Los protagonistas de esta historia son producto de la fantástica imaginación de Gosho Aoyama, y su gran creación; Magic Kaito.


CAPITULO 1

Dos deseos y un primer encuentro.

-KAITO KUROBA.

El gritó enfurecido de una mujer hizo un muchacho de ojos azules y pelo alborotado comenzara a reírse mientras jugaba con una hermosa paloma blanca en el jardín. El sonido de unos pasos apurados hizo que el ave salga volando, desprendiéndose del hombro del chico.

Una mujer apareció abriendo la puerta del jardín de un tirón mientras que su cara estaba contraída por el enojo, y sus ojos azules lanzaban chispas.

-Querida madre –el joven se acercó a su progenitora mientras que una rosa roja aparecía en su mano. Se encorvó unos centímetros para quedar a la misma estatura que ella, entregándole la flor.- Esta en mi deber como hijo decirte que cuando te enojas te ves horrible.

Los dientes, de Chikage Kuroba, rechinaron, conteniendo a duras penas el enojo.

Por su parte, el joven le dio un beso en la mejilla a su madre antes de darse media vuelta.

-¿A DÓNDE TE CREES QUE VAS, PEQUEÑO DEMONIO? – Kaito se quedó helado antes de mirar nuevamente a su madre que estaba envuelta en llamas.- ¿ME PUEDES EXPLICAR COMO ES ESO QUE TE EXPULSARON DEL INSTITUTO?

-Opss.

-OPSS… ¡OPSS! ¿ES LO ÚNICO QUE ME VAS A DECIR?

-Bueno, mamá veras…

-MAMÁ VERAS UN CUERNO. –Rugió la mujer.- ES EL TERCER INSTITUTO AL QUE VAS, Y NO PUEDES DURAR UN AÑO ENTERO SIN SER ECHADO A PATADAS. –La mujer sorbió aire con brusquedad para poder tranquilizarse.- ¿Y cuál es el último motivo? -La vena de yugular se hizo visible ante la mirada horrorizada del muchacho.- MIRARLE LA ROPA INTERIOR A SUS COMPAÑERAS.

Kaito tragó saliva antes de hacer aparecer docenas de palomas con tan solo un chasquido de sus dedos. Estas rodearon todo su cuerpo.

-Uno.

-NI LO PIENSES, JOVENCITO. –Rugió su madre acusándolo con el dedo índice.

-Dos. –Su hijo sonrió con picardía.

-TE DIJE QUE…

-Tres. –El joven, envuelto en palomas, hizo chasquear sus dedos por segunda vez antes de desaparecer.

Chikage suspiró resignada y una sonrisa iluminó su cara. Alzó la vista hacia el cielo. Sus ojos brillaron con amor, orgullo y admiración.

-Se parece tanto a ti, Toichi. –Susurró mientras la imagen de su difunto marido aparecía en su mente.- A excepción del colegio, claro. –Termino la frase arqueando una ceja mientras que una gota de sudor caía por su frente.


-Fue fácil, ¿no? –Murmuró mientras acariciaba a una de las palomas. Se encontraba sentado en su cama con las piernas cruzadas, acariciando a la paloma que se encontraba en su hombre izquierdo. Las palabras que su madre le había dirigido al aire, cuando creía que él ya no estaba allí, lo hicieron sentir bien pero a la vez triste. Confundido y perdido. ¿Tanto se parecía a su padre? Una sonrisa se curvó en su rostro pero aun así esa alegría no llegaba a sus ojos. Se levantó con cuidado, con la paloma aun en su hombro, abrió la ventana, al mismo tiempo que el ave despegó vuelo en la oscura noche que había caído en Tokio. Respiró profundo el aire frío de la noche, contempló las estrellas, sintiendo que la angustia lo inundaba. Se parecían bastante físicamente. Pero había algo que lo hacía parecerse aun más, y eso era el ladrón fantasma. Kaito Kid. El había seguido los pasos de su padre, el se había convertido en el fantasma de guantes blancos, pero a veces se preguntaba si de verdad era lo que él deseaba. Suspiró, intentando ordenar sus ideas. Sentía un vacío, junto a un sabor amargo en la boca.

