DISCLAIMER: Naruto no me pertenece.
ADVERTENCIA: Muerte de personajes/ Leve OoC/ Inspirada en la película Life as We Know It.
Espero que lo disfruten.
Un intento de familia
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Capítulo 1: Última voluntad
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Había pretendido no llorar.
Por todos los medios, trató de conservar la compostura. No debía demostrar sus sentimientos. Era imperdonable que siendo la kunoichi que era se dejara llevar por sus emociones; que cayera presa del desconsuelo. Sin embargo, su conato de entereza fue inútil, escorando a mediocre.
Cuando la mano debidamente enguantada de Sakura soltó el picaporte, el dolor en todo su esplendor cayó sobre ella, reduciéndola. Sintió náuseas en el preciso momento que fue superada por la realidad, pero logró retenerlas gracias a la costumbre. Ya había llorado a suficientes muertos. A pesar de eso, la muchacha seguía sin poder creérselo. Y si no fuera porque acababa de ver los cuerpos con sus propios ojos, jamás hubiese dado crédito a que una tragedia tan grande se hubiese podido llevar a cabo.
Los ojos verdes volvieron a llenársele de lágrimas, delatores, cuando en su mente se reprodujeron las imágenes de hace un instante: el rostro lívido y los labios amoratados de Naruto; las facciones mancilladas y las cuencas vacías de Hinata. Sí, ellos, sus dos amigos habían perecido en el servicio de su deber. En una misión diplomática (sin riesgo) que cobró sus vidas.
Por inverosímil que suene, esa no era la verdadera tragedia. Había algo peor ¡Execrable! Algo que haría renegar de la vida a la persona más optimista del mundo: la repetición de un patrón que años atrás marcó la vida de Naruto y, a su modo, también la de Hinata.
Orfandad.
Con tan solo seis meses de nacida Uzumaki Natsumi, una adorable niña de rubios cabellos y ojos perlados, se acababa de convertir en huérfana. Acababa de perder a sus padres. Unos que la habían llevado en el corazón hasta el último hálito de sus vidas, hasta el último palpitar. Ella se había quedado sola. Tras ese recuerdo, Sakura fue incapaz de seguir reprimiendo las arcadas. Se encorvó, involuntariamente, y allí mismo en el corredor, vomitó todo cuanto había en su estómago al tiempo que la banda ninja resbalaba de su cabeza hasta caer al suelo. Precisamente, así la encontró Neji. La escena de Sakura en ese estado tan deplorable fue todo lo que necesitó el chico para confirmar la veracidad de los rumores que habían llegado a sus oídos tan solo poner un pie en la aldea.
Un dolor fortísimo se instaló en su pecho. No obstante, haciendo de tripas corazón, ignoró olímpicamente el ardor de su caja torácica y prestó más atención a lo que sucedía a su alrededor. Neji miró a ambos lados del pasillo de la morgue, pero no vio a nadie. Entonces, se acercó a Sakura, no sin cierto recelo (bien conocida era la mala relación que llevaban) y acuclillándose frente a ella, le apartó el flequillo del rostro para comprobar que estuviera bien. A parte de la estela de sudor que bañaba su cara y de tener los ojos rojos, lo estaba. Sin embargo, Neji no pudo evitar sorprenderse cuando, sin prevérselo, Sakura se lanzó a sus brazos y, ceñida a su regazo, lloró a moco suelto.
—Es-están muertos —barboteó ella, sofocando las palabras en la camisa blanca del chico mientras se aferraba a las mangas como lo haría un náufrago a una tabla de salvación en medio del mar.
Incómodo, Neji le dio una serie de palmaditas torpes en la espalda para que se calmara. Las lágrimas nunca habían sido de su agrado y no empezaría a simpatizar ahora con esas sensibilidades -a su entender- absurdas. Eso no cambiaría nada. Eso no le devolvería a Hinata.
