ADVERTENCIA: Antes de que lean esto quiero dejarles claro que este fic está basado en las versiones 2P de Hetalia.

Por quien no lo sabe, se traduce como Second Player, algo así como en los videojuegos de peleas ambos jugadores escogen un mismo personaje y uno aparece con ropa y colores diferentes, algo parecido son las versiones 2P de Hetalia. Himaruya diseñó solamente a los integrantes del Eje y algunas de las Nyotalia así que el fandom se encargó del diseño del resto de los países, junto con ello agregando el hecho de que los 2P son una versión más obscura y con personalidades totalmente contrarias a las originales; también quiero aclarar que como ya dije, estas versiones originalmente no tienen una personalidad definida así que cada fan les da su respectiva interpretación, esta es mi versión de los 2P, pues repito, no hay ninguna oficial. Sabiendo esto pueden leer.

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A TRAVÉS DEL ESPEJO

Inglaterra soltó un lánguido suspiro cuando colgó el teléfono, el que tenía la línea directa con el palacio de Buckingham, se masajeó el puente de la nariz y le dio un largo trago a su té ya frío, hizo una mueca de asco pues si algo odiaba en esta vida era el té frío.

Se arregló su chaleco tejido mientras se miraba al espejo y sus ojos verde brillante le respondían esa mirada enfadada y algo fastidiada, sus tupidas cejas se fruncían dándole una imagen de viejo amargado a pesar de su aspecto joven, muy joven tomando en cuenta el hecho de que era una nación con siglos enteros de vida. Dio un segundo suspiro y tomando su abrigo salió de casa, llegó a la acera y tomó un taxi.

Había una segunda cosa que odiaba aparte del té frío y eso era que le llamaran en medio de un apacible domingo de descanso solo para quejarse por el estúpido hecho de que se escuchaban ruidos raros en uno de los sótanos del palacio, y a pesar de que la reina y los sirvientes dijeran que no eran solo ruiditos de ratas corriendo sino que eran estruendos estremecedores que inundaban el pasillo entero, para Inglaterra eso solo eran tonterías sin importancia; puede que hubiera uno o dos fantasmas en el palacio pero no era como ara entrar en pánico y llamarlo como si alguien se fuera a morir, pero tampoco podía dejar que los espíritus hicieran su voluntad por ahí, tenía que hacer algo para que no molestaran a los inquilinos aunque eso significara tener que interrumpir su anhelado fin de semana.

Perdido en sus pensamientos y dando resoplidos como si fuera un toro a punto de embestir, llegó hasta el palacio, pagó al taxi y como si fuera la cosa más casual del mundo entró por la reja principal con las manos en los bolsillos de su abrigo, no tuvo que pronunciar palabra alguna a la hora en que le abrieron las puertas y siguió por los corredores que ya se sabía de memoria. Últimamente se preguntaba por qué antes era necesario tanto lujo, cuando vivía ahí no le importaba realmente la decoración pero sus jefes siempre insistían en llenarlo todo de oro, pinturas, esculturas, murales y esas cosas.

Esperó unos minutos en una salita para nada humilde y se extrañó un poco al darse cuenta de que efectivamente se escuchaban ruidos extraños, a pesar de que venían de uno de los sótanos alcanzaban a escuchar hasta donde él estaba.

-Perdón por hacerlo venir hasta aquí- dijo el secretario de la reina quien temblaba cada vez que algún estruendo se dejaba escuchar.

-No hay problema- mintió Inglaterra, si era problema haberlo sacado de su casa en un día de asueto.

-La reina ha insistido mucho en que sea usted mismo quien arregle el problema en el sótano, ninguno de nuestros guardias se atreve a entrar y algunos incluso han dicho que se trata de alguna posesión; intentaron llamar a Italia del Sur para que se comunicara con el Vaticano y trajeran a alguien a exorcizar el sótano pero él se negó rotundamente- explicaba nervioso el hombre que miraba a todos lados con miedo como si de pronto fuera a parecer un fantasma.

-No es raro viniendo de Romano- comentó Inglaterra escuchando de nuevo como el ruido parecía volverse más fuerte y violento. –Dile a Isabel que no se preocupe, ya mismo arreglo esto- dijo haciendo un gesto de la mano restándole importancia y sacándose el abrigo dejándolo encima de uno de los viejos sillones como si estuviera en su casa de campo, lo que era casi lo mismo.

El asistente apenas si alcanzó a contestar viendo a Inglaterra alejarse por los kilométricos pasillos alfombrados, tomó algunos pasadizos de los que solo pocas personas aún sabían de su existencia y se sintió como en los viejos tiempos cuando tuvo que usar una vela para seguir hacía uno de los sótanos, el olor de la cera derritiéndose y el hollín desprendiéndose junto con la humedad del lugar casi lo regresó a su infancia sin embargo hubo un detalle que lo sacó de su ensoñación… al llegar a la puerta del sótano ya no se escuchaba ni un solo ruido.

El ojiverde buscó en los bolsillos de su pantalón la llave que abría aquella puerta, habiéndola encontrado metió la enorme llave oxidada en la cerradura brocada y con algo de esfuerzo logró darle la vuelta, luego tuvo que darle un par de empujones a la puerta para que cediera y cuando lo hizo una nube de polvo lo atacó. Tosió repetidamente mientras disipaba el polvo con la mano cuidando de no apagar la flama de la vela y tanteando la pared encontró un viejo candelabro que para su sorpresa aún conservaba las velas, las prendió logrando ver mejor el lugar que estaba repleto de cosas viejas, la mayor parte de ellas muebles que se habían apolillado con el tiempo y algunos otros artículos de decoración que se habían juntado con el pasar de los años y que al parecer a algunos se les había olvidado su existencia ¿Debería llamar a algún museo para que los restauraran?... no, demasiado trabajo y solo eran cacharros.

-Quien sea que esté molestando este palacio tiene que parar o lo mando al otro mundo ahora si- dijo sintiéndose un poco tonto, sobre todo cuando lo único que escuchó fueron las patitas de una rata correr alejándose de ahí así que decidió empezar a buscar por todo el lugar.

Esquivando cosas se hacía paso en la habitación dando tropezones y mascullando maldiciones.

-¿Dónde estaba esta mesa? La he estado buscando por medio siglo- dijo encontrándose con una mesa redonda de cristal cortado que en algún tiempo pensó en llevársela a casa para ponerla en su jardín y tomar el té ahí de vez en cuando. Pasó la mano por la superficie de la mesa llenándosela de polvo y admirando mejor el bonito diseño en ella.

-¿Qué más habrá por aquí?- se preguntó olvidándose por completo del supuesto fantasma y empezando a rebuscar en la habitación viejos tesoros que pudiera llevarse; fue hasta que llegó al fondo de la habitación, sobre lo que al parecer alguna vez fue una chimenea, había un enorme espejo y como si estuviese hipnotizado Inglaterra se acercó con pasos lentos hasta él, recorrió con la mirada el marco plateado rebosante de relieves manchado de negro por la falta de pulido, miró el cristal cuarteado y pasó un dedo por él alcanzando a ver un pedazo de su rostro en el lugar recién limpiado.

Con una extraña emoción embargándole bajó con esfuerzos el pesado espejo y lo puso en el piso sentándose frente a él sintiéndose como Alicia en aquel relato de Carroll en donde la niña cruzaba el espejo, terminó de limpiarlo para finalmente posar sus manos ahora negras por el polvo, sobre el cristal que sentía en cualquier momento se volvería líquido y lo absorbería, en su lugar solo sintió un frío anormal en él y vio el reflejo de sus ojos verde brillando de manera más intensa, cosa que le pareció rara tomando en cuenta la poca iluminación del lugar.

-¿Te gusta lo que ves?- preguntó entonces una voz que soltó una serie de risas tétricas al terminar la frase.

Inglaterra reaccionó dado un saltito aun sentado en el piso volteando a todos lados buscando la fuente de aquella voz.

-Anda, mira más de cerca- volvió a decir ese ser extraño riendo de nuevo de manera rara y sin saber muy bien porqué, Inglaterra obedeció sin rechistar volviendo a apoyar sus manos en el espejo, retomando su mirada al reflejo soltando un grito cuando encontró a alguien que no era él al otro lado.

-¡Hola!- gritó esa persona soltando una risotada excéntrica.

Inglaterra vio con horror un par de ojos azul brillante con tonos lilas en el centro de las pupilas, una bizarra sonrisa de oreja a oreja se marcaba en toda la cara pálida que hacía sobresalir un par de ojeras obscuras marcadas bajo los ojos que tenían unas tupidas cejas de color rubio pálido justo como el cabello.

El británico soltó otro grito cuando miró mejor a la persona y se dio cuenta de que tenía un escalofriante parecido con él; quiso hacerse para atrás pero de alguna manera sobrenatural las manos del reflejo traspasaban el cristal y tomaban las de Inglaterra con tremenda fuerza impidiéndole retroceder.

El reflejo reía sin control como si la cara asustada de Inglaterra le provocara aquella risa incontrolable.

-¡Ven aquí, ven aquí!- decía esa persona rara sin dejar de reír a carcajadas tirando del ojiverde que en medio del pánico también jalaba para liberarse viendo como los brazos del otro iban saliendo del cristal.

-¿¡Por qué no quieres venir a mi mundo!?- preguntó el reflejo con sus fluorescentes ojos desorbitados hablando entre risas haciendo fuerza para arrastrar al otro.

-¡Suéltame!- gritó Inglaterra echando todo su peso hacía atrás cayendo de espaldas al piso sintiéndose momentáneamente aliviado al no sentir más la fuerza de la otra extraña persona… sin embargo el alivio no duró mucho cuando las risas se hicieron más fuertes y estas pasaron a carcajadas neuróticas. Cuando Inglaterra estaba a punto de levantarse pudo ver a su reflejo tan vívido como se veía en el espejo, ahora sobre él. Sin darle oportunidad a nada, su otro "yo" lo tomó del cabello y azotó con tremenda fuerza su cabeza contra el piso provocándole un momentáneo mareo, al ver que no estaba inconsciente repitió la acción sin detener las risas descontroladas.

Los golpes secos de su cabeza contra el piso apenas eran opacados por las risotadas, la sangre empezaba a salpicar por el suelo a medida que teñían su cabello de rojo, empezaba a ver borroso y lo poco que alcanzaba a distinguir era solamente la sonrisa que a pesar del cansancio no se borraba del aquel rostro tan parecido al suyo. Las risas poco a poco iban disipándose a medida que perdía el conocimiento hasta que un último golpe lo dejó inconsciente por completo.

