Hola! Sí, ... soy de lo peor. Tengo un montón de historias inconclusas y aún así sigo publicando más... ¿Qué puedo decir?
Estoy re-editando 'Una vida junto a ti'. Se me pidió que la continuara y esa era mi intención, sin embargo, comencé a leerla porque hace tiempo perdí el hilo, y vi tantos errores, tantos, tantos ._. que no pude evitar el re-editarla. He subido los cuatro primeros capítulos, y estoy transcribiendo el cinco. Comprendan que estoy en proceso, y no es que pase todo el día pegada a la pantalla... y además de eso subo otra historia. Es que disfruto empezando historias, intentando ideas nuevas, ¿Me entienden? ¿no? :c
Bien, a pesar de todo lo que piensen de mí o lo que tengan que decirme, espero que esta historia sea de su agrado.
Cabe mencionar que Ranma esta vez es mayor que Akane, sin embargo es mas o menos la misma historia. El llega de China a la residencia Tendo, lo comprometen con Akane y todo eso, sólo que esta vez Ranma no cursa el mismo grado que Akane, y en esta historia, Ranma es bastante aplicado por lo que pudo salir muy pronto de la universidad :D ...¿Demasiado surrealista? XD
¡Muchísimas gracias por hacerle 'click' al título! Espero que si empiezas a leer, llegues al final, y si no es, si no te convenció en el transcurso de la lectura, pues es una lástima, ¿Te importaría hacerme saber el por qué? Ya sabes, comentarios constructivos nunca están demás :D ...siempre y cuando sean constructivos e.é
Comentarios, sugerencias, y todo, BIEN RECIBIDOS. Insultos no ò.ó
¡Besos!
Capítulo 1: ¿TÚ DE NUEVO?
Ingresaba a su habitación, sujetando un vaso de leche con la mano derecha, y con la izquierda un pocillo con un puñado de cereal integral en su interior, y encima, un pan de molde con mermelada sin azúcar untada.
Depositó su merienda con delicadeza encima de su velador y echó un vistazo a la cantidad de libros, cuadernos, guías y lápices, esparcido todo encima de su cama cuyo cobertor arrugado, todavía conservaba el calor de su cuerpo antes de marcharse hace como quince minutos.
Volvió a su posición anterior: Sentada con las piernas flexionadas; Cogió sus anteojos que había dejado entre sus utensilios de estudio y los ajustó por encima de su nariz. Ubicó un cuaderno encima de su abdomen y apoyado en sus muslos, seguidamente, cogió una de las guías y el destacador amarillo que había dejado encima de ésta, y siguió con su lectura, remarcando las frases o palabras que consideraba importantes, estirando el brazo de vez en cuando para dar un mordida al pan, un sorbo a su leche o comer uno o dos de los diminutos y desabridos cereales de avena.
Mañana se jugaba una nota importante y estaba dispuesta a quedarse hasta altas horas de la noche si fuera necesario, con tal de obtener una calificación, al menos, moderada.
De pronto su celular empieza a emitir su música habitual de llamada entrante y a vibrar en el suelo alfombrado del cuarto.
Frunce los labios y de un movimiento se libera de lo que la mantenía ocupada. Se estira quejándose de su desorden, y se asoma por debajo de la cama sin salir de ésta, y descubre ahí la luz brillante de la pantalla. Por suerte, no estaba tan al medio como creyó pesimista en un principio, y no le fue tan difícil dar alcance al dichoso aparatito.
Se incorporó en su cama con las piernas flexionadas y aceptó la llamada tras enterarse de quién procedía.
-Yuka, ¿Qué pasa? - le había dicho- Estoy estudiando y acabas de interrumpirme- expresó hosca, sin importarle de si el comentario sonaba o no borde.
-hmmm... - le escuchó decir, tal parece que su amiga no había recordado que la fecha del examen sería al día siguiente- de seguro no está complicado, ya sabes como es 'esa señora' - le dijo relajada y agregó enseguida- No estudies tanto, Akane, seguro que sacas sobresalientes como siempre.
