de una vez, se iba a arrepentir por el resto de su vida.
Cerró los ojos por un momento, y se deleitó imaginando a su único hermano varón. El chico había cambiado mucho en el último año. Creció más de veinte centímetros, embarneció un poco, y su voz engrosó; dándole un aire varonil que nunca antes había tenido.
Pero no era eso lo que más le gustaba de él. Lo que más la atraía, lo que la enloquecía de verdad, eran aquellos rasgos infantiles que conservaba, y lo hacían seguir pareciendo un adorable conejito blanco.
Le encantaban esos dientes incisivos superiores que aún sobresalían. Su suave y hermoso cabello blanco. Su gusto por el juego, y su bella sonrisa siempre lista para aflorar en cualquier situación.
Al pensar en todo eso, se puso roja de nuevo. Tenía que reconocerlo: Lincoln le gustaba desde que era un niño. Y le gustaba precisamente porque era un niño. Desde bebé, cuando jugaba con él a darse besitos. Y cuando niños, los días que en el asombrado pequeño recibía galletitas a cambio de abrazos y piquitos en la boca.
Al pasar los años, parecía que por fin se había librado de su perversión. En la preadolescencia, en cierta manera, pudo empezar a ver a Lincoln como lo que era en realidad: su hermanito menor, digno de todo su cuidado y respeto. Pero la verdad es que jamás logró reprimir por completo sus sentimientos, y los escondía detrás de una máscara de enojo y hostilidad.
Solo qué... Su hermanito era tan bueno, tan condescendiente y lindo con ella. No podía estar enojada siempre con él, por más que lo intentará. Y los últimos meses, todo iba de mal en peor. Su anhelo aumentaba, su deseo crecía. Cada vez que Lincoln tenía un hermoso detalle con ella, cada vez que el chico le ayudaba con algo, sentía que su deseo y su amor por él aumentaban más, y más.
El colmo de todo fue el mes anterior, la noche en que tuvo aquel sueño erótico con él. En aquella fantasía de su subconsciente, Lincoln besaba todo su cuerpo; la penetraba y la dejaba completamente satisfecha. Y para su enorme sorpresa, al despertar no se sintió culpable, sino anhelante; deseosa. Le hubiera encantado que esa fantasía se convirtiera en una hermosa realidad.
No fue la única vez que tuvo ese sueño...
Pero además, estaba lo otro.
De unos meses a la fecha, notaba que Lincoln la miraba cada vez que podía; cuando pensaba que ella no podía verlo. Más de una vez, su mirada se había perdido dentro de su escote, en sus piernas o en su trasero. Especialmente cuando se ponía un vestido o una falda con vuelo.
Por supuesto, aquello no le molestaba. Al contrario: buscaba todas las oportunidades para provocarlo. El hecho de ver que ella no le era indiferente le encantaba, y aumentaba el tamaño de su propio deseo sexual.
Hasta que por fin, el juego se hizo tan intenso que Lori empezó a fantasear con maneras de llevárselo a la cama. De la fantasía pasó al deseo, Y del deseo a la planificación.
A fin de cuentas, ¿por qué no?
Él le gustaba, lo amaba; y ahora estaba segura de que, por lo menos, ella también le gustaba a él. Todo era cuestión de romper sus prejuicios, de provocarle un deseo irresistible; y gozar juntos de aquellos cuerpos tan deseados por los dos.
¿Cuál era la forma más fácil y segura para lograrlo?
Había varias, pero su tiempo se agotaba. Estaba por irse a la universidad, y sus idas a la casa se harían demasiado esporádicas. Lincoln seguro conseguiría novia, y dejaría de fijarse en ella para siempre.
Así que utilizó los recursos que tenía a la mano. Lo más sencillo era algún licor fuerte y de sabor muy suave. Y como a Lincoln le gustaban los jugos de fruta, seguramente no se resistiría a compartir una bebida con ella en un día de calor.
Y allí estaba. Vestida sexy, pero discreta. Su plan parecía marchar bien, y Lincoln llegaría de un momento a otro.