En medio de jadeos de cansancio, lo que parecía ser una copia bizarra de la isla británica, no dejó de reír ni un solo momento, miró enternecido a la nación que yacía en el piso con la cabeza herida llenando el mármol del suelo de sangre y se limpió la cara con los brazos manchando su camisa blanca.

-Eso te pasa por no portarte bien. Ahora ¿qué tal un poco de té?- preguntó con voz cantarina a la nada dando palmaditas animado y riendo como si todo lo que dijera fuera gracioso.

Se levantó como si nada paseando por el sótano buscando algunas cosas entre las que encontró un viejo juego de tazas cuarteadas que puso alegremente sobre la mesita, arrastró un par de grande y pesadas sillas y cargando como si fuera un bulto al otro Inglaterra lo sentó no sin antes asegurarse de amarrarlo bien con algunas cuerdas que convenientemente encontró entre ese mar de cosas viejas.

-Oh pero que mal… aquí no tenemos té- dijo en un tono de exagerada tristeza que no cuadraba en lo absoluto con su sonrisa al tiempo que esta parecía ensancharse todavía más ¿Será acaso que tengo que ir por él?- se preguntó soltando una serie de risitas mientras daba saltitos amanerados hasta la chimenea de donde tomó un viejo y pesado atizador de metal.

-Hora del té- dijo riendo y saliendo de ahí dejando al inconsciente Inglaterra.

El ojiverde no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado pero un tremendo dolor punzante en su cabeza lo hizo despertar de golpe, la sangre le nublaba la vista así que le costó un poco de trabajo abrir los ojo y enfocar la mirada en algún lado; la sangre pegajosa se pegaba a sus parpados y un olor a hojas de té penetraba en su nariz pues era un té muy fuerte. Quiso mover sus manos pero notó que estas estaban amarradas a la silla en la que estaba sentado pero aun con ello una vieja taza estaba puesta enfrente de él.

-Despertaste- dijo otra voz y con esfuerzos obligó a su cuello a alzar su cabeza que le dolió apenas la levantó encontrándose de nuevo con esa horrible versión de él.

Su copia tomaba la tetera con sus manos ensangrentadas manchando la fina porcelana pero aun así la tomaba con tal cuidado que parecía estar disfrutando de aquella ceremonia en donde también se servía la infusión en otra taza vacía, le ponía al menos diez terrones de azúcar, uno tras otro sin dejar de soltar risitas como si este fuera algún tipo de tic nervioso y lo revolvía tranquilamente.

-¿Qué eres?- preguntó Inglaterra intentando no perder de nuevo el conocimiento por el dolor de su cabeza, la otra persona parpadeó un par de veces y le dio un trago a su té estremeciéndose en un gesto de placer al probar la bebida.

-¿Qué clase de pregunta es esa?- dijo el de ojos azules riendo dejando la taza sobre la mesa y recargándose en ella entrecerrando sus ojos que brillaban de manera sospechosa. –Soy Inglaterra- contestó sin más haciendo más grande su sonrisa dejando ver toda la hilera de dientes alienados.

El verdadero Inglaterra se retorció en la silla tratando de zafarse pero incluso sus pies estaban amarrados a las patas del mueble.

-¡Yo soy Inglaterra!- Vociferó haciendo rechinar el asiento, sintiendo los amarres de sus muñecas y tobillos lastimarle la piel por el violento movimiento.

El ojiazul frente a él echó la cabeza hacía atrás para reír todavía más fuerte, incluso daba pataletas mientras reía.

-¡Si si si! Tú eres Inglaterra pero yo también soy Inglaterra… soy el Inglaterra del espejo- dijo arrastrando sus palabras mientras estas tomaban un tono chillón y bastante irritante sobre todo cuando fueron acompañadas por mas risas tontas y casi infantiles

-¿Qué dices?- preguntó esta vez el ojiverde sin entender, sabía que esa cosa había salido del espejo porque él mismo lo había visto pero no entendía como algo así pudo haber pasado.

La bizarra versión del inglés hizo un gesto que pretendía hacerlo parecer ofendido, se llevó una mano manchada de rojo a la boca y otra al pecho

-¿¡Cómo es esto posible!?- dijo en un grito sobre actuado para luego retomar su sonrisa mientras se ponía de pie e iba al enorme espejo que aún estaba en el piso y lo acariciaba dejando un rastro de sangre por los lugares que sus dedos tocaban.

-¿No recuerdas…? Entonces déjamelo contártelo: Erase una vez una nación aburrida aburrida aburrida que un día leyó un cuento de una niña que atravesaba el espejo e iba a un mágico mundo al otro lado, todo era exactamente igual pero al revés, era la "casa del espejo" pero al salir de ella, se encontró con un paisaje extraño pero sumamente divertido que se tornaba como un tablero de ajedrez. La nación pensó entonces "que divertido sería crear un mundo así… un mundo en donde todo sea al revés… un mundo del espejo"- la copia hizo una larga pausa para poder reír de algo que no era gracioso.

-La nación aburrida entonces experimentó y experimentó sin cansancio hasta que ¡Puffff! Finalmente lo logró ¡Un mundo al otro lado del espejo!- dijo alzando la voz y dando un saltito junto con más risas –Sin embargo… la nación creyó no haber logrado nada… por más que miraba el reflejo no podía ver ese mundo, por más que lo tocaba no podía atravesarlo como la niña del cuento así que se desilusionó y abandonó el espejo en un obscuro sótano por años y años y años… sin saber nunca que sí había un mundo al otro lado, un mundo donde de verdad todo es al revés- decía el ojiazul caminando ahora hasta Inglaterra poniéndose a su lado pegando su boca al oído de este que alcanzaba a escuchar las quedas risitas maniacas.

-Yo soy parte de ese mundo, yo soy ese otro Inglaterra ¡Todo es al revés como tú lo querías! El blanco es negro, el negro es blanco lo malo es bueno y lo bueno es malo pero siempre se toma el té a la hora correcta ¡O lo tomamos siempre porque siempre es la hora correcta!- decía ahora dando vueltas por la mesa dejando ver no solo que sus manos estaban llenas de sangre sino también su chaleco rosa intenso y algunas otras gotas se alcanzaban a asomar en su corbata de moño turquesa.

-¿Té?- preguntó entonces Inglaterra percatándose por fin del hecho de que esa cosa estaba tomando el té -¿De dónde lo sacaste?- preguntó asustado ahora viendo la sangre en la ropa de su contraparte que se detuvo al escuchar la pregunta y comenzó a reír de manera gutural hasta terminar casi gritando.

-Lo tuve que pedir de las buenas personas de arriba, pero hubieras visto las caras que pusieron cuando me vieron y se negaron a darme lo que quería… no era mi intención tener que tomar las cosas por la fuerza porque es tan poco elegante hacer ese tipo de cosas… pero igual es divertido- dijo ahora tomando del piso el atizador que estaba un poco doblado de la punta y lleno de sangre.

Inglaterra abrió sus ojos desmesuradamente imaginando lo peor.

-¡¿Qué hiciste maldito psicópata?!- rugió Inglaterra de nuevo sacudiéndose en la silla sintiendo los amarres quemándole la piel por la fricción viendo como el otro pasaba de risueño a algo muy parecido a estar triste.

-¿Psicópata? ¡No!- gritó sentándose en la silla dejándose caer y echando su cabeza en la mesa como si fuera a tirarse a llorar en cualquier momento.

-¿Por qué todos dicen eso siempre de mí?- decía fingiendo tristeza pues las comisuras de sus labios se curveaban hacía arriba en movimientos involuntarios.

-Francia, América, Canadá ¡Todos siempre me dicen psicópata! Pero… pero… no soy una mala persona, de verdad que no lo soy es solamente que…- se quedó callado un momento y sus ojos se perdieron en la imagen de sus manos ensangrentadas y el atizador…

-¡¿A quién quiero engañar?! ¡Sí, soy un psicópata y estoy loco!- dijo a gritos empezando a reír abrazando su estómago hasta calmarse y darle un trago al té aun humeante; se cruzó de piernas y miró a Inglaterra que estaba desesperado por zafarse.

-Pero no te preocupes Inglaterra, yo no te voy a matar a ti porque yo te quiero… a pesar de haberme dejado abandonado en este maldito cuarto tantos años y no hacerme caso cuando gritaba para que me sacaras…- decía forzando su sonrisa mientras el ojiverde veía como la ceja de este temblaba de manera extraña.

-Yo te quiero y te dejaré vivir… aunque… no puedo decir lo mismo de mis amigos- dijo ahora sonriendo de nuevo abiertamente, y las esquinas de sus labios parecían que podrían tocar sus orejas en cualquier momento.

-¿Qué quieres decir?- preguntó de nuevo el británico al tiempo que el otro le daba otro largo trago al té, meneaba la taza para disolver el azúcar que se había estancado en el fondo y le daba otro trago haciendo la tacita hacia abajo para que escurriera hasta la última gota, incluso sacaba su lengua esperando atraparla.

-¿No pensarás que solo tú haces magia? Yo también puedo y esta es una ocasión especial así que llamaré a todos mis amigos a todos los que vivimos al otro lado del espejo ¡¿Te imaginas?! Haremos una gran fiesta de té y todos reiremos y bailaremos y… y ustedes…- clavó sus desorbitados ojos turquesa en los verde esmeralda de Inglaterra.

-Ustedes irán a nuestro mundo y nosotros nos quedaremos en el suyo ¡Sí! Porque este mundo parece tan bonito aunque le falta un poco de color pero no te angusties Inglaterra yo me encargo de pintarlo todo de un bonito color ¿Te parece?- dijo sacando de entre su ropa un cuchillo que seguramente había tomado de la cocina cuando fue por el té. Con pasos cortos y lentos se acercó al otro Inglaterra y puso la punta del cuchillo en el ombligo de este.

-Voy a pintarlo de rojo, voy a abrirle el estómago a todos y luego voy a llenar las paredes de tu casa con lo que salga de sus cuerpos- decía clavando la punta del arma en la piel del ojiverde mientras ladeaba ligeramente la cabeza mirando con ternura el cuchillo y hablaba con voz melosa mientras Inglaterra aun intentaba liberarse.