Como si le hubiesen pasado un interruptor, Sakura fue consciente de lo que estaba haciendo ¡Estaba abrazando a Hyuga Neji! Entonces, retrocedió un par de pasos, dando botes al tiempo que se separaba de él como si su torso quemara.
—Lo siento. —Abrumada, se alejó lo más que pudo—. En serio, lo siento.
Neji solo negó, dispensándola.
La guerra lo había convertido en un hombre duro. Mejor dicho, la vida había endurecido su temple. Sin embargo, era capaz de reconocer el padecimiento ajeno cuando lo veía y Sakura estaba sufriendo. Volvió a negar, pero esta vez lo hizo para interrumpir el derrotero de sus pensamientos. No era el momento de ser empático. Él acababa de perder a su prima, la figura más cercana a una hermana que había tenido y a Naruto, lo más parecido a un amigo que consiguió después de la supuesta muerte de Lee. No podía ponerse en el lugar de Sakura y sentir como suya la pérdida de ella, porque eso sería añadirle más peso a su propio dolor.
Definitivamente, no podía.
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Konoha estaba de luto.
Los aldeanos estaban desolados, porque habían perdido a dos importantes piezas que, de una u otra forma, aseguraban su bienestar: Uzumaki Naruto, virtual sexto Hokage y héroe de la Cuarta Guerra Mundial Shinobi, junto con su esposa, Hyuga Hinata, excelente kunoichi y miembro –exiliado- de uno de los clanes más importantes de la villa.
Así, pues, habían transcurridos varios días desde que se celebró el sepelio y todos los actos fúnebres para despedir al matrimonio Uzumaki, cuando Neji y Sakura recibieron una convocatoria de carácter confidencial, firmada por la Hokage. El primero en llegar al lugar de la reunión, como era obvio, fue Neji. Al cabo de unos minutos, Sakura hizo acto de presencia. Venía desarreglada y ojerosa; en total contraste con la apariencia sobria del joven Hyuga. Una vez ahí, Tsunade los hizo pasar a su oficina. El aspecto desaliñado de Sakura se le antojó decadente; sin embargo, desde que se rompieron relaciones con la Aldea de las Nubes por ser considerados los principales sospechosos del ataque en el que perecieron Naruto y Hinata, ella tenía cosas más serias en que ocupar su mente como para alarmarse por el hecho de que su alumna decidiera dejar de bañarse y cambiarse de ropa. Miró a Sakura de forma reprobatoria y fue la primera en tomar la palabra:
—Supongo, que ya saben porque los he hecho venir.
Instintivamente, Sakura buscó la mirada de Neji para sopesar que tan al tanto estaba él, pero la halló vacía. Ninguno de los dos sabía nada.
—La verdad, es que no tenemos ni idea, Tsunade-shisou. —De reojo, la pelirrosa vio el ceño de Neji fruncirse, por lo que, apurada, corrigió—. Yo no tengo ni la más remota idea.
—Es por Natsumi —explicó la mujer, segura de que la mención de la niña esclarecería cualquier duda.
La culpa golpeó a Sakura en la cara. Excitada, se envaró en su sitio y volvió a ubicar a Neji en su campo visual. Esta vez, el muchacho no se molestó en devolverle el gesto; estaba sumido en un caviloso silencio, analizando cada palabra de la Hokage.
—¿Le pasó algo a la niña? —interrogó Sakura, temerosa. No la había visto desde el día antes de que Naruto y Hinata se embarcaran en aquella misión atroz. De hecho, no había tenido mucho tiempo para pensar en ella. La conciencia volvió a remorderle—. ¿Acaso se enfermó?