En teoría, toda la familia iría a ver un juego de tejo del abuelo. Pero Lori lo visitó con Lincoln el día anterior, pretextando tener que concluir un proyecto para el ingreso a la universidad. Y requirió la ayuda de Lincoln para hacerlo.
Su hermano accedió como siempre, especialmente porque ya había visitado al abuelo. Tan solo había ido a ver a Clyde durante un rato, y dispondría de toda la tarde para dedicársela a Lori.
La rubia escuchó cuando la puerta principal se abrió, y sonrió levemente. Ya no era posible echarse para atrás.
- ¡Lori, ya llegué! ¡Estoy listo para ayudarte!
- ¡Linky! ¡Estoy aquí, en la cocina! -respondió.
Lincoln entró y se quedó sin habla. Lori estaba vestida con una falda de tablones y una blusa escotada y entallada que dejaba ver parte del nacimiento de sus hermosos senos.
La muchacha sonrió para sus adentros cuando vio la expresión de su hermano. Sin embargo, no hizo ningún comentario que pudiera apenarlo o indisponerlo. Todo tenía que parecer muy natural.
- Qué calor hace, ¿verdad Linky? ¿No te apetece un vaso de jugo bien frío?
Le pasó un vaso grande, bien lleno y con mucho hielo. Lincoln lo recibió, y de pronto, el vaso le pareció todavía más sexy que su hermosa hermanita. Apuró más de la mitad de su contenido en un solo trago, y Lori se sintió preocupada. De acuerdo con lo que averiguó, dos vasos eran el límite máximo para un chico de la edad y complexión de su hermano. Por fortuna, Lincoln disminuyó el ritmo y tras acabar con el contenido, preguntó.
- ¿Qué le pusiste, Lori?
- Eh... -repuso, la chica, nerviosa-. ¿Por qué lo preguntas?
- ¡Porque está delicioso! -comentó Lincoln, entusiasmado-. ¿Podrías darme más?
La muchacha rio de puro alivio, mientras le llenaba de nuevo el vaso.
- Es jugo de naranja, mandarina, toronja y piña; con un poco de agua y azúcar, hermanito. ¡Ah, y el toque secreto! Mucho hielo para que refresque bien. Toma otro y ya, porque quiero guardar un poco para mamá y papá.
Lori también se sirvió. De verdad, la bebida estaba exquisita. Ahora tenía que apresurarse, porque no tardarían en manifestar los efectos de la embriaguez.
- Lori...
- ¿Sí?
- Esto es raro. Siento como... no sé. Como un calor en el estómago que va un poco hacia abajo de mí. ¿No es raro?
- Mmm... Tal vez le puse demasiado azúcar -mintió Lori-. Mira, si te sientes más cómodo, podemos trabajar en tu cuarto. Relájate un poco antes de que yo llegue, porque quiero mostrarte algo.
- Está bien -respondió Lincoln, y subió las escaleras hacia su cuarto. Ya al final de tramo de escaleras, comenzó a sentir una agradable sensación de pesadez. Una alegría un poco extraña, que lo hizo sonreír sin motivo.
Ya en su cuarto, se sintió un poco mareado. La sensación era agradable, pero se le hacía difícil sostenerse en pie. Con un poco de dificultad, se quitó los zapatos y se acostó en su cama. Seguro que a Lori no le importaría. Tenían tiempo: el juego de tejo del abuelo no empezaría hasta dentro de media hora.
Lincoln nunca se había sentido así. El mareo no disminuía, pero la sensación de ligera euforia tampoco. Intentó serenarse, pero empezó a acordarse de tonterías y comenzó a reír.
- ¿Estás bien, Linky? -escuchó a lo lejos-. ¿De qué te ríes?
Lincoln escuchó la voz de su hermana. Qué raro... de pronto, la voz de Lori parecía llegar desde muy lejos. Era suave, acariciadora; casi no parecía ser su voz. Era como la voz sexy de una mujer muy sexy.