-Atrévete a hacerle algo a mi casa o a mi gente y el único estomago que vas a ver abierto va a ser el tuyo- amenazó Inglaterra que sentía el pinchazo del cuchillo en su piel mientras su contraparte solo le sonreía de manera burlona.

-Iré a llamar a los demás- solo dijo el otro Inglaterra saliendo de ahí cantando entre risillas.

-London bridge is falling down falling down… London bridge is falling down… my fair lady- cantó por ultimo como si aquella canción fuera una advertencia al hecho de que no solo el Puente de Londres caería…

El bizarro Inglaterra fue directo por todo el pasillo soltando esas risas involuntarias pegando el filo del cuchillo contra la pared rasgando el papel tapiz dejando una línea irregular en los muros hasta llegar a la biblioteca personal del otro Inglaterra.

Entró a la habitación guardando de nuevo el cuchillo entre su ropa y recorrió con la mirada las estanterías en donde estaban todos los libros de magia.

-Veamos…- susurró alegremente el rubio pasando su dedo índice por el lomo de cada volumen al tiempo que seguía tarareando de manera algo perturbadora hasta que sus ojos se abrieron un poco más por la emoción de encontrar el libro deseado; otra serie de risas se le escaparon al tomar el tomo y hojearlo sabiendo exactamente que página tenía que buscar.

El extraño Inglaterra fue hasta el pentagrama pintado en el piso, se aseguró de que cada símbolo estuviera dibujado como era debido y se puso en el centro para comenzar a recitar el hechizo que traería a sus colegas a ese mundo. Sus palabras se escuchaban como los siseos de una serpiente, sus ojos brillaban dándole a sus iris un tono aún más fluorescente a medida que su sonrisa se hacía más grande al punto en que sus labios ya no podían estirarse más.

-Vengan…- dijo por ultimo viendo de reojo un pequeño espejo que estaba colgado en la habitación de donde se alcanzaban a ver sombras que se retorcían y tomaban la forma de siluetas de personas para luego volverse amorfas otra vez.

Cada sombra era el reflejo tras el espejo buscando su original, pasando entre muchos rostros hasta encontrar a quien pertenecían, yendo de un lado a otro de su universo gemelo hasta que cada quien por fin encontró a su igual.

Estados Unidos de América despertaba ese domingo en su hotel en el centro de Londres, arrastrando los pies por toda la habitación tratando de desperezarse se frotaba los ojos con las muñecas y se dirigía al baño para ponerse presentable, a tientas encontró la perilla de la puerta y se adentró echándose una mirada al espejo en donde se vio a si mismo con un apenas visible rastro de barba y cara perezosa. El rubio bostezó y se lavó el rostro rápidamente echándose agua fría, después tomó su cepillo de dientes y lo llenó de pasta para luego llevárselo con desgana a la boca cepillándose con un movimiento mecánico hasta que de nuevo volvió a mirar el espejo, esta vez dio un tremendo grito y al intentar retroceder se resbaló con el azulejo del baño cayendo de sentón en el piso aun intentando hacerse hacia atrás.

-Iba a decir ¡Bu! pero creo que ya no es necesario- dijo entonces una persona que salía del espejo como si este fuera una ventana, recargaba sus pies sobre el lavamanos y saltaba para mirar altivo a América a quien le escurría la pasta de la boca pues la tenía abierta mientras señalaba al muchacho quien tenía una cara idéntica a la suya lo único que cambiaba era el color de su cabello y el de sus ojos pues tenía una melena castaño obscuro y un par de ojos marrones.

-Oye oye boy scout ¿No se supone eres un héroe? ¡¿Qué haces entonces en el maldito piso temblando como una niña?!- le gritó entonces la persona del espejo que cargaba un bat rematado con clavos oxidados.

El América de cabello obscuro levantó el bat y lo azotó contra el piso cuarteando el azulejo haciendo temblar al rubio que de puro milagro esquivó el golpe mirando directamente ese par de ojos salvajes que lo perforaron apenas chocaron miradas. Su reflejo dibujó una media sonrisa en sus labios mientras intentaba desencajar su arma del suelo.

-No… no… esto está mal ¿Por qué tienes que ser tan inútil? ¿Sabes lo mal que me haces quedar enfrente de todo mundo?- preguntó este, en su forma de hablar se notaba un exagerado acento sureño. Chasqueó la lengua y levantó de nuevo el bat recargándolo en su hombro.

-Todos siempre me dicen: "Ese otro América es bastante idiota" ¿Tienes idea de cuánto me… ¡enoja!?- gritó entonces volviendo a golpear con el bate justo a la cabeza de América que alcanzó a agacharse antes de que le volara el cráneo su contraparte.

-¡¿Quién eres tú?! ¿Por qué me quieres matar?- gritó América tomando oportunidad para levantarse y correr alejándose del otro que ahora arrastraba el bate rayando el piso con los clavos.

-No te quiero matar es solo que eres demasiado patético, siempre estoy viéndote desde el otro lado y siempre estás haciendo todas estas estupideces así que entonces pensé que tal vez debería sacudirte un poco ese cerebro inútil que tienes y volverte un maldito hombre de verdad- decía caminando con pasos lentos hablando aun con ese acento extraño mientras escupía en el piso viendo con sus ojos peligrosos al otro América quien ya estaba a un lado de la cama, justo enfrente de la mesita de noche de la cual lentamente abrió el cajón y sacó un revólver.

El ser una nación, o mejor dicho la potencia más grande del mundo tenía sus peligros y a pesar de ser un ser inmortal sus superiores habían insistido demasiado en que llevara algo para cuidarse. Por primera vez agradeció haber hecho caso.

El rubio tomó el revólver y apuntó a su contraparte con el dedo bien posicionado en el gatillo.

-¡No te muevas o disparo!- ordenó Estados Unidos con voz firme sin dejar de apuntar viendo cada movimiento que el otro hacía.

-¡Eso es!- gritó el moreno -¡Eso es lo que quería ver! Por fin te pusiste ese par de bolas que Dios te dio. Vamos dispárame niña- incitó abriendo sus brazos aun con esa media sonrisa en sus labios que parecía estar burlándose de él.

-¿Qué te pasa? ¿Te da miedo?- preguntó borrando su sonrisa al ver que el ojiazul no hacía nada. Rodó los ojos y soltó un gruñido viendo enfadado a América que a pesar de no hacer nada tampoco bajaba el arma.

-Pues si tú no vas a hacer nada yo si- dijo de nuevo tomando su bat y corriendo hasta el otro blandiendo su arma como si fuera una especie de sable.

La extraña versión de América quebró y rompió todo lo que estaba a la vista, mientras que el otro América por fin se atrevió a disparar pero falló cada uno de sus intentos.

-¡Aprende a disparar idiota!- le gritó su contraparte mientras seguía intentando darle con el bate hasta que en un movimiento el ojiazul pudo tomar con su mano el bat, un par de clavos le rozaron la piel pero no lo lastimaron profundamente; el rubio jaló el bat haciendo que su otra versión se acercara y teniéndolo cerca pegó el cañón del revolver al brazo de este y disparó.

Su contraparte soltó un alarido de dolor llevándose la mano al lugar que empezaba a sangrar profusamente mientras se retorcía exageradamente en el piso aullando de dolor.

-¡¿Por qué hiciste eso?!- le gritó al rubio mientras hacía como que sollozaba por el dolor.

El inocente América soltó la pistola asustado y fue a ver al otro que daba vueltas en el piso dejando un rastro de sangre por los lugares en los que rodaba.

-Ah… yo… lo siento es que- balbuceaba América intentando ayudar al otro que se detuvo en seco y se calló repentinamente, volteó a ver al ojiazul e hizo un gesto de molestia torciendo la boca y frunciendo el ceño.

-Idiota- dijo con voz áspera tomando de la playera al otro América sometiéndolo contra el piso y tomando su bat sin parecer afectado por el hoyo de bala en su brazo que no había dejado de sangrar.

-Te voy a aplastar la cabeza para ver si así te vuelves más inteligente. No te asustes, solo serán unos cuantos pinchazos y tu cráneo fracturado… te prometo que dolerá- le dijo relamiéndose el labio superior alzando el bat. Un sonido atronador resonó en la habitación, la pared y el piso se salpicaron de sangre mientras que en el espejo seguían viéndose las siluetas deformes y obscuras vagando por los reflejos.

Alemania no había notado las extrañas figuras cuando llegó a casa de Italia; el alemán acababa de llegar a Venecia la noche anterior y quiso ir a visitar a su amigo aunque al parecer ambos habían tenido el mismo pensamiento pues el italiano no estaba en casa, tal vez Italia había ido a su hotel.

Alemania se dio una vuelta por la sala de su amigo sin poder evitar levantar un poco el lugar que parecía un campo de batalla, le sorprendía como Italia podía vivir en tales condiciones; habiendo dejado presentable la sala de estar pasó a la cocina e hizo lo mismo limpiando las manchas de salsa de tomate que estaba derramadas por todo el lugar suspirando de vez en cuando mientras arreglaba el lugar dejándolo impecable. Volvió a la salita y tomó asiento esperando a que su amigo regresara ya que seguramente este no tardaría mucho, sobre todo si en el hotel le decían que había salido por lo tanto se quedó ahí sentado cruzado de brazos mirando a todos lados buscando si había cosas aun en desorden.

Una hora entera había pasado e Italia no aparecía, Alemania se removió incomodo en el sillón mirando por quinceava vez el reloj de péndulo en la pared, ya era una hora y veinte minutos exactamente desde que llegó; soltó un resoplido y se levantó llegando a la conclusión de que su amigo tal vez en realidad estaba dormido en su habitación puesto que era la hora de la siesta aunque no pensaba que el castaño de verdad tomara la siesta sabiendo que él estaba en Venecia desde la noche anterior pero aun así no perdía nada verificando.

Subió las escaleras y caminó por el pasillo hasta llegar a la habitación de Italia sin molestarse en tocar antes pensando que si su amigo estaba dormido entonces no quería despertarlo. Entró con sigilo recorriendo la mirada por la habitación reparando en la cama vacía, hasta que después sus ojos se fijaron en el espejo de cuerpo completo en donde había alguien mirándose y dándole la espalda.

Alemania por un momento creyó que era Romano quien estaba mirándose al espejo gracias al cabello obscuro, sin embargo cuando reparó en el reflejo que mostraba el cristal se dio cuenta de que era Italia aunque se veía muy diferente no solo porque su cabello y ojos parecían tener un tono más opaco, había otra cosa en él.

