Un rayo de sol en mi alma.

Capítulo 1, panecillos dulces.

El destino es algo impredecible, uno nunca puede estar preparado a las sorpresas que nos deparara, el destino abecés puede ser muy cruel, y en otras ocasiones todo lo contrario, mi vida no siempre fue muy sencilla, no tuve lo que algunos llamarían como una infancia feliz, aunque tuve mis buenos momentos, no puedo contarlos como los mejores años de mi vida, abecés incluso me gustaría simplemente olvidar que sufrí todo lo que pase en mi niñez, pero eso sería estúpido, negar mi pasado seria negar quien soy, de no pasar lo que pase, quien sabe cómo sería actualmente, sería un poni muy diferente, e incluso jamás la hubiera conocido a ella.

Mi nombre es Sleit, y esta es mi historia.

Yo viví los primeros años de mi vida en un orfanato, no sabía quiénes fueron mis padres, me abandonaron cuando nací. Muchos niños del orfanato me molestaban todo el tiempo, me decían de cosas, me quitaban la comida, me jugaban bromas muy pesadas. Siempre me molestaban por mi apariencia física, quien no me conociera diría en aquel entonces que soy un niño de 5 años o incluso menos, cuando en realidad tenía casi el doble, era bastante bajo de estatura para mi edad, siempre con una crin naranja despeinada me podían encontrar, ojos azules y mi cuerpo blanco como la leche,. Yo era el objetivo de las burlas de los demás niños por ser el más pequeño y débil que los demás. Como sea, aún recuerdo como yo no lo soportaba más y me escondía de ellos, bajo una de las camas, o en un armario lleno de objetos de limpieza, o en un rincón oscuro, yo solía acurrucarme para llorar, no quería que nadie me viera llorando, solo les daría más razones para burlarse de mí, pensaba.

Un día no lo resistí más y golpee a uno de los que me agredían, estaba molestándome, no resistía más sus insultos así que sin pensarlo le di un fuerte puñetazo en la nariz a Miki, en ese instante el tiempos e detuvo para mí, nunca antes en mi vida avía actuado así, ni ellos mismos se esperaban que reaccionara así, yo no savia que hacer, tenía miedo de los mayores, que me castigaran, no podía soportar las miradas de los demás ponis de mi edad, estos estaban mirándome, sus miradas solo me atormentaban más, le avía dado una fuerte paliza a Miki, frente a todos sus amigos, no sabía que es lo que me iba a pasar, él estaba escupiendo sangre a montón, actué por impulso y nada más.

En verdad ni siquiera lo pensé cuando lo ataque, no era yo mismo. No lo soporte más y decidí huir de la escena, me escondí en un callejón por algunos días, ellos me buscaron, pero no me encontraron porque al poco tiempo me aleje lo más que pude del orfanato, me metí en una carreta guiada por un par de pegasos que trasportaban algunas cosas, ellos sin que lo supieran que yo estaba hay de polisón me llevaron a cloudsdale, donde pase los últimos meses viviendo de las sobras de los pegasos de ahí, ellos fueron muy desperdiciados, sobretodo una pareja que parecía vivir bien, yo siempre me metía a sus botes de basura y casi siempre encontraba algo ligeramente comestible. Intente abandonar la ciudad, pero no podía, me daba miedo, no savia volar, otro de los tantos motivos por los que siempre me escogían como blanco de burla, además del hecho de que tampoco avía conseguido mi marca. Me sentía como si estuviera en una isla desierta, pese a ser una de las ciudades más pobladas de equestria, yo no conocía a nadie, no tenía ningún lugar donde quedarme, tenía miedo hasta de mi propia sombra. No sabía qué hacer, estaba perdido.

Yo solía dormir en cajas abandonadas y en botes de basura cuando aquellos días que viví en cloudsdale, los botes de basura aunque algo apestosos, eran sitios muy tibios, y una vez que te acostumbrabas al olor no estaba tan mal, además del hecho de que podía encontrar en ellos muchos alimentos, sobras que solían dejar los pegasos de esa ciudad, ellos Vivian bastante bien, la comida no escaseaba, de hecho, creo que era mucho mejor la comida que encontraba en los botes de cloudsdale a la del orfanato. Me quede alrededor de 10 días en esa ciudad, me costaba moverme entre esa ciudad, el no saber bolar me impedía llegar muy lejos, solo podía caminar sobre las nubes, cosa que era un problema ya que no todas las calles tenían nubes, en un par de ocasiones estuve a punto de caerme de algunas nubes, el solo mirar hacia el suelo, me causaba mareo y miedo, intente volar un par de ocasiones, pero al mirar lo alto que estaba mi descenso, las alas se me paralizaban y caía, claro, no era tan idiota como para practicar sobre un abismo, mi caída era solo de medio metro, pero aun así me dolía.

