Amor en rojo
Disclaimer:
Los personajes de Yuyu hakusho no me pertenecen, si no que son propiedad de Yoshishiro Togashi, este fick es una manera de entretenerme y dejar volar mi imaginación, y ahora que ví la segunda película de Bleach se me vinieron demasiadas cosas a la cabeza.
Notas:
Estoy esperando que me terminen un fick a pedido, nejito, esperaré lo que sea para poder leerlo completo, mala, me dejaste leer sólo el primer párrafo y ya me tienes pendiendo de un hilo en la historia, por favor, no me trates tan mal a Draco; te robaré el titulo que tu le robaste a mi cómic de la liga de la justicia; estas avisada, lo debo de agregar en algo.
Y como mi linda Ensastu me sugirió que quería leer este fick, eme aquí cumpliendo uno de sus deseos.
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-Prólogo-
…Había una cosa que me gustaba más que estar juntos por la noche…
…El poder contemplar tu silueta en el marco de mi ventana…
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-8:50 am, clínica de Tokio, Japón-
Corrió las cortinas de las ventanas de la habitación, sintiendo lo tersa y áspera de la tela, dejando que la luz de la mañana que recién comenzaba penetrase en todo el cuarto de la clínica, y luego, moviendo un poco el vidrio de la misma ventana logró que el aire ingresase hasta la alcoba.
-Buenos días- exclamó, llevó su cuerpo hasta una silla de metal, la cual estaba cerca de una cama de frazadas celestes, y al sentarse experimentó lo dura, alta y metálica de la silla.
Y también lo fría.
Hubiese perdido el equilibrio si no fuese por que desde que tenía memoria había pasado por esas clínicas, viendo a su madre de vez en cuando o a algún amigo que era internado en un hospital, pero ahora era diferente, por que no era a esa persona a quien venía a ver todos los días.
-Me dieron libre hoy, y quería ver como estabas- exclamó; sabía que esa persona no podía responderle, pero imaginando el movimiento de su boca se dio el lujo de hasta pensar las frases que seguro le diría si pudiese hablarle.
-"Baka kitsune rosado, no debías hacer eso"-
Llevó el rostro hasta la cara que dormía, sobre una almohada de plumas, apoyado en el respaldo de una cama conectada a una maquinaria de hospital; recordó que una vez se había dicho que estaba mal amar a esa persona, que había pensado desistir de que fuese más expresivo o que le dijese que le quería.
Pero ahora, estando al lado de la cama, apoyando una mano en la cabellera negra de él, sintió como le palpitaba el corazón, como las mejillas se le sonrojaban y que no aguantaba la respiración.
Experimentó las mariposas en la punta de su estomago, revoloteando como la primera vez que se había dado cuenta que le quería, y que así como él le quería Hiei le quería a él.
-Emily ya cumplió seis años, sabes, el tiempo pasa volando- sonrió, pasando la punta de sus dedos por la comisura de esos labios carnosos que le había gustado besar cuando estaba despierto, imaginando el aroma y la textura. Recordó cuando le había robado uno y que luego Hiei no le había querido hablar en toda una semana, por la vergüenza que sentía.
-Anoche durmió en tu cama, y quedó mirando una fotografía nuestra- exclamó, entonces, al mismo tiempo que sonreía, lágrimas cayeron de la cuenca de sus ojos, pasó inconcientemente la palma por su cara, retirando las gotas que caían hasta sus pómulos, entonces, sintió lo fría de las gotas y lo suave de sus mejillas.
Traía como atuendo una camisa blanca, con mangas cortas y pocos botones; y abajo un gastado y azul jeans. Su rostro estaba cansado, se notaba por la cuenca negra bajo los ojos verdes y la carencia de rubor en las mejillas.
-Hoy te traje algo, es poco pero sé que te gustará- sacando un paquete de regalo, lo posó en las rodillas de sus piernas.
-Lo envolví en un papel rojo, tiene una cinta negra, una vez me dijiste que te gustaba esa combinación- exclamó, y acarició levemente las mejillas del otro, quien aunque quisiese no podía responderle.
Imaginó que si estuviese conciente le reprocharía por tal acción, diciendo algo como "no tengo las manos cortadas", o le miraría con cinismo ante tan patético y cursi acto.
Pero en el fondo sabía, que al otro le gustaría.