-¿Italia?- se atrevió a llamarlo y tras unos cuantos segundos la persona pasó parsimoniosamente sus ojos del espejo al rubio sin mostrar expresión alguna en su rostro.

-Germania- dijo este arrastrando las palabras acentuando ese acento italiano. Al escuchar su nombre Alemania no pudo evitar sentir un escalofrío por la manera en que fue pronunciado, podía jurar que había sido casi con desprecio.

-Italia… ¿Por qué estás vestido así?- preguntó el rubio señalando el uniforme militar marrón que el italiano usaba pero este no se dignó a contestar, volvió a verse al espejo y pasó la mano por la superficie de este para luego encarar otra vez al germano.

-La pregunta que deberías hacer es ¿Por qué estamos aquí?- dijo el castaño echando una última mirada al espejo acercándose al alemán que no parecía entender y solo veía al otro dando pasos firmes y lentos hasta quedar frente a él mirándolo directo a los ojos dibujando una expresión de extrañeza en su rostro.

Italia frunció un poco el ceño al tiempo que clavaba sus ojos ámbar en los celestes de Alemania, soltó lo que pareció un gruñido moviendo su boca y mostrando uno de sus caninos al hacerlo.

-Tú no eres Alemania- declaró firmemente a pesar de tener a la nación frente a él.

-¿De qué hablas?- preguntó confundido el alemán que ahora que tenía más de cerca a Italia la idea de que era una persona completamente diferente se reafirmó aunque tampoco podía decir que era Romano, ni siquiera él tenía esa… mirada.

-No… eres… Alemania- repitió pausadamente el italiano respirando profundamente como si estuviera intentando calmarse al tiempo que se llevaba una mano a la frente tratando de pensar.

-Creo que algo raro te está pasando, claro que soy Alemania- dijo el rubio sin entender porque Italia seguía negando con su cabeza.

Aun con la mano en la frente el castaño iba por toda la habitación murmurando cosas en su propio idioma hasta detenerse frente a un pequeño escritorio, se apoyó en la silla que estaba enfrente de la mesa.

-Te estoy diciendo que tú…- comenzó a decir Italia de nuevo arrastrando la voz hablando en un tono bajo -¡No eres Alemania!- gritó finalmente alzando la silla y propinándole un brutal golpe con ella a Alemania.

La silla se rompió y cayó hecha pedazos junto con las astillas que algunas se enterraron en la piel del alemán que gracias al repentino golpe también fue a dar la piso.

-No eres Alemania, no eres mi Germania- dijo Italia empezando a patearlo sin darle oportunidad a levantarse.

-¿Dónde está Alemania?- preguntaba mientras le daba de patadas al ojiazul mientras que este intentaba defenderse sintiendo la suela de las botas darle en el estómago, la espalda, los riñones, el hígado y algún par de veces en la cara, era como Italia estuviera ensañado en provocarle dolor.

-¡Ya te dije que yo soy Alemania! ¡Detente!- gritó el germano y casi como por obra de magia el italiano así lo hizo pero en lugar de ayudarle a levantarse para luego sentarse a conversar calmadamente, Italia lo tomó por el cabello casi arrastrándolo por el suelo con una fuerza que el alemán definitivamente no conocía, este lo levantó obligándolo a sentarse en la cama no sin antes darle un tremendo puñetazo en la nariz que hizo que la piel del puente se le abriera y empezara a sangrar.

En medio de su aturdimiento Alemania no tuvo tiempo de detener a Italia cuando este se sentó en su regazo de frente a él y con el filo de un cuchillo presionándole la garganta.

-Te lo voy a preguntar de manera más sencilla para que puedas entender- comenzó a decir Italia respirando aun con agitación pegando todavía más la hoja del cuchillo contra la piel del germano provocándole un ligero corte

-¿Dónde está Alemania?- preguntó de nuevo acercando su rostro al del rubio pegando la punta de sus narices mirando con esos ojos extraños al otro que sentía el punzar de su nariz y de todo su cuerpo.

-Ya te dije que yo soy Alemania- dijo el alemán sosteniéndole la mirada a ese bizarro Italia que de pronto soltó un irritante chillido mientras se halaba el cabello desesperadamente amenazando con arrancarlo en cualquier momento.

-¡¿Dónde está Alemania?! Mi Alemania… ¿Dónde está? No quiero…- Italia decía desesperado aun jalando su cabello sin dejar de amenazar al germano y tomando aire para seguir hablando –No quiero tener que llenar este lugar de sangre así que dime exactamente dónde está mi Alemania antes de que te abra la garganta y te saque las palabras por la fuerza- le amenazó haciendo el corte más profundo provocando que la sangre empezara a escurrirle por el cuello manchando su camisa.

-Estoy enfrente de ti maldita sea ¿qué no me ves?- dijo desesperado el alemán viendo como Italia se dejaba en paz el cabello y como si sufriera algún tipo de trastorno de personalidad, el castaño retomaba su gesto estoico y frío.

-Entonces contéstame ¿Dónde está tu Italia?- le preguntó usando la hoja del cuchillo para obligarle a lazar la barbilla clavando sus ojos obscuro en los celestes del rubio manteniéndose inexpresivo mientras veía la cara confundida de Alemania el cual de pronto sintió como el brazo libre de Italia lo rodeaba en una especie de abrazo y le hablaba al oído.

-Yo no soy tu Italia de la misma manera que tú no eres mi Alemania dime dónde está el otro antes de que se termine de agotar mi paciencia- le preguntó mordiéndole la oreja tan fuerte que también la hizo sangrar y Alemania soltó un alarido de dolor al tiempo que el castaño se lamía el labio inferior que tenía un rastro de sangre.

-Vamos… dime ¿O es que acaso quieres tomar el lugar de Germania? De ser así tendré que empezar a dejar ciertas marcas en ti- dijo con un intento de risa que más bien pareció un sonido gutural que salía de su garganta, pasando el cuchillo de la barbilla de Alemania a su mejilla haciéndole un corte profundo que hizo que la cara del alemán se llenara de sangre en un momento.

Italia soltó un leve gemido de placer al ver la sangre y lamió la herida provocándole cierto escozor a Alemania quien quiso quitarse de encima de un empujón al italiano pero este se afianzó bien a Alemania.

-Puedo seguir haciendo esto todo el día sin cansarme- le susurró de nuevo en aquella voz monótona y fría buscando otro lugar para cortar.

-Creo que sé dónde está- dijo Alemania antes de que Italia le hiciera un corte en el brazo. El castaño volteó a ver al rubio con una sonrisa ladina en sus labios.

-¿Lo ves? No era algo tan difícil de decir- se burló Italia levantándose de encima de Alemania dándole la espalda confiadamente.

-Si intentas algo te voy a drenar la sangre, se la voy a dar a beber a tu Italia y luego lo mató a él… piensa bien antes de actuar- le amenazó volteando a verlo de reojo fulminándolo con la mirada.

Alemania tragó saliva rezando a todos los cielos que Italia se hubiese distraído en el camino y no hubiera ido a su hotel pues justo como ese extraño tipo acababa de decirle, estaba pensando muy bien antes de actuar, tenía que estar un paso adelante de ese psicópata antes de intentar detenerlo.

Ambas naciones salieron de ahí, Alemania dejaba un rastro de sangre por donde iba caminando, cerró la puerta de la habitación de Italia sin volver a reparar en el espejo de cuerpo completo que parecía estar reflejando algo que para nada se veía en el cuarto, las sombras llenaban el cristal y parecían desesperadas por salir.

Y así como nadie parecía estar dándose cuenta de las cosas extrañas que sucedían en el espejo, Francia el cual estaba en Londres, llegaba a su suite en el hotel cargando algunos víveres entre los que estaba una costosa botella de vino. Tarareando alguna melodía el elegante francés iba por la nada humilde cocina de su suite dejando cada cosa en su lugar, cortando un pedazo de queso llevándoselo a la boca y destapando la botella de vino para acompañar el aperitivo; sirvió la bebida en una copa que llenó a la mitad, la meneó un poco y la pasó por su nariz catando el aroma del alcohol en un ritual que siempre practicaba antes de degustar el vino hasta darle un trago mientras caminaba hasta la sala en donde sus pies chocaron con algunas cuantas botellas vacías de champagne y también vino, como si alguien acabara de asaltar alguna cava.

-¿Pero qué es esto?- preguntó viendo el caminito de botellas vacías que daban hasta la sala en donde estaba alguien recostado con los brazos cubriéndole la cara, las cortinas cerradas para evitar el paso de la luz y un penetrante olor a alcohol y tabaco se mezclaba en el lugar.

-¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste aquí?- preguntó indignado el francés acercándose a la sala escuchando los quejidos del intruso que aun con los brazos en la cara se removió en el sillón.

-No hables tan alto, tengo resaca- le recriminó el hombre que para sorpresa del galo, le habló en un perfecto francés.

-¡Largo de aquí! Esta es mi habitación- le ordenó Francis ignorando el hecho de que esa persona era tal vez un compatriota.

Removiéndose una segunda vez en el mueble, el extraño por fin se quitó los brazos de la cara dejando ver una larga melena rubia, algunos mechones de aquel descuidado y sucio cabello se posaban en su rostro demacrado que tenía unos ojos azules opacos, unas marcadas ojeras y una barba que daba la impresión que aquel hombre llevaba días sin afeitarse aunque lo realmente chocante era el hecho de que a pesar de aquella imagen desastrosa, ese hombre era la copia fiel de Francia el cual retrocedió soltando gritito apenas le vio la cara al desconocido.

-¿Qu… quién eres tú?- preguntó asustado Francia aun retrocediendo viendo con algo parecido al asco al hombre que se incorporaba revolviéndose el ya de por si despeinado cabello y entre las hebras rubias se alcanzaban a ver sus ojos enrojecidos tal vez por la bebida, fijándose en los de Francia que eran de un azul más brillante.

-Te acabo de decir que no hables tan fuerte, la cabeza me está matando- decía con voz áspera, tosiendo un poco y levantándose sacando del bolsillo interior de su saco un paquete de cigarrillos, tomó uno con la boca y sacando ahora un encendedor lo prendió dándole una larga calada, exhaló el humo junto con un suspiro fijando de nuevo aquel par de ojos vacíos en Francia que estaba horrorizado por verse a sí mismo en condiciones tan lamentables.

