La noche fría le refrescó el rostro mientras con sus dedos tamborileaba cuidadoso y sin verdadero ritmo el filo de su fina camisa de vestir, justo por encina del pantalón; ese simple gesto le calmaba los nervios aunque, para esa noche, no tenía nada por lo que preocuparse realmente.
A sus labios llegó el clásico y conocido sabor de la nicotina, la que se mezclaba con el vaho que escapaba de sus labios entrecerrados, aun no llegaba el invierno, pero para él era evidente que no faltaba mucho para que la estación se acentuase en las concurridas calles de la gran ciudad.
Alzó la mirada hacia el firmamento esperando encontrar el cielo minado de estrellas aunque fuese un pensamiento tonto y mimado, desde la ciudad y con sus grandes olas de polución era obvio que no lograría tener la misma vista privilegiada de la que podía vanagloriarse cuando estaba en su residencia justo a las afueras. Lejos del bullicio, el ajetreo y atrayentes luces de neón de la ciudad. Seúl era un lugar maravilloso en el cual vivir y hacía su trabajo y su vida mucho más fácil.
Regresó la atención a lo verdaderamente importante, el acontecimiento que le mantenía despierto a esas horas de la noche luego de que uno de sus acompañantes se le acercara con paso lento y susurrante.
—Estamos listos jefe. Solo debe darnos la señal.
Escondió sus manos en la calidez de los bolsillos de sus cómodos pantalones y se deshizo del cigarrillo con un ademán sutil, casi cuidadoso. Poco a poco pudo ver como sus hombres rodeaban el perímetro, tenían por completo rodeada la extensión de tierra que formaba la casa de los señores Cho.
—Prepárense. —Fue su clara orden y uno a uno los hombres que estaban a su lado comienzan a cargar un alarmante de armas de fuego, listas de solo ser detonadas con un suave tirón del gatillo. Era hora de show.
Eso debería enseñarle a esa familia a no entrometerse con las personas equivocadas.
—¡Ahora! —Con estruendos alarmantes y sonoros las puertas fueron cayendo con solemnidad y estruendos, el caos comenzó a reinar en la estancia luego de que la figura de un individuo no reconocible se desdibujase en la obscuridad de la casa. —Estamos aquí para cobrar nuestra deuda.
—¿De qué están hablando? ¿Quiénes son ustedes? —Un hombre de edad mayor, quien debía ser el padre de la familia se acercaba con pasos susurrantes y semblante somnoliento; no por nada eran las tres de la mañana.
—Es hora de pagar, Cho. —Antes de que el hombre siquiera pudiese registrar lo que sucedía frente a sus ojos, el claro sonido de una pistola se escuchó y el cuerpo del que era el señor Cho, cayó sin vida al suelo con un sonido seco. Era más que claro que luego de aquella pequeña acción, los demás habitantes de la casa serían alertados de su presencia.
—¿Cariño, dónde estás? ¿Qué sucede? —La voz dulce de la señora Cho se escuchó justo al filo de las escaleras del segundo piso y las luces se encienden. La mujer miró con horror el cuerpo descartado de su esposo, con una expresión aterrada en los ojos y un enorme charco de sangre que manchaba la camisa de su pijama y se expandía a lo largo del suelo de la planta baja. El grito que le siguió fue más que suficiente para que el hijo mayor de la joven familia corriera en su ayuda, pero el chico quedó paralizado de miedo al ver como un extraño hombre envuelto en ropa obscura apuntaba a su madre con una brillante y muy bien pulida arma de fuego a la altura de su cabeza.
—Siento mucho molestarla a estas horas, señora. —El hombre habló con un tono condescendiente y endulzado que solo lograba erizarle los vellos de la nuca y vio a su madre temblar ante la expectativa; madre e hijo compartieron una mirada llena de confusión, ellos no entendían lo que estaba sucediendo. —Entiendo que ha sido muy descortés de mi parte el haber aparecido a estas horas, pero la verdad es que, ya no podíamos seguir esperando.
—¿Esperando? —El chico susurró el poco entendimiento se hizo presente en sus facciones solo un poco más claro arrancando así una carcajada sonora por parte de los intrusos.
—Sí, mi querido muchacho. Al jefe no le gusta esperar.
—¿Jefe? —Parpadeó apresurado, nervioso y ante sus palabras, como si hubiesen sido lo suficientemente fuertes como para invocar a la figura, se escucharon los claros pasos del jefe entrar al campo de visión de los aturdidos residentes.
—Así es. —Aun cubierto de abrigos y el hecho de que su rostro estuviese claramente escondido gracias a un sombrero, el chico pudo reconocerle con tan solo escuchar su voz. —No me gusta que me hagan esperar, no más de lo necesario y por eso hemos venido a tomar lo que nos pertenece. —A punto de replicar estaba cuando, se oyó el repique de una puerta y la voz aguda del más pequeño de la casa llegó a sus oídos.
—¿Hyung? ¿Minseok-hyung? ¿Dónde estás? —A Minseok se le heló la sangre y un estremecimiento involuntario azotó su cuerpo.
—Señor. —Susurró apresurado y su madre completó incrédula como le temblaban las manos. —Señor Shim. —Hizo un intento de reverencia aunque el movimiento del arma le mantenía en ascuas. —Señor, no sé qué puede querer con nuestra familia. Nosotros no hemos hecho nada para molestarle. —Volvió a hacer una reverencia cuando el hombre lo miró con atención calculada. Así era, Minseok conocía la identidad del hombre que encontraba momentos en su casa y que debía dar por hecho, había asesinado a su padre.
El Señor Shim era muy bien conocido por todos en aquella zona de la ciudad o para mejor entendimiento, era conocido en toda la ciudad y sus alrededores, y si no lo conocías, él se haría cargo de nunca más le olvidases. Shim Changmin no era nadie más el jefe y señor de toda la red de la mafia de Seúl.
Las bandas de pandilleros, los que robaban sin siquiera un cuchillo las pequeñas tiendas que abrían 24/7, los que vendían alcohol y cigarros a los menores de edad y quitaban las billeteras a los turistas, todo ellos eran entrenados y monitoreados por el señor Shim o en su defecto, dentro de las personas de confianza; nadie podía hacer algo en la ciudad, sin que el señor Shim no fuese informado de ello. Y por supuesto que eso también incluía el narcotráfico.
La creación y la distribución de distintas sustancias. Desde las más medicinales como lo era la marihuana, las que eran consideradas poderosas y con altos niveles de adicción y desintoxicación como la cocaína y la heroína, hasta las temidas anfetaminas y el LSD.
Además estaba el tráfico de armas. La distribución y el registro de las armas, así como la obtención de cada munición y cartucho necesario para las distintas presentaciones y posibilidades. Los rumores decían que el señor Shim tenía una arma hecha a la medida, perfecta para su uso y con sus iniciales para hacerla aún más exclusiva y distintiva.
Así como el lavado de dinero de ciertas compañías de bienes raíces y por supuesto el perfecto trabajo encubierto dentro de la policía. Siempre que alguna persecución se escuchaba en las concurridas calles, existía la mediana posibilidad de que alguno de los hombres del señor Shim estuviese involucrado. Claro estaba que por ello la policía siempre se mantenía al asecho del hombre aunque muy conveniente era que nunca se encontrasen pruebas contundentes para llevarle ante la justicia y todos aquellos que intentaron llevarle la contraria, terminaron desaparecidos.
Sí, el señor Shim era alguien temible, alguien de quién cuidarse. Y era justo por eso que Minseok lo conocía.
Estando en la secundaria, Minseok pasaba por una rabieta adolescente y en un momento de euforia colectiva en conjunto con unos compañeros y algunos alumnos mayores, decidieron actuar como una de las tan nombradas y temidas, como un secreto a voces, bandas de pandilleros coordinadas del señor Shim, poco se imaginarían ellos que el señor Shim en persona iría a lidiar con asuntos pequeños, menudos inconvenientes provocados por causa de un chiquillos con mala actitud.
—Quiero que sea la última vez que los vea andando por estos lados de la ciudad y mucho menos entrometiéndose en asuntos que no les corresponden, es decir, mis asuntos. Los conozco muy bien jóvenes. —Y acto seguido comenzó a nombrarlos a cada uno con una seguridad apabullante. —Jonghyun, Kibum, Jinki y a ti también Minseok, así que… Que sea la última vez, ¿entendieron?
—Sí, señor. —El señor Shim los había dejado ir con menos de una advertencia y ellos no estaban tan locos, ni eran tan estúpidos como para volver a tentar a la suerte.