-¿Cómo siempre dices?! - exclamó alzando ambas cejas, trazando un gesto de indignación en su rostro- ¿Fue eso un sarcasmo? Últimamente me ha ido horrible, Yuka.
Su amiga guardó silencio algunos instantes, enterándose de que estaba tocando un punto delicado.
-Ya, pero tienes justificación... por cierto, ¿Cómo sigues?
Akane apretó sus labios y achicó la mirada, antes de contestar:
-Bien, ya me he acostumbrado a vivir sola. En verdad, no es tan malo como parece. No es como si fuera una niña, puedo valerme por mí misma...
-Sí, claro, ¿A base de comida pre-calentada?
La chica de largos cabellos azulados recuperó su tono agrio frente al comentario.
-¿Y para qué llamabas?
-¡Oh, sí, casi lo olvidaba! - exclamó utilizando su voz chillona, lo que provocó que Akane apartara un poco el auricular de su oreja- Me he enterado de que el maestro suplente de "Psicopatología" llegará mañana, ¡y me han contado que es muy, pero MUY guapo! ¡Estoy ansiosa por conocerle! Unas chicas de primer año dicen que le vieron ingresar el viernes a la oficina del director, y yo recién vengo a entrarme hoy ¿puedes creerlo? Y bueno, el asunto es que es precioso. Dicen que tiene ojos azules, de seguro viene de un país extranjero, quizás sea francés o italiano o de Inglaterra, ¡Muero por conocerle! Ojala tenga una voz grave y varonil, ¿Porque recuerdas al maestro Yashima que nos hacía filosofía el año pasado? ¡Dios, que tenía un físico excelente! Si tan sólo se hubiera mantenido callado para siempre, de seguro seguiría enamorada de él, pero NO, tenía que abrir la boca y dejar salir esa vocecita espantosa...
A Akane le fue imposible retener una carcajada. Sí que recordaba al mencionado maestro y traer de vuelta a su memoria la formidable imagen del hombre junto a esa voz aguda que tenía, le hizo infinita gracia...
-...Bueno, bueno, Yuka...- comenzó a decir tras calmarse- Ya veremos como resulta ser. ¿Eso es todo?, porque debo seguir estudiando.
-¡Vaya, pero que eres sosa! - exclamó su amiga, y ya puso imaginarse su típica expresión de ojos abiertos a mas no poder cuando dijo lo anterior- Te digo que un tipo 'bueno' llegará a hacernos clase mañana, y tú ¿Qué haces? ¿Te ríes y luego me quieres colgar? - dijo queriendo sonar ofendida.
Akane sonrió de medio y entornó los ojos.
-Sabes que no me interesa andar mirando profesores, Yuka. Lo importante es como enseña un profesor, no su físico. Podrá tener los ojos azules y el cabello rubio brillante tanto como se le de gana, pero si no da una enseñando, nunca me va a gustar- sentenció decidida, acomodándose en la misma posición anterior, sujetando con una mano el celular y con la otra acomodando el cuaderno y la guía que había estado estudiando.
-Qué aburrida eres, Akane - le escuchó decir- Si el maestro es atractivo, ¿No hace eso que la clase sea mas interesante? ¿Que te guste más ir a esa clase?
-Bueno, lo que ayuda a que la clase sea mas amena es su simpatía, en realidad - sonrió y agregó- de hecho, el físico distrae, y más en tu caso.
-¡Hey, ¿Qué quieres decir con eso? - exclamó -Ya basta, me cansé de ser ofendida, me largo.
Akane soltó una carcajada, y antes de despedirse le dijo.
-Eso, lárgate a estudiar que no está bien ser tan confiada.
-Sí, sí, te veo mañana, Akane. Adiós, ¡y no estudies tanto! Que tú sueles sobre-exigirte demasiado.
-Estudiaré lo justo - fue la escueta respuesta, y tras el 'adiós' y el 'cuídate', la llamada finalizó.
Akane se acomodó mejor, y continuó con su método de destaque.
Las horas fueron transcurriendo casi sin sentirlas.