-No me importa tu maldita resaca, te estoy preguntando quien eres ¡Contesta! ¡¿Por qué eres tan parecido a mí?!- el galo exigió una respuesta alzando la voz viendo la cara de dolor que su contraparte ponía, incluso se masajeó las sienes soltando quejidos caminando hasta la mesa de centro que estaba en la salita; daba traspiés como si aún estuviera ebrio y rozó la boca de la botella asegurándose que era lo que estaba buscando, la tomó y con la misma torpeza fue hasta Francia que veía como este se acercaba clavando aquel par de ojos en él… una mirada que parecía estar hueca sin nada en su interior.

-La mayor parte del tiempo soy un tipo tranquilo, a diferencia del loco de Inglaterra o del imbécil de Estados Unidos no me gusta meterme con nadie… pero hay una cosa que hace que eso cambie y justo acabas de hacer esa cosa- le decía con la lengua adormecida y esa voz que parecía que tenía una lija en la garganta.

El indignado Francia estaba a punto de espetar lo poca cosa que aquello le importaba pero apenas se disponía a hablar ese otro Francia lo golpeó en la cara con la botella haciendo que esta se rompiera apenas chocó con su rostro, los vidrios salieron volando y otros le flagelaron la piel de la cara.

-¡Te dije que te callaras!- le gritó su contraparte mientras Francia se llevaba con pánico la mano a la cara sintiendo la sangre brotar de los muchos cortes que tenía gracias al vidrio.

-¡Mi cara! ¡Mi hermoso rostro!- chillaba el galo viendo como el sangrado no se detenía y pronto su mano se pintaba por completo de rojo.

-Y sigues hablando… ¿Por qué es tan difícil entender que quiero un poco de silencio?- preguntó el otro Francia entre gruñidos pretendiendo terminar de romper el resto de la botella en la cara del rubio sin embargo este se preparó y fue más rápido cuando él mismo tomó una de las muchas botellas regadas por ahí y golpeó con ella a su atacante en la cabeza.

-¡Nadie se mete con mi cara!- recriminó Francia al que también las puntas de su cabello se teñían de escarlata cuando rozaban con sus heridas.

El intruso dio un par de traspiés quejándose con groserías y maldiciones sintiendo la piel de su cuero cabelludo abriendose y al igual que el otro Francia, su cabello pasaba de rubio a rojo.

-No debiste hacerlo… en serio no debiste hacer eso- decía el hombre que se quitaba el cigarrillo de la boca de nuevo para enfocar su vista borrosa en Francis que siguió con lo que quedaba de la botella en la mano; para cuando se dio cuenta su bizarra copia lo estaba embistiendo y lo sometía contra el piso obligándole a echar la cabeza hacía atrás jalándole el cabello.

-¿Tanto te importa tu cara afeminada? Entonces esto te va a encantar- le dijo su copia intentando acercar el cigarro al rostro de Francia mientras este intentaba zafarse dándole de patadas y puñetazos pero el otro parecía inmune a cualquier ataque.

-Lindos ojos mon amour- le dijo en un tono extraño acercando la puntita incandescente del cigarrillo al ojo de Francia provocando que la nación quisiera arrastrarse por el piso para así escapar de su victimario pero el hombre lo tenía bien agarrado y apoyaba su peso entero sobre el cuerpo de Francia el cual soltó un escalofriante grito de dolor que llenó por completo la habitación y se alcanzó a escuchar más allá.

El grotesco Francia dibujó una sonrisa torcida en sus labios sintiendo las manos de su contraparte queriéndolo alejar débilmente en esfuerzos patéticos, soltando aun quejidos lastimeros de dolor.

-Créeme cuando te digo que esto no me agrada pero no me escuchaste la primera vez- decía arrojando lejos el cigarrillo casi consumido, mientras que con una mano aun sostenía a Francia con la otra buscaba alguna botella medio llena que se llevó a los labios y le dio un largo trago dejando que un poco de vino escurriera por las comisuras de su boca.

-Ahora tengo que ponerte a dormir para que dejes de molestar y yo también pueda dormir antes de que me reviente la cabeza- dijo limpiándose con el antebrazo los restos de vino que ya escurrían por su barbilla. –Entonces ¿Seguimos con el otro ojo?-

Francia no era el único que pasaba por esto, ni tampoco el único que tenía raros visitantes que salían del espejo e Italia Veneciano recién conocía a uno de esos visitantes.

El italiano aquel día había salido muy animado de casa dispuesto a darle una enorme sorpresa a Alemania que tal vez ya se esperaba algo como una visita casual de Italia, después un paseo por la ciudad, en la noche seguramente en góndola para admirar el cielo italiano y rematar con una cena en casa del castaño como solían hacer cuando Alemania visitaba su casa.

Así que ahí estaba Italia yendo camino al hotel de Alemania sabiendo exactamente en qué habitación estaba, entró a toda velocidad impaciente por ver a su querido amigo ignorando de paso a la recepcionista que estaba a punto de decirle algo lo cual evidentemente no le importó a Italia el cual apretó desesperadamente los botones del ascensor pero este tardó demasiado en llegar así que optó por la escalera de emergencia la cual subió peldaño a peldaño animado, aunque para cuando llegó al quinto pispo ese ánimo ya empezaba a convertirse en cansancio. Finalmente en el sexto piso tuvo que recargarse en una pared para tomar aire aunque apenas vio la puerta con el número de la habitación de Alemania su emoción volvió a embargarlo y rápidamente fue hasta la puerta abriendo con la llave que había tomado mientras la recepcionista intentaba decirle aquella cosa que no escuchó nunca.

-Benvenuti Germania!- exclamó Italia entrando de pronto al cuarto casi yéndose de boca por la velocidad a la que iba y esperando seguramente un regaño por parte del germano por interrumpir de esa manera sin embargo lo único que alcanzó a ver fue a Alemania dando lo que parecía ser un saltito y poniendo sus brazos frente a él como si estuviera protegiéndose de algo.

-¿Alemania?- preguntó Italia al ver tan extraña acción por parte del rubio que bajó un poco sus brazos pero no del todo, en su rostro tenía una expresión de sospecha y entrecerraba sus ojos examinando con la mirada a Italia.

-¿Qué es esto? ¿Llegas con esa vocecita ñoña sin aventar cuchillos o quererme volar la cabeza?- preguntó Alemania frunciendo el ceño, Italia ladeó la cabeza confundido por este comentario.

-Ve~ ¿Por qué haría eso?- preguntó el inocente Italia caminando hasta el rubio y este inmediatamente retrocedió casi por instinto.

-Deja de actuar así me estás provocando escalofríos ¿Qué mierda te pasa?- decía el alemán descolocando por completo a Italia por haber escuchado al germano decir una grosería.

-A mí no me pasa nada… ¿Qué te pasa a ti?- preguntó esta vez Italia acercándose aún más a Alemania extendiendo sus ambos para tocar al más alto que en un movimiento de reflejo le dio una patada directo en el estómago aventándolo lejos.

-¡No te me acerques!- le ordenó escuchando al castaño toser y jadear intentando recuperar el aire mientras se abrazaba el estómago y algunas lagrimitas salían de sus ojos por el golpe.

-¿Por qué hiciste eso?- preguntó Italia llorando y aun respirando con dificultad frotando su estómago, mirando con miedo a Alemania al cual ahora visto más de cerca se veía un poco diferente.

Tenía una cicatriz en el lado izquierdo de su mejilla justo en su pómulo y otras tres en su brazo derecho y sus ojos… sus ojos no eran de ese acostumbrado azul celeste que tanto le gustaba a Italia, estos tenían un tono violáceo que lo miraban con frialdad.

-Estás… ¿Llorando?- dijo el germano con repulsión viendo las lágrimas de Italia desbordándose por sus ojos y mojarle las mejillas mientras seguía lloriqueando como un niñito por la patada. Sin importarle realmente el dolor de Italia, Alemania se acercó a él que seguía en el piso sollozando y lo examinó con la mirada dibujando una media sonrisa en sus labios riendo de manera extraña.

-Tú eres el otro Italia, pero que sorpresa- dijo Alemania poniendo su pie sobre la cara del castaño obligando a este a ponerse contra el piso escuchando sus grititos de dolor.

-Alemania ¿Qué haces? Déjame- lloraba Italia intentando quitarse la pesada bota de encima escuchando una risotada grave por parte del rubio que parecía estar divirtiéndose haciendo aquello.

-No pensé que fueran tan parecidos, si el imbécil de Romano estuviera aquí podría jurar que son trillizos- comentó soltando otra larga risotada mirando con total desprecio al castaño -Italia, pero que patético te vez llorando aunque a decir verdad… me agrada…- dijo quitando por fin su pie de la cara de la nación que ahora tenía la mejilla roja y con las marcas de la suela de la bota del alemán en ella.

Aun en el piso Italia petrificado de miedo vio como Alemania se ponía sobre él y lo tomaba por la cara con una sola mano enterrando sus dedos en sus mejillas alzándole el rostro con más fuerza de la necesaria; el castaño aun lloraba, sus ojos almendra estaban cristalinos y sus mejillas rojas por el esfuerzo de llorar además de que su labio inferior temblaba por el miedo que aquella persona le provocaba.

-Nunca en mi vida hubiera llegado a siquiera imaginar que vería esta expresión en la cara del bastardo Italia… ¿Ese tipo puede ser así de lindo?- decía en susurros como si estuviera hablando consigo mismo aun tomando a Italia por la cara haciéndolo voltear a cada lado para verlo mejor hasta que de nuevo lo puso frente a él sintiendo el temblor de este bajo su cuerpo, escuchando los quedos sollozos acompañados por unos cuantos "ve~".

-Bueno Italia Veneciano, déjame decirte que no todos los días tengo la oportunidad de tenerte en estas condiciones, quiero decir, tan sumiso y obediente así que tengo que aprovechar antes de que ese maldito llegue queriéndome matar como acostumbre por lo tanto, vamos a pasarla bien un rato- Alemania soltó una risa profunda cuando notó la mirada asustada de Italia y como de sus ojos salían más lágrimas en el momento en que sintió la mano enguantada del germano colándose bajo su camisa.

El italiano gritó y se retorció tratando de evitar el contacto a pesar de seguir siendo sometido por el rubio al cual en un movimiento desesperado logró darle un rodillazo en el hígado que lo hizo soltarlo el tiempo suficiente para que Italia gateara unos metros lejos de él aunque cuando estaba a punto de levantarse Alemania lo agarró por el tobillo y jaló su pie haciendo caer al castaño de cara al piso.