Minseok se había mantenido alejado de cualquier problema y de tanto en vez sus amigos se reunían a tomar unas cervezas y rememoraban el esporádico y aun así impresionante momento que les cambió la vida, así de imponente era el señor Shim. Y por eso mismo es que el joven no entendía cómo era posible que el mismo señor se encontrase en su casa amenazando su vida y la de su familia.
Una risa acalorada se escuchó en el lugar.
—¿No han hecho nada? ¿Le escuchó jefe? ¡Dice que no han hecho nada! —Los hombres comenzaron a reír más fuerte y Minseok temió en verdad por la seguridad de su familia. Momentos más tarde sintió la voz de su hermano que le llamaba y le mirada más dormido que despierto desde el pasillo; parece que el pequeño se había despertado para su acostumbrado paseo al baño en la madrugada y debió volver a la cama, pero al no encontrar a sus padres en su habitación, decidió ir en su búsqueda.
Sus rodillas temblaron y sus ojos se llenaron de lágrimas que muy a duras penas logró contener. Su madre en un acto de valentía, corrió hasta el más pequeños de sus hijos y le apretujó contra su pecho, evitando así que le pudiesen reconocer en la obscuridad o que en su defecto, él no pudiese ver a las personas extrañas ni mucho menos, el deplorable estado de su padre.
Suspiró sonoro llamando la atención de todos y comenzó a subir las escaleras sin dedicarle un segundo de atención al cuerpo del hombre cuando hubo pasado a su lado.
—No, no, no, pequeño. Estás equivocado. —El retumbar de sus pasos contra la madera de los peldaños parecía repicar con la misma intensidad que los latidos de su alocado corazón contra sus débiles costillas. —Quizás tú, no has hecho nada para merecer mi atención. —El señor Shim quedaba justo a su altura aun estando tres escalones más abajo y su miraba ennegrecida hizo temblar sus labios. —O quizás tu pequeño hermano, que está justo por allá. —Con un movimiento de cabeza identificó al pequeño cuerpo que se removía adormecido entre los brazos de madre, la cual dejaba caer lágrimas silenciosas por sus blancas mejillas. —Pero eso no quiere decir que, el señor Cho, que se encuentra muy tranquilo en la planta baja, no haya hecho tratos con una de mis compañías y ahora que se encontraba un poco moroso, nosotros teníamos que venir a cobrar el monto acordado. —Minseok parpadeó sorprendido y finalmente las lágrimas en sus ojos cayeron con suavidad, como una leve caricia sobre su piel, ¿su padre? Su padre había trabajado por más de veinte años en la misma empresa de bienes raíces y era una de las pocas que se encontraba en buenos términos con los maleantes recolectores de soborno del señor Shim o, ¿acaso eso era mentira?
—Señor. Señor Shim, por favor. —Imploraba con toda su alma. —Nosotros no sabíamos de ello, de verdad. Nosotros no teníamos idea, pero, por favor. Si nos dice cuál es la suma que mi padre le debía pero si nos permite un poco de tiempo, me aseguraré de conseguirlo. Pero, por favor. Por favor, señor Shim, no lastime a mi familia. —Minseok sucumbió ante la presión y cae de rodillas justo al filo de las escaleras, haciendo una pronunciada reverencia en dirección al hombre y a todos sus acompañantes; él negociaría con su vida si eso era lo necesario para mantenerlos a salvo, a su madre y a su hermano.
—Oh, no pequeño. Eso ya no servirá. —Shim le levantó el rostro con brusquedad para que el chico pudiese verle mejor. —Ya he esperado demasiado tiempo. Yo le di a tu padre, más de lo que necesitaba pero aun así, no cumplió, y ya sabes lo que dicen sobre esperar. ¿Lo sabes? —Minseok negó muy despacio. —A mí no me gusta que me hagan esperar. —Y así de simple el señor Shim le disparó al joven debajo de la mandíbula. Minseok hizo un sonido ante la impresión de ahogarse con el sabor metálico de su sangre, sangre que comenzaba a desbordarse por sus labios cerrados y cayó con lentitud luego de que Shim le quitara el soporte que le brindaba con su cuerpo.
La señora Cho se volteó con fuerza al escuchar como su hijo caía por las escaleras como una muñeca de trapo y chocaba de bruces con el cuerpo inerte de su padre, ambos ya no volverían a abrir los ojos nunca más. Aquel pensamiento la incendió y lloró con fuerza abrazando el cuerpo menudo de su hijo menor ocasionando así que el pequeño despertase entre quejidos y luego soltar el tierno muñeco de felpa en forma de reno que normalmente le acompañaba en sus aventuras y sueños, alzó el rostro y miró con grandes ojos inocentes al hombre que se le acercaba.
—¿Quién eres? —Su tono agudo y mejillas regordetas le hicieron detenerse por momentos y dejó escapar un gruñido de fastidio. Shim podía ser cualquier cosa que la gente dijese que él podía ser. Ladrón, drogadicto, asesino; una muy mala persona, pero inclusive él tenía reglas, un código de conducta que le enseñaba a todos los que quisieran estar bajo su mando, reglas que mantenían cierto sentido de orden dentro de todo el caos en el que vivía. Y una de ellas era no lastimar a niños, jamás.
La señora Cho quedó arrodillada y gateó en sentido contrario hacia la pared, con su pequeño tras su espalda, en vagos intentos de mantenerle a salvo.
—Por favor, por favor, él no. Haré lo que sea, pero no te lleves a mi hijo. Es solo un pequeño.
—¿Cómo te llamas? —Ignoró las suplicas de la mujer y dedicó toda su atención en el pequeño niño que le contemplaba con curiosidad e ingenuidad característica de alguien de su edad; no debía pasar de más de ocho años.
—Mi nombre es Minho. —Aun en su incómoda posición, Minho logró hacer una venia que simulaba una reverencia y luego de ello sonrió de tal forma que sus ojos casi no podían distinguirse y él lograba entrever los espacios faltantes en su boca; apenas si estaba mudando dientes de leche.
—Un gusto pequeño Minho. Yo soy Shim Changmin y estoy aquí para asesinar a tu familia. —Habló con tal dulzura digna de la atención de un niño que por momentos Minho no supo descifrar la realidad de las palabras que el hombre le decía, por otra parte su madre seguía llorando y suplicando hasta que los contrajo a ambos a la esquina de la pared e hizo que le mirase a ella en lugar de al hombre de aura tenebrosa. Al ver como su madre lloraba por él, a Minho no le quedó opción que llorar con ella. Finalmente entendió lo que el hombre le había dicho.
Posó los ojos en el pasillo tratando de encontrar a su hermano Minseok e intentó con voz aguda y ahogada el llamarle, pero el mayor no se veía por ningún sitio; lo mismo sucedió cuando quiso llamar por su padre. Minho estaba más que seguro que cuando su padre llegase, no iba a permitir que lastimaran a su familia.
—Eso no te servirá de nada pequeño, así que dile adiós a tu madre.
—¿Mamá?
—No lo veas, Minho, no lo veas. —La mujer intentaba tener su atención. —Solo debes mirarme a mí, solo mírame a mí. —Dejó ambas manos sobre sus mejillas y le sonrío como pudo aun en su estado deplorable y desarreglado. Su cabello parecía estar disparado en todas direcciones lejos de la siempre impecable coleta que la mujer tenía antes de acostarse, sus ojos brillantes y rojos a causa de las lágrimas derramadas y los labios lastimados por los sollozos que intentaba a todo dar ocultar de su pequeño. Su pequeño que poco a poco comenzaba a mirarla con temor. —No te preocupes por mí o por tu padre o por Minseok, todos vamos a estar bien. —Le atrajo a su cuerpo y le acarició el cabello que comenzaba a crecerle y caía rebelde por debajo de sus orejas. —Te amo Minho, siempre tenlo presente. No solo yo, tu padre y tu hermano. Todos te amamos mucho. —La mujer se acercó lo suficiente para dejar un beso casto en su frente ocasionando así un gesto aburrido y hastiado por parte del hombre que contemplaba la escena extrañamente callado y cansado de esperar, Changmin le disparó a la mujer que aun sostenía a su hijo con una fuerza casi sobrehumana.
Minho se sobresaltó al escuchar tan cerca el sonido del disparo y cerró los ojos por inercia abrazando el cuerpo de su madre con toda la fuerza que sus pequeños brazos le permitieron, sus uñas se clavaron en los brazos tersos de la mujer y tembló inconsciente ante la sensación de calidez que le bañó las piernas de un momento a otro. Separándose de su madre llevó la vista hasta el sitio y le sorprendió al encontrar sangre negra, muy obscura que brotaba de la mujer y manchaba tanto la bata que cargaba como su cómo pijama de rayas.
