Un día bastante oscuro. O por lo menos así le resultaba a el. Oscuro, vacío y aburrido. Perdía necesariamente el tiempo en este decrepito lugar. Pero todo tenía una razón quizás no tan maquiavelista y malvada como ser el Titan Colosal, sino algo más dulce, algo más suave e incluso humanitario. Aunque no completamente. Annie Leonhardt no resultaba ser algo dulce. No obstante, ella era la razón, el pensamiento y el porque de el poderoso Titan Colosal, Bertholdt Fubar. Porque Bertholdt Fubar estaba completamente enamorado de Annie Leonhardt.


Ella entrenaba silenciosamente por un lugar algo separado del resto, como siempre y como la acomodaba a ella. El y Reiner conversaban animadamente mientras el enamorado la observaba disimuladamente, aunque no para Reiner. Puesto que el rubio tenía muy claros los sentimientos de su amigo hacía Annie, y le encantaba molestarlo con ello.

Es bastante guapa, ¿no?cuestiono el rubio, con malicia. Bertholdt frunció ligeramente el ceño.—Annie es toda una belleza para mi.

Sí, ella es una belleza, pero no para ti.se intento consolar Bertholdt en su mente.

—Sí, no esta mal.—comento el pelinegro, mostrándose desinteresado.Es bastante fuerte.

Fue la única mierda que se le ocurrió decir en un momento así.pensó Reiner divertidamente al ver la reacción de su amigo.

Entonces Reiner, en un improvisado y repentino momento comenzó a caminar hacía la rubia. Bertholdt impulsivamente comenzó a seguirlo, hasta finalmente ambos llegar. La rubia noto al instante su presencia. Dejo de fruncir el ceño y los miro con indiferencia.

—Hola—dio Reiner, embozando una sonrisa de propaganda.—¿Como estas?

—Bien...—contesto esta, con un tono suave de voz. Sus conversaciones con la gente resultaban especialmente frías y mayormente eran solo por obligación, sin embargo, Annie tenía unos pocos amigos con los cuales podía ser cercana. Con Reiner y Bertholdt era cercana, a su manera de ser. Los 3 venían del mismo lugar y prácticamente vivieron sus infancias juntos.

—¿Estas sola otra vez?—le cuestiono el rubio, casi como un padre. Annie puso los ojos en blanco en símbolo de respuesta.—Por Dios, Annie. Ya te he dicho que tienes que ser social.

—Yo tengo amigas.—alego la rubia de mala gana. Noto la mirada de Bertholdt en ella y sintió curiosidad. Lo miro al pelinegro.—¿Que pasa?¿Tengo algo en la cara?

Bertholdt sintió una enorme vergüenza al sus miradas descubiertas.

—N-No—titubeo el pelinegro para luego sentirse más seguro.—Es solo que...—no se le ocurrió otra estupidez que decir.—Eres rubia.

Reiner soltó risas contenidas ante la situación. Bertholdt miro nervioso a Annie. El pelinegro no sabía como la rubia podría reaccionar, y eso le asustaba.

—Sí, lo soy.—contesta esta, haciendo una mueca. Bertholdt se maravillo de que esa mueca fuera casi como una sonrisa.—Y tu pelinegro...

—Oh, sí.—Bertholdt no puede dejar de sonreír nerviosamente, es como un tic del cual no se puede deshacer.—Lo soy

—Volviendo al tema—hablo otra vez Reiner, fijando la mirada en la rubia, puesto que a el no le avergonzaba observarla, admitir que era hermosa y demostrar una amistad sincera por ella, a diferencia de Bertholdt, el no tenía miedo de demostrar algo por Annie.—Debes hacer amigas.—Annie solo mantenía la mirada baja, como si estuviera apenada—Me preocupas.

—...Como quieras—el frío temperamento de Annie volvía a flote, alejando toda posibilidad de ver sentimientos y emociones en ella, como siempre lo intento y lograba casi en una totalidad.—Aunque no los necesito. No necesito a nadie.

Bertholdt ahora veía el cielo, concentrado en el gris tono que tenía hoy día. Entonces una gota de agua se estrecho contra la nariz del pelinegro, causando un cosquilleo en el pelinegro. El rió y luego observo al par de rubios.

Annie y Reiner tenían más conexión, más cosas en común.pensó tristemente Fubar, sonriendo falsamente. O más que falso, esforzado. Cuando veía esta realidad para nada grata, no sentía ganas de sonreír. Y no le importaba ni siquiera la humanidad, de la cual ha asesinado a bastantes personas en su forma como Titan Colosal, solo le importaba esa chica de cabellos oro llamada Annie Leonhardt.

Jamás pensó en ser romántico ni en estar con alguien. Su condición lo obligaba a ser un ser completamente alguien sin compasión ni rasgos humanos, pero lo prohibido se fue desarrollando más y más en el, hasta terminar enamorado. Pero no de cualquiera.

Solitaria, misteriosa, silenciosa y de mal carácter. Algo rebelde y a su propia forma de ser. Luchadora, fuerte, hermosa. Porque ese último detalle enloquecía y excitaba a Bertholdt más que a nada. Su delicado rostro de sirena, que aunque siempre estuviera con una mirada amenazante y algo escalofriante seguía siendo tan bello...tan tentador...tan perfecto. Perfecto para Bertholdt. Sus celestes ojos que eran todo lo contrario a ella. Demostrativos e intensos, reflejando los complicados pensamientos de ella, que mayormente resultaban ser como acertijos.

Entonces Reiner reacciono y recordó que estaba presente en su realidad, junto a Reiner y Annie.

—Eh, creo que esta lloviendo—comento el pelinegro, realmente siendo algo torpe. Lo noto, y el tanto como Reiner y Annie estaban empapados.

—Sí, esta lloviendo.—contesto Reiner con sarcasmo. Annie rió disimuladamente por lo bajo.—Sera mejor que entremos.

Los tres caminaron silenciosamente hasta cada uno entrar a las cabañas correspondientes. Reiner y Bertholdt a la cabaña perteneciente a los hombres y Annie a la de mujeres.

—Cada día es más linda—le recordó Reiner, viendo como Bertholdt temblaba de nerviosismo e incomodidad. Esa escena simplemente la adoraba.—Pero me preocupa que este tan sola.

—Sí—intento hablar Bertholdt, en un tono firme que notablemente no consiguió. La voz, al igual que su cuerpo, le temblaba.—Necesita tener amigas.

Reiner lo miro con picardia.

—Aunque a ti te encantaría que ella no las tuviera—dijo, acercándose peligrosamente al pelinegro y logrando sorprendiéndolo.—Porque así ella estaría solo con nosotros, y más y más tiempo.—Bertholdt seguía temblando, demostrando su debilidad fuera de su forma de Titan Colosal.—¿No te encanta la idea de tenerla solo para ti, Berth?

El pelinegro empujo al rubio impulsivamente.

—Quítate.—le dijo secamente, cansado.—Pareces gay.

El rubio soltó una risita.

—¿Y tu no? Tan delicado, tan tímido, tan oculto...—le recrimino de mala gana pero aun manteniendo una sonrisa de malicia.—Se un hombre.

—Y tu vete a la mierda.—contesto este, molesto. Se levanto y salió de la cabaña, sin importarle que podrían recriminarle que andaba caminando fuera cuando llueve. Ya no le importaba ninguna regla jodida del jodido entrenamiento.

Solo le importaba una cosa.

Annie Leonhardt. E iba a ser suya, si o si.