El vaso yacía vacío junto al pocillo con restos de migajas de pan. Akane bostezó y apartó de sí el grueso libro que había estado repasando la última media hora, fue entonces cuando echó un vistazo al reloj colgado en la pared.
3.25 de la madrugada.
Llevó una mano a la frente, revolviendo su flequillo y se retiró sus anteojos de marco negro.
Se levantó de su cama, se despojó de su camiseta roja y su pantalón holgado de andar por casa, y se vistió con su pijama "amarillo", el mismo que tenía desde hace años y del que se había rehusado a deshacerse, a pesar de su desteñido color y sus estampados de animales ya casi indefinidos, y eso, sin considerar lo infantil de las ropas para una mujer de veinte años.
Se dirigió al cuarto de baño, en donde se cepilló los dientes y se quedó mirando, seguidamente, frente al espejo escudriñando su reflejo minuciosamente.
Tras un rato, se acomodó su larga cabellera para un lado, se frotó los ojos y el rostro en un gesto frustrado, y resopló.
Siempre fue una persona acomplejada, siempre se resaltaba a sí misma sus defectos y por consiguiente, su inseguridad se albergó dentro de ella como parte inherente de su ser, lo cual la condujo a una timidez que le limitó bastante en sus relaciones sociales durante muchos años.
Le costaba interactuar y expresarse, solía esconderse para que el maestro no la sacara adelante en sus épocas de preparatoria, aún cuando ya conocía la respuesta. Se incomodaba siempre que estaba en compañía de un grupo, más o menos grande, y cometía torpezas constantemente debido a los nervios de sentirse observada.
Respiró profundamente y con sus labios apretados, observó su rostro pálido y encontró un grano al costado de su mejilla izquierda, tres, para ser exactos, el otro junto a éste y el tercero en su frente.
La menstruación le estaba por llegar y sus hormonas se comenzaban a manifestar sin compasión.
-Y encima que ya soy fea...- masculló inconscientemente.
Se puso de costado. Desabotonó los últimos botones de la parte superior de su pijama, revelando la piel de su abdomen a ojos entrecerrados.
Frunció los labios. Practicó artes marciales hasta los dieciocho años, y luego retomó su vida sedentaria, ¡y maldita sea que lo lamentaba profundamente!.
No es que estuviera gorda, de hecho las curvas de sus lados marcaban su silueta de mujer estupendamente, sin embargo, notó cierto 'relieve' en su panza y esto la fastidió.
Hacía una semana que había comenzado una especie de dieta, pero aquello no era suficiente, ella sabía que con ejercicio, su panza se reduciría en cuestión de tiempo, no obstante, no le resultaba para nada atractiva la idea de cansarse en un gimnasio cuando había tanto por estudiar, considerando que sus pasadas calificaciones no fueron precisamente altas.
Exhaló un suspiro. Tal vez sí debiera considerar el asunto del gimnasio, aunque sea una media hora diaria.
Con el ánimo bajo, abandonó el baño y guardó algunos de sus cuadernos en el estante y otros en su mochila azul que dejó en el suelo a un lado de la cama. Se acostó, por fin, bajo la comodidad de las sábanas y no tardó en caer profundamente dormida.
Un sol precioso brillaba en todo su esplendor en lo alto de un cielo por completo celeste.
La joven estudiante de psicología corría por las calurosas calles de Tokyo, con una mochila azul a su espalda y un moño alto que despejaba su cuello.
Vestía ropa un poco holgada y fresca. Su rostro maquillado lo normal, con unas líneas negras marcadas a base de delineador bajo sus ojos castaños, sus pestañas levantadas intencionalmente, sus labios de un desapercibido color rosa -el mismo de sus labios-, y por último, un poco de base sobre los tres granos de su rostro cuidando de que el flequillo le cooperase con el de la frente.
Llegaba tarde a su primera clase de la mañana.
Saludó con un movimiento borroso de manos al desdentado y simpático portero, y corrió por el campus en dirección a su facultad. Tan concentrada iba por llegar a tiempo que pasó a llevar ligeramente a un hombre vestido de camisa y corbata que caminaba leyendo un libro distraído por el lado contrario.