—¿Mamá? —Intentó llamarla otra vez. —¿Mamá? —Alzó la cara para verle mejor. —¡Mamá! —Se alejó un poco, con mucho esfuerzo puso ambas manos en los hombros de la mujer y comenzó a zarandearla sin mucha fuerza. —¡Mamá! ¡Mamá, despierta! ¡Mamá! —Gracias a uno de sus tirones la mujer finalmente cayó a un lado de un resbalón, manchando todo a su paso. Minho la miró por última vez y la llamó entre quejidos antes de ponerse a llorar con fuerza logrando que su pecho se ensanchase a todo dar y no pudiera mantener los hombros firmes.
El señor Shim comenzaba a enojarse, había una razón por la cual a él no le gustaba demasiado el tener que hacer esas cosas, es decir, a él no le molestaba tener que recolectar el dinero que le debían y si debía matar a uno o dos miembros de una familia para que finalmente le entregasen la suma correcta, no ponía demasiado empeño en ello, pero cuando se trataba de lidiar con niños; había algo en él que se removía con malestar. Él no era un desalmado. Quizás no era una buena persona pero incluso para él existían límites y los límites de Changmin eran los niños.
En su mente los niños solo debían ser niños, ocuparse de colorear dentro de la línea y odiar el brócoli justo como él lo hacía desde que podía recordar. Los niños no tenían por qué saber de la verdadera obscuridad que les rodeaba una vez que salieran al mundo exterior, lejos de la coraza de seguridad que brindaba los padres. Sí, los niños solo debían ser niños, pero había ocasiones en las que los niños debían olvidarse de serlo y crecer y madurar con prontitud, justo como él lo había hecho.
Changmin quitó del camino el cuerpo inerte de la señora Cho y se agachó quedando a la altura de Minho, aun con su arma en mano, de la cual todavía podía sentir la calidez a causa de ser accionada, apuntó al pequeño muy cerca de su nariz.
—Cállate. —Minho hipó de nuevo y aguantó la respiración al percatarse del arma sobre su rostro, tiritaba sin control, sus piernas habían perdido toda la fuerza y paseando la vista por última vez sobre su madre, un escurridizo sollozo escapó de su boca. En un movimiento rápido, que incluso el mismo Changmin se sorprendió de verle hacerlo, Minho tapó su boca con sus temblorosas manos. —Buen chico.
Confinado estaba a una pequeña habitación de blancura absoluta. Tenía una cama king size adornada con mullidas almohadas y cálidos cobertores que servían para mantenerle refugiado del frío que azotaba en las noches, el espacio carecía de calefacción y aunque había escuchado de alguien que le ofrecía sábanas extras, él apenas si había dirigido la atención.
Tocaron a su puerta y él se encogió de entre las almohadas, había creado un tipo de nido a su alrededor que le mantenía a salvo o eso le gustaba creer.
Una mujer bonita, de cabello corto y castaño claro, casi rubio apareció con una bandeja entre las manos, Sooyoung era su nombre y siempre entraba a en la habitación a la misma hora, pendiente de si había comido lo que le había traído o no. Minho acostumbraba a pasar el día sin probar bocado hasta que entrada la media noche simplemente no podía soportarlo más y cada mañana Sooyoung sonreía contenta de que hubiese logrado comer algo. El día en el que Changmin hizo saber a los integrantes de la mansión que el pequeño Minho viviría con ellos de ahora en adelante, había causado conmoción y más cuando el pequeño en cuestión parecía no querer alejarse de Changmin siquiera un centímetro; habían tardado unos buenos veinte minutos en separar el cuerpo del infante de su jefe y cuanto lamentaron el hacerlo. Minho hizo una rabieta de tal magnitud que sus gritos se escucharon hasta en la cocina atrayendo la atención de todos.
El pequeño no se movía de su sitio desde que lo habían soltado de Changmin, él solo lloraba y temblaba con tal fuerza que las pocas mujeres que estaban en el lugar temieron a que pudiese sufrir de una convulsión o algo parecido.
Solo Changmin logró calmarlo al quedar a su altura, tomando un manojo de su cabello para que le mirase a los ojos y con una simple orden Minho quedó en silencio.
Changmin sonrió triunfante al saber que había sido el único en calmar al pequeño pero se extrañó al sentir un tirón en su pantalón luego de haberse dado vuelta con la intención de irse a su oficina y volver al trabajo. Minho le miraba con los ojos muy grandes y brillantes, infló las mejillas en un intento de parar de llorar creando así un puchero y alzó los brazos en su dirección, era obvio que Minho quería que Changmin le cargase de nuevo, y solo sabría Dios por qué Changmin accedió a hacerlo.
Changmin fue quien le mostró la habitación que ahora ocupaba, le había dicho que ese sería su nuevo hogar hasta que fuese lo suficientemente grande como para vivir solo e irse por su cuenta, pero eso Minho no lo entendía, ¿a dónde iría si no tenía a nadie más? El hombre había asesinado a su familia y se lo había hecho saber muy tranquilo, ahora era Minho quien debía aprender a llevarse por sí solo entre el mar de gente que habitaba la mansión.
Minho se negó a separarse del hombre inclusive dentro de la habitación y Changmin estaba comenzando a desesperarse, él no tenía por qué tratar con el niño y más si se comportaba como un caprichoso y mimado, él tenía cosas más importantes que hacer y a punto de abandonar al muchachito estaba, sin importarle que sus gritos se escuchasen en todo el pasillo, cuando escuchó su voz ronca y lastimada, nada en comparación al espectáculo que había montado en la entrada.
—¿Mis padres te hicieron algo malo? —Abrió los ojos mostrando claro su sorpresa, él esperaba reproches, suplicas y más lloriqueos, eso era lo que la mayoría de las personas y los niños que entraban a la mansión hacían; suplicaban por sus vidas o las de sus familiares aunque supiesen la verdad. Pero nunca nadie se había si quiera tomado la molestia de asumir que él hacía lo que hacía porque estaba en su derecho de hacerlo; todos lo culpaban y lo tildaban de demonio, malvado y sin corazón, un despiadado ser que hacía lo que le devenía en gana y que no escuchaba de razones u objeciones. Minho era diferente, Minho honestamente creía en la idea de que quizás sus padres merecían lo que les había sucedido, sus ojos inocentes y carentes de malicia le demostraban a Changmin que Minho en verdad creía que sus padres le habían lastimado de alguna forma y que por ello merecían un castigo. —¿Lo hicieron verdad? ¿Hicieron algo malo? —Changmin solo pudo asentir despacio, pero lo que Minho hizo después, en verdad le hizo cuestionarse sus acciones aquella noche. —¡Lo siento! ¡Lo siento mucho!
Sooyoung dejó la bandeja de comida sobre la mesa que estaba en la pared a su izquierda y su sonrisa alegre se borró al contemplar los recipientes a medio comer que Minho había dejado la noche anterior, la mujer se preocupó y mordió su labio inferior, alborotando su cabello. Había días donde el pequeño se comía todo, pero eran mayoritarios los días en lo que eso pasaba, dejaba la comida como si apenas la hubiese probado, como si solo jugase con ella al cambiarla entre los envases para hacer un desorden pero apenas si comía; aquello no solo podía ocasionarle una indigestión, a la larga podría causarle mayores problemas, Sooyoung no sabía qué hacer. En la mansión contaban con un médico de confianza que mantenía archivos e historias de todos los que habitaban el lugar e incluso de los que ya no estaban y creía que su mejor opción era hacer que el médico viese al pequeño pero dudaba de como lograría que Minho saliera de su fortaleza esponjosa. A su cabeza entró la loca idea de pedirle a su jefe que llevase al pequeño, ella recordaba cómo Minho había hecho un escándalo y no se calmó hasta que el hombre le tuvo en brazos, pero era algo impensable, había más posibilidades de que lloviese en el desierto a que Changmin accediera a uno de sus pedidos concernientes al pequeño.
Sooyoung despeinó su cabello con furia olvidando momentáneamente dónde se encontraba, la frustración podía más con ella que su sentido común, bufó casi con desespero y tomó desganada la bandeja de comida cuando oyó por vez primera la risa cantarina de Minho.
Minho contemplaba con total atención el actuar de la mujer, si bien era una conducta de rutina y Sooyoung nunca había tenido un trato forzoso para con él, Minho simplemente no podía confiarse; estaba rodeado de extraños en una casa ajena, en una mansión; sabía que era un mansión porque la mujer se lo había dicho ya que él realmente no había tenido oportunidad de salir a recorrer ni mucho menos había querido.
