Esa mañana el mar estaba tranquilo y calmado; y lo prefería así, la verdad. Esa zona de la costa oeste destacaba sobre todo por ser muy escarpada y la marea siempre tendía a cubrir todas las rocas cuando subía por la noche, lo que hacia esa zona especialmente peligrosa para la navegación. Los Mares Lánguidos tenían fama de ser bastante traicioneros y muy impredecibles, lo cual hacía a esta costa aún más peligrosa si cabía. Y además, entre las frías temperaturas del helado norte y las más templadas aguas del sur, siempre había unas corrientes marinas que solían revolver la tranquilidad de sus aguas. Llegados a este punto os podéis estar preguntando que dónde entro yo en todo esto. Y la respuesta sería más bien sencilla.

No hay muchos faros en Ecuestria. Normalmente suele haber uno por puerto, y la gran mayoría suelen ser costeros, rara vez insulares e inusitadamente raros en alta mar. Y sí, yo soy el pringado que le ha tocado quedarse en el único faro de toda Ecuestria en alta mar. Aunque tampoco es tan en alta mar, ya que sólo estoy a unas siete millas de distancia de la costa. Hay un buen trecho, se puede ver la costa a lo lejos desde donde estoy, y la marea cambia tanto que acercarse hasta el faro suele ser complicado, al menos la mayoría de las veces.

Aunque lo cierto es que el faro que yo cuido es uno bastante único; su construcción fue especialmente complicada y se prolongó por un total de diez años, ya que su localización es ciertamente inusual: sobre una roca de las tantas que allí había, la más grande y alta de todas. Teniendo en cuenta esto, era normal que tardaran tanto en construirlo, ya que de por sí el hacerlo acarreaba muchos riesgos para los obreros; según lo que tengo entendido tardaron un total de seis semanas en aplanar la roca para poder hacer agujeros en ella y cimentar así la base. Los obreros tenían que trabajar tumbados para evitar que las olas les arrastrasen, lo que lo complicaba aún más. La roca era, además, bastante irregular, por lo que las obras eran todo un reto. Aun así la constancia y perseverancia de los obreros permitieron erigir el ahora faro de La Roca, como se le conocía debido a su emplazamiento. Con una altura de 37 metros, hecho de granito y gres, y con un sarcófago de obra que lo reforzaba desde su cara norte, era quizás el faro más famoso de toda Ecuestria. Y también el más peligroso de todos debido a las condiciones de la zona donde se encontraba.

Antes de mí ha habido otros fareros que han estado al cargo de La Roca durante unos periodos de tiempo no muy largos, pero la mayoría de las veces alargables; el último llegó a estar 101 días completamente incomunicado debido a un fuerte temporal y sin apenas provisiones. Por ahora yo no había tenido esa suerte, y las tormentas con las que he llegado a lidiar no habían sido tan fuertes en comparación. Aunque sí que había llegado a presenciar olas que conseguían envolver a toda la parte baja del faro en espuma y hacer temblequear toda la estructura. Pero aun a pesar de todas las olas que habían llegado a romper contra La Roca, ésta permanecía impasible, erigiéndose majestuosa y desafiando así a la mar que con tanto ahínco parecía tratar de borrarla del mapa.

Desde las costas de Vanhoover apenas se podía ver La Roca, al menos si lo intentabas desde las afueras de la ciudad; se debía de viajar hacia el norte durante varias horas y encarar el oeste para poder tener a la vista la delgada figura del faro, un poco más allá de dos islotes más grandes que se encontraban algo más cerca de la costa. Muchos se habían llegado a preguntar que cómo es que no decidieron construir La Roca en alguno de estos dos islotes, aunque la razón era bien sencilla; toda la zona de los islotes hacia la costa era bastante llana y apenas había orografía, mientras que en la zona donde su ubicaba La Roca los arrecifes eran una constante. Antes de que existiera La Roca, se habían sucedido una serie de naufragios que evidenciaron la necesidad de un faro que señalara el serio peligro que constituía esa parte. Tras su construcción, no había vuelto a darse ningún accidente, lo que evidenciaba su eficacia. Pero eso no quitaba que fuera el faro más peligroso de todos. En la jerga farera ecuestriana los faros se clasifican en tres tipos: los faros continentales adquirían el sobrenombre de paraíso, los insulares por su parte recibían el apelativo de purgatorio y los de en alta mar, infierno. Y La Roca se había ganado con todas las de la ley el sobrenombre de infierno de infiernos. Vaya suerte la mía.

Aun a pesar de todo, me gustaba mi trabajo; no siempre estaba metido en el faro, cada cierto tiempo hacía relevos con otro compañero mío y pasaba unos pocos días en tierra antes de volverme a hacer a la mar. Durante ese tiempo aprovecho para reencontrarme con mi familia y pasar un tiempo con ellos; mi mujer Whistle Sound y mi hija Deep Echo eran el motor que siempre hacía que la estancia en La Roca fuera algo pasajero, e incluso placentero. Al contrario de lo que la mayoría de los ponis solían pensar, la vida de un farero no es un muermo, al menos para mí; durante mi estancia en el faro leía, escribía, creaba recetas, pescaba cuando el mar me dejaba salir afuera, mantenía en condiciones al faro, y volvía a leer. De hecho lo que más solía hacer era leer, todo lo que podía. Cada vez que llegaba el barco con las nuevas provisiones, también me traían libros nuevos. Y durante los relevos, antes de volver, me traía de casa mis propios libros.

En ese justo momento me encontraba leyendo mientras desayunaba un buen tazón de leche con miel, avena y heno justo delante de la puerta principal; el sol lucia en lo alto del cielo, una suave brisa con olor salino me azotaba la crin y un mar totalmente en calma chicha me acompañaba. Justo después me pareció oír el inconfundible sonido de una proa rompiendo el agua al pasar, levanté la vista y distinguí la figura del barco de esa semana trayéndome el nuevo lote de suministros. Me puse en pie y dejé el libro en la mesita, mientras que me acercaba a la barandilla para ayudar al barco a atracar.


Vale, tengo buenas y malas noticias; las buenas es que esta idea me ha venido a la mente. Las malas es que me estoy poniendo con ella porque me encuentro un pelín bloqueado con Amor de madre. Lo he intentado, de veras que lo he hecho, pero tan solo me salen unas pocas palabras y ahí me quedo. Y tampoco quiero forzarme, ya que forzar una historia no es lo más aconsejable para los bloqueos. Me pasó lo mismo con Lo que fuimos, si mal no recuerdo, así que supongo que será una fase o algo parecido. Mientras tanto, puedo hacer otra cosa. Quizás así me vuelva la inspiración para con Amor de madre, quien sabe.

En cuanto a este en concreto, me ha inspirado principalmente el faro de Ar-Men, un faro del norte de Francia con unas condiciones muy similares y en el que me he basado netamente para constituir el de La Roca. No será un fic muy largo, pero me centraré en la historia del protagonista, contaré como es la vida de un farero y exploraré también el concepto de la soledad.

Siento las molestias que os pueda haber causado este repentino bloqueo salido de la nada que hasta a mí me ha pillado por sorpresa, ya sabéis como es esto, a veces se está y otras veces no. Pero las ideas no dejan de surgir, eso sí. Y eso es todo, comentad, dejad reviews y todo eso. ¡Nos leemos!