-¿Tú que dices, papá? –Musitó mientras el brillo de sus ojos se iba apagando a medida que el vacío dentro de él crecía.- ¿Estoy haciendo las cosas bien? Yo creo que sí. –Se contestó a él mismo bajando la mirada.- Entonces… -Dos lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas.- ¿Por qué me siento tan solo? ¿Acaso yo solamente soy una sombra de ti? ¿Del mejor mago del mundo? ¿De Toichi Kuroba? –Apretó los dientes, molesto.- Solamente una sombra, nada más, ni siquiera siendo Kid, ni siquiera así… por que esa ere tu vida… pero. –Volvió a mirar a las estrellas, como si ellas le pudieran dar la respuesta a sus preguntas.- ¿Qué cosa es mi vida y qué cosa es la tuya? ¿Tengo una vida propia? –La última pregunta lo sumergió en una soledad infinita.

Kaito Kuroba se sumergió en sus pensamientos, mirando la luna llena que se alzaba en Tokio, sin darse cuenta que una mujer de pelo corto y ojos preocupados lo observaba en silencio.

"Ojala pudiera encontrar el verdadero motivo de mi vida". "Lo que realmente deseo, algo que solo sea respecto a mi, a Kaito Kuroba".

A la mañana siguiente el aroma del chocolate flotaba por toda su casa, sin pensarlo dos veces bajo corriendo las escaleras para encontrarse con su madre.

-Buenos días, hijo. –Le saludó Chikage con una sonrisa afectuosa.- ¿Cómo amaneciste?

-Emmm… ¿bien? –Respondió Kaito con una pregunta.- ¿No me vas a retar por haberme escapado mamá? Ya sabes, me echaron del instituto… -Dejó la frase a medias para ver como su madre suspiraba y gesticulaba dándole a entender que se había resignado.

-Ya te he anotado en un nuevo instituto. –Le informó mientras que le acercaba al joven un tazón grande repleto de chocolate derretido y una fuente de frutillas. Al muchacho se le hizo agua la boca mientras agarraba una frutilla y la sumergía en el chocolate.

-Ah ¿si? – Preguntó mientras se llevaba la fruta a la boca.-Y egs muyg leghjos?

-No, no esta muy lejos. –Dijo entre risas Chikage mientras que su hijo pestañaba con la boca abierta.- A decir verdad esta a diez cuadras.

-Buegnisimo. –Kaito se llevó otra frutilla bañada en chocolate a la boca sin siquiera haber tragado la que tenía en la boca. La autora de sus días lo miraba con un profundo amor y una dulzura que no cabía en ninguna parte.

Porque Chikage amaba a su hijo. Más allá de sus travesuras, de sus rabietas de chico de cinco años, de causar problemas y más problemas en los diferentes institutos que iba, a pesar de traerle de vez en cuando dolores de cabeza, a pesar de todo, él era su Kaito, su único hijo, la única personita que ella tenía que proteger hasta el resto de su vida. Ella era la única que sabía todos los sufrimientos del chico y con todas las responsabilidades que cargaba inconscientemente. Porque ella lo sabía mejor que nadie, su hijo cargaba con el fantasma de su padre como mochila, y eso era algo que ella no quería que siga sucediendo. Toichi Kuroba fue el hombre que más había amado en su vida, el que había hecho que su vida fuera un espectáculo de magia, de la más linda y pura magia. Pero aun así, por más que ella amara a su marido, aun cuando el ya había muerto hacia ocho años, no podía permitir que Kaito cargue con ese peso, Kid. Sabía perfectamente que el muchacho hacia todo y más para lograr descubrir el verdadero motivo de la muerte de su padre. Y desde que se cargó al hombro la mochila, con el nombre de Kaito Kid, él se entregó con cuerpo y alma a su trabajo y era el día de hoy que sentía que su hijo se estaba perdiendo en el fantasma del pasado. Obvio, ella quería saber la verdad, quería vengar a su marido, pero no quería que su hijo solo viviera por su padre, quería que él tuviera una vida, que la disfrutara… que no dude de su propia esencia.