-¡Lo siento! - se apresuró en decir inclinándose un poco sin mirarlo, para luego continuar con su carrera pensando, negativamente, en que esta vez sí que su maestra la ridiculizaría como solía hacer con los que osaban llegar tarde a su clase.
El intenso mirar grisáceo se clavó en la apresurada chica que corría ya dándole la espalda. Sonrió de medio lado y cerró el libro que había estado leyendo.
-Akane - la reconoció. Se encogió de hombros y continuó con su camino, esta vez con el libro cerrado sujetado con la mano derecha y con la izquierda, utilizaba dos de sus dedos para intentar apartar un poco la tela del cuello de la camisa.
Hacía un calor sofocante y no es como si el vivir bajo semejantes temperaturas, vistiendo camisa y corbata fuera de lo más cómodo.
Esta semana será un auténtico calvario.
Miró de soslayo la dirección que la joven estudiante había tomado.
En la cafetería de la universidad, la joven Tendo bebía un vaso de café amargo con tranquilidad.
En el examen le había ido bastante bien, aunque le sorprendía el que haya sido capaz de concentrarse luego del bochorno que su adorable maestra de "Teoría y sistemas psicológicos" le hizo vivir.
Tragó con dificultad el último sorbo del cálido líquido recordando las risas de sus compañeros. Había sido tan humillante..., no es como si no hubiera vivido humillaciones peores en el pasado, pero... siempre se espera que las cosas mejoren, ¿no?.
Depositó la el vaso de vuelta a la mesa, cerrando con pesar sus ojos y al abrirlos se encontró con el humeante café oscuro que había pedido.
Algunas voces conocidas llegaron hasta su percepción. Disimuladamente miró hacia la mesa cercana a la suya, en la que tres de sus compañeros de carrera reían escandalosos, al parecer, a causa de una respuesta absurda que uno de ellos escribió.
Frunció los labios y volvió la vista a su café.
Sería grandioso para ella el poder explayarse tan abiertamente como ellos lo hacían. La verdad, casi no conocía a sus compañeros de carrera a pesar de que ya ir en segundo año, únicamente había intercambiado palabras con ellos para responder a consultas de la materia o para prestar apuntes, nada más que eso.
Sabía que la habían apodado 'rarita' o 'bicho raro' a sus espaldas. Su actitud retraída había desencadenado que sus compañeros la concibieran como una persona extraña, de la que era más conveniente hablarle sólo cuando fuera necesario -materia, apuntes- , y por demás, mantenerse apartados de ella. Perfectamente podía hacer alguna brujería o algo por el estilo, al parecer esa impresión daba.
Con la única que hablaba constantemente, la única que no parecía amedrentada por sentarse a su lado, era con su única amiga: Yuka; quién seguramente, todavía seguía frente al examen.
Suspiró pesadamente y se sonrió a sí misma con desgana. En realidad soy una marginada social, pensó.
Era la única que estaba sola en una mesa en toda la cafetería, en donde conversaciones y risas armonizaban el lugar.
Y en eso cavilaba, cuando la voz estridente de su amiga le llegó de súbito junto al golpe que le dio a la mesa.
-¡Me fue espantoso! - sentenció.
Akane negó con la cabeza tras la primera impresión, y sonrió, agradecida de estar finalmente acompañada.
Yuka colgó su mochila en el espaldar de la silla y se sentó frente a Akane con una genuina expresión de disgusto en su rostro. Se fijó en el vaso humeante que la peli-azul sostenía entre sus manos y mirándola a los ojos, le dijo:
-¿Bebes café con el calor que hace? -arrugó la nariz.
La otra mujer se encogió de hombros.
-mmm... ¿Dame un poco? - dijo enseguida.
-¿Vas a beber calor con el calor que hace? - Akane enarcó divertida una ceja, y le ofreció su vaso.
-Tengo hambre, ¿sabes? Los exámenes de esa vieja me dejan hambrienta - y acercó el contenido humeante a sus labios, y a penas la punta de su lengua alcanzó el líquido se le arrugó el gesto a la vez que devolvía el vaso a su dueña - ¡Está amargo! , por Dios, ¿Cómo puedes beberlo así?!.