- Sssii... -contestó, y emitió otra leve risita-. Es que... me acordé de un chiste que me contó Clyde.
- Ahorita me lo cuentas. Ya voy para allá -dijo la muchacha.
Lincoln sonrió todavía más.
- ¡Qué amable está mi hermanita! -pensó-. ¿Sera porque... ya se va? La voy a extrañar mucho... Sí. Mucho, mucho.
Hasta sus pensamientos eran algo confusos, pero su emoción era genuina. Estaba triste y a la vez alegre. Cuando terminaran de trabajar, le propondría que jugaran algún videojuego. Tenía ganas de pasar el resto del día con su linda hermana mayor.
- Aquí estoy, Linky -dijo Lori, mientras atravesaba el vano de la puerta.
Lincoln la miró, y estuvo a punto de perder la embriaguez. Su hermana mayor llevaba un bikini rojo que dejaba muy poco a la imaginación. La preciosa prenda resaltaba hermosamente todos sus atributos.
Lori colocó las manos sobre sus caderas en una sugestiva pose. Se sintió muy feliz, cuando vio la reacción que provocó en su hermanito menor. El chico tenía la boca abierta, y aquella desvalida expresión de su rostro lo hizo aún más adorable y sexy a sus ojos.
- ¿Qué pasa, hermanito? ¿Te gusta lo que ves?
- L-Lori - Balbuceó el chico-. Por qué tú... -dijo, y no pudo continuar. La silueta delgada, pero llena de curvas de su hermana le robaba la razón y los pensamientos. Ya la había visto antes en bikini; pero nunca se percató de que Lori se hubiera convertido en una mujer tan hermosa y sexy.
- ¿Sí? -dijo la muchacha, sin abandonar su sugestiva pose.
- Tú... tú... ¡Vaya! -En un estado normal, Lincoln jamás se hubiera atrevido a decirle nada por temor a su reacción. Pero esta vez, simplemente no pudo evitarlo. Lori lo había impresionado como nunca antes, y su lengua parecía haber cobrado vida propia -. Perdón, hermanita pero... ¡Te ves preciosa!
- ¡Ay, gracias, Linky! -dijo la chica con una risita. Un hermoso rubor cubrió sus mejillas y parte de su pecho-. Hace mucho calor. Seguro que no te importa que yo esté así, ¿verdad?
Se acercó lentamente a la cama, y se sentó a un lado del chico.
- No... para nada -respondió, si poder quitar la vista de su maravilloso cuerpo.
Lori acercó un poco el rostro al de Lincoln, y le pasó una mano por el cabello.
- ¿Te sientes bien, hermanito? Te ves un poco... rojo.
Apenas en este momento, Lincoln sintió el suficiente pudor como para desviar la mirada. Pero no pudo controlar su mente, ni los deseos que empezaban a aflorar en él.
- Sí, Lori. Es que... ¡Perdóname! Estas muy bonita, y... yo.
No pudo decir más. Lori le tomó la cara con sus manos, y lo miró con una sonrisa radiante.
- ¿De verdad te parezco bonita, Linky? -dijo la muchacha, más feliz que nunca.
- Eres preciosa, hermanita. Si no fueras mi hermana, yo...
Se retuvo, pero se imaginó que ya había dicho demasiado. Ojalá Lori no se enojara mucho.
Para su total sorpresa, Lori se tendió sobre él, y juntó una de sus mejillas con la suya.
El chico emitió un gemido. El cuerpo turgente de su hermana era cálido, muy suave; y emitía un olor delicioso y desconocido para él. La reacción de su hermana lo hizo sentirse contento, emocionado, y un poco asustado. Pero sus temores comenzaron a disiparse cuando Lori lo tomó de las mejillas, y empezó a besarle suavemente en el rostro.
- Linky... ¿sabes que tú también me pareces muy guapo? ¿Mhh? ¿Que siempre me lo has parecido?
Lincoln quiso responder. Se lo impidió el suave contacto de los labios de su hermana cubriendo los suyos.