Solía entrenar en la noche, así no me verían los demás pegasos si fallaba, o me estrellaba. Solo así me motivaba a intentar volar, sin el riesgo de que alguien se burle de mí. Una noche entrene toda la noche, porque sentía que ya solo me faltaba poco para lograrlo, sentí que solo me faltaba muy poco para poder dejar el suelo de nubes, sentía que me iba a elevar por fin después de tantos intentos fallidos, pero no, al final me estrelle contra una caza de nubes.

Estaba muy exhausto, solo quería dormir, luego de horas de entrenamiento sin descanso creo que cualquiera estaría en mi posición. Me levante del suele luego de mi última caída y corrí a buscar un bote de basura. No tarde demasiado en encontrar un sitio tibio y suave, en el interior de un bote de basura que se encontraba detrás de una tienda de telas, me recosté sobre el montón de trozos y retazos de tela, de repente sentí un pinchazo, me levante y resulto que era una aguja doblada que se me había clavado, me la saque de un solo tirón y no pude evitar dar un grito ahogado de dolor. Antes de recostarme otra vez revise que no hubiera más agujas en donde me iba a acostar, encontré algunas cuantas, las hice a un lado y me tendí en la cama aun un poco adolorido por la aguja que me clave hace poco. Esperaba dormir por lo menos 10 horas, estaba muy cansado, pero para mi suerte no fue así, solo pude dormir 4 horas, porque los gritos y alabanzas de un evento que se efectuaban en la plaza central de cloudsdale me despertaron.

Salí del bote de basura un poco irritado y molesto, aún estaba cansado, solo salí para ver qué es lo que sucedía hay afuera. De repente algo llamo mi atención en el cielo, tres torbellinos de relámpagos se veían muy claro, no podía creerlo, estaban aquí, los ídolos de mis compañeros del orfanato, los wonderbolts. Salí corriendo rápidamente, tenía que verlos más de cerca. Salí del callejón y frente a mí se encontraba una multitud de ponis pegazo, todos frente a una gran tarima de nubes, en donde en poco tiempo aterrizaron los wonderbolts. No podía creerlo era un sueño hecho realidad. Tenía que verlos más detenidamente, pero la multitud de ponis me impedían ver, en ese preciso instante maldecí el no saber bolar aun, intente elevarme y volar un poco, pero aparte de que aún no sabía volar, estaba aún muy cansado como para intentarlo. No tuve más opción que abrirme pazo entre los ponis, y dirigirme a la tarima, tenía que verlos, no podía perder esta oportunidad. Por primera vez mi baja estatura fue más que beneficiosa para mí, mi pequeño tamaño me permitió deslizarme entre los ponis sin que estos se dieran cuenta. No tarde mucho en llegar, pero aquí se me impuso otro problema, nuevamente maldecí mi corta estatura, estaba muy alta la tarima, no podía ver nada, así que intente escalarla, daba un brinco tras otro para intentar escalar la tarima, pero no podía, era muy alto. Pero no me di por vencido, inmediatamente volvía dar un brinco tras otro, y finalmente lo logre gracias a que use el aleteo de mis alas para impulsarme y dar un salto más alto, pude aferrarme a la tarima e intente escalar, apenas y si logre asomar la cabeza y es entonces que pude verlos, a los 3 wonderbolts, los mejores voladores de toda equestria, me quede viendo sus uniformes, me quede impactado y emocionado, esos uniformes azules con rayos amarillos, actualmente me parecen un poco ridículos jejeje, pero cuando era niño, me parecían geniales.

Si los demás huérfanos supieran donde estuve de seguro que se morirán de envidia, pensaba. Me quede mirando más detenidamente desde donde estaba a los wonderbolts, y me pareció ver algo familiar en uno de ellos, no sabía que era en ese momento, y antes de que pudiera ponerme a pensar que era de repente algo me toma y me quita de la tarima.

-Por fin te encontré-escuche, era el poni que me sostenía, era Long shot, uno de los asistentes de la directora, un pegazo gris de crin morada y ojos naranjas, uno de los encargados de mantener en orden a los niños del orfanato donde vengo.

-¡La directora está muy enojada con tigo, que no entiendes que el que tú te fueras también nos causa problemas a nosotros, nos afectan en los fondos, veamos si con 2 días sin alimento y aislado te compones!- dice Long shot con un tono muy molesto.