La rubia normalmente pasaba poco menos de cinco minutos dentro de la habitación, revisaba cuidadosa cuanto había comido o si no había comido nada y le decía con voz suave y juguetona que debía comerse todo lo que había en el plato, como los vegetales aunque no le gustasen. Hubo una ocasión donde Minho si se había comido lo que le había llevado el día anterior pero muy apartados en el fondo se veían las zanahorias y los espárragos; la mujer le sermoneo por unos buenos veinte minutos que por un momento le hizo recordar a los acostumbrados regaños que le decía su madre cuando también dejaba los vegetales a un lado. El recuerdo de su madre le hizo llorar y Sooyoung alarmada se arrodilló a su lado, al filo de la cama y le imploró que dejase de hacerlo, la mujer no quería imaginarse el mal humor de su jefe al saber que Minho no solo había dejado la comida otra vez, sino que además ella lo había hecho llorar.
—¡Minho! ¡Oh, por favor, Minho, deja de llorar! —La rubia juntó ambas manos cerca de su rostro rozando su nariz con los ojos fuertemente cerrados. —¡Por favor, te daré lo que quieras, solo deja de llorar! ¡Changmin se enojará conmigo si sabe que te has puesto a llorar por mi culpa! —Ante la mención del mayor, Minho clavó los ojos en la mujer y tapó su boca con ambas manos, aspiró sonoro y exhaló el aire con lentitud.
—¿Changmin?
—¡Sí! —Sooyoung asintió agradeciendo mentalmente a todos los dioses que conocía por hacer que Minho se clamase. —A Changmin no le gusta cuando te oye llorar.
—¿No le gusta?
—No.
Esa fue la única vez en la que Sooyoung había logrado tener algún tipo de comunicación con el pequeño y fue gracias a su jefe o más bien la idea de su jefe. Y ahora su sorpresa era imposible de esconder cuando escuchó la voz risueña del pequeño llenarse de carcajadas burbujeantes que le enviaron mariposas a su estómago.
Sooyoung solo le sonrió y se alejó de la habitación sin decirle nada, ni siquiera retarle por haber dejado nuevamente olvidados los vegetales.
Tranquilo estaba en el consultorio, las horas de la mañana eran en verdad tranquilas para él, solo debía hacer chequeos de rutina para los chicos más jóvenes que estaban en entrenamiento o tratar alguna que otra herida causa también por dichos entrenamientos o algún trabajo forzoso que los chicos se veían necesario enfrentar, ya fuese el arreglar el tubo del lavabo y que a causa de la presión terminasen con un ojo morado o músculos adoloridos causado por las altas temperaturas que gobernaban el ambiente y debían salir a media noche a cortar madera para encender la chimenea, nada alarmante, nada que le preocupase realmente. Los verdaderos problemas se veían cuando el jefe y los altos mandos estaban en alguna misión, ya fuese el resguardo de un encargo o el envío de mercancía; en esas ocasiones él debía prepararse para todo aunque lo normal era el cuidado de heridas de balas, era una suerte para él que los gánsteres de la ciudad e incluso los mismo que lideraba Changmin, no tuviesen demasiada imaginación a la hora de mantenerse protegidos en aquellas situaciones. La imaginación les servía era para las situaciones que tenían un daño irreversible.
Leía el periódico junto a una cálida y cargada taza de café, justo como a él le gustaba cuando la puerta se abrió de súbito sin siquiera darle un momento para enderezar la postura.
—¡Jonghyun, te necesito! —Asimiló la orden fuerte y clara, para su mala suerte su camisa nueva se había terminado manchando por el café pero no tiene tiempo de quejarse por el hecho cuando ya ha posado la atención sobre su jefe y su semblante se endurece a causa de la expectativa.
—Dígame, jefe. —Arregló los pliegues de su bata y quedó parado frente al hombre.
—Hay alguien a quien necesito que examines. Me ha dicho una de las chicas que no ha comido nada en días y tal parece que ha pescado una fiebre.
—Puede tratarse de una simple indigestión o quizás sea una infección, pero estaré seguro una vez de que le vea. —Dirigió la atención detrás de su jefe buscando a la persona que debía examinar pero se extrañó de encontrarse solo con la figura del hombre. —Jefe, ¿dónde está?
—Está en su habitación, por alguna razón se niega a salir allí. —Comentó sin dar demasiadas explicaciones, de todas formas, él no las necesita. —Al escuchar eso Jonghyun arrugó el entrecejo confundido, él estaba al tanto de lo que sucedía en la mansión y conocía a cada uno de sus habitantes, debía hacerlo, ese era su trabajo.
—¿Quién es?
—Minho. —Seguía los pasos de su jefe por los amplios pasillos hasta el ala de las habitaciones mientras su cabeza maquinaba entre sus registros el dar con ese nombre y otorgarle un rostro. Minho era el chiquillo que había llegado a la mansión hace apenas una semana, era el hijo de una familia que se había negado o no había podido pagar los plazos de Changmin y la deuda era tal que era imposible obviarla y no hacer algo al respecto. Sí, el recordaba a la perfección el alarido monstruoso que le había dejado conmocionado en el medio de la noche, Jonghyun había estado descansando luego de una larga noche de hacer suturas; las pandillas más pequeñas de Changmin debían poner orden y dejar en claro quién era el que tenía el control de todo y eso, por supuesto, conllevó a una gran revuelta y vulgar pelea callejera, él pasó toda la noche limpiando cortaduras, meros rasguños, alguna que otra nariz rota y muchos ojos morados.
Camino a la cocina se encontraba por algo que le relajase un poco, quizás hacer un té caliente y robar algún pedazo debrownie adulterado de chocolate que le ayudase a dormir más tranquilo cuando llegase a su cama. Sí, ese sonaba como un buen plan hasta que un grito, un chirrido doloroso llegó a sus oídos y alejó por completo de su sistema cualquier pensamiento de descanso; esa era su clara alarma que le indicaba su presencia era necesitada, así que corrió lo más que sus piernas entumecidas le permitieron hasta la entrada, decir que quedó perplejo era poco, la imagen que le recibió era extraña, confusa pero no menos hilarante. Changmin cargaba entre sus brazos a un pequeño que no lograba reconocer, quizás un nuevo integrante para la curiosa y disfuncional familia que tenían en aquel lugar, y se alejó con paso lento hacia las habitaciones, sin prestar atención a más nadie.
Llegó a la habitación y por momentos dudó sobre como proseguir, Jonghyun nunca antes había tenido contacto con el chico, no aparte de aquel borroso recuerdo de sus gritos en su cabeza y si era cierto lo que Changmin decía, que el pequeño no había salido de su habitación quizás desde que había llegado a la mansión; eso quería decir que Minho estaba teniendo un muy doloroso momento de adaptación, y él aunque podía imaginar el por qué e incluso darle la razón al temor y la rabia que Minho podía estar sintiendo en aquellos momentos, Jonghyun no era experto en cómo lidiar con el dolor, las emociones y las cicatrices psicológicas, él era médico no psiquiatra.
Dedicó a Changmin una mirada pero el hombre se veía casi igual o más intrigado y perdido que él, Jonghyun posó la mano sobre el pomo de la puerta dispuesto a entrar pero se detuvo al sentir como su jefe le tomaba de la muñeca muy despacio, casi amenazante.
—Debes tener mucho cuidado. —El agarre de Shim se volvió posesivo y por momentos Jonghyun sintió curiosidad y se intrigó sobre los orígenes de Minho para que Changmin se comportase de forma tan protectora.
—Por supuesto.
Jonghyun no sabía que esperar de la situación, en una situación normal él sabría de quien se trataba, habría tenido algún contacto anterior y podría hacer un diagnóstico con facilidad tomando en cuenta lo cooperativos que fuesen sus pacientes, pero en este caso, Jonghyun no sabía absolutamente nada sobre el pequeño al que debía examinar, apenas si su nombre, ni siquiera su edad y eso no era para nada alentador.
Se adentró en la habitación con paso lento y se sorprendió de ver a Sooyoung recostada en el suelo contra la pared a pocos metros de la cama, como si tuviese miedo de acercarse lo suficiente pero al mismo tiempo estuviese preocupada como para velar de la salud del infante.
—¿Minho? —Llamó al pequeño entre susurros, claros y fáciles de entender pero no lo suficientemente fuertes como para asustarle ante la intromisión a su privacidad. —¡Minho! —Intentó de nuevo y agudizó los sentidos logrando escuchar la respiración errática que provenía del cuerpo acostado en la cama; podía escucharle pero no podía verle, el pequeño estaba protegido de una muy bien construida fortaleza de plumas y sábanas acolchadas. No pudo evitar sonreír, la memoria de castillos y murallas imaginadas hechos de los mismo materiales inundó su mente; cuando era apenas solo un niño, Jonghyun solía crear mansiones y emporios entre almohadas y colchones en conjunto con sus amigos.