Por dios, ¡Qué sensación! Lincoln nunca había sentido algo semejante. Sus tímidos besos con Ronnie Anne no tenían ninguna comparación. Estos besos le cortaban el aliento. Lo mareaban. Hacían crecer en su interior y en su cuerpo deseos que nunca había manifestado antes.
Enseguida empezó a corresponder. Las sensaciones eran tan intensas, que nunca tuvo la oportunidad de cuestionarse la moralidad de lo que estaba haciendo. Los labios de su hermana se sentían tan bien... Lori lo besaba como toda una experta, y él no tuvo que hacer otra cosa que dejarse llevar.
La chica no tardó mucho en comenzar a bajar con los besos por su cuello, utilizando hábilmente los labios y la lengua para producir sensaciones exquisitas y desconocidas en el cuerpo de su hermano. El chico comenzó a jadear, y Lori sintió que el pene de su hermanito comenzaba a ponerse erecto, y a presionar contra su vientre.
- Linky, voy a quitarte la playera para que estés más cómodo, ¿está bien?
- Mmm... -susurró el chico. Estaba tan extraviado en el placer, que no opuso ninguna resistencia. Y Lori comenzó enseguida a pasar sus manos y sus labios por todo el torso del muchachito. Su piel y su aroma la enardecieron, no podía creer que por fin ese cuerpo tan deseado estuviera a su disposición. No tardaron sus manos en descender y acariciar el pene por encima del pantalón. Y mientras la lengua jugaba con la piel del pecho y las tetillas de su hermano, sus manos se afanaban en desabotonar su bermuda y deslizarla rápidamente piernas abajo.
Ese fue el único momento en que Lincoln sintió un resabio de pudor. Intentó meter las manos y decir algo, pero su hermana se dio cuenta y lo acalló con sus besos, haciendo un juego especial con la lengua para excitarlo un poco más.
En ese momento, el placer y el alcohol hicieron que Lincoln perdiera todas sus reservas. Extendió sus brazos para tocar el cuerpo de su hermanita. Sus manos rodearon la fina cintura, y se posaron en las tersas y prominentes caderas de la muchacha. Lori sintió el contacto de las manos del chico sobre su piel, y se puso muy contenta. Sabía que había triunfado. A partir de ese momento, las dificultades quedaban vencidas. Ahora recorrerían juntos el camino del placer.
Continuó atacando el cuello, el pecho y la boca de su hermano. Sus hábiles manos acariciaban el pene de Lincoln por encima de su calzón. Descendió poco a poco, recubriendo con un camino de saliva la piel de su pecho y su vientre. Subió de nuevo por un instante para regalarlo con otro beso en los labios, y luego retiró su trusa con un movimiento rápido. Lincoln la ayudó, levantando su cadera. El enhiesto pene saltó de su encierro, y la chica lo miró con aprobación.
Sin ser grande, su hermanito tenía lo necesario para satisfacer a cualquier chica normal. Y sin duda, era más que aceptable para ella. Lo tomó firmemente en su manita, mientras volvía a cubrir a su hermano de besos y caricias. Pronto se sintió preparada, y bajó poco a poco para besar delicadamente la punta de aquel miembro que ya sobresalía por completo de su prepucio. El aroma levemente almizcleño del muchachito la excitó sobremanera; cubrió de besos la punta y el tronco del miembro viril, y pronto consumó su deseo de llevarlo por completo al interior de su boca.
-¡Ahhhhh!
Lincoln se tensó, gimió, y gritó de placer. La parte más sensible y excitable de su cuerpo estaba envuelta y humedecida en el calor y la suavidad de la maravillosa boca de su querida hermana.
Se abandonó por completo. Jamás en su vida experimentó una sensación semejante. Lori le regalaba una ola de placer continuo, manipulando hábilmente su masculinidad con sus labios y su lengua.
