Con la verdad expuesta, y un plan en mente Liz salio de aquel cementerio acompañada de Jennifer quien aparentemente resultaria ser aparte de una aliada su hermana, comenzando asi la venganza en contra de quien habia asesinado a su padre, el verdadero Reddington, la persona en quien mas habia confiado y como siempre le habia mentido pero en esta ocasion era diferente, el viento estaba cambiando y al parecer era a su favor.
Reddington aun con todo el misterio acerca de su vida, Elizabeth y la relacion tan peculiar que parecia tener con ella comenzaban a dejarlo sin fuentes para justificar todo lo que hacia en nombre del cariño que tenia por ella y su hija Agnes ademas de siempre intentar protegerlas; Aquellos susurros de verdades a medias comenzaban a desmoronarse poco a poco, como si de una herida se tratase y ya no pudiera continuar poniendo una vendita sobre ella y esperar que el sangrado se detuviera.
No es que importara poco el hecho de que él no fuera el verdadero Reddington, sin embargo, aquel secreto solo era una pequeña parte de la punta del iceberg.
En la oficina de correos, la fuerza especial del FBI continuaba operando a pesar de todo lo que habia ocurrido con Elizabeth desde la muerte de Tom y el caso con Ian Garvey; Toda la situacion con Raymond se habia tornado extraña para la agente ya que se encontraba en la disyuntiva de que a pesar de la verdad que habia descubierto sentia cariño hacia él y eso comenzaba a confundirla aun mas haciendo un lio en su cabeza e incluso habia ocasiones que Harold la habia encontrado tan ensimismada en sus pensamientos que su desempeño como agente comenzaba a bajar, tanto, que decidio dejarla por un tiempo solo como consultora y por primera vez en todo el tiempo que tenia trabajando para él, Elizabeth no puso ninguna objecion al respecto añadido a eso comenzo a impartir clases en Quantico para mantenerse ocupada y aun asi, al terminar todas sus tareas, al momento de llegar a su apartamento podia sentir un vacio por la muerte de su esposo pero al estar recostada en su cama solamente un pensamiento cruzaba por su cabeza... Raymond Reddington...