-¿Mamá me estas escuchando? –La voz de su hijo la saco de sus pensamientos.

-Disculpa, ¿qué decías cariño?

Kaito rodó los ojos al ver que sus sospechas eran ciertas, su madre no le daba ni cinco de pelota.

-Te decía que ya mande la carta para mi queridísimo inspector. –Sonrió entusiasmado, como a un chico que le acaban de decir que lo llevarían al Tropical Land.- El viernes, Kid se presentará y robará el zafiro real de 279 quilates.

-Con respecto a eso, hijo.

-¿Humm?

-Quiero –Chikage respiró hondo.- Quiero que dejes un poco de lado a Kid.

-¿PERO QUE DICES MAMÁ? –Kaito miró a su madre como si estuviese loca.- ¿QUÉ DEJE DE LADO A KID? Pero si ya estoy cada vez más cerca de la verdad.

-Me importa un cuerno la verdad. –Declaró exasperada.

El joven que se estaba llevando una frutilla a la boca se quedo helado con la fruta a medio camino y la boca abierta. La miro sin poder creer lo que había dicho.

-¿Qué has dicho?

-Que me importa un cuerno la verdad. –Volvió a repetir, esta vez con la cabeza gacha, mientras que su hijo no daba crédito a lo que escuchaba.- Kaito, hijo, tienes que vivir tu vida. Déjate de preocupar por ser Kid. Vive tu vida, se feliz hijo.

-Pero papá –El chico apretó los dientes molesto.

-Él murió hace ocho años, Kaito. –Gimió Chikage con un aire penoso en su mirada.

El joven se levantó con la cabeza gacha y salió de la cocina a grandes zancadas, dejando a su madre con lágrimas en los ojos.

Caminó sin saber con exactitud a donde. Sentía un dolor punzante en su pecho, un dolor inmenso.

"Él murió hace ocho años, Kaito"

Podía sentir como las palabras de su madre resonaban, abriéndole una herida profunda. Sintió su rostro húmedo ¿estaba llorando? Pero pronto se dio cuenta que no era así; una tormenta se abrió paso entre el mundo de gente que transitaba por las calles de Shibuya. Parecía que el día se amoldaba perfectamente a su estado anímico. Sin darse cuenta se vio caminando hacia el cementerio. Se paró en seco. "tienes que vivir tu vida" Su vida. Respiró profundo y dio media vuelta sobre sus talones, cambiando de dirección. Se dio cuenta que había hecho mal en dejar a su madre así, ella realmente estaba preocupada y dolida. Más dolida de lo que él estaba. Ella realmente extrañaba a Toichi Kuroba pero no dejaba de preocuparse por él, enterrando su dolor más profundo, armándose una coraza para poder protegerlo a él, para que él pueda sentirse refugiado y seguro en sus brazos. Sonrió. Su madre era increíble. Se sentía mal por no responderle como se lo merecía, sintió que tenía que recompensarla de alguna u otra forma. ¿Pero de que forma?

Se encontraba en su casa nuevamente, abrió la puerta, mientras que Chikage, que vio como Kaito estaba empapado de pies a cabeza, le sacó la remera.

-Oye mamá. –Espetó el chico sonrojado.- ¿Qué haces?

-Sacarte la ropa, Kaito, te vas a enfermar. –Le contestó preocupada.

-Vale, vale. –Rió mientras la apartaba con suavidad.- Me voy a cambiar, pero antes… -Se acercó hacia ella mientras que, regalándole una sonrisa, hacia aparecer una rosa roja en su mano.- Para la madre más guapa del mundo.

La mujer aceptó la flor con cariño.

-Perdóname, te prometo… -Kaito sonrió alegremente.- Te prometo que viviré mi vida, que seré feliz de hoy en adelante, pero sin abandonar mi trabajo como Kid.