—Nada de eso —desestimó Tsunade con una mueca de apatía. Finalmente, añadió sin rodeos—. Están aquí para discutir el futuro de Natsumi. Como imagino que están enterados, Naruto y Hinata habían amasado una considerable suma de dinero, producto de sus salarios por ser ninjas activos, sus inversiones en algunas fabricas de la villa; además, de la indemnización que la aldea le otorga a los familiares más directos en caso de lesiones irreversibles o fallecimiento…
La voz de una Sakura ostensiblemente confundida detuvo, sin la menor consideración, la perorata de la Sanin:
—Un momento; no entiendo que tengo que ver yo en todo esto. —Ella podía justificar la presencia de Neji. Después de todo, él era pariente de Hinata, pero lo que no lograba atinar era porque Tsunade la había hecho venir ¿Qué pito tocaba ella ahí?—. Además de ser la pediatra de Natsumi, no sé…
—No solo eres su médico, Sakura. Ella es tu ahijada; de ambos —señaló, posando sus expectantes ojos ámbar en dirección a Neji, quien sigilosamente ya había logrado formarse una opinión de la razón por la que fueron citados.
—Sí —admitió el chico, hablando por primera vez—, pero ¿eso qué relación guarda con los bienes de mi prima y Naruto? Está más que claro que… —Miró a Sakura de soslayo—, nosotros no somos abogados o financieros. Somos ninjas.
—Y los encargados de cuidar de Natsumi —completó Tsunade a bocajarro—. Al menos hasta que cumpla la mayoría de edad.
Sakura torció el gesto con molestia mientras Neji dejaba caer las pestañas con cansancio y resoplaba:
—¿Qué significa eso?
—¡Un maldito chiste! —querelló la pelirrosa, enarcando una ceja con descrédito.
—Que ustedes fueron designados por Hinata y Naruto como tutores legales de su hija —explicó con calma la rubia, ignorando los berrinches de Sakura.
Enseguida, la noticia enmudeció sus voces.
...
—¡No puedes estar hablando enserio!
Tsunade asintió, mirando a Sakura, fijamente.
—¿Qué tan legítimo es esto? —Quiso saber Neji.
La pelirrosa posó sus jades en él al notar la serenidad de su tono para encontrarse con unas facciones más imperturbables aún. Se sorprendió. Ella estaba hecha un manojos de nervios; Neji, en cambio, parecía más fresco que una lechuga, como si lo hubiese visto venir ¿Acaso él sí lo sabía? ¿Acaso siempre estuvo al tanto de la decisión de Naruto y Hinata?
Tsunade rebuscó en su escritorio y sacando un pergamino que le tendió a Neji, determinó:
—Mucho. Como puedes ver, Naruto y Hinata lo dejaron todo en orden antes de morir. Tomaron las previsiones legales necesarias para que ustedes figuraran como los padres sustitutos de Natsumi en el caso de que los dos faltaran.
—Sigo creyendo que esto no es más que un muy mal chiste —comentó Sakura, acercándose a Neji para inspeccionar con sus propios ojos que tan cierto era lo que acababa de decir la Sanin.
—Ningún chiste —la contradijo el de ojos perlas—. Esto es muy serio y completamente legal, además. Lo que no significa que debas aceptar si no quieres.
Sakura lo oteó, pasmada ¿Él estaba considerando hacerse cargo de Natsumi? ¿Quería ser su tutor? Meneó la cabeza con desmayo ¿Cómo se les fue a ocurrir a ese par que ella podía responder por una criatura cuando a duras penas podía conducir los hilos de su vida? ¿Cómo se atrevieron Naruto y Hinata a hacerle eso?
—Pensé que ustedes estaban al tanto —expresó la rubia, contrariada.
—Créame que estoy tan molesta como usted. No le entregas tu hija a alguien y se te olvida hacerles saber ese pequeño detalle.
—¡No tienes que hacerte cargo! —repitió Neji en un grito de exasperación.
La agredida quedó petrificada.
—Me temo que esa es la única manera de que la última voluntad de Naruto y Hinata pueda cumplirse. Como era de esperarse, el Consejo del Clan Hyuga ya instauró una demanda para exigir la guardia y custodia de la menor y, a menos que ustedes hagan efectivo ese poder, el juzgado fallará a favor de ellos.
—¡De ninguna manera! —negó Neji con molestia, dilucidando cualquier duda que Sakura se hubiera formado de sus intenciones—. ¿Sakura? —llamó, pero al no obtener respuesta insistió, ahora, mirándola a la cara— ¿Sakura?