Desde sus primeras veces, Lori siempre había disfrutado mucho del sexo oral. Le encantaba recibirlo, y también darlo. En esta ocasión, le tocaba gozar del pene de su hermano, y aplicó toda su técnica con la mayor fruición. No se preocupó demasiado, porque sabía bien que la embriaguez haría que Lincoln resistiera más tiempo. Así que beso y chupó con delicadeza el tronco, la cabeza, y la zona del frenillo. Se percató muy rápido de que ese era el punto más sensible de su hermano, y lo estímulo hábilmente con la punta de su lengua.
Lincoln estaba en el cielo. Ya hacía varios meses que su curiosidad sexual se había despertado; pero nunca sospechó que la estimulación sexual pudiera producir tanto placer. Su garganta emitía un gemido continuo, y tuvo que morder sus labios para evitar gemir con más fuerza.
Miró a Lori. Su hermana le proporcionaba el espectáculo más erótico de su joven vida. Ahora chupaba su pene por completo, metiéndolo y sacándolo como si fuera una piruleta. Sus preciosos ojos lo miraban entrecerrados, y su hermoso trasero levantado se veía excitante y apetitoso.
Lincoln empezó a gemir más fuerte, y Lori se dio cuenta de que ya no resistiría mucho más. Así que se detuvo, y se levantó apenas lo suficiente para deshacer los nudos de la parte inferior de su bikini. Con movimientos rápidos pero delicados, Lori se montó a horcajadas sobre Lincoln.
El chico estaba un poco sorprendido por el modo en que se daban las cosas. Sabía que su hermana se preparaba para recibirlo en su interior, y se sintió temblar de anticipación al darse cuenta de que estaba a punto de perder su virginidad...
La penetración fue apoteósica para ambos. Lori estaba perfectamente lubricada, y la pequeña entrada de su vagina no puso ninguna resistencia. La linda muchacha descendió lentamente, y pronto estuvo confortablemente empalada por la dura erección de su hermano. Lincoln jamás olvidaría aquella sensación, el momento indescriptible en que una vagina cálida y húmeda lo recibió por primera vez en su vida. La dulzura de adentrarse en el cuerpo de tan hermosa mujer, la sensación de presión, y la manera en que las paredes cedían para cobijarlo y envolverlo; lo llenaron de un placer y una dicha que jamás imaginó... Pero sobre todo, nunca se le olvidaría la cara de placer de Lori; sus ojos cerrados, sus hermosos labios entreabiertos, y el gemido intenso y musical que pronto se convertiría en una sinfonía de deleite continuo y enloquecedor.
- ¡Ooohh, Linky! -exclamó la muchacha- ¡No sabes cuánto tiempo esperé por esto!
Se quedaron quietos un momento, completamente absortos en la deliciosa sensación. Lori comenzó a moverse poco a poco, mordiendo sus labios ante el inmenso placer que le producía la fricción de aquel pene en su interior. Miró por un momento a Lincoln, y se dio cuenta de que él la veía embelesado. Sonrió ligeramente, y con movimientos rápidos se deshizo de la parte superior de su bikini.
El chico creía estar en el cielo. El hermoso masaje que su hermanita le regalaba era solo una parte del placer. La otra, era la vista del maravilloso cuerpo que se balanceaba suavemente encima de él. Todo era increíble, bello, precioso: el magnífico vientre, el brillo y ligero rubor de la piel, el hermoso rostro de Lori... Era imposible que pudiera existir algo mejor.
Pero cuando ella se quitó el bikini, comprendió de inmediato lo equivocado que estaba. Era la primera vez que veía unos senos desnudos en vivo. Los pechos medianos y erguidos de Lori parecían tallados por las mismas Gracias. Lincoln, de manera instintiva, extendió sus manos para tocarlos.
Dios... Esa suavidad, la consistencia de los pezones; la manera tan agradable en que llenaban sus manos. Lori comenzó a moverse más rápido, más fuerte. Las manos de Lincoln en sus senos la excitaban, necesitaba más. Ella misma se inclinó para ofrecerlos a su boca.