-De ser tú, yo no volvería a hacer eso- le amenazó el germano e Italia se inmovilizó al percibir en su nuca el frío cañón de un revolver.

-Alemania… detente por favor- pidió el castaño con la voz temblorosa aun con el cañón del arma presionando contra su piel.

-Creo que te equivocas de persona; aunque si te sirve para quedarte en paz puedes cerrar los ojos e imaginar que soy ese otro Alemania, después de todo somos casi lo mismo- le susurró con su voz profunda. Sin dejar de amenazar al moreno le pasó de manera gentil (o un intento de gentileza) la mano por el cabello tocando deliberadamente el rizo travieso que sobresalía de su cabeza provocando que Italia reprimiera un gemido involuntario.

-Al parecer tú también tienes esto en común con el otro Italia- dijo burlonamente enredando el rulo en su dedo y jalándolo lentamente al desenroscarlo provocando un estremecimiento en el italiano al que se le pusieron las mejillas coloradas a medida que el rubio seguía jugando con su rizo.

De un solo movimiento Alemania volteó a Italia ahora poniéndolo boca arriba sin quitársele de encima; la nación italiana tenía la respiración acelerada, la cara roja y los ojos llorosos además de que la temperatura de su cuerpo se había elevado considerablemente.

-Esta carita vale oro- murmuró pasando el cañón del arma por la frente del moreno haciendo a un lado su flequillo, bajó por su mejilla y luego rozó sus labios con el metal para después descender hasta la barbilla del joven alzándole un poco la cara quedando más cerca el uno del otro.

-Entonces ¿Qué te parece si empiezas a cerrar los ojos? No me obligues a usar esto- dijo posicionando su dedo en el gatillo haciendo obedecer a Italia el cual rezó mentalmente para que alguien fuera a salvarlo a pesar de que en otros lados la situación era igual; como por ejemplo en el hotel en el centro de Londres donde se hospedaba Rusia.

La enorme nación se había levantado temprano aquel día y antes de empezar cualquier otra actividad telefoneó a China quien sabía también estaba en alguna de sus casas de campo en Londres y quería saber si tendría tiempo para desayunar juntos obviamente sin la molesta presencia de Francia, Estados Unidos o el mismo Inglaterra. El ruso tomó animado el teléfono, luciendo su sonrisa inocentona de siempre y un poco más alegre que de costumbre, marcó el número que tenía anotado en un papelito arrugado y mientras esperaba a que China atendiera alzó su bufanda cubriendo la mitad de su rostro tras la prenda tal vez para sofocar algunas risitas traviesas que le provocaba la emoción de desayunar con el chino.

Tras unos minutos finalmente la voz del asiático le contestó.

-Buenos días China, habla Rusia ¿Llamo en mal momento?- preguntó el ojivioleta paseando por su habitación escuchando a un incómodo asiático al otro lado de la línea aunque el europeo intentaba hacer caso omiso de este detalle.

-Me preguntaba si tendrías tiempo de salir a desayunar y dar una vuelta por la ciudad antes de ir a la junta con Inglaterra- decía mientras sostenía con una mano el teléfono y con la otra le quitaba algunas pelusas a su bufanda esperando la respuesta del moreno que estaba dándole pretextos baratos para no ir a su encuentro.

-Entonces si no puedes ir a desayunar ¿Te parece si vamos a almorzar? Francia me recomendó un buen lugar, tal vez te guste porque me dijo que sirven muchos tipos de té y tengo entendido que a ti te gusta mucho el té- seguía insistiendo escuchando al dubitativo China desde el auricular.

Rusia rió con su acostumbrado tono infantil mientras rodaba los ojos escuchando todavía los mil y un pretextos del chino.

-China, empiezo a creer que solo estás dándome largas para no verme así que me estás obligando a secuestrarte después de la reunión y no importa cuánto reclames- decía Rusia separando un poco el teléfono de su oreja al tiempo que China empezaba a gritar muchas cosas que solo hicieron reír al ojivioleta el cual antes de seguir con la extraña conversación, escuchó un estruendo venir del baño.

-Lo siento China, te llamo después- dijo colgando sin darle oportunidad al chino de reclamar.

Cautelosamente el ruso se acercó con pasos sigilosos hasta el baño escuchando lo que parecía ser una respiración desacompasada por lo tanto con el mismo sigilo con el que se había acercado, puso su mano en la perilla y abrió lentamente la puerta apenas dejando un resquicio para asomarse alcanzando a ver en el piso el espejo que estaba colgado sobre el lavamanos, ahora hecho añicos en el azulejo, a un lado de los pedazos estaba parada una persona que llevaba un largo abrigo negro con detalles en rojo… mejor dicho y para ser más exacto, era el mismo abrigo que Rusia solía usar pero con los colores diferentes, también llevaba la misma larga bufanda sin embargo esta estaba raída y sucia en los extremos. Rusia vio con sorpresa bien disimulada que la persona que estaba ahí aun con un par de pedazos de cristal en las manos, era idéntico a él pero con la cara más pálida, casi un color que le daba una imagen enfermiza además de que los ojos violeta que a veces solían brillar con un toque malicioso, en el rostro de aquel hombre parecían perder todo asomo de vida y solo parecían un par de canicas incrustadas en sus cuencas para simular un par de ojos.

-¿Se puede saber quién eres tú?- preguntó Rusia sonriente abriendo por completo la puerta viendo al hombre que para su consternación, también era de la misma estatura o eso se podía calcular si el desconocido no estuviera encorvado.

El extraño pasó su mirada del espejo hecho añicos a Rusia, clavó sus ojos muertos en los de la nación que se mantenía sonriente a pesar de la inusual situación pues no todos los días te encuentras con un clon tuyo y demacrado.

-Soy tú- contestó con voz baja y suave el otro Rusia acuclillándose frente al cristal roto y mirando su reflejo en los pedazos de este dando la impresión de que se pondría a llorar en cualquier momento por la expresión de tristeza que dibujó en su rostro al verse a sí mismo en el espejo.

-No entiendo- comentó Rusia metiendo una mano a su abrigo procurando que su copia no se diera cuenta de esta acción.

-Soy tú yo del espejo… el que se la pasa ahí encerrado mientras tú estás aquí disfrutando de este mundo que parece tan divertido. Ah… que envidia poder vivir aquí y no tener que estar en ese otro lugar ¿Por qué tú si puedes vivir aquí? No es justo- decía lánguidamente el otro Rusia jugando con los pedazos del cristal moviéndolos con su dedo índice queriendo unir de nuevo los fragmentos como si estuviera armando un rompecabezas.

-Lo siento pero sigo sin entender muy bien a que te refieres- volvió a decir Rusia viendo como los ojos de esa otra persona volteaban a verlo de nuevo moviéndose lentamente hacía su dirección mientras que este tomaba entre su mano enguantada un pedazo de cristal.

-Me refiero a que yo quiero quedarme aquí- contestó su contraparte y en un movimiento que Rusia no pudo anticipar este casi se le fue encima con un cristal en la mano tratando de cortarle alguna parte del cuerpo sin embargo Rusia sacó justo a tiempo esa extraña tubería que solía llevar siempre con él, golpeándole la muñeca escuchando como algo se rompía pero que le hizo soltar el cristal.

El bizarro Rusia soltó un quejido tomando su muñeca que estaba doblada en un ángulo anormal.

-Lo siento pero es peligroso jugar con vidrios rotos- dijo el ojivioleta sonriendo y riendo de manera inocente como siempre al mismo tiempo que el otro empezaba a respirar con mas rapidez y parecía estar sollozando aunque sus ojos no sacaran ni un solo rastro de lágrimas.

-¡No es justo no es justo no es justo! ¡Quiero quedarme aquí, tú tienes que irte!- decía el hombre que había salido del espejo ignorando su mano herida y sacando de su propio abrigo una tubería oxidada con manchas marrones que no eran precisamente de óxido, empezando a estocar al otro que se defendía de cada golpe violento y desenfrenado.

A pesar de estar en una situación de riesgo Rusia no perdió su gesto risueño, bloqueaba los golpes de la otra tubería viendo como estas producían chispas cuando los metales chocaban lo que parecía alimentar la desesperación de su rival que seguía gritándole que no debería estar en aquel lugar.

-Para ser yo tienes una pésima actitud y los niños mal portados necesitan un correctivo- dijo el ruso tomando con su mano la tubería del contrario y dándole un golpe certero justo en las costillas sabiendo que aquello no le dejaría nada más un moretón. Su rival cayó de rodillas soltando algunos cuantos alaridos de dolor y quejas contra el ruso.

-No sé de qué me hablas pero si yo estoy aquí es por una razón así que se un buen chico y vuelve a donde perteneces; tengo una reunión importante en un rato y no puedo llegar tarde ¿entendido?- dijo sin haber borrado su gesto ingenuo pero perturbador en ningún momento viendo como el otro aun arrodillado en el piso se mecía abrazándose a si mismo junto con sus costillas que parecían rotas al igual que su muñeca.

En una acción muy tonta por parte de Rusia, le dio la espalda al otro el cual aun con esos ojos ausentes palpaba el piso buscando el pedazo de cristal que minutos antes se le había caído hasta que lo encontró, como pudo aguantó el dolor de su costado y se levantó alcanzó a Rusia y le encajó el cristal por la espalda.

-No puedo permitir que sigas aquí más tiempo, yo quiero tomar tu lugar- le dijo con la voz temblorosa retorciendo el pedazo de vidrió que seguía encajado en la nación quien volteó a verlo.

-Atacando por la espalda… que sucio- dijo Rusia sintiendo el dolor punzante y luego otra oleada de dolor cuando su copia desencajó el cristal y lo enterró de nuevo esta vez más cerca de su columna haciendo el que hasta la vista se le nublara pero no perdió el conocimiento.

La enorme nación dio un par de traspiés hacía adelante, sintió como incluso el aire se le escapó de los pulmones y como el cristal daba vueltas de manera espantosa dentro de su cuerpo tocando nervios que hacían que las piernas le temblaran y amenazaran a ceder ante su peso, sin embargo en un reflejo para defenderse soltó un brutal codazo hacía atrás golpeándole en la cara a su otro yo justo en la boca rompiéndole un par de dientes que lo hicieron escupir sangre y aturdirlo un momento, sin darle oportunidad a recuperarse hizo uso de su arma de metal y lo golpeó en la cabeza aunque tambaleándose gracias a la herida recién hecha.