Los ojos de la mujer, que habían reflejado una angustia que contenía a duras penas, se llenaron de una ilusión nueva.

-¿De verdad?

-Así es.

Chikage Kuroba se abalanzó hacia su hijo, rodeándolo en un fuerte abrazo.- No te das una idea. –Murmuró mientras que lágrimas de alegría caían por su rostro.- Lo feliz que me hace escucharte decir esto, Kaito.

El joven sonrió.- Te quiero mamá.

-Y yo a ti, hijo.


La noche había caído en Tokio. Una chica miraba la luna llena desde la ventana de su habitación. Sus ojos se posaban en cada estrella intentando, y fracasando, contarlas. Cuando perdía la cuenta volvía a comenzar y así sucesivamente. Sus ojos brillaron con fascinación. Que hermosa que eran las estrellas, parecía ayer cuando se acostaba boca arriba, junto a su madre, a contemplarlas, agarradas de la mano, y jugando a cuantas podía contar. Sonrió con afecto y nostalgia. Su madre. Recordó el cálido tacto de su madre, sus caricias, sus mimos, sus abrazos. ¿Por qué todo había cambiado tanto? Su mirada triste se posó nuevamente en el cielo. Sabía que tenía que recordarla con amor, con alegría, lo debía hacer y lo quería, también. De verdad lo quería, quería ofrecerle a su madre, no importaba en que lugar ella la estuviese observando, ofrecerle esa sonrisa que su progenitora tanto amaba. Pero no podía.

Apretó el puño con fuerza y rabia, con la angustia a flor de piel, y las lágrimas invadiendo sus ojos. Una paloma se posó en su hombro, sacándola de sus pensamientos. Sus ojos azules miraron a la paloma con curiosidad.

-¿Qué haces aquí? –Preguntó mirándola extrañada, ya que no era normal que una paloma blanca se pose en su venta.- Eres muy bonita. –Le dedicó una sonrisa melancólica pero al mismo tiempo cálida.- Sabes, me gustaría encontrar a una persona que siempre este a mi lado, una persona que no me de tiempo para sentirme sola. –Dijo mientras un brillo de ilusión aparecía en sus ojos azules. La paloma se dejó acariciar antes de partir vuelo. Se la quedó mirando, daba la impresión que el ave se iba acercando a la luna llena… y hablando de luna llena.

-ESE MALDITO DE KID. –Suspiró resignada al escuchar los gritos de su padre. El aire le había secado las lágrimas de sus ojos. Bajó las escaleras para mirarlo. Una gota de sudor caía por su frente, se tuvo que agarrar de la baranda de la escalera para no caerse, al ver a su padre con la cara a escasos centímetros de la televisión y lágrimas en sus ojos de felicidad. –SE TARDO TANTO EN APARECER, PERO ESTA VEZ TE ATRAPARE KID, YA LO VERAS. –La muchacha pensó que su padre de verdad no quería atraparlo, si lo hacía no iba a tener cosa con que entusiasmarse, y seguramente no encontraría muchas motivaciones en su vida.

Sonrió, por lo infantil que el hombre podía ser.


Era un día primaveral, aun cuando estaban en invierno, los rayos del sol iluminaban hasta el último rincón de la habitación, una brisa soplaba y desordenaba los cabellos de aquella chica de instituto.

Hacía unos meses que habían comenzado las clases, y en el ambiente se respiraba una tranquilidad excesiva. La joven se volvió a acomodar el pelo, colocándose un mechón detrás de la oreja. Miró hacia la ventana que estaba a su izquierda, pensando en la hermosa paloma que había visto hacía dos días.

-Nakamori.

Apoyó la cabeza sobre sus manos, mientras que sus codos estaban descansaban sobre el marco de la ventana.

-Aoko. –Murmuró una muchacha castaña con dos coletas, la chica, estaba en el banco, delante de ella.

-NAAKAMORIIIII.

El grito de la profesora hizo que la chica se cayera de la silla.