De nuevo, el chico no necesitó que le dijeran qué hacer. Atrapó uno de los pezones con sus labios. La chica emitió un profundo gemido de excitación, y Lincoln se extravió en un mar de sensaciones que no le dejaron pensar en nada más. Era como si todo el universo se circunscribiera al delicioso pezón que llenaba su boca. La firmeza, la suavidad... El exquisito aroma de la piel, y la sensación en sus labios y su lengua. El pezón se ajustaba perfectamente a su boca, y comenzó a succionar con delicadeza.
Lori creía estar en el cielo. La triple sensación era demasiado para ella. La boca de Lincoln estimulando sus senos, sus manos recorriendo y apretando sus caderas y su trasero; y le enhiesto pene acariciando sus profundidades... Y por si eso fuera poco, todo eso se lo estaba haciendo aquel hombre niño al que deseaba desde hacía tanto tiempo.
El orgasmo fue completo, devastador y casi simultaneo. Lincoln eyaculó en tal cantidad, que le pareció que nunca podría acabar de hacerlo. Y Lori, al sentirse inundada por la cálida esencia de su hermano, llegó también a la culminación. Su grito fue tan fuerte, que Lincoln temió haberle hecho algún tipo de daño. Pero la muchacha se dejó caer sobre el pecho de su hermano, y le dio un suave beso en la mejilla antes de rodar para descansar en la cama, junto a él.
Estuvieron unos momentos así, intentando recuperarse de la intensa experiencia. Lincoln en especial estaba fascinado. Se había recuperado por completo de su mareo, y se solazaba recordando las exquisitas sensaciones y el maravilloso cuerpo de su hermanita.
- Así que esto es hacer el amor -se dijo, y comprendió algo que jamás olvidaría en su vida: el sexo era una maravillosa fuente de placer. Pero el placer era mucho mayor, cuando lo hacías con alguien a quien realmente amabas. Alguien muy importante y valioso para ti.
Un ruidito muy ligero interrumpió sus reflexiones. Era el sonido de unos sollozos. Se dio la vuelta, más preocupado que sorprendido; y se encontró con que Lori estaba tendida de costado, llorando quedamente. Como si no quisiera que Lincoln la descubriera.
Fue tanta la sorpresa, que el chico la abrazó enseguida. Se pegó por completo a ella sin ninguna intención erótica.
- Lori... hermanita, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?
La muchacha sintió el contacto del cuerpo de su hermano. Se sentía tan mal y tan culpable, que quizá en otro momento lo hubiera rechazado. Pero no ahora. Después de todo, el muchachito no tenía la culpa de nada. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para voltear y mirarlo a la cara. Ahí estaba su conejito blanco, con esa mirada de sincera preocupación que siempre tenía para con ellas.
No pudo soportarlo. Cerró los ojos, y se aferró al brazo que cubría su cuerpo.
- Ay, Linky... -respondió por fin-. Es que... Yo... Yo... ¡Soy un monstruo! ¡Una maldita pervertida!
- Lori... ¡No digas eso! -dijo Lincoln, buscando desesperadamente las palabras adecuadas para reconfortar a su hermana-. Tú... Me diste la experiencia más maravillosa de mi vida. ¡No hiciste nada malo!
Las palabras de Lincoln, tan consideradas, la hicieron sentir peor. Nuevas lágrimas brotaron por sus ojos. Tenía que confesar, aunque Lincoln la odiara para siempre.
- Hermanito -dijo, encarándolo de nuevo-. ¡Claro que hice algo muy malo! Te sentiste mareado al principio, ¿verdad?
- Yo... Sí, claro. Le pusiste demasiada azúcar al jugo, ¿cierto?
- No -dijo la chica, bajando la mirada -. Le puse licor... ¡Te emborraché, Linky! ¡Oh, qué bestia tan despreciable soy!
Le sobrevino un nuevo ataque de llanto. Se cubrió el rostro con las manos, mientras Lincoln sopesaba cuidadosamente lo que había dicho.