Suspiró ante el recuerdo, a veces se preguntaba que habría sido de sus amigos, aquellos con los que había tenido su primer encuentro espeluznante con el señor Shim, no el que ahora era su jefe, sino más bien su padre, aunque una vez que tomaban el poder, todos pasaban a ser llamados bajo el mismo apodo.
—¿Minho? —Movió las almohadas y destapó las sábanas, Jonghyun sintió un balde de agua fría caerle del cielo cuando sus ojos se posaron finalmente en el cuerpo que luchaba silencioso contra la tempestad que azotaba en su interior. Allí postrado en la amplia cama luciendo más pálido que de costumbre, sudoroso y con los labios rotos y agrietados a causa de la deshidratación, no estaba nadie más que Choi Minho, el hermano menor de uno de sus mejores amigos, Minseok; su paciente no era ningún otro más que su dongsaeng. —¿Minho? —Volvió a llamar con más fuerza lanzando todo el ropaje de la cama al suelo. —¡Minho! ¡Vamos, pequeño, contéstame! ¡Minho! —Sus gritos fueron suficientes para sobresaltar a Sooyoung que se levantó asustada y se preocupó aún más ante la actuación desesperada del médico, Jonghyun era el mejor entre los mejores y era precisamente por sus nervios de acero y su gran compostura ante cualquier cosa, así que verle perder la calma a causa del pequeño era para sentir incomodidad y tensión.
Changmin que se encontraba a las afueras de la habitación, a meros pasos de distancia en el umbral de la puerta, abrió con un sonoro portazo y se expresión se encendió ante las actitudes escandalosas del más joven.
—¿Jonghyun, qué sucede? —Por momentos temió que la salud del infante se encontrase en real peligro a causa de que nadie había puesto verdadera atención al pequeño mimado y berrinchudo que se negaba a salir de su habitación, además Minho no era el primero, ni iba a ser el último en adoptar esa actitud al poco tiempo de entrar a la mansión. Quiso acercarse al muchacho que con prisa libraba a Minho de su ropa húmeda y limpiaba continuamente el sudor de su frente.
—¡Aléjate de él! —El tono obscuro, demandante, posesivo y poco acostumbrado que escuchó le mantuvo a raya, Changmin podía contar con los dedos de una sola de sus manos las veces en las que Jonghyun había perdido los estribos a causa de un paciente y le sobrarían dedos libres, así que por el momento le dejaría ser; era prioridad para el hombre mantener al chico estable, ya luego vendrían las preguntas.
Jonghyun corría por los pasillos seguido de una asustada Sooyoung, llegaron al ala que le correspondía al hombre y colocó a Minho en una de las camillas desocupadas.
—Sooyoung, necesito que me traigas mantas nuevas, muchos cobertores, agua con hielo y ropa nueva para Minho. —Ordenó a la chica mientras buscaba su estetoscopio y un termómetro digital, lo acercó a la oreja del Minho y su rostro se desfiguró ante el resultado. Cuarenta y uno y medio.
—¡En seguida Jong! —Sooyoung salió disparada de regreso hacia el ala de las habitaciones, tomaría prestada alguna de las prendas de los más jóvenes aunque lo más probable era que a Minho le fuesen demasiado grandes, y en la cocina tenían cazuelas que podrían ser de utilidad. Luego de tener todo lo que Jonghyun le había pedido, Sooyoung volvió al ala de cuidados, en todo el trayecto no tuvo señal del jefe.
Jonghyun contemplaba las reacciones de Minho con ojo clínico, Sooyoung había regresado con su pedido y rápidamente entre ambos limpiaron a Minho. Le dejaron con un nuevo cambio de ropa, que como Sooyoung había predicho, le era grande y una de las mangas resbalaba por su hombro. Le limpiaban el rostro y el cuello gracias al agua helada y le mantenían cubierto con todos los cobertores gruesos que Sooyoung pudo encontrar, no obstante, luego de varias horas, la fiebre de Minho no cedía.
—¡Demonios! —Jonghyun masculló por lo bajo luego de ver por segunda vez consecutiva gracias al termómetro que la fiebre de Minho no desaparecía. —Esto no está funcionando. Sooyoung, vamos a moverlo a la bañera, quizás si lo sumergimos todo, la fiebre pueda ceder un poco.
—¿Pero no es eso peligroso? —Cuestionó la rubia, ella no sabría mucho de medicina, pero tampoco le convencía dejar el cuerpo febril de Minho a la merced del agua helada.
—Tampoco es como si fuese a dejar que sufriera una hipotermia, además no estará solo. —Sooyoung optó por no preguntar, dentro de aquella mansión y más en aquel oficio, ella sabía cuándo debía mantenerse alejada de preguntas indeseadas, ya otro sería el momento de despejar sus dudas.
—De acuerdo. Te lo prepararé, ¿mucho hielo, no?
—Perfecto. —Jonghyun sonrió por momentos ante lo comprensiva de la chica, más la detuvo a mitad de camino cuando le vio cruzar el pasillo. —Sooyoung, sube a mi habitación. —Por el comentario se ganó una mirada inquisitiva, calculadora pero no menos preocupada. —Está bien, la tina es la más grande, será más fácil. —Cumplió órdenes y dejó lista la tina.
Jonghyun desvistió a Minho con cuidado, dejándolo solamente con un fino tank top y su ropa interior, midió con la punta de los dedos la temperatura del agua y un escalofrío le recorrió al sentir lo helada que estaba, esa era la mejor opción de Minho por los momentos. Compartiría el calor corporal y luego se acoplaría al frío, así su cuerpo debería calibrarse mejor y poco a poco la fiebre cedería, además estaba preocupado por el hecho de que en toda la noche Minho no había recobrado la consciencia; según Sooyoung hacía más de doce horas que Minho se había dormido y fue a causa de verle aun dormido que Sooyoung corrió a ver al jefe, en ocasiones normales Minho debería estar más que despierto para seguir sus movimientos dentro de su habitaciones con ojos tan afilados como cuchillos. Y así fue como Changmin había recurrido a él.
Sus dientes castañearon ante la sensación del frío que le recorría por completo a causa del agua y el hielo, abrazó a Minho rodeándole la cintura y aferró sus manos a la delgada capa de ropa que le cubría, todavía Jonghyun podía sentir la diferencia entre la temperatura de sus cuerpos.
—Minho, vamos pequeño, debes ser fuerte. —Comenzó a hablarle por lo bajo contra el oído. —Soy yo, Jonghyun. Soy yo, tu hyung, el amigo de Minseok, ¿me recuerdas? —Acarició su cabello para despejarle el rostro y sus cejas se contrajeron en señal de derrota. —Minho, soy yo. Jonghyun-hyung, tú me conoces. Estoy aquí contigo, así que no tienes de qué preocuparte. —Besó sus mejillas con premura. —No estás solo Minho, yo estoy aquí y ahora necesito que despiertes. Necesito que luches con las preocupaciones y abras los ojos. —Frotaba los brazos y al mismo tiempo alejaba de sí los cubos de hielo que se incrustaban en su cuello. —Vamos pequeño, tú eres fuerte. Abre los ojos, abre los ojos para mí. —Un sonido ronco y adolorido se escuchó de la garganta de Minho y se removió inquieto en el agarre del mayor. —Eso es Minho. —Volvió a besarle las mejillas y sonrió despacio al girarle de medio lado y ver como abría los ojos muy despacio. —¿Minho? ¿Puedes escucharme? —Al chico le costaba enfocar la vista, todo a su alrededor lo veía borroso pero al menos era consciente de la voz que le hablaba en la lejanía.
No sabía con exactitud qué era lo que había sucedido, no se había sentido muy diferente la noche anterior a como se sentía desde que había llegado a la mansión; escondido entre las sábanas y soñando con el rostro de sus padres y hermano, algunas noches pensaba en ellos y no lograba parar de llorar hasta que caía dormido, pero a diferencia de como dejaba escapar su llanto antes en la seguridad de casa a como lo hacía ahora en la frialdad de la habitación, ahora debía acallar sus sollozos y permanecer en silencio, ya que a Changmin no le gustaba cuando él lloraba o eso le había dicho Sooyoung.
Contempló por última vez la bandeja de comida que no había tocado en aquella ocasión y se acurrucó en sí mismo, haciéndose ovillo debajo de los cobertores y sábanas, sus pies estaban muy fríos. De la nada comenzó a temblar con fuerza y su cuerpo se sentía pegajoso por culpa del sudor, ya luego solo unas enormes ganas de dormir le llegaron a los ojos, solo quería dormir y no despertar, quizás así podría ver a su familia de nuevo, en sus sueños.