-¿Q-Qué paso profesora? –Aoko Nakamori miro a su profesora asustada, mientras una gota de sudor caía por su frente.

-Estoy presentando a un alumno nuevo, Nakamori, y tu lo único que haces es mirar por la ventana.

-¿Alumno nuevo?

Sus ojos, que estaban posados en la profesora, pasaron al pizarrón donde con letra prolija se podía leer "Kaito Kuroba", parpadeó sin entender, mientras sus compañeros reían por lo bajo. Un rubor se apoderó de sus mejillas, con la cabeza gacha de la vergüenza, miró al joven que estaba al lado de la profesora. Pudo ver que poseía unos ojos de un color azul profundo, mientras que su cabello alborotado era castaño oscuro, flaco y de estatura normal. Miraba a la muchacha que seguía tirada en el suelo. Sostenía su mochila con una mano colgándola por encima del hombro. "Que guapo es", pensó mientras se levantaba y se acomodaba la pollera.

-Ahí tienes un asiento libre, Kaito. –La profesora levanto el dedo señalando al lado de la muchacha.

Kaito Kuroba avanzó hacia ella, la observó por unos segundos, mirando el rubor que quedaba en sus mejillas. "Es una niña", pensó, mientras miraba sus facciones aniñadas; sus labios chicos pero carnosos, de un rojo intenso, su pelo castaño, todo desordenado y desmechado, caía en lo poco que la chica tenía de pechos. Más allá de que poseía escasas proporciones traseras, la chica tenía unas piernas largas y formadas, mostrando un lado seductor que ningún chico parecía haber notado en ella.

Su mirada se poso en su torso… "bien, sus curvas son mínimas" se dijo así mismo, resignándose a encontrar un gran cuerpo atractivo y femenino detrás de su uniforme.

-Mi nombre es Aoko Nakamori, mucho gusto. –La joven sacó a Kaito de sus pensamientos. Una sonrisa amigable se formó en su rostro aniñado, y el alumno nuevo pudo darse cuenta de los lindos ojos que tenía Aoko Nakamori. Si bien, el color azul oscuro que poseía, se parecía mucho a los de él mismo, tenían a su vez un aire angelical y cálido, que él nunca había visto. Sus pestañas, negras y curvadas, eran como una cortina que protegían a dos zafiros hermosos.

-Kaito –contestó apartando su vista de ella para mirar a la profesora- Kuroba, Kaito.

-¿Eres de acá?

Se imaginó los esfuerzos que estaba haciendo la muchacha por sacar alguna palabra de la boca de él. Asintió antes de abrir su carpeta de matemática. Miró de reojo a la muchacha que, pareciendo avergonzada, lo imitó y siguió copiando los ejercicios.

-¿Y tú? –Las palabras salieron sin que él se diera cuenta; tal vez por ver los esfuerzos que la chica hacía para intentar caerle bien, pero sintió que debía contestar, al fin y al cabo debía ser educado… por el momento. De pronto se dio cuenta la estupidez que dijo, era claro que ella era de ahí, él era el nuevo no la muchacha. Notó que ella lo quedó mirando, dudando si contestar o callarse. Luego de unos segundos asintió para seguir escribiendo.


-A-o-ko. –La castaña de dos colitas miro a Aoko con una sonrisa, mientras su amiga la miraba sin entender la picardía en su mirada.

-¿Qué sucede, Keiko? –Le preguntó a su amiga que seguía sonriendo con picardía; el timbre del recreo ya había tocado y gran parte de sus compañeros estaban a unos metros, rodeando a ese tal Kaito. Vio como la mirada de su mejor amiga, Keiko Momoi, se posaba en el chico que se sentaba al lado de ella.

-Te gusta.