-Si quieres tomar mi lugar primero vas a tener que matarme- le dijo Rusia en medio de respiraciones pesadas, con un sudor frío mojándole la espalda y nauseas provocadas por el dolor tan intenso que sentía.

-Ese no es ningún problema- dijo entonces la otra persona que se incorporaba encarándolo, su rostro estaba lleno de sangre gracias a toda la que le escurría de la cabeza donde antes había sido golpeado, tenía un par de costillas rotas, una muñeca fracturada y tal vez una contusión pero aun con ello iba por su tubería y la tomaba como si no acabara de recibir daño alguno e iba hasta donde Rusia luchaba por mantenerse en pie.

-Voy a hacer lo que sea para quedarme aquí así tenga que sacarte las entrañas y torturarte hasta que ya no respires ¡No me iré!- decía desesperadamente el otro ojivioleta abriendo aún más sus ojos y estos por fin tomaban lo que parecía un intento de brillo aunque era uno que no auguraba nada bueno pues sin perder más el tiempo se abalanzó a golpes hasta Rusia que con lo que tenía de fuerza intentaba bloquearlos sin embargo algunos lograban darle.

-Hare que tú te vayas, esta será mi casa… ya lo verás- dijo mientras llenaba de cardenales y hematomas a Rusia que sentía como cada golpe de la tubería de metal se multiplicaba por cien y lo obligaban a buscar escapar sin embargo el otro estaba ensañado con seguir golpeándolo sin piedad.

-Solo habrá un Rusia y definitivamente no vas a ser tú- declaró empezando a reír quedamente, su cara parecía dibujar una expresión de tristeza, las risas tétricas que salían de su boca eran forzadas y la mueca supuestamente feliz era tan solo la grotesca imitación de una cara sonriente.

Rusia, como pocas veces (muy pocas veces) en su vida… sintió el miedo apoderarse de él.

Y en otros lugares, para cierta pareja, su propia pesadilla estaba a punto de empezar. En Nápoles, al sur de Italia, Italia Romano y España yacían en la cama del primero después de haber pasado una noche en vela pues no se quedaron charlando precisamente; España dormía desnudo casi encima de Romano el cual se removía entre sueños intentando quitarse aquel peso que no le dejaba respirar bien, el italiano soltó una serie de maldiciones estando medio dormido hasta que finalmente abrió los ojos encontrándose con el español plácidamente dormido sobre su pecho.

-¡Quítate!- le ordenó tratando de empujarlo lejos de él pero España solo se acurrucaba acomodándose mejor en el cuerpo del castaño.

-Déjame quedarme así un rato más, no seas malo Roma- decía con voz empalagosa España abrazándose aún más al italiano que se retorcía como lombriz en sal para zafarse del ojiverde el cual solo reía como bobo.

-Aléjate de mí, tengo calor y tú solo lo empeoras- se quejaba Romano desistiendo de sus intentos de lucha viendo como su pareja sonreía de manera extraña y se incorporaba para dejar su rostro a la misma altura que la el otro castaño.-Roma ¿Estás insinuando que quieres hacerlo de nuevo?- le preguntó con voz pícara ahora restregando su cuerpo con el del italiano que también estaba desnudo haciendo que este se sonrojara hasta las orejas.

-Cla… claro que no pervertido de mierda, solo quiero que te quites de encima- dijo atropelladamente haciendo reír a España que lo miró con ternura y le alzó el flequillo dándole un pequeño beso en la frente, luego en la nariz y finalmente otro en los labios que en lugar de terminar en un simple choque de bocas se convirtió en un beso profundo.

Romano lentamente rodeó con sus manos la espalda tibia de España pretendiendo acércalo mas a él sin embargo el hispano dio un saltito separándose bruscamente del sureño.

-¡Gelato!- dijo entonces España.

-¿Qué?- preguntó Romano molesto pues le acababa de cortar la inspiración para seguir con lo que habían empezado en la noche.

-Hay gelato en el refrigerador, lo compré ayer, lo traeré para que te refresques- contestó el español dándole un beso rápido en la boca a Romano, se levantó de la cama y buscó entre las montañitas de ropa, sus interiores encontrándolos botados hasta una esquina de la habitación; se puso rápidamente los boxers y salió del cuarto para ir a buscar el gelato dejando a Romano en la cama maldiciéndolo en voz baja por su nula capacidad para leer el ambiente.

El italiano se volvió a acomodar en el colchón, golpeó su almohada un par de veces para apoyar cómodamente su cabeza y esperar al bastardo con el postre. A penas pasaron unos segundos en los que Romano cerró los ojos y empezó a escuchar ruidos raros en la habitación, como de metal siendo arrastrado por el piso; el castaño entreabrió los ojos pensando que se trataba de España pero no vio a nadie, aun así se giró en la cama buscando la fuente del ruido.

En solo cuestión de unos instantes, la cara de Romano palideció al ver en el espejo del tocador como de este salía una persona, para horror de Romano este no era otro más que España pero lo que horrorizo realmente al sureño fue el hecho de que ese España se parecía mucho con el que vivió siglos atrás… el conquistador de ojos afilados y salvajes, cabello medianamente largo sujeto en una coleta y una enorme alabarda la cual arrastraba desde dentro del espejo.

El italiano se quedó mudo e inmóvil unos segundos; al recuperar el habla y el control de su cuerpo quiso bajar de la cama y escapar.

-¡España!- le gritó al que era su pareja sin embargo cuando iba a poner un pie en el piso sintió un jalón en su hombro que lo hizo hacía atrás, después la alabarda presionando contra su garganta con mucha fuerza.

-Aquí estoy ¿O será que estás llamando al otro?- preguntó España con una peculiar voz gutural haciendo presión con su arma cortándole la respiración a Romano que luchaba por respirar.

-¿Acaso crees que no te he estado observando? Comportándote como una puta con ese idiota inútil- decía el ojiverde evitando las manos de Romano que en medio de su asfixia intentaba rasguñar la cara de su oponente, pasando a sus brazos para obligarlo a soltarlo pero era en vano.

-¿Qué tiene él que te gusta tanto? ¿Es por cómo te toca… y como te hace gemir como si fueras una perra?- preguntaba ese despiadado España que hacía más presión con su alabarda.

Romano luchaba ya no por zafarse del castaño sino por intentar tomar aire, los ojos le lagrimeaban y sentía la presión en su cuello, daba jadeos inútiles a medida que su cara pasaba de tener un color rojo a uno casi violeta; estaba al borde de la inconsciencia a pesar de su desesperación por querer tomar aire, mientras rasguñaba a España provocándole que los brazos le sangraran pero este ni siquiera se inmutaba y seguía insultándole hablándole al oído rozando sus labios contra la oreja de Romano que ya no podía más.

Los pulmones y el pecho entero le dolían, sus brazos perdían fuerza y se le adormecían, las lágrimas le salían por el dolor y por el pánico ¿Dónde diablos estaba España?

-¡Romano!- escuchó vagamente que alguien gritaba su nombre y luego la presión en su garganta se liberaba y daba una bocana tan grande de aire que tuvo que toser repetidas veces para volver a acostumbrarse a respirar.

España había llegado justo a tiempo tacleando a su contraparte contra la pared con tanta fuerza que incluso cuarteó el cemento.

-¡No te atrevas a volver a tocar a Romano!- gritó el ojiverde dándole un puñetazo en la cara al otro que lo hizo chocar de nuevo contra la pared. Un hilillo de sangre empezó a escurrir de la cien y la boca de aquel España salvaje, volteó lentamente hacía su otra versión y en sus ojos se podía ver un resplandor de ira, el ceño fruncido dejando ver una arruga marcada en el entrecejo como si todo el tiempo estuviera enojado.

El España que recién acababa de salir del espejo se limpió con el dorso de la mano la sangre que salía de su boca y sin esperar más embistió su alabarda contra el otro España quien logró esquivarla justo a tiempo, después de todo en algún tiempo esa fue su arma predilecta.

-¡Vete de aquí!- le gritó el ojiverde al italiano que aun intentaba recuperar el aliento.

-No te voy a dejar aquí- dijo con la voz forzada el castaño, tosiendo tras hablar pues tenía la garganta lastimada-

-¡Te digo que te vayas!- volvió a ordenarle España tropezando con la ropa, cayendo boca arriba en la cama en donde apenas por una distancia milimétrica pudo esquivar la filosa hoja de la alabarda que casi le rebana la mitad de la cara pero que no dejó vivo al colchón del que saltaron unos cuantos resortes. Su contraparte volvió a alzar el arma esta vez sin intenciones de fallar, al dejarla caer de nuevo España logró tomarla entre sus manos viendo con terror el filo que brillaba contra luz.

-¡Lárgate ya!- gritó España poniendo toda su fuerza para detener el arma mientras que el otro se relamía los labios apoyando su peso en ella para que el ojiverde cediera y pudiera cortarle por la mitad la cabeza.

Romano dio un saltito y maldiciéndose a si mismo salió del cuarto enredado con una sábana viendo por ultimo como España lograba patear en el estómago al otro mandándolo lejos pero este rápidamente se levantaba y de nuevo iba contra España, esta vez al blandir la alabarda logró cortarle el pecho en un corte que fue de un hombro a otro y de la herida empezó a brotar la sangre escurriendo por todo el abdomen moreno del ojiverde. Romano se asustó pero España apenas se quejó.

-Maldita sea España, más te vale no morirte- le dijo al castaño antes de salir ahora si del cuarto mientras que la contraparte seguía con aquella cara encolerizada, pasó su dedo por el filo del arma limpiando los rastros de sangre y lo lamió sin dejar de ver con rabia al otro España que respiraba acelerado sintiendo la sangre aun escurrir de su nueva herida e intentando sonreír.

-Ya escuchaste a Roma, no me puedo morir- dijo enderezando su espala esperando que el otro dijera algo pero este solo torció la boca dando a entender que le importaba un carajo lo que Romano dijera.

El italiano iba por el pasillo aun cubierto con la sábana, se detuvo en seco cuando un estruendo se escuchó desde la habitación y algunos gruñidos y gritos eran acompañados; el moreno tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no regresar sobre sus pasos e ir a ayudar a España pero sabía que era inútil… él era inútil.

-Maldición, maldición- dijo siguiendo con su camino llegando hasta el vestíbulo en donde por segunda vez se detuvo… no, aquello no podía estar pasando.