Co, como me encontraste- dije muy asustado.

Simple, bajo órdenes de la directora publicamos tu desaparición como perdida, y ayer nos llegó una carta de un poni que te vio, o bueno describió a un pegazo de tus características que aparentemente no sabía bolar, esculcando los botes de basura de la ciudad- dice Long shot.

Estaba que me moría del miedo, no sabía que es lo que me iba a pasar, si bien Long shot ya me respondió cual sería mi castigo, aún tenía algo de miedo por lo que me puedan hacer Miki y sus amigos, Miki no es de los que olvidan algo como una paliza de un día para otro, él es de los que buscan venganza con ayuda de su pandilla. Tenía miedo, no podía pensar en otra cosa más que en sus torturas y bromas que me depararan al regresar a casa. Antes Miki me molestaba sin razón aparente, ahora tenía una razón para molestarme, no podía sacármelo de la cabeza.

Pasaron los dos días de castigo, sin comida y sin visitas, encerrado en un cuarto pequeño que solo gozaba de un baño que no estaba muy limpio que digamos. Una vez que Salí del cuarto de castigos, por fin escuche las palabras que tanto ansiaba oír. Sleid es hora de desayunar.

Por fin, luego de 2 días, por fin iba a comer algo, pensaba, pero en eso me llego a la mente Miki y su pandilla, el acostumbra quitarme el desayuno, ya que es la única comida del día en que sirven pan dulce, el cual le encanta a Miki, no quería, tenía que darme prisa, no quería dárselo, el pan dulce era lo mejor del orfanato, echo a pesuña por la vieja cocinera del orfanato, únicamente superado por los pequeños pasteles que ella hacia siempre que alguno de nosotros cumplía años, una buena mujer en verdad, creo que era la única en todo el orfanato que recordaba todos los nombres y cumpleaños de todos nosotros.

Bueno de vuelta al desayuno, corrí lo más pronto que pude, en mi mente se había planteado un objetivo, conseguir uno de esos panes dulces y no permitir que Miki me lo quite, para ello tenía que comérmelo al instante que me lo den en mis cascos. Tenía que apresurarme, el problema no era que se acabaran pronto, la cocinera siempre hacia el número exacto y se aseguraba de darle uno a cada poni, el único problema era Miki, que siempre me robaba los pastelillos, mientras corría no podía dejar de pensar en de que sería, en de que serían los panes de hoy, quizás de moras, o de jalea de fresa, o de chocolate con relleno de vainilla, o chispas de chocolate, eran bolas de masa, casi siempre rellenas de algún tipo de jalea o dulce, eran muy sencillas de hacer, un pan que no tenía mucha ciencia, pero también muy deliciosas. No podía sacármelos de la mente, estaba que dejaba un rastro de baba tras de mí.

Por fin llegue a la cafetería, muy poco higiénica como siempre, pero no me importaba, ya tenía más de 10 días sin comer uno de esos panecitos dulces, estaba muy ansioso, me forme en la fila y solo rezaba por que no apareciera Miki o su hermano charli y se colocarán a un lado de mi para quitarme el pastelillo cuando me lo dieran. Luego de un par de minutos de espera por fin fue mi turno.

-¡Hola Sleid! qué bueno que estas de regreso, creí que te había pasado algo- dice la vieja cocinera, ese comentario de ella me asombro, en los 2 días que llebo de haber llegado, es la primera vez que escucho que alguien siquiera le interese saber qué es lo que me paso en estos días, ni siquiera la directora se molestó en preguntarme, solo me regaño por abandonar el orfanato y me dio un largo sermón de lo que le perjudica a ella y la institución, me da igual ese discurso, me entro por una oreja y me salió por el otro así que no recuerdo que es lo que me dijo.

-Em, yo em, solo estuve por ahí- le dije a la cocinera, no sabía que responderle. Fue lo mejor que se me ocurrió.

La cocinera estuvo a punto de decirme algo, pero la presión de la fila me obligo a irme de ahí, todos tenían hambre y tenían ganas de probar esos panecillos dulces.