-Estoy a dieta - respondió la peli-azul, bebiendo de un sorbo lo poco que le quedaba de café sin inmutarse por el sabor amargo que su amiga aborrecía.
Yuka entornó los ojos y decidió cambiar de tema.
-¿Y bien? ¿Has visto al maestro suplente? - inquirió con una sonrisa pasmosa.
-No, ¿Tú sí? - quiso saber.
-Sí, le he visto y por poco me voy de espaldas, Akane - seguidamente se inclinó un poco hacia adelante en un gesto de complicidad- Es tal y como decían las de primero, ¡Un guapetón! - volvió a su sitio- Tiene los ojos azules, claritos, claritos, y es blanco, aunque no tanto al límite de la palidez como tú.
-Vaya, gracias- ironizó la chica cruzándose de brazos sobre la mesa.
-Tiene la piel del blanco ideal, ¿Comprendes? - Akane achicó la mirada peligrosamente, y Yuka continuó sin darse por aludida- Tiene el cabello negro, como desordenado y trenzado por atrás. Tiene porte y se ve que hace algún deporte, se le notan los músculos en la camisa, tú ya sabes, tengo buen ojo para fijarme en esas cosas - dijo como si nada, a lo que Akane no pudo más que asentir- ¿A qué hora tenemos con él?
-Mm...Hoy es lunes, ¿no? - contestó Akane apoyando su mejilla derecha sobre la palma de su mano, cuyo codo se apoyaba en la mesa. Yuka asintió expectante- Pues, nos toca con él a eso de las cinco.
-¿De las cinco? - exclamó Yuka alzando ambas cejas- ¡Falta mucho aún!
Akane le sonrió y desvió el tema a otro que fuera mas interesante para ella, agradeciendo internamente que su amiga sea lo bastante considerada como para no mencionar la aplastante humillación de esa mañana.
Habían transcurrido casi veinte minutos de retraso. El salón se hallaba en un barullo, y sin embargo, la ansiedad circundante era notoria, sobretodo, en el grupo femenil.
El rumor del atractivo maestro había alcanzado cada rincón de la universidad. Muchas decían que era, seguramente, de un país extranjero debido a su composición fuerte- demasiado extraño en Japón-, y sus peculiares ojos grisáceos.
Yuka a su lado hacía resonar sus uñas contra la madera de la mesa, en una liberación de la ansiedad que le corroía, a la par que movía sus piernas de un lado a otro. Akane, por su parte, ajena a todo, parecía muy concentrada en su lectura.
-Me pregunto si vendrá o no - lanzó de pronto, con la mirada todavía entre las letras.
-Todos le han visto ya, lo más seguro es que llegue- farfulló Yuka, con el ceño fruncido- ¿y tú, qué lees?
Sin contestarla, levantó la tapa de la portada para que pudiera leer el título.
-¿"Dos velas para el Diablo" de Laura Gallego? - leyó y comentó- ¿Pero qué cosas lees? ¿Se trata de conjuros o cosas así?
Akane sonrió y bajó la tapa del libro, dejándolo abierto completamente encima de la mesa antes de volverse a su amiga.
-No, pero es bastante interesante. Te recomiendo que lo leas, de seguro te gustará.
-¿Es de amor? - preguntó Yuka interesada.
-No es el tema principal, pero es un libro que cuando lo empiezas a leer no te das cuenta de cómo vas pasando las páginas, una tras otra, y...
En ese instante la puerta se abrió interrumpiendo a la peli-azul quién de inmediato se incorporó en su sitio.
Un hombre de, efectivamente, ojos grises, cabello azabache y trenzado, camisa celeste y corbata oscura, que combinaba con sus pantalones igualmente oscuros, hizo su presencia en el salón que quedó en silencio repentinamente.
Akane se tensó inevitablemente en el pupitre y tragó con dificultad, no sabiendo el gesto que se le plasmó en el rostro con exactitud. Aquel mirar claro recorrió el salón...hasta hallarla, y al hacerlo, al enfocar aquella expresión perpleja, no pudo más que esbozar una sonrisa amplia y dominante.