-"Baka kitsune"- leyó, aquellas palabras estaban escritas en la tapa del regalo. Una libreta de color rojo con una inscripción simple.
Imaginó como le miraría el otro, seguro le diría algo como "por que me das un regalo", "no celebramos nada importante baka kitsune, no veo por que me das algo", "esa libreta te la di yo, que, ¿acaso me la devuelves por que no te gustó?
Pero para él, aquel día era importante.
Era un 26 de abril, y hace más de tres años, ese mismo día se habían dado un regalo para expresarse lo que sentían; Kurama le había dado un beso y sacado a comer, mientras que el otro, en un papel negro, le había envuelto aquella libreta, con páginas en blanco y sólo una escritura con su nombre.
-Es la misma libreta que me diste hace tres años- no supo por que, pero en ese momento, recordó que el pelinegro le había dicho que terminarían mal, y si hubiese escuchado a Hiei quizás ahora no estarían en esa situación.
Si le hubiese hecho caso, el otro no estaría internado en un hospital.
No le habría dejado solo…
Yukina no habría desaparecido…
Y Emily no se habría quedado huérfana.
-Perdóname- exclamó, apretando las manos, mientras clavaba la punta de sus colmillos en su boca, sintiendo la sangre caer hasta más allá de su garganta.
Y quizás ahora estarían peleando en algún combate, o viendo una película. Lo único que agradecía era el hecho de que el pelinegro no había estado conciente para la desaparición de Yukina.
Y de eso, ya hace más de un año.
-Es una trampa Kitsune- recordó el momento en que todo había comenzado, aquella tarde nevada de noviembre en que les encargaron una nueva misión, y estaba sorprendido de que no se hubiese vuelto loco aún.
-No te confíes del enemigo, sólo por que no aparente ser poderoso- sólo debían de atrapar un demonio que había escapado del mundo espiritual, el cual buscaba una lágrima Hirui.
Una lágrima negra.
-No participaré esta vez Kurama- y en ese momento él no había comprendido la manera de actuar del pelinegro; no entendía, si amaba las peleas, demostrar que podía hacer todo ante los demás que se había rehusado a participar.
-Yo iré Hiei-
-Es mejor que no lo hagas-
-¿Por qué?-
-Por que lo que buscan esta más cerca de lo que piensan- y luego, koedma les había mostrado la fotografía del demonio, y el pelirrojo vio como los ojos carmines del körime se abrían de par en par, y comenzaba a murmurar una frase que no logró entender en aquel momento.
-¿Hiei?- había preguntado, pero el otro no le respondió enseguida.
-Esto no me gusta Kurama- fue todo, luego vio como tomaba la katana del suelo de la oficina de koedma y se la llevaba hasta las manos, apretándola con tal fuerza, que el otro supo, si él fuese esa espada estaría sufriendo como nunca.
-¿Qué pasa?; sabes que me puedes contar lo que sea-
-¿No te has dado cuenta baka kitsune?-
-¿De que?-
-Es una doncella de hielo- y luego, la manera en que agarraba la espada, la forma en que apretaba los dientes, le indicaron que algo no andaba bien por la cabeza del pelinegro, y conociéndolo no le diría lo que pasaba hasta cuando fuese necesario.
-Todo estará bien-
-¿A sí?- no supo si fue ironía o una pregunta seria, pero cuando le apretó la mano, Hiei pareció sonrojarse sólo un poco, y luego, respirando agitadamente dejó salir sólo un nombre
-Rui- no necesitaba más para saber el significado de ese nombre, sabía que era la mujer que lo había arrojado de la aldea, que era la causa de todos los problemas existenciales del otro, desde que tenía memoria.
Ya no tenía ganas de pensar en lo que había salido mal de la misión, si la intromisión de Yukina, si la falta de organización de Yusuke, o si el no haberle hecho caso al körime. Al fin y al cabo quien tuviese la culpa no podría devolver el tiempo a ese momento, en que peleando contra la doncella dejasen inconciente a Hiei por la maldición del niño prohibido que recaía sobre él.
-Si hubiese sabido que las lágrimas eran tuyas no habría entrado a buscar a quien las creaba- exclamó, rozó con sus dedos la curvatura de los ojos de Hiei, y en ese momento tuvo un flash, visualizando una sonrisa algo borracha con mejillas rojas y redondas.