-¿ESTAS LOCA? –Gritó sintiendo que las palabras se escapan de su boca como alma que la lleva el diablo.- ¿Cómo se te ocurre semejante estupidez? –Murmuró entre dientes, sintiendo todas las miradas puestas en ella, noto como la sangre se le subía al rostro sin poder evitarlo. Su reacción fue más que nada por las ocurrencias que podía tener su amiga, si bien admitía que Kaito Kuroba era atractivo no podía negar que él no creía lo mismo respecto a ella y a su cuerpo tan poco desarrollado. Suspiró intentando calmarse y se volvió a sentar en su asiento. –No. –Contestó por las dudas de que a Keiko no le entrara en la cabeza.- No me gusta ni un poco.

Desde la otra punta del aula Kaito miraba a la chica. Pudo notar que la muchacha tenía carácter, bastante, mucho más de lo que aparentaba. Y también que era vergonzosa, aunque un poco agresiva. "Agresiva y vergonzosa", se repitió mentalmente; esas características no iban de la mano, por lo general uno era tímido y sumiso o en todo caso, extrovertido y agresivo, pero le resultaba extraño que tenga dos características que no eran compatibles mutuamente.

El timbre resonó, dando a entender que ya era la hora de volver a clase. Se sentó en su asiento, esperando que la maestra llegué, "un volver a empezar" se dijo molesto. "Acaba de comenzar el día y ya me canse de el".

-Escucharon las noticias, KID mandó una carta, este viernes se presentará.

-¿En serio? Estoy ansiosa porque aparezca… es tan lindo.

Sonrió con complacencia al escuchar hablar tan bien del ladrón, porque si había algo que lo diferencia de todos ellos era que él tenía una doble vida. Y su doble vida tenía nombre y apellido: Kaito Kid.

-Es hermoso. –Concluyó Keiko sonriendo mientras que una sonrisa embobada se apoderaba de su rostro.- Tan caballero.

-"Me cae bien" –Pensó mientras reía con suficiencia.

-Bah, es un idiota. –Las palabras de la muchacha lo sacaron de su actitud triunfante; ladeó la cabeza para su izquierda para mirarla.- Ese estúpido de Kid, no puedo entender como lo idolatran tanto.

"¿Estúpido?" Frunció el ceño molestó, era la primera persona, y más aun, chica, que decía que Kaito Kid era un estúpido. Ni siquiera el inspector que lo perseguía pensaba eso. "Inspector… UN MOMENTO"

-Me imagino que tu padre estará ahí, ¿no Aoko? –Keiko dejó escapar una risita por lo bajo.

-Es evidente. –El rostro de la chica, que hacía una hora era tierno y calido, estaba contraído por el enojo.- Mi padre estará para atraparlo. –Aoko suspiró resignada.- Dice que hoy, Kaito Kid, será atrapado por Ginzo Nakamori… y como es de esperar, hoy me quedo sola.

Kaito miró a Aoko, sorprendido, mientras que los ojos y su boca se habrían de par en par por la sorpresa.

-Tu… -Su vos se cortó sin poder articular palabra.

-¿Yo qué? –Aoko parpadeó sin entender lo que el muchacho quería decir.

-¿Eres la hija del inspector Nakamori? –Kaito, al ver como la chica asentía, retrocedió sin levantarse de su silla.- No puede ser. –Murmuró asustado, no porque Ginzo Nakamori sea un gran obstáculo a la hora de robar las joyas sino porque estaba realmente obsesionado con él. "Debo tomar la mayor precaución con esta chica, no se parece nada a su padre físicamente, y no creo que se parezca tampoco en otros aspectos"

-¿Tú lo conoces?

-"Más de lo que te imaginas" –Una gota de sudor corría por su frente mientras una sonrisa nerviosa se dibujo en su rostro.- No. –Dijo al ver que la chica lo seguía mirando.- Pero he escuchado mucho sobre el, ya sabes… esta en todos los robos de Kid.

-Oh, si –Aoko volvió a suspirar- mi padre se encarga de él desde hace 20 años… aunque si mal no recuerdo desapareció por 8 años.