Salí de la cafetería y entre al comedor, que estaba continuo de esta, un salón grande repleto de barias mesas y cillas, casi todos los asientos estaban ocupados, no había dónde sentarme, comúnmente siempre me sentaba en las orillas más alejadas de las mesas, así evitaba que alguien intentara tumbarme la comida, pero para eso tenía que venir más temprano, y ya era un poco tarde, así que no tenia de otra, tenía que sentarme al lado de alguien, de quien, esa era la incógnita. De repente escuche algo que me helo la sangre, la vos de Miki, no preste atención a lo que dijo, pero yo actué en automático al escuchar su vos e introduje el pastelillo en mi boca, Miki pasó a aun lado de mí, pero no me hace nada, ni siquiera su típico choque intencional de hombro para hacerme tirar la charola, pazo junto a mi sin siquiera mirarme, en eso me confundió bastante, no sabía que era lo que había pasado, quizás la directora o alguno de los perfectos hablo con el asolas, o quizás se sentía culpable por que por su culpa me perdí por 10 días, no sé, eran ideas que pasaban por mi mente para intentar comprender lo que había pasado, aunque, pronto lo averiguaría.

Por un instante sentía que me ahogaba, el apresurarme en comerme el panecito avían echo que se me fuera por otro lado, empecé a toser muy fuerte. Me deprimí en ese instante, no pude saborear el panecito como se debía, me lo comí muy rápido.

Tome mi charola y continué con mi búsqueda de un asiento, aún tenía un plato de avena y un vaso de leche, aunque un poco amarga, es mejor que la avena que siempre esta ceca e incluso puedes encontrar en ella arañas muertas, se rumorea que la avena proviene de un recipiente enorme más viejo que la cocinera. Jejeje, como sea. Luego de estar parado por unos minutos encontré asiento junta a Bili, uno de los ponis más grandes en estatura del orfanato, aunque, pese a su gran tamaño el en realidad tenía mi edad, nadie se creía que tenía nueve años, era bastante grande, Bili es un poni muy serio y callado, y nadie se mete con el gracias a su gran estatura y fuerza, se le ha visto cargar algunos muebles grandes él solo comúnmente es al que ponen a acomodar los muebles, y acomodar objetos pesados en el orfanato, Bili es un poni muy serio, él está en el orfanato desde que tenía 5 años, se dice que él vio morir a sus padres y por eso es así de serio, nadie sabe en realidad porque es así, solo la directora lo sabe pero ella nunca rebela información de los demás huérfanos, ya ni yo que soy el blanco de todas las burlas soy tan frio como Bili. Bili es serio, pero con el tiempo he podido entablar conversación con él, quizás sea el que le va peor en el orfanato, pero también soy el más animado, eso cuando no estoy deprimido claro. Bili es lo más parecido que tengo a un amigo en este orfanato, él y la ardilla que alimento en el parque.

Estaba comiendo tranquilamente cuando de repente algo llama mi atención, frente a mí, algunas mesas adelante pude ver a Miki, suplicando, no podía ver con quien suplicaba porque un poni me tapaba la vista, pero pude verlo de rodillas. Intente contener las ganas de reírme, Ya que sabía que si el me veía reírme de él me dejaría el ojo morado, otra vez. El verlo así, suplicando, en verdad era un gran esfuerzo para mí no cagarme de la risa. Pero mi riza desapareció cuando el poni que me obstruía la vista se quitó de enfrente al terminar de comer. Me quede atónito, impactado, paralizado, la yegua con la que el suplicaba, era la yegua más hermosa que he visto en mi vida, una unicornio azul cielo con crin amarilla y ojos verdes de un alrededor de 10 o 11 años de edad. Me quede paralizado con solo verla, era muy bonita, ahora entendía por qué Miki no me molesto el día de hoy.

-¡Hey, Sleid se te cae la baba!- dice Bili, bajándome de la nube en que estaba.

-Aaa, perdón- dije mientras me limpiaba.

-Ten más cuidado- dice Bili.

-Em , si, jejeje, hollé, qui… ¿quién es ella?-pregunte un poco tímido.

-Su nombre es cristal, llego hace como 5 días, cuando tu no estabas- dice Bili mientras sigue comiendo su avena.

-Cristal, es un lindo nombre- dije sin pensar.

-¡Hey, Sleid, no pensaras en, no ves que Miki quiere con ella, si siquiera intentas acercártele, te matara, lo que te hacia antes no será nada comparado con lo que te ara si te acercas a ella!- dice Bili.

-Em…. si, lo sé- dije muy desanimado, eso sí me deprimió.

-Bien, será mejor que no te agás iluciones- dice Bili y toma su pan dulce y lo muerde.

Yo me quede sentado, viendo mi plato de avena, intentaba no pensar en ella, pero no podía, era muy linda, nunca antes había sentido esto por alguien, en verdad, creo que estoy flechado.