La aludida parecía haberse ido de la reunión. Su cuerpo estaba ahí, sí, pero su mirada ausente delataba su atolondramiento. Su respiración era entrecortada y las manos las había convertido en puños. Los divisó.
—¿Sakura? —musitaron Neji y Tsunade al unísono cuando creyeron tener su atención.
No obtuvieron más respuesta que un rotundo ¡No! Sucedido de un fuerte portazo.
...
—Siempre he pensado que Naruto tenía muy malas ideas —bromeó Ino Yamanaka mientras vertía en un cilindro el contenido viscoso de una jeringa—. ¡Mira que pensar que tú puedes ver por su hija cuando no eres capaz de tomar ni las riendas de tu vida!
—Eso es lo que yo digo —coincidió la pelirrosa.
Ella era una gran kunoichi, y una ninja médico excepcional. Sin embargo, sus habilidades profesionales se veían opacadas por el hecho de que su estilo de vida era un asco. Ella vivía por y para su trabajo. Desde que terminara la Cuarta Guerra, de eso ya tres años, Sakura no había logrado levantar cabeza. Estaba anclada al recuerdo de un amor que nunca se dio y el trauma que sufrió tras perderlo era algo que aún no superaba. Ino ni siquiera estaba segura de que fuera una persona emocionalmente estable.
—Yo quiero a esa niña —retomó Sakura, tras una pausa—, pero sé que yo no soy lo mejor para ella.
La cabellera rubia de Ino se meneó en señal de acuerdo. Siguieron caminando en silencio hasta llegar al mostrador de la sala de emergencias. Ino entró y tras guardar en una cubitera las muestras de sangre que les había tomado a sus pacientes, observó a Sakura que estaba revisando unas historias clínicas.
—¿Vamos por un trago más tarde?
Como toda respuesta, la pelirrosa se alzó de hombros.
—¡Moros en la costa! —la previno la rubia, abriendo los ojos con desmesura. Cuando Sakura se volvió, tropezó con Neji.
—¿Qué haces aquí? —chilló. Era la última persona que se le antojaba ver.
—Vine a hablar contigo —replicó el interpelado con obviedad.
Sakura roló los ojos y puso los brazos en jarras sobre la cintura.
—Tranquila, que no vine a presionarte ni nada por el estilo. Solo quería que supieras que mañana a las ocho es la primera audiencia para decidir quién se queda con la custodia de Natsumi.
Ambos guardaron silencio durante unos segundos interminables. Ino espiaba con cautela.
—Tú lo sabías, ¿verdad? —lo acusó Sakura con vehemencia.
—¿El qué?
—La decisión de Naruto y Hinata. Sabías que en caso de que ellos murieran nosotros seríamos designados como tutores legales de Natsumi.
—Por supuesto que no —se defendió Neji. Su tono no dejaba lugar a dudas y eso confundió más a Sakura—, pero entiendo sus razones.
¿Razones? ¿De qué putas razones hablaba? Ella no encontraba ni una sola y él hablaba en plural. Definitivamente, Neji tenía más de loco que de genio.
—No entiendo —manifestó—. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo, entonces? ¿Ni siquiera pareces asustado?
Él la miró con el estupor reflejado en sus ojos perlas. A veces olvidaba que Sakura no era más que una niñata asustada. Una que con su arrojo había ayudado a ganar la guerra, pero que en el proceso había perdido muchas cosas. Desde entonces, no vuelto a ser la misma.
—Lo estoy —confesó Neji en un murmullo apenas audible, sintiendo una profunda vergüenza—. Estoy muerto de miedo, Sakura, pero me rehúso a permitir que Natsumi corra con mi suerte o con la de Hinata. El Clan Hyuga es una mierda y no voy a dejar que a ella también le arruinen la vida.