-8 años. –Murmuró Kaito bajando la mirada. "Ya habían pasado 8 años". Frunció el ceño, disgustado, ya había pasado tanto tiempo, tantos años del asesinato de su padre… porque él estaba seguro que no había sido un accidente, no, Toichi Kuroba jamás hubiese muerto en el escenario por un accidente y de eso él estaba seguro.

-¿Estás bien? –Los pensamientos del chico se vieron interrumpidos de golpe mientras que la imagen de su padre se le vino a la mente y su voz, tan tranquila y cálida, le decía en un susurro por poco inaudible… lo más importante es mantener siempre tu mejor cara de póquer. Sonrío a su compañera de banco, dándole a entender que estaba todo en orden, de tal forma que demostraba cordialidad, como quien no quiere ser grosero pero que tampoco pretende entablar un lazo. Porque era así, no pretendía hacerse amigo de la muchacha, pero tampoco quería una enemiga en su banco. No. Él solamente quería estar tranquilo, y luego pensaría en alguna manera de tratar a la hija de su queridísimo inspector Nakamori. La miró de reojo y pudo observar como la muchacha se llevaba el lápiz a la boca mientras que su mirada se posaba en la ventana como había hecho la clase anterior. Se dio cuenta que era tranquila, en fin, nada que ver con su padre. Más allá que como detective era espantoso, sus deducciones eran correctas. Suspiró. Aoko Nakamori le iba a traer problemas… ¿Sería esa una jugada del destino? ¿Un escarmiento, por haberse burlado tantas veces de Ginzo Nakamori, cuando llevaba su traje blanco a la luz de la luna?

La clase estaba en silencio, a excepción del chirrido constante de la tiza. Muchas miradas cautelosas estaban puestas en él, se podría decir que casi todas, a excepción de Aoko Nakamori que miraba el pizarrón sumida en sus pensamientos. Miró la hora en su móvil, faltaba una hora y media y se podría ir a su casa. Vaya fastidio. Repasó la conversación que había tenido con su madre a la mañana. Suspiró. Le molestaba el tema de cambiar de colegio, era empezar una vida totalmente nueva con veinte pares de ojos mirándolo.

Flash Back

-Kaito Kuroba, te aviso que está prohibido, por cualquier medio o forma, causar estragos en el colegio.

-Está bien, seré un buen niño. –Se burló mirando como ella preparaba el desayuno.

-Eso espero. –La mirada, que Chikage Kuroba le lanzo, hizo que al muchacho se le pusiera la piel de gallina.- Sino vas a tener una hermosa pecera en el comedor. –Una sonrisa malévola curvó sus labios antes que el chico se pusiera verde.- ¿Entendido mi querido hijo?

-S-si.

Fin del Flash Back.

Tragó saliva al recordar las palabras de su madre, y su sonrisa maquiavélica y malévola, hizo que se le volviese a poner la piel de gallina.

-Kaito. –La voz de una chica lo sacó de sus pensamientos. La miró con más detalles, la joven era alta, su pelo castaño caía en forma de bucles hasta su cintura. Sus ojos verdes estaban delineados, haciendo que resalten de su rostro. Usaba el flequillo para atrás agarrado con una hebilla. Su mirada recorrió su cuerpo, flaca, con grandes pechos, y un buen trasero.

-Hola. –Intentó sonar normal, aunque no podía dejar de sentirse un poco cohibido al lado de esa muchacha.

-Me llamo Itoo, Akemi (na1). –Le informó la joven con una sonrisa seductora.- Pero vos me podes llamar Akemi. –Terminó la presentación guiñándole un ojo al joven, que se sonrojó acalorado.

-Kuroba, Kaito. –Contestó sintiéndose avergonzado. ¿Qué demonios le pasaba? Estaba colorado, y sus pulsaciones iban cada vez más rápido. La campana sonó y el joven tardó en reaccionar.

-Ya toco el timbre. –Aoko miró al joven con una sonrisa, mientras agarraba su mochila.- Nos vemos mañana, Kuroba.

-Adiós, Nakamori. –Contestó mirando como la muchacha se despedía de sus amigas y se iba junto a la muchacha de dos coletas, Keiko.