Del espejo que colgaba de una de las paredes, se veía salir un brazo, luego una pierna como si aquello en realidad fuera una ventana. Romano abrió desmesuradamente sus ojos en el momento en que la persona terminaba de salir del espejo, se limpiaba el saco blanco de manera casi obsesiva cuidando de no estar sucio y luego se acomodaba el cabello volteando a todos lados examinando el lugar hasta que su mirada chocó con la del sureño.

Vene!- gritó con voz chillona y empalagosa la copia exacta de Romano el cual corrió hasta él y se le enganchó en un abrazo.

-Venecito ¡Estás aquí también! Ah… que alegría querido hermanito y yo que estaba tan preocupado por ti- decía restregando su mejilla contra la de Romano que sintió un escalofrío recorrerle la columna al sentir a ese otro yo tan cerca.

-No me toques- espetó Romano queriendo separarse de su copia el cual parecía divertido confundiéndolo con Veneciano.

-Vene no seas así- decía aun con esa vocecita empalagosa alzando la cara para verlo mejor y de un momento a otro su expresión cariñosa cambió a una muy sombría, frunció el entrecejo y sus ojos se tornaron peligrosos.

-Tú no eres Veneciano- dijo en un tono de voz bajo y enojado al percatarse de la confusión.

-¡Claro que no soy el idiota de Veneciano! ¿Estás ciego o qué?-

Ojalá Romano no hubiese dicho esto pues apenas terminó de hablar, lo que parecía ser su clon lo acorraló contra la pared de un solo empujón y al ver el moretón que este tenía en la garganta gracias al ataque anterior de España, aprovechó para volver a intentar estrangularlo.

-No insultes a mi lindo hermanito- le dijo ahorcándolo lastimando de nuevo la garganta de Romano que quiso quitarse de encima ahora a esa versión suya y bastante horrible de sí mismo.

-Odio que insulten a mi hermanito, no puedo permitir que alguien lo ofenda en mi presencia y menos si es una copia barata de mi quien lo hace- dijo haciendo el tono de su voz aún más sombrío mientras forcejeaba con Romano.

-Me gustaría sacarte los ojos y cortarte la lengua aquí mismo… oh… sería tan interesante hacerlo pero odio la sangre ¿Sabes cuánto cuesta quitar las manchas de la ropa? Es una tortura y hoy estoy vistiendo de blanco así que solo optaré por romperte el cuello y mantenerme limpio porque antes que nada tengo que cuidar mi imagen- explicó como si aquello fuera tan solo una charla casual, apretando el cuello de Romano haciendo que este se alzara de puntillas e intentara luchar contra sí mismo.

-¡Bastardo!- un grito que venía de la habitación se hizo escuchar, al instante el bizarro Romano soltó al otro buscando de donde venía la voz.

-España…- apenas alcanzó a llamar el italiano llevándose la mano al cuello doblemente lastimado mientras que su contraparte parecía asustarse.

-¿España? ¿España está aquí?- preguntaba realmente aterrado.

-Por supuesto que está aquí, hay un bastardo idéntico a él queriéndolo matar- contestó el moreno respirando con lentitud frotando su cuello amoratado.

-¡¿Por qué no lo dijiste antes?!- chilló el otro sureño poniéndose las manos en la boca, estaba temblando e iba de un lado a otro murmurando cosas mientras que parecía estar a punto de ponerse a hiperventilar.

-Oh no, oh no…- decía acuclillándose y abrazándose a si mismo mientras se mecía intentando tranquilizarse.

-Oye… ¿Le tienes miedo a España?- preguntó Romano al ver como ese tipo cambiaba de actitud tan esporádicamente, como si tuviera algún tipo de trastorno de personalidad.

-Claro que no le tengo miedo…- contestó ahora mirando a su otro yo –le tengo pavor- agregó cerrando fuerte los ojos inhalando y exhalando para que así pudiera mantenerse tranquilo al mismo tiempo que a Romano le llegó una idea a la mente.

-Hace un momento me confundiste con Veneciano, tal vez ese tipo me confundió a mí contigo y pensó que eras tú el que estaba con mi España ¡Esta pelea no es más que una estúpida confusión!- dijo Romano a punto de ir a aclarar el malentendido pero apenas dio un par de pasos el otro Romano lo detuvo poniéndolo de nuevo contra la pared con un golpe seco y cubriéndole la boca y la nariz con una sola mano.

-No vayas a meter tu maldita nariz en sus asuntos, déjalo que descargue su ira o va a ser a mí al que le va a ir mal después- le advirtió pero el otro castaño se quitó la mano de un solo golpe.

-¿Y dejar que mate a España? Por supuesto que no, voy a resolver esto- dijo a punto de regresar a la habitación pero apenas acababa de dar un par de pasos, un golpe azotó su espalda y lo hizo caer de bruces.

-Deja que lo mate en paz entonces- dijo entonces el extraño italiano que acababa de descolgar el espejo de la pared y con él acababa de golpear a Romano.

-¡Estás loco!- espetó Romano que intentaba pararse y el otro solo alcanzó a sonreír con un dejo altivo.

-Solo un poco- afirmó su copia antes de atestarle otro golpe con el espejo cuarteado directo en la cabeza.

Y para empeorar las cosas, aun había otra nación que estaba a punto de enfrentarse con algún tipo de ente extraño salido de su propio reflejo. China, la más vieja de todas la naciones que empezaba su día en Londres.

El asiático odiaba tener que ir a occidente pero el trabajo lo obligaba así que terminó viéndose a sí mismo en el país eternamente nublado, para su buena suerte no tuvo que hospedarse en ningún hotel incómodo pues el tener miles de casas de campo desperdigadas por todo el mundo resultaba bastante conveniente.

Así que ahí estaba China, comenzando el día con un poco de Tai-Chi después de haber tenido una discusión con Rusia y sus intentos desesperados de que saliera con él y es que el ruso parecía que no entendía que no quería salir con él y ni siquiera el decirle un "no" directo parecía funcionar con el soviético al que era de admirar su insistencia sin descanso.

China respiraba acompasadamente mientras hacía los lentos movimientos que la rutina requería, movía sus manos y sus pies con una lentitud casi desesperante mientras intentaba mantener el equilibrio al hacerlo.

Todo era la tranquilidad de su nada discreta casa de campo, el aroma del incienso llenando el lugar, el sonido de la fuente que había en el patio y el de los pajaritos que se iban a remojar en el agua… tranquilidad absoluta se respiraba en aquel lugar en donde China hacía sus ejercicios matutinos con toda la calma del mundo… o eso era hasta que una serie de golpes empezaron a escucharse desde una habitación contigua.

El asiático intentó ignorarlos pero estos se hacían cada vez más fuertes a medida que dejaba pasar el tiempo.

-¡¿Qué diablos pasa aru?!- exclamó desesperado después de que el ruido se volvió insoportable.

Refunfuñando dejó interrumpió por fin su ejercicio y dando zancadas pesadas fue hasta el lugar de donde venía tanto escándalo, paseó por cada esquina tratando de encontrar la fuente del alboroto pensando que tal vez algún animal se había colado pero no encontró nada.

-Oye vejestorio ¿Por qué diablos no puedo salir de aquí?- preguntó entonces una voz que hizo a China dar un respingo y darse rápidamente la media vuelta viendo el espejo de cuerpo completo que había en tal habitación. El moreno no pudo evitar soltar un grito cuando se encontró en dentro de espejo a su igual solo con la única diferencia de que este tenía el cabello corto y no esa coleta que tanto caracterizaba a China, este en su lugar llevaba una vieja boina militar con la estrella roja comunista y un sable en sus manos.

-¡Déjame salir de aquí!- ordenó lo que China supuso era un demonio del espejo, la supuesta criatura golpeó el espejo con el sable pero este ni siquiera se cuarteó a pesar de que tembló amenazadoramente.

-¿Qué eres aru?- preguntó China acercándose cautelosamente al espejo poniendo una mano sobre el cristal quitándola rápidamente cuando su reflejo volvió a golpear con el sable haciendo temblar de nuevo el objeto pero sin hacerle ni siquiera un rasguño.

-¡Soy tú, imbécil! ¿Qué le hiciste a esto que no puedo salir?- preguntaba rascándose la cabeza y con ello moviendo la boina examinando cada vértice del espejo; luego intentando asomarse por este revisó toda la habitación con la mirada chasqueando la lengua y frunciendo el entrecejo al ver como estaba cada objeto acomodado en el lugar.

-Tu maldito feng shui, y yo que pensaba que tu cabeza senil ya se había olvidado de esas viejas prácticas. El idiota de Inglaterra no contaba con esto…- comentaba con una media sonrisa sentándose en forma de flor de loto aun dentro de espejo con su sable a un lado.

-¿Inglaterra fue quien te creó aru?- preguntó el Chino también sentándose frente al espejo viendo con total curiosidad a su otro yo que sonrió con toda la arrogancia tatuada en el rostro.

-Intenta llamarle para que te explique mejor lo que está pasando, puede que te lleves una gran sorpresa- le dijo acercando su rostro al espejo aun con esa sonrisa altiva en sus labios.

China hizo caso en un arranque de pura curiosidad, sacó su celular del bolsillo y buscó entre los número de su agenda el del británico. Espero unos minutos hasta que atendieran, al hacerlo tardaron en contestar.

-Hello?- preguntó la voz de Inglaterra… la cual soltaba risitas tétricas que se convertían en carcajadas histéricas

-¡Ayúdenme!- de nuevo la voz de Inglaterra esta vez se escuchó más lejos y desesperada.

-¿Inglaterra aru?- preguntó China consternado viendo con algo de miedo como la sonrisa de su reflejo parecía ensancharse.

-¿Con cuál de los dos estás hablando?- preguntó el del espejo al mismo tiempo que el moreno escuchaba las risas descontroladas al otro lado del teléfono.

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Y pues… ¿Les gustó? Ohhh digan que si, amo a los 2P y no podía dedicarles un solo fic así que aquí me tienen con otra historia para ellos, ya tenía la intención de hacerlo pero la motivación no me llegaba hasta que un día revisando muy viejas listas de reproducción me encontré con la canción culpable de esto (Make me bad –Korn) y pues bueno, esto estaba planeado como un one-shot pero al ver la obscena cantidad de páginas tendré que dividirlo en dos partes.

A pesar de que suelo actualizar mis fics semanalmente este no podrá ser así por lo tanto espero no abandonen esta humilde historia y su desenlace, procuraré no tardar tanto en actualizar. Gracias a quienes lean y si comentan pues también mil gracias.