Despertó desorientado varias horas más tarde, tenía el cuerpo pesado y no lo podía mover con facilidad aunque sentía los dedos de los pies más calientes a como los recordaba desde que había llegado a la mansión. A su visión se le dificultaba enfocarse con rapidez pero luego de parpadear veces seguidas, logró enfocar los ojos en el amplio y empinado techo que se le presentaba; ese no era el mismo techo de su habitación.
—¿Despertaste? —Escuchó una voz cercana. —Eso es bueno. —Giró el rostro para encontrarse con una cara familiar. —Me tenías preocupado, Minho. —Minho permaneció en silencio en lo que Jonghyun se permitió estar quieto y dejar que Minho le analizara todo el tiempo que encontrase necesario, quizás estaba intentando averiguar de dónde su rostro se le hacía familiar, o por qué su voz se le hacía conocida.
—¿Jong… Jonghyun… hyung? —Le costó hablar, la garganta le ardía y su pecho dolía; no estaba seguro pero a esas alturas nada perdía con preguntar.
—Me alegra saber que me recuerdas, Minho. —Jonghyun sonrió con soltura y Minho abrió los ojos conmocionado. No se trataba de un sueño, ni de una visión, no se estaba imaginando cosas, allí frente a él se encontraba nadie más que Jonghyun, uno de los amigos de su hermano Minseok. Recordaba que el mayor de los Choi solía pasar mucho tiempo con su trio de amigos y que en varias ocasiones en las que Minseok no quería jugar con él, sus amigos le convencían de lo contrario y justo terminaban pasando las mejores tardes en la casa, teniendo muchas aventuras. Era bueno ver a alguien conocido, aunque hacía mucho tiempo que Jonghyun no pasaba por casa, sus otros amigos sí; Minho podía recordar al cálido Jinki, con su sonrisa brillante que sus ojos desaparecían y al estrafalario y escandaloso Kibum o Key como prefería que le llamaran, su mirada gatuna era muy perspicaz pero él siempre le llevaba paletas o helados a Minho, a espaldas de Minseok.
De cuenta nueva el pensar en su hermano, en su familia, en su tiempo alegre y divertido hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas, acción que alertó a Jonghyun y le hizo llegar a su lado en un solo movimiento. Jonghyun tomó su mano y Minho no dudó en estrecharla con la poca fuerza que su cuerpo conservaba y comenzaba a recuperar.
—Minseok-hyung. —Susurró e hipó contrayendo el rostro, alzando los hombros. —¡Minseok-hyung ya no está! —El decirlo al aire y no solo en sus pensamientos hacía la idea todavía más real; le estaba costando el mundo y más aceptar el hecho de que se encontraba solo, se sentía solo y ya no tenía a nadie que se ocupase de él o se preocupase por su persona, Minho estaba solo.
—Tranquilo, Minho. Tranquilo, todo va a estar bien. Todo va a estar mejor. —Acercó la silla todo lo que pudo hasta la camilla y por mero instinto Minho posó la cabeza en el regazo de Jonghyun disfrutando de las sutiles caricias que el hombre le regalaba a su cabello.
—Extraño a mamá. Extraño a papá. Extraño a mi hyung. —Ya no podía esconder el llanto, su voz poco a poco fue en aumento y dejó ser libre el dolor que albergaba su corazón. —Quiero irme a casa, quiero volver a casa. —Con el anhelo a flor de piel Minho quedó dormido y Jonghyun no pudo evitar que se le escapara una solitaria lágrima por su mejilla. Si Minho estaba en la mansión, eso solo significaba una cosa.
Lo más seguro era que el resto de la familia Choi ya no estuviese en aquella pintoresca casa cerca del lago a la que tanto le había gustado ir de pequeño, que todavía recordaba con cariño y había añorado regresar aunque fuese solo una vez, ahora lo más probable era que ya nada quedase de la propiedad o que los altos mandos y los pandilleros la hayan convertido en un escondite nuevo a no ser que Changmin tuviera planes específicos para la edificación.
Exhaló un suspiro cansado y sintió como los músculos de su espalda se tensaban uno por uno luego de que escuchó la voz siniestra y calmada de su jefe detrás de su espalda.
—Tenemos que hablar.
Se escondía detrás de las piernas de Jonghyun y lanzaba miradas asustadas de tanto en tanto a Sooyoung, quien le sonreía con dulzura cada vez que le veía y luego volvía a prestar atención a lo que le habían encargado a hacer por aquella noche.
Debían prepararse para una nueva entrega, las armas en un puerto y la droga en otro, por ello todos estaban nerviosos y a la expectativa como un par de gatos en celo. Minho caminaba tomado de la mano de Jonghyun quien hacía sus rondas de rutinas por todos los espacios de la mansión a todo aquel que lo necesitase y chequeos rutinarios que no eran en verdad necesarios pero que abrían la curiosidad de Minho a entablar una conversación.
—¿Para qué sirve eso? —Preguntó con voz tranquila, ronca y grave, nada parecido al tono risueño y alegre que Jonghyun recordaba pero debía darle tiempo, Minho era fuerte pero dentro de su situación todo era relativo, podría recuperarse y volver a ser el niño burbujeante y curioso que era o podía quedar en ese estado de calma y miedo por el resto de su vida, Jonghyun no sabría decir cuál era la más probable. Miraba con extrañeza el tensiómetro y tocó con la punta de los dedos la bombilla. —Se parece al patito de hule que mamá me compró para el baño, el señor Cuack. —Rio por lo bajo tapando su boca con un mano por el recuerdo y de cuenta nueva la mirada vacía que le siguió hizo que Jonghyun sintiera el corazón encogido en el pecho.
—Es un tensiómetro. —Explicó dándole toda su atención. Todavía sentía las miradas intrigadas y penetrantes de algunos de los integrantes de la mansión, hubo un verdadero shock el enterarse del revuelo que había causado Jonghyun por la salud de Minho y todos respiraban celos, envidia, entre otras cosas, al saber que no solo Jonghyun había alejado a Changmin como si de una mamá oso se tratase, lo impresionante era el hecho de que Changmin no hubiese hecho nada al respecto. No hubo ningún tipo de acción o contacto que incitase la necesidad de reestablecer el orden y el poder, Changmin ni siquiera le había alzado la voz a Jonghyun, solo cumplió con el pedido de estarse lejos de la presencia de Minho, y fue así hasta que el mismo Minho quiso saber a dónde estaba el hombre que lo había llevado a la mansión.
—¿Changmin? —Preguntó sorprendido. Minho y él aún estaban en el ala de enfermería, la fiebre del pequeño había bajado, parecía haber cedido por completo pero Jonghyun no iba a arriesgarse, le cuidaría hasta bajo una lupa, se lo debía a Minseok. Así que escuchar a Minho preguntar por su jefe fue bastante inusual.
—Sí. —Asintió veces repetidas haciendo a Jonghyun sonreír. —El hombre que me trajo aquí, el que mató a mis papás y a hyung. —El escucharle decirlo con tranquilidad fue escalofriante, contempló a Minho unos buenos tres minutos en silencio en lo que el menor esperaba respuesta, y descubrió que Minho lo decía con sinceridad. Esa era la única información que tenía acerca el señor Shim, ya que no podía recordar su apellido y había escuchado de Sooyoung que no debía llamarle por su nombre jamás, a no ser que fuese de mucha confianza, tal parecía que Jonghyun le tenía confianza. Revisó el reloj, marcaba las cuatro de la tarde, justo la hora en la que Changmin se tomaba un pequeño descanso para disfrutar de un café negro sin azúcar y luego volvería al trabajo despejado.
—Ahora debe haber salido del trabajo.
—¿Podemos ir a verle?
—Todavía estas enfermo, Minho.
—¿Y si vamos cuando ya no esté enfermo? —Hizo un mohín aniñado, de esos que acostumbraba mostrarle a su madre cuando quería una galleta extra después de la cena y a la mujer no le quedaba otra que aceptar.
—Eso lo veremos.
Y así era como ahora Minho le acompañaba en sus rondas, sintiéndose todavía temeroso de las miradas y las personas desconocidas además de los espacios grandes y pasillos largos e interminables, aquella mansión parecía un laberinto.
—El tensiómetro sirve para saber los valores de tu tensión arterial. —Acarició el cabello obscuro de Minho, brillaba de limpio y se veía incluso más negro, como azabache. —Es la presión de la sangre en tus venas. —Contestó a su muda interrogante, Minho hizo un puchero y se cruzó de brazos, Jonghyun parecía leerle la mente.
—¿Lees mentes? —Se abrazó al cuello del mayor y Jonghyun se rio de buena gana, Minho seguía igual de ocurrente, quizás él podría esperar lo mejor de todo aquello.
