Esperanza
Ese día era 13 de junio, y el sol se elevaba en todo su esplendor en lo más alto del cielo, bronceando levemente la piel de todos aquellos alumnos de Hogwarts que paseaban por los terrenos del castillo.
Si preguntásemos a cualquier persona sobre ese día, seguramente todos contestarían que era uno como otro cualquiera: un día en el que debían asistir a clase, preparar exámenes y, tal vez, salir a tomar algo a Hogsmeade. Pero nada más. No era un día importante para nadie; excepto para ella. Para la transparente joven de pelo negro de a penas 13 años, que observaba el cielo con mirada ausente, sentada en el alféizar de la ventana del lavabo de las chicas, en el segundo piso.
-Cincuenta y cinco años.- era la sexta vez que se decía eso a ella misma en voz alta, como si aún no hubiese sido capaz de asimilarlo.
Ese 13 de junio marcaba los cincuenta y cinco años que ella llevaba muerta, convertida en fantasma. Los años que Myrtle llevaba sola.
Y ella era la única que conocía la importancia de ese día. Nadie más. Porque a nadie le interesaba ella, "Myrtle la Llorona", como la llamaban. Y eso era lo único que hacía en todo el día: llorar. ¿Por qué? Porque, de esa forma, el día se le hacía más corto, el tiempo pasaba más deprisa, y parecía que el llanto ahogaba la angustia que sentía.
Myrtle se sentía muy sola y triste en ese lavabo abandonado; en ese castillo; en ese mundo; en ese universo.
Recuerda el día en que le llegó su primera carta de Hogwarts: ella, una chica tímida que nunca había destacado en nada, era una bruja. Se sintió la persona más feliz del mundo. Y, cuando conoció el colegio, pensó que ese sería su nuevo hogar, el lugar en el que haría nuevos amigos y sería feliz.
-Fui una idiota. Y lo sigo siendo.-añadió tras un breve silencio.
Porque, por mucho que lo intentó, no consiguió hacer amigos. Ella era el objeto de las burlas de sus compañeros; se reían de ella y no paraban de gastarle bromas. Y aún sigue siendo así. Ahora es el centro de las bromas de Peeves. Ese maldito fantasma que no hace más que recordarle una y otra vez que esta sola, que nadie la quiere, y que siempre será así.
-Y tiene razón...
Recuerda también el día de su muerte. El 13 de junio de 1943. Todo por culpa de aquel basilisco. El culpable de su muerte, de su purgatorio, de su penosa existencia. Al menos no fue una muerte dolorosa... del todo. Lo que le hizo más daño, fue que nadie derramara una sola lágrima por ella, que ni una sola persona de ese maldito colegio guardara unos minutos de silencio por su muerte; que nadie la echara de menos. Por eso llora su propia muerte, porque nadie más lo hizo.
Ella no es importante. Nadie habla con ella, nadie la visita.
Solo una persona lo hizo: Harry Potter. Pero, aunque le prometió que volvería a visitarla, nunca lo hizo. Pero ella no se enfada. Porque lo comprende; entiende que el-niño-que-vivió tenga mejores cosas que hacer que pasar el día con una llorona como ella.
-Dicen que la esperanza es lo último que se pierde...
Y Myrtle nunca ha perdido la esperanza de que, algún día, la puerta del baño se abra y alguien entre para saludarla; y ella seguirá allí, sola, llorando, porque tiene toda la eternidad para esperar.
Bueno, aquí un pequeño one-shoot sobre Myrtle que acabo de escribir. Creo que es un poco OoC, pero igualmente espero que os guste ). Besos!!
dreamer