Yuka retuvo un suspiro sonoro igual que el resto de las mujeres, de seguro.
El hombre caminó hasta su mesa en la que depositó su maletín de cuero, y seguidamente, caminó hasta el centro en donde se presentó.
Su nombre era Ranma Saotome, tenía veinticuatro años, y no especificó más de su vida.
La peli-azul apretó con su fuerza su puño sobre la mesa, siendo consciente, por primera vez, del anormal curso de su respiración.
-¿Ves? Te dije que era apuesto -le escuchó decir a Yuka, pero no le prestó gran atención, su ojos castaños seguían fijos en los movimientos del hombre quién extrajo de alguna parte un plumón y, entonces, le dedicó otra nueva mirada que ella evadió rápidamente.
Cuando volvió a alzar la mirada, le vio de espaldas escribiendo sobre la pizarra.
Akane pudo darse cuenta de que varias miradas femeninas estaban posadas en el trasero del hombre. Sin inmutarse por ello, ni imitándolas, leyó lo que Ranma había escrito en la pizarra y le escuchó dar algunas explicaciones, entre ellas, que estaría ahí durante sólo esta semana.
Durante el resto de la clase el maestro suplente se dedicó a impartir la clase con tranquilidad, ya no volvió a verla ni le hizo algún comentario. Sin embargo, sus pasadas y primeras miradas constataron que la había reconocido...
La clase dio término.
Escuchó a Yuka comentar algo sobre la suerte que tenía por tener un maestro como él e insistió en la idea de que era extranjero. Akane guardó sus pertenencias precipitadamente, ¡Necesitaba salir de ahí!.
-¡Hey, Akane! - exclamó la peli-castaña extrañada, viendo a su amiga desaparecer del aula a la velocidad de la luz.
'Hey, qué le pasa a la 'rarita' de Tendo' ; oyó decir por ahí, pero Yuka no le prestó mayor atención, en su lugar guardó sus pertenencias del mismo modo en que Akane lo había hecho antes, y corrió tras de ella.
La divisó poco antes de doblar en el pasillo.
-¡Espérame, Akane! - exclamó y corrió para darle alcance, pero al doblar, la peli-azul ya había desaparecido.
Muy bien. Casi nunca faltaba a clase, pero esta vez estaba pensando, y muy seriamente, en conseguirse un certificado que le imposibilitara asistir durante una semana.
Bajaba cada peldaño lo mas rápido que podía. Al llegar al primer piso, corrió por un pasillo con la sola idea de llegar a su departamento y no salir de ahí hasta que Ranma no hubiera abandonado su puesto en la universidad, cuando al doblar por el pasillo chocó con un chico que venía en dirección contraria, y para su mala suerte, con una botella de agua abierta cuyo contenido se desparramó en su atuendo y parte del suelo.
-Lo siento- se apresuró en decir Akane apenada.
El chico la observó primero con una expresión asustadiza, temiendo por la reacción de ella, a fin de cuentas, había resultado empapada. Tenía ojos oscuros y cabello azabache, y de piel trigueña. Se levantó y extendió su brazo a Akane quien, en ese momento, observaba fastidiada la delgada camisa adherirse a su piel debido a la humedad... y había algo más...
El muchacho frunció el ceño ligeramente al verla, cruzándose de brazos.
-¿Pasa algo?
La peli-azul negó con la cabeza agachando el rostro, exhalando un suspiro de frustración. Ahí, todavía en el suelo, sin animarse a aceptar la mano que le era ofrecida.
Y entonces, el distraído chico comprendió.
Apenado, buscó en su mochila una chaqueta oscura y se la tendió, sin mirarla. Akane, roja como nunca, aceptó la prenda con inseguridad.
-Esto..., lo siento mucho- se disculpó el joven inclinándose en una reverencia corta y educada. Acto seguida cerró su mochila de un movimiento y se siguió su rumbo apurado.
-Hoy definitivamente no es mi día - masculló poniéndose la chaqueta rápidamente y cerrando el cierre hasta arriba.