—No. No leo mentes, solo soy intuitivo.
—¿Intuitivo?
—Soy bueno percibiendo las cosas a mí alrededor.
—¿Cosas como qué?
—Sé que no has comido nada hoy y por eso, luego de que terminemos con el trabajo iremos a la cocina y te daré un enorme plato de sopa, y no nos iremos hasta que te lo termines. —Minho alzó las cejas completamente sorprendido en un gesto que a Jonghyun se le antojó adorable, quizás ahora el chico de verdad creyese que él leía mentes, cuando en realidad Sooyoung le había estado manteniendo informado de lo que Minho consumía. Si bien ya no estaba en el estado crítico en el que había llegado, todavía tenía esos momentos en los que no le apetecía comer nada.
—¡Pero a mí no me gusta la sopa! —Susurró al oído del mayor causando risas divertidas y le lanzó los más grandes y mejores elaborados ojitos de perrito que le permitió su expresión, haciendo reír a Jonghyun todavía más. —¿Puedes hacer un poco de estofado de kimchi? El estofado de kimchi es el que más me gusta.
—¡Por supuesto! —Asintió solemne y le dejó un beso sonoro en la mejilla a lo que Minho hizo una mueca de desagrado y comenzó a quejarse alargando las sílabas de su nombre.
Con el estómago contento de su comida favorita, Minho alzó los brazos hacia Jonghyun para que este lo cargara y el pequeño se acurrucó entre sus brazos rodeando su cuello para mayor seguridad luego de que el sueño comenzase a invadirle las pestañas.
—¿Puedo dormir contigo esta noche? —Minho le habló por lo bajo en un susurro casi inteligible y él solo le abrazó sin siquiera contestar ya. Luego de aquella primera noche en el ala de cuidados, cuando Minho estuvo lo suficientemente estabilizado como para volver a su habitación; ante la idea de regresar a la habitación fría, Minho se encogió en sí mismo y negó furioso, no queriendo volver, Jonghyun no tuvo corazón para regresarlo y en su lugar le ofreció la posibilidad de dormir en su habitación, compartirían la cama pero era lo suficientemente grande para los dos. La sonrisa brillante que Minho le dedicó le hizo temblar las rodillas y aceleró su corazón con la creencia de que por esa noche había hecho algo bien, había calmado el dolor de un paciente y Minho no era solo un paciente, Minho era familia.
Estando en la cama, Jonghyun esperó a que Minho le rodease la cintura con los brazos y no le dejase respirar a causa de la fuerza con la que se aferraría a su cuerpo, pero mayor sorpresa se llevó a la mañana siguiente de ver a Minho envuelto en la sábana, acurrucado sobre sí mismo en ovillo y solo se aferraba duramente al filo de la tela de su pijama del cual tenía un agarre de acero con su manita.
Desde entonces Minho permanecía en su habitación y una vez que se sintió mejor comenzó a caminar por la mansión siempre estando cerca de Jonghyun como si estuvieran pegados de la cintura. Habían personas que se habían interesado por él desde su llegaba y ahora que eran capaces de verlo, le consentían muy a espaldas de Jonghyun, como el darle trozos de pastel en las tardes aunque el hombre se lo hubiese prohibido ya que el pequeño no se dignaba si quiera a terminarse un plato de sopa; pero por supuesto había otros que no estaban muy contentos de tener un niño en la mansión, ni mucho menos llenarle de mimos y malcriarle.
Pero la verdad era que Jonghyun se negaba a que Minho volviese a la vieja habitación que ocupaba no sin antes remodelarla y agregar la calefacción. En cualquier otra temporada la habitación era fresca y agradable pero en invierno y en uno tan fuerte como el que estaban viviendo aquel mes, la estancia era imposible de habitar, se sorprendió de saber que Minho había estado toda la primera semana en la que le habían llevado a la mansión sin siquiera quejarse. Había querido hablar con Changmin del tema desde que el pequeño se encontraba en mejores condiciones, pero el hombre siempre estaba ocupado, estaba muy ocupado.
—Hyung. —Habló quedito contra el cuello del mayor. —¿Changmin ya salió del trabajo o tengo que esperar hasta mañana? —Había tenido cuidado de no mencionar el nombre del hombre muy alto aunque se encontraban solo Jonghyun y él en el pasillo camino hacia las habitaciones.
—Lo siento, Minho. Changmin no está, quizás puedas verlo mañana.
—¿Lo prometes? —El tono esperanzado que oyó en su oreja le hizo suspirar, ¿qué era lo que Minho quería lograr al ver a Changmin?
—Sí. —Le tocó el cabello y dejó un beso en su hombro. —Hey, Minho. ¿Por qué quieres ver a Changmin con tanta insistencia? —Pero Minho no contestó, el pequeño había caído rendido ante el cansancio.
Se paseaba de un lado a otro en su oficina como un león enjaulado. Su rostro no revelaba nada, nada que no fuera necesario pero eso no significaba que él no se preocupase por las personas a su alrededor, los que ocupaban la mansión, y la nueva adquisición a la familia que no era más que un niño no había dejado de rondar su cabeza desde que Jonghyun le gritó con furia y protección que se alejase de él.
Luego de que la impresión y la conmoción hubiesen pasado y los nervios no estuviesen alterados, Changmin había tenido una larga y tendida charla con Jonghyun acerca de la identidad del pequeño; si bien era cierto, para Changmin, Minho era solo mente un rostro carente de importancia, solo un posible eslabón más dentro de la gran cadena que significaba su familia, pero gradualmente sus inquietudes comenzaron a tomar forma luego de que Jonghyun le protegiese con tanto recelo.
Ya horas más tarde, era sumamente claro la razón por la que Jonghyun era tan posesivo y cuidadoso, Minho era, en sentido literal, su familia, y el hecho de que el pequeño estuviese allí era un sobreentendido sobre lo que le había sucedido a la familia Cho, Changmin esperó rebeldía por parte de Jonghyun, alguna queja, algún indicio de dolor, pero el médico solo suspiró y bebió de su vaso de brandi un par de veces sin decir nada más. Había sido sellada la silenciosa promesa de que él como buen jefe que era y más por ser amigo cercano y confidente del otro, él iba a cuidar de Minho a como diese lugar.
Por eso mismo en aquel momento de devanaba los sesos tratando de encontrar algo que fuese llamativo para la mente de un niño de ocho años, Minho se la pasaba con Jonghyun día y noche y aunque eso a él no le disgustaba, no demasiado, él sabía que con los siguientes trabajos, Jonghyun iba a estar muy ocupado y él no iba a permitir que la atención de uno de sus mejores médicos estuviese enfocada en otra cosa.
Su sorpresa quedó bien enmascarada al sentir unos sutiles toques en la puerta, con voz firme dio la orden para que, quien sea que fuese pudiese entrar en su oficina y lo probable era que fuese su secretaria haciéndole entrega de más papeles que firmar y trabajo por hacer, pero lo que obtuvo fue completamente distinto. Allí frente a él, en su oficina estaba nadie más que Jonghyun con un muy sujetado Minho que le miraba con sus grandes ojos llenos de precaución pero no menos inocentes e ingenuos a como los recordaba.
—Espero este bien que podamos estar aquí, Changmin. —Jonghyun le habló formal, como lo hacía estrictamente sobre negocios o la gravedad de alguna de sus heridas.
—Está bien. —El jefe con un movimiento de su mano les concedió el paso a tomar asiento en uno de los sillones que estaban en el espacio contrario a su escritorio de caoba y su silla de cuero. —¿Por qué están aquí? —Cruzó ambas manos bajo su mentón y esperó paciente por una respuesta.
—Yo quería hablarte de la posibilidad de remodelar la habitación de Minho, es muy fría, necesita calefacción. —Acomodó al pequeño en su regazo quien estuvo quieto todo el tiempo. —Pero eso creo podremos discutirlo en otra ocasión, de momento Minho se quedará en mi habitación, como bien lo sabes.
—Así es. —Tenía los ojos fijos en su amigo buscando la verdadera razón y ojeó momentáneo su agenta, comenzando a maquinar algún tipo de horario considerando las fechas y el clima, para la posibilidad de una nueva remodelación.