Sin duda, eso lo explicaba todo. Pero Lori no había acabado. La muchacha giró por completo hacia él, y Lincoln pudo ver su rostro manchado por las lágrimas y el maquillaje corrido.
- Esto estuvo mal, yo lo sé pero... ¿Sabes, Linky? Te amo dese hace tanto... Yo... Quería hacer lo que hicimos. No tenía el valor de decirte... Temí que me rechazaras...
No pudo seguir hablando, porque se echó a llorar de nuevo. Ahora, esperaba que él la despreciara y la acusara. Pero en lugar de eso, sintió el cuerpo del muchachito y sus brazos en torno a sus hombros. Y luego, el tibio contacto de sus labios sobre su cabeza.
- Lori... hermanita. Mírame. Mírame, por favor.
Abrió los ojos, sin saber qué esperar. Lincoln la miraba tiernamente, mientras sonreía.
- Eso ya pasó, hermanita. No eres mala. ¿Sabes una cosa?
Hizo una pausa para limpiar su rostro de las lágrimas y el maquillaje. La chica lo miraba sorprendida. Esperaba que él estuviera enojado o decepcionado; pero en cambio, le dio un beso en la frente y la abrazó con fuerza.
- Es cierto que a veces eres enojona, gritona, mandona... Y a veces, eres un poco mala. Pero siempre nos ayudas, quieres lo mejor para nosotros, y eres muy tierna y considerada cuando lo deseas. Tal como ahora lo fuiste conmigo, hermanita.
Lincoln la besó de nuevo, esta vez en la mejilla, y retuvo el hermoso rostro entre sus manos.
- Quizá no lo empezamos de la mejor forma. Pero... Me encantó todo lo que hicimos. La forma en que me trataste, la manera en que me sedujiste... Me alegra mucho haber tenido mi primera vez con una chica tan hermosa y considerada como tú, Lori. De verdad te preocupaste por qué esto fuera hermoso para los dos. Y tal vez esto no es lo más común... Lo que la sociedad acepta, pero... ¿Acaso no dicen que tu primera vez debe ser con alguien a quien ames? ¿Y quién puede amarme más que tú, que me lo has demostrado tantas veces en mi vida?
EL corazón de Lori saltó. No se esperaba nada de eso, y ahora que escuchaba aquellas dulces palabras, no se atrevía a creerlas. Tenía miedo de hablar, de romper el encanto. Las lágrimas amenazaban con brotar de nuevo...
Pero Lincoln le dio otra sorpresa. La soltó por un momento, haciéndole una seña para que no hablara. Localizó su pantalón, rebuscó por un momento en sus bolsillos y extrajo una pequeña bolsa de celofán.
- ¿Me permites tu mano, hermanita?
Lori se la tendió sin pensar. Emocionado, Lincoln sacó una primorosa pulsera dorada con una placa grabada, y se la puso con delicadeza.
- Quería dártela mañana, hermanita. Pero sé que debes recibirla hoy. Quiero que nos recuerdes siempre, donde quiera que estés. Ta vas a ir lejos pero, mientras la tengas puesta, toda tu familia estará contigo... Yo estaré contigo.
Conforme hablaba, la emoción lo fue ganando. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón rebosaba de sentimiento. Retuvo la mano de la muchacha entre las suyas; la pulsera se veía muy bien en aquella mano delgada y hermosa. No se contuvo, y depositó un delicado beso en el dorso.
- Te amo, Lori. Por favor... no lo olvides nunca.
Todavía sin poder creer lo que pasaba, Lori miró la pulsera. Era de oro, y la placa tenía grabado el apellido Loud. Debió haber costado una pequeña fortuna.
Se sintió tan emocionada que frotó la pulsera contra su mejilla. Se volvió para mirar a Lincoln. El chico le sonreía, con sus ojos llenos de perlitas de agua.
Se veía tan tierno... tan bello...
Su hermoso conejito blanco.
