Otra pequeña historia para compensar el hecho de que hoy no pude postear el capítulo 64. Está terminado, y estará posteado mañana, lo prometo; quiero revisar la ortografía y la gramática, simplemente, pero el capítulo ya está terminado. Una vez que lo lea y corrija, va a ser posteado. Espero que les guste este pequeño puñado de líneas. Y perdón por retrasarme tanto, es que soy demasiado perfeccionista.


Si ella fuera una canción, sería tu canción favorita, aquella que tararearías todo el tiempo, todo el día, aquella que no podrías quitarte de la cabeza, aquella que escucharías hasta el segundo de tu muerte.

Si ella fuera una película, sería aquella que mirarías mil veces y otras mil más, sin cansarte ni aburrirte; sería la clase de película que te hace reír, llorar, meditar, reflexionar, pensar, sentir.

Si ella fuera una estación, sería el otoño perfecto, lleno de hojas de color dorado y bronce que se caen de los árboles y forman un mullido colchón en el suelo; lleno de atardeceres anaranjados y paseos por el parque; lleno de tormentas esporádicas en noches ideales para acurrucarse juntos y escuchar la lluvia caer sobre la ciudad.

Si ella fuera un color, sería ése color con el que pintarías el cielo. A ella le encanta el color lila. A vos te gustaría poder tomar un pincel y convertir el celeste del firmamento en lila, sólo para ella, sólo para verla sonreír.

Si ella fuera una flor, sería una rosa roja de pétalos perfectos y sin espinas. No necesitaría espinas para defenderse, porque vos la cuidarías para siempre de cualquiera que pudiera hacerle mal, como el Principito cuidaba de su rosa. Pero ella no sería una rosa soberbia: sería una rosa humilde. Ella es humilde, la persona más humilde que conocés.

Si ella fuera un sabor, sería el más dulce del mundo.

Si ella fuera un sentimiento, sería el más puro de todos.

Y si ella fuera una palabra, sería la palabra amor.