-Nadie podrá reemplazarme baka kitsune- la voz de Hiei, -Eh tocado muy al fondo- sonrió inconcientemente, y aunque cuando había dicho eso estaban con tres botellas de alcohol en el cuerpo, él tenía razón.
Estando con Hiei había aprendido a amar cada uno de sus gestos, por sobre su vida, y aquello sólo era amor.
Con Hiei los seguidos silencios eran momentos para besarle, y las pocas palabras que le dedicaba debía grabarlas en su corazón.
Amar era algo simple, y con él era eso y complicado a la vez.
Y sabía que debía guardarlas por que luego no las recordaría, pocas eran las palabras de cariño que le había dicho. Contados "tres te quiero" y tres "preocupado por ti".
En cambio eran innumerables los "baka rosado kitsune", "hn" y "eres idiota"
Y las pocas veces que había sentido que era importante para él, Hiei se lo había hecho saber con un abrazo, y nada más.
Abrazarlo era la mejor manera de dejarle en claro que le importaba, por más que no lo expresara.
Y por eso, era simple y sólo amor.
Y era cierto, por que había tocado un lugar muy profundo.
Seguro no encontraría a nadie como Hiei, por que esa persona no existía, y día tras día se preguntaba que había tenido él, no como Kurama, ni como Youko, si no él, para poder retener a ese muro de hielo a su lado.
Y aún hoy se lo preguntaba, luego de casi tres años de estar juntos.
-¿Joven Minamino?- volvió en si, su mirada recayó en el reloj de pared de la pieza, 10:00 de la mañana, llevaba divagando casi dos horas. Una mujer de cabellera larga le hablaba, y posando una mano en su hombro le obligó a mantener la mirada fija en ella.
-Perdón estaba, bueno…-
-No te preocupes, quería saber si te traía algo de comer-
-No gracias, yo…quisiera saber como esta-
La mujer se mordió un labio, sus cabellos azabaches que rozaban su cadera le hacían ver muy atractiva, y la ropa apretada de enfermera le sentaba bastante bien.
-Estable- escuchó la misma palabra que le decían todos los días desde hace más de un año.
-¿Puedo quedarme a dormir desde hoy en la clínica?-
-Debo preguntar a que sería, ya conoces el protocolo-
-Quiero intentar algo, aunque sea una estupidez para ustedes-
-¿Qué cosa?- la chica le quedó mirando, y girando levemente la cabeza visualizó un pequeño cuaderno sobre la cobija de la cama.
-Sabes que la gente que ha estado en coma no despierta-
-Pero él es especial, sé que puede salir, sólo…sólo necesita algo que lo motive- ella sabía, que no estaban hablando de un humano, que era uno de esos demonios a los que Koedma le pedía, cuidase por razones especiales, y no sabía que tenía de especial para ese chico.
El chico de la cama yacía inconciente desde hace un año, no tenía al parecer ningún indicio de recuperación, o alguna familia que se preocupase por él; pero supuso, si se quedaba más tiempo vigilándolo quizás pudiese averiguarlo.
Y quizás con el transcurso del tiempo lograse entender por que esa persona parecía estar tan grabado en el corazón del pelirrojo.
-Entiendo-
-Muchas gracias- Kurama volvió su vista hasta la libreta sobre la cama, y cuando la enfermera ya se dignaba a abandonar el cuarto se dispuso a tomar el cuaderno y abrir la primera página.
-"Amor en rojo"- exclamó y mirando a Hiei, trató de no perderse ningún movimiento si es que hacía alguno ante sus palabras.
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"Para Hiei"
-Por que tu presencia la recordaba las 24 horas del día-
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Después de todo, lo que sentían era un adictivo, simple y alborotado amor.
Continuará-
Quizás salga de las tramas que suelo escribir, pero no crean, que tiene de todo.
Gracias a quienes siempre están leyendo mis ficks.
Muchas gracias, nos veremos en la siguiente entrega.
Con amor a quienes leen.
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…Grita lo mucho que has llorado por mí, hasta que escuches mis palabras…
…Mi corazón pierde su oscuridad y se vuelve blanco…
…Aunque un día muera no podré olvidarte…
…Por que mi deseo romperá ese silencio que quede en nuestra habitación…
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-Hikari no Rock-
Sambomaster