-¿Tú que dices?

La voz de su mejor amiga hizo que girara la cabeza hacia su dirección.

-Es guapo, ¿verdad? –Keiko sonrió con picardía, mientras caminaban derecho a sus casas.

-Y ya volvemos con lo mismo. –Murmuró molesta.

-Vamos, Aoko. –Espetó la chica fastidiada.- Es muy guapo.

-Ya, ya. –Aoko suspiró resignada mientras ponía los ojos en blanco y chasqueaba la lengua.- Lo es.

-Aunque es un poco reservado.

La castaña de pelo alborotado negó con la cabeza.- ¿Reservado? –Arqueó una ceja ante tal adjetivo.- No lo es, y es obvio eso.

-¿De que hablas? Si apenas habla.

-Oh, vamos Keiko. –Suspiró.- Obsérvalo detenidamente.

-Pero si lo he observado. –Contestó su mejor amiga molesta.- La única que no lo observa eres tú, Aoko Nakamori.

-No es mi culpa que todos ustedes sean un par de cotillas.

-No somos cotillas, simplemente "observamos" –la chica de gafas hizo un gesto de comillas con las manos- como dices tú.

-Sus ojos.

-¿Eh?

-Sus ojos, Keiko. –Repitió la hija del inspector.- Fíjate como observa todo, de forma cautelosa. Su expresión.

-Pero si carece de expresiones. –La atajó.

-Por eso mismo. –Los ojos de la muchacha se cerraron y su frente se frunció levemente, dando a ver que estaba observando algo remoto en su mente.- Esa cara de nada, como si nunca se inmutara de nada. Pero, al contrario, es simplemente una faceta que él muestra a los demás.

Keiko miró a su amiga con la boca abierta.

-Menos mal que no lo observaste mucho. –Ironizó con burla.

Aoko se sonrojó levemente.- Es solamente ser un poco perceptiva, a simple vista se nota que es un mujeriego de aquellas.

-¿Es eso lo que piensas, Nakamori?

Aoko, se quedó estática al escuchar la voz de aquél joven.

-H-hola, Kuroba. –Saludó Keiko con nerviosismo.

El joven le sonrió con amabilidad, para luego mirar a la chica. Ésta se limitó a ladear la cabeza hacia la dirección del chico. Mientras que sus mejillas se teñían de un color escarlata.

-¿Así que soy un mujeriego? –Sonrió con burla.

-Pues si. –Contestó ella intentando sonar casual. El mago sonrió divertido al ver los nervios reflejados en los ojos azules de la chica.- Es mi idea, y si me permites. –Aoko agarro la mano de su amiga.- Nos tenemos que ir.

Observó como la muchacha se alejaba. Caso seguido, frunció el ceño mientras que un puchero se formaba en su rostro, haciéndolo parecer un niño con un capricho a punto de soltar. –Mujeriego yo. –Cruzó sus brazos de forma obstinada.- Esa chica –susurró recordando toda la conversación que habían tenido las dos jóvenes- no es como todos.

Siguió caminando a unos cuantos metros de ellas, porque algo que no dedujo Nakamori, era que vivían a unas cuatro cuadras.


Holaa! ¿Cómo están? Bueno, acá esta mi primer capitulo, un poco largo el titulo, ¿no? Quiero agradecer desde ya, a todos esos fanfics que ustedes crean, son mi motivación y el hecho de que este primer capitulo este terminado.

Además quiero mostrarles, como ya se darán cuenta, que aunque los personajes sean de Gosho Aoyama, y la trama sea sacada gracias a Magic Kaito, mi Historia no fluye con el mismo paso del tiempo. Se darán cuenta ya que Aoko y Kaito se acaban de conocer.

(na1): En Japón los apellidos son presentados antes que el nombre, y cuando uno deja que se lo llamen por su nombre, esta dando una cierta confianza a la otra persona.

Bueno, espero que le guste el primer capitulo, y nos estaremos viendo pronto.

BESSOOS!

Gwynn...!