Cuando Sakura superó la conmoción por la reciente confidencia de Neji y se preparaba para replicar, notó que el chico ya había emprendido el camino hacia la salida. Quiso detenerlo, sin embargo, se abstuvo al darse cuenta que no sabía que decirle. Ella tampoco quería que Natsumi sufriera el calvario de crecer en el seno del un clan tan corrupto como el Hyuga. Una secta regida por un montón de normas absurdas y crueles que casi le destruyen la vida a Hinata y al mismo Neji, pero ella no estaba preparada para tomar una responsabilidad tan grande.
No podía hacerlo.
—¿Qué pasó? —murmuró Ino, impaciente, porque no había podido escuchar lo que Neji había dicho.
Sakura le dedicó una sonrisa triste.
...
Debe haber otra solución, suplicó para sus adentros como por enésima vez Sakura.
Esa mañana se había levantado muy temprano, había pasado por la floristería Yamanaka, comprado un ramo de crisantemos y emprendido camino hacia el cementerio de la aldea. Allí estaba frente a la tumba de sus amigos, pidiéndoles perdón por ser una persona tan deleznable. Por no poder corresponder a la confianza que pusieron en ella al encargarle la seguridad del ser que más querían sobre la faz de la tierra. Por ser una cobarde. Una traidora.
Sakura quería corresponder a todo lo que Naruto siempre hizo por ella; al cariño desinteresado que le brindó Hinata; a los años de amistad con ambos. Solo que una persona que estaba rota por dentro, que tenía tantas heridas sin sanar, no podía ser la madre sustituta de una niña huérfana. Allí, en el sepulcro de Naruto y Hinata, a solo tres tumbas de la del Uchiha menor, Sakura deseó morir y reunirse con Sasuke, si con ello podía revivir aunque fuera a uno de los padres de Natsumi. Lloró.
—Sabía que te encontraría aquí —susurró una voz queda a sus espaldas. La pelirrosa la reconoció como la de su sensei y se apuró a secarse las lágrimas—. No importa cuánto te las limpies; las del alma son las que importan.
—Kakashi-sensei —susurró.
El hombre aguardó a que ella dijera todo lo tenía para decir y cuando cayó en la cuenta que no pensaba agregar nada más, habló él:
—Vine a cumplir un pedido que esperé no tener que hacer nunca, pero ¿ya ves cómo es la vida? —Su mirada vagó de la tumba de Sasuke a la de Naruto—. Te da lo que ella quiere y no lo que tú has pedido. No importa que lo merezcas o no.
Sakura no respondió. Siguió con la vista puesta en las inscripciones de las lápidas frente a ella mientras que, en su fuero interno, rogaba poder encontrar una salida que ayudará a su ahijada a librarse de la dañina influencia del Clan Hyuga y que no supusiera que ella tuviera que hacerse cargo. Imploró. Sus súplicas se vieron interrumpidas cuando Kakashi la tomó por el hombro y con delicadeza deslizó un pergamino hasta dejarlo en su mano.
—¿Qué esto? —preguntó, reaccionando.
—La última voluntad de Naruto.
Sakura clavó su mirada en la espalda de Kakashi que de pronto desapareció en una nube de humo. Una vez a solas, desenrolló el pergamino y con curiosidad empezó a leerlo. Sintió como su corazón se partía en trozos muy pequeños cuando reconoció la caligrafía de Naruto:
...
Para: Haruno Sakura.
No tengo ni idea de cómo empezar a escribir esta carta, pero sé que me gustaría que jamás llegara a tus manos. Sin embargo, si estás leyendo esto, Sakura-chan, significa que las cosas no salieron tan bien como hubiese querido; eso quiere decir que ya no estoy entre ustedes; que Hinata tampoco está.
¡Ojalá nunca tengas que leerla-dattebayo!
Escribo esto a pocas horas del nacimiento de mi hija ¿Puedes creerlo, Sakura-chan, ya soy papá?
...
Sakura paró de leer, porque le resultaba demasiado doloroso. Era injusto que hubiera pasado todo eso: ellos no debieron morir, no debieron haber dejado a Natsumi sola ¡No debieron! Inhaló y exhaló varias veces y solo cuando se sintió con ánimos, retomó la lectura con una agorera sensación planeando sobre ella:
...