Se arrojaron uno a los brazos del otro, y comenzaron a llenarse el rostro y los labios de besos. Sus sentimientos estaban a flor de piel, y se les desbordaron por todos los poros. Antes de que se dieran cuenta, se besaban frenéticamente en los labios, abrazándose con fuerza y regalándose caricias intensas, exquisitas.
Pronto los ganó otra vez la pasión, el deseo. Se amaron con sus cuerpos hermosos y jóvenes, incitándose con palabras y gestos que nadie les había enseñado. Su unión fue totalmente espontánea, natural. Sus bocas se perdieron por completo en sus pieles, en sus sexos y en sus labios. Lori lo recibió ansiosa, orgullosa y agradecida por tener esta vez a su verdadero amado. El hombre niño que sin saberlo ni proponérselo, había conquistado su corazón desde años atrás. Lincoln, extraviado en aquel mar de emociones y sensaciones, comprendió la profunda sabiduría de aquella frase hecha; la que preconizaba el sexo por amor. Y supo con toda claridad, que nunca sería capaz de vivirlo plenamente de otra manera.
- ¿Sabes, Linky? -dijo Lori, completamente satisfecha por primera vez en su vida-. Voy a extrañar tantas cosas de ti. Me encanta tu sonrisa, tu cabello... Esos dientecitos de conejo tan hermosos...
- Ay, Lori... -susurró el chico, con el rostro completamente rojo-. Haces que me dé pena.
- ¿Por qué? Eres lindo -la chica suspiró, mientras acariciaba el rostro de su hermano-. Te extrañaré, Conejito. Voy a extrañarte mucho cuando esté en la universidad.
- Igual yo, preciosa. Nunca voy a dejar de pensar en ti. ¿Y sabes? Creo que eres la única mujer a la que le gustan mis dientes. Siempre me han dado mucha pena.
- Linky, querido -repuso Lori, dándole un suave beso en los labios-. Si a una muchacha no le gustan tus dientes, es que no sabe ver y no te merece. Nunca olvides todo lo que vales, hermanito. Y recuerda que siempre regresaré para amarte. Siempre estaré allí para ti.
Lincoln sonrió, y se enfrascaron en otro hermoso intercambio de besos y caricias. Quizá con un poco más de tiempo, se hubieran dejado llevar para hacer el amor por quinta vez. Eran jóvenes, sanos y se deseaban como nunca habían deseado a nadie en sus cortas vidas. Pero sabían muy bien que la familia estaba por llegar. Quizá al día siguiente pudieran tener unos minutos para ellos, y se dejarían arrastrar de nuevo por el romance y la pasión.
Lori recogió su bikini para encaminarse al cuarto de baño, mientras Lincoln quitaba las sabanas de su cama, llenas de manchas delatoras.
- Dámelas. Las llevaré a mi cuarto y las lavaré mañana. Sabes muy bien que nadie se mete con mi ropa de cama.
- Está bien -dijo Lincoln, sonriendo.
La chica recibió el bulto de ropa, pensando en lo increíble que era todo aquello. Estaba desnuda ante su hermano, sin ningún pudor. ¡Se sentía tan natural al mostrarse ante él! Nunca le había pasado nada parecido.
Y lo mejor de todo: Lincoln tampoco parecía apenado. No pudo evitar ir a su lado, abrazarlo de nuevo y disfrutar sus labios una vez más.
Lincoln la miró salir de su cuarto. Se sentía increíble, renovado. Se abrazó a sí mismo para sentir el aroma de Lori que impregnaba su cuerpo.
Cómo la extrañaría, dios mío. ¡Cómo la iba a extrañar!
En el último momento, Lori se dio la vuelta para mandarle un beso con la mano. Lincoln hizo como que lo tomó, y lo depositó en sus propios labios. Antes de que ella se perdiera en las sombras del pasillo, Lincoln tuvo una última imagen de su boca.
Aquella boca preciosa y perfecta. Sus labios entreabiertos. La puerta por la que Lincoln abandonó para siempre su infancia...
FIN