—Hemos venido aquí porque Minho quería verle. —Sus ojos se entornan fieros clavando la atención no en el hombre sino en el niño que le regresaba la mirada con mucha intensidad, pero que a causa de la presión terminó sonrojándose abochornado. Sus padres le habían enseñado mejores modales que esos. Changmin se levantó de su asiento sintiéndose intrigado y divertido ante el pedido del pequeño. ¿Verle? ¿A él? ¿Para qué? Quedó sentado, a duras penas rozando el filo de su escritorio con los brazos cruzados y se inclinó hacia adelante intentado quedar lo más cercano posible a su altura; con perspicacia y habilidad aprendida buscaba la aparente razón por la que el pequeño Minho quisiera estar en su presencia, después de todo había sido él quien le había arrebatado todo lo que conocía y le había dejado solo en un ambiente extraño; el haber encontrado a Jonghyun había sido un gran grito de suerte. Minho no medió palabra alguna solamente alzó los brazos en dirección a Changmin en un silencioso y claro pedido de querer ser sostenido por el hombre, Changmin le tomó de brazos sin siquiera sonreír o mostrar alguna emoción consistente y volvió a su asiento con la cabeza lista para regresar al trabajo.
Jonghyun observó dudoso la dinámica de ese par mientras se tomaba con calma y sin prisa el café de la tarde que Sooyoung le había llevado; para la rubia si fue difícil esconder su asombro al encontrar a su jefe en la oficina ocupándose del trabajo al firmar y revisar documentos con un Minho sentado en su regazo con las piernas a cada lado de su cintura, recostado en su pecho mientras dormitaba cabeceando contra el cuello del hombre y aferraba una de sus pequeñas manos a la camisa del mayor.
Los ocho años que siguieron a aquel encuentro fueron llenos de altos y bajos, Minho aprendía lo necesario para manejarse dentro de la mansión; primero solo cosas sencillas desde se ocupaba cada cosa, el aseo y mantenimiento del lugar, la extensión geográfica de toda la estancia y cómo estaba dividida. Cuando tuvo la edad de doce años, suficientes para aprender a defenderse Minho inició con las clases de defensa personal, el combate cuerpo a cuerpo y el uso de distintas armas blancas, desde cuchillas y espadas hasta la posible utilidad de un cuchillo de cocina e inclusive los de mantequilla; esos de los que tanto a él le gustaba lamer los restos de chocolate o mermelada en las tardes.
Minho estaba en constante aprendizaje y aunque no se notaba excesivamente emocionado a la hora de aprender a controlar armas de fuego, el muchacho tenía buen pulso y sus reflejos se habían afilado lo suficiente como para volverse muy eficiente en el uso de armas a larga distancia, y en el fondo le gustaba la idea de ser un francotirador.
Pero luego de organizar su cumpleaños número 16, Changmin se llevó una pequeña desilusión al enterarse que Minho no quería formar parte del negocio familiar como la mayoría de los nuevos integrantes; Minho quizás sabía cómo realizar una bomba casera a base de gasolina o como conectarla a un dispositivo electrónico con corto margen de alcance, pero se negaba usar sus conocimientos para lastimar a otras personas. Él prefería pasar las horas de descanso en el ala de cuidados junto a Jonghyun y aprender de medicina, también era cierto que debían entrenar algunos muchachos para aligerar la carga de presión en los brazos del joven doctor. Y por eso, en varias ocasiones veía a Minho correr por los pasillos con una bata blanca y el estetoscopio guindando en el cuello.
En una oportunidad Minho fue quien curó de sus heridas cuando Jonghyun estaba muy ocupado lidiando con otros heridos y Changmin prefería que el muchacho se encargase de los más jóvenes y de los mal heridos, él podía esperar.
—¡Hyung! —Le llamó Minho al adentrarse en su oficina, solo se tomaba la libertad de hacerlo cuando se encontraban a solas, a diferencia de Jonghyun, al que llamaba de la misma manera con alegría y prisa por los pasillos, al igual que a Sooyoung, a quien comenzó a llamar noona después de su primer cumpleaños en la mansión. Minho traía una expresión cansada pero relajada, había estado ayudando a Jonghyun con suturas menores mientras él se encargaba de los necesitados con urgencia, su trabajo había terminado y sabía que Changmin estaría en su oficina unos momentos a solas para poder analizar la situación. Estaban más que seguros que no se trataba de un descuido, podía contar con las dos manos el número de personas que conocía de la importancia de aquella operación aunque a simple vista pareciese un simple intercambio rutinario, y ahora muchos de sus hombres se encontraban lastimados a causa de la aparición repentina de la Policía Metropolitana de Seúl. Él no era tan narcisista como para creer que todo saldría a la perfección o que la posibilidad de que la policía interviniera fuese nula, pero el hecho de que fuese justo en ese momento le hacía dudar. Había una rata entre sus hombres, alguien que comunicaba a la policía sus posibles acciones y él no descansaría hasta descubrir quién era y hacerle pagar por ello.
Venía con un juego de tazas en las manos que pudiesen compartir en silencio como medio para calmarle los nervios y hacer que se concentrase mejor, pero sus intenciones se vieron opacadas cuando dejó caer las tazas al suelo de la impresión al darse cuenta de cómo la camisa de Changmin se obscurecía gracias a la sangre que comenzaba a filtrarse de su herida.
Hizo presión en el lugar correcto y Changmin gruñó por culpa del pinchazo de dolor que sintió recorrerle la piel, Minho le dedicó una mirada enojada pero sin decirle nada, luego de ir y volver por los utensilios necesarios, sintiendo la mente llenarse de pensamientos turbios comenzó a limpiar las heridas del hombre y suturó con precisión las más alarmantes.
Se quitó los guantes luego de guardar todos los suplementos médicos en el mismo botiquín donde los había traído, ya después cuando estuviese menos cansado se ocuparía de lavarlos, los botó en cesto de la basura que Changmin tenía en su oficina, limpió el sudor de su frente e intentó relajar los músculos de su cuello y hombros. Su primer pensamiento ante el hecho de ver al mayor herido, fue el inminente miedo a perderle, a que no fuese capaz de salvarle la vida con la misma agilidad y destreza con la que Jonghyun lo hacía, pero luego de cerciorarse de que no se trataba de nada serio, pudo curarle por sí mismo.
—Sé que te preocupas por los demás hyung, pero tú también debes cuidar de tu salud. —Tomó los utensilios con cuidado y suspiró cansado. —No me quiero imaginar que sucedería en la mansión si algo verdaderamente serio te sucediese. —Con esa imagen mental, el ver a Changmin lastimado en una de las camillas del ala de cuidados, Minho arrugó el entrecejo confuso ante la opresión que se instaló en su pecho, como si le contrajeran el corazón. Buscó una nueva pila de gasas y limpió pequeños cortes en el rostro del hombre, una laceración en su labio inferior y un rasguño en la ceja derecha. —Cierra los ojos, voy a aplicar alcohol ahora y puede que arda un poco. —Tal y como predijo el contacto del antiséptico ardía contra su piel enrojecida pero su apenas fruncido ceño era lo poco que le delataba, Changmin siquiera emitía sonido y Minho sopló contra su rostro para calmar la sensación.
Abrió los ojos sintiendo la cercanía del más joven contra sí y no pudo evitar sentirse maravillado ante la visión que finalmente se dedicaba a mirar con atención. Minho con el cabello despeinado que se acumulada sobre su frente, atrás había quedado en cabello negro y extremadamente liso de su juventud, con el tiempo su cabello había comenzado a crear suaves ondas traviesas por encima de sus cejas; las gotas de sudor que le empapaban y manchaban parte del pecho y la espalda y hacían que mechones rebeldes en su nuca quedasen adheridos a su cuello, y por supuesto, las traviesas gotas de sangre desperdigadas a lo largo de toda su vestimenta salvando por obvias razones la piel de sus manos y sus muñecas. Los ojos cansados y obscuras bolsas bajo los parpados, y los labios pálidos y rotos gracias a la fatiga y a la falta de hidratación en las últimas horas. Minho era simplemente hermoso.
Y por ello mismo, Changmin no sintió ni un mínimo ápice de culpa cuando atrajo al más pequeño, aunque ahora le alcanzase en altura, a sus labios al tomarle del cuello, atrapando con los propios cualquier protesta posible. Changmin le dijo adiós a la cordura y a la moralidad cuando hizo realidad su más obscuro deseo de reclamar al pequeño como suyo. Minho se aferró a las ropas del jefe e intentó en toda su inexperiencia el contestarle con la misma necesidad con la que el mayor le consumía, le hacía sentir que algo se derretía en su interior, fuego líquido que viajaba por sus venas encendiendo cada fibra de su ser, ahogó un gemido que no pasó desapercibido por el mayor quien le besó con fuerza, con furia, con pasión hasta que se llevó todo su aire y resopló asustado por la necesidad de oxígeno. Imposible de esconder era el sonrojo que subió por todo su rostro y con manos temblorosas tomó las herramientas de Jonghyun y salió rumbo al ala de enfermería con paso lento e inestable, sin dedicarle una mirada.