Hinata y yo aún no decidimos que nombre ponerle, pero lo que sí no está a discusión es que tú serás la madrina. Supongo que a estas alturas, ya lo eres. En fin, no quiero aburrirte con todo esto, solo quiero que sepas que jamás pensé que se pudiera ser tan feliz y es que desde que vi el rostro de mi hija, mis latidos no han bajado el ritmo ni por un segundo; el corazón me palpita tan fuerte que me pregunto cómo no me ha estallado todavía. Si estás leyendo esto quiero que sepas que fui feliz. Mucho. Así que no estés triste por mí.
Pero, tal y como me dijiste una vez, nada es eterno.
Hoy descubrí que hay cosas que me importan más que el ramen de Ichiraku's o convertirme en Hokage. Lo que más me preocupa en el mundo es el bienestar de mi hija. Y aunque sé que nadie la va a amar como nosotros, cuando Hinata y yo ya no estemos con ella necesitaremos de alguien que la proteja; alguien que no permita que se repita con ella nuestra historia. Alguien que le diga todos los días que ella vale la pena; que puede lograr lo que se proponga; que todas las noches la abrigue para que no se resfrié y le lea un cuento antes de dormir. Alguien que la cuide cuando enferme; que vele sus sueños; que la haga reír cuando esté triste. Alguien que le dé motivos para continuar siempre que las fuerzas le fallen, pero, sobre todo, alguien que la ame de verdad…
Y de todas las personas que hay en el mundo, sé que solo existe una que puede hacerlo. Ese alguien solo puedes ser tú, Sakura-chan, mi mejor amiga. Mi hermana. Solo tú podrías cuidar de mi hija como lo haríamos Hinata y yo. Y puede que te enoje que lo haya decidido sin consultarte... ¿Qué digo? ¡Sé que estás enojada y confundida! Pero debes saber que eres la persona en la que más confío. La única a la que le confiaría mi tesoro.
Solo tú-dattebayo.
Uzumaki Naruto.
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Cuando terminó de leer, el pergamino estaba manchado con sus gruesas lágrimas. Arrugó al papel y se lo llevó al pecho, que se movía de arriba abajo por el marcado ritmo cardíaco, al tiempo que una sonrisa decidida se pergeñaba en su semblante.
...
Neji llegó al juzgado a eso de las siete y media de la mañana, acompañado por su prometida y novia desde hace dos años, Tenten. Se veía muy nervioso; hecho que podía tomarse como un hito en la historia de una persona que tenía fama de ser tan frío como un iceberg. Caminaba de un lado al otro del gran pasillo e inspeccionaba cada cinco segundos el gran reloj de pared que parecía, según su tergiversada impresión, ir en retroceso. Tampoco apartaba la mirada de la entrada. El semblante del muchacho se ensombreció cuando al tribunal llegaron los miembros del Clan Hyuga designados para representar a la familia en el proceso judicial. Con ellos venía Hanabi.
—Lo siento —la escuchó susurrar cuando ella pasó cerca de él.
Él asintió. Sabía que ella estaba ahí en contra de su voluntad. Es más, Neji tenía pleno conocimiento de que la única razón por la que Hyuga Hanabi permanecía en el clan, incluso después de la muerte de su padre en la guerra y posterior deserción de su hermana, era por temor al sello. ¡Maldito sello!
Las puertas del gran salón donde se celebraría la audiencia, se abrieron de par en par cuando el reloj marcó las ocho en punto. Todos los presentes ingresaron y antes de hacer él lo propio, Neji echó un desesperado vistazo a la entrada, pero sus esperanzas de verla llegar en el último momento se estrellaron ante el desolado pasillo. Sakura había decidido no ir, después de todo. Entró. Acto seguido, tomó asiento donde le correspondía, al lado izquierdo de la Hokage. Cuando todos se pusieron de pie mientras esperaban el ingreso del juez que presidiría la sesión, Neji sintió que alguien lo tomaba de la mano. Asaltado por la duda, giró la cabeza hacia su lado derecho y de pie junto a él, ocupando el antiguo puesto vacío, estaba Haruno Sakura. Bajó la mirada para enfocar sus manos unidas.