Cogió la mochila y se encaminó al cuarto de baño.
Al llegar, dejó su mochila en el suelo sin importarle que éste estuviera húmedo y contempló su reflejo en el espejo. Se soltó el moño alto que había llevado durante todo el día y se peinó con las manos sus mechones azulados dándole un orden a su cabello.
Se inclinó para contemplar su rostro mas de cerca. El delineador seguía intacto, sus pestañas ya estaban más caídas y el color de sus labios se había desvanecido, aunque no hiciera gran diferencia. Se fijó en los dos granos de sus costados, ahora más notorios que en la mañana cuando los acababa de ocultar con base.
-Que horror- murmuró, y se acomodó el cabello para que los escondiera.
Revisó además el grano de su frente, y arregló el flequillo para que siguiera cooperando en su afán por esconderlo.
Suspiró, abrió la llave del agua y palpó sus mejillas con agua fría viéndose directo a sus propios ojos.
¿Como era posible que ese idiota estuviera ahí? Incordiándole con su sola presencia como solía hacer en la preparatoria. Cerró sus ojos fuerza al recordar aquellos años, fue la época más extraña y ajetreada de toda su vida...
El día en que se distanciaron fue un adiós, supuestamente definitivo.
Aquella discusión derivada de un ataque de celos por su parte, culminó con la conclusión de que ambos no congeniaban, de que sería imposible concebir aquella promesa de matrimonio porque si se llegasen a casar sus vidas se volverían un infierno.
Para la convivencia no basta con el amor, hacia falta ese 'algo' que la pareja no supo llenar y ha raíz de ello su abrupta separación. Además, estaba la diferencia de edad que conllevó a otros problemas. El debía ingresar a la universidad y deseaba hacerlo en la Universidad de Kyoto, mientras que Akane seguiría en la preparatoria Furinkan en Nerima. La separación era inminente.
Negó con la cabeza apesadumbrada. La solución no estaba en faltar una semana, no podía darse ese lujo como creyó tan conveniente al principio.
Ahora que meditaba mejor el asunto, el faltar sería darle más importancia al asunto de la que requería, mas importancia a él de la que merece.
...Es más, ¿Por qué salió de esa forma del aula? , seguramente él lo había notado y se había divertido por su espontánea inmadurez. Tal vez, piense que todavía siente algo por él y...
-Agh! - se quejó,revolviéndose los cabellos. Cogió la mochila del suelo y con la congoja y una pizca de vergüenza invadiéndola, abandonó el baño de damas.
Caminaba en dirección a la salida ahora a paso calmado, cuando le divisó a unos metros de ella charlando con unas estudiantes, muy bellas por cierto.
-Por favor que no me vea; por favor que no me vea - musitó, volteando al rostro al lado contrario a la vez que apresuraba el paso, y en eso...
-¡Hey, señorita Tendo!
Y por supuesto que reconoció esa grave voz varonil que en antaño le ponía lo pelos de punta cada vez que pronunciaba su nombre.
Cerró los ojos fuerza, maldiciendo, y lentamente giró su cuerpo hacia donde el maestro suplente la había llamado.
En compañía todavía de las dos chicas que la fulminaban con la mirada, él les hizo una corta reverencia a modo de disculpa, y se encaminó hacia ella a grandes zancadas.
-¿Qué tal está? La vi saliendo muy apurada, pensé que tal vez se sentía mal...- fue lo que dijo al llegar hasta ella, lo primero en decirle después de años sin contacto ni siquiera visual.
Akane se tragó las ganas de insultarlo y en su lugar le sonrió con sutileza.
-No se preocupe maestro, me siento bien - dirigió seguidamente la mirada a las dos mujeres que a unos metros contemplaban la escena de mala gana- Creo que ellas tienen algo que decirle - y señaló a las estudiantes - Con su permiso- dio una reverencia y siguió con su camino apresurada, bajo la atenta mirada de un divertido Ranma que con manos en los bolsillos se dio la vuelta y siguió atendiendo al par de jovencitas que le recibieron con renovadas sonrisas.
Continuará...