—Estoy contigo —profesó Sakura en un musito cargado de determinación—. No estás solo en esto.
Al salir del estupor, Neji sonrió al tiempo que una felicidad indescriptible se adueñaba de cada célula de su ser.
...
El receso había terminado. Para sorpresa de todos, el juez había decido dar un veredicto hoy mismo. Todos estaban ansiosos. Por sobre todo, a Neji le preocupaba que el juez se hubiese dejado amilanar por los argumentos del Consejo del Clan Hyuga que, si se permitía ser honesto, habían sido muy convincentes. Cuando reparó en el semblante de Sakura, se dio cuenta que ella estaba igual o (si eso fuera posible) más angustiada que él ¿Qué había pasado para que cambiara de parecer? Él casi podía jurar que a ella le daba lo mismo si se quedaban con la custodia de Natsumi o no, pero desde que llegó pudo notar el cambió de su conducta al ser eficiente. Había declarado sin asomo de dudas que ella sería una buena madre y que no tenían de que preocuparse porque la niña no podría haber quedado en mejores manos. Y sus palabras estaban lastradas de sinceridad.
Todo se quedó en repentina calma cuando el juez se sentó en el podio. La tensión caló la atmósfera. El pelicastaño advirtió por el rabillo del ojo como el labio inferior de Sakura empezaba a temblar y como su mirada jade se cristalizó, augurando llanto. Presa del mismo impulso que había movido a Sakura horas antes, Neji aferró su mano con fuerza y sin necesidad de palabras, Sakura entendió el mensaje.
—Bueno —habló el juez después de aclararse la garganta—. Se ha llegado a una resolución luego de escuchar los testimonios de las partes… —Hubo una corta pausa en la que Sakura aprovechó para estrechar con más ahínco la mano de Neji—. Con el único fin de asegurar el bienestar de la menor Uzumaki Natsumi, esta Corte ha decidido respetar la última voluntad de los padres. —Dos corazones se detuvieron para luego retomar sus ritmos, desbocados—, y entregar la custodia temporal a los ciudadanos Hyuga Neji y Haruno Sakura, ambos ninjas al servicio de la aldea.
Los aplausos fueron acallados por el mazo al chocar contra la madera repetidas veces. Todos estaban felices, pero el joven Hyuga no había pasado por alto el hecho de que el juez había dicho custodia temporal.
—Sin embargo —retomó el magistrado con cierto cólera por la interrupción—. Los mismos deberán cumplir una serie de requerimientos para poder obtener la guardia y custodia definitiva. —Sakura miró a Neji; él quiso serenarla, pero no estaba seguro de que de verdad podían estar tranquilos. Afianzó el agarre—. De no cumplir, la menor será entregada a la familia de la madre.
El silencio volvió a reinar por unos segundos.
—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó Sakura en un cuchicheó.
—Que si se demuestra que ustedes no son buenos padres, pueden quitarle a la niña —les explicó Tsunade sin prestarle atención a la mirada censuradora del juez. Ella era la Hokage, maldita sea.
—Lo más importante es restaurar la zona de confort a la que estaba acostumbrada la menor, por lo que lo primero que deberán hacer es mudarse juntos a la casa antiguamente habitada por el matrimonio Uzumaki.
La orden del magistrado les cayó como un balde agua fría. Neji buscó la reacción de Sakura al tiempo que ella soltaba su mano como si la hubiese electrocutado.
Continuará…
Ojalá les haya gustado. Ojalá no lo hayan odiado. Ojalá le den una oportunidad a la historia. Ojalá me puedan dar su opinión.
Tomatazos, dudas, aplausos... todo será bien recibido.
¡Feliz existencia!
