Los personajes de Naruto pertenecen a Masashi Kishimoto.

No pensé que con este fic me estrenaría aquí (incluyendo ahora), la pareja es rara pero no pude evitarlo tras recordar Naruto, me parecen lindos. En fin, espero salga bien y algunos que gusten de la misma pareja pero han encontrado poco, puedan disfrutar.

Notas del capítulo: Aclaración: (puede tener spoiler para quienes no han acabado Naruto. No es muy relevante, así que se puede saltar). La historia se desarrolla después de la cuarta guerra. En el período en el que Kakashi es Hokage.


Azul cobalto.

El aliento salía tibio en cada jadeo, dejando una sensación de ardor en su pecho como si fuera una llama recién extinguida, unas brasas, así como sus sienes brillaban por el sudor hasta derramarse en gotas sobre su característica bufanda azul. Reposó la mano que empuñaba el kunai sobre la superficie lisa del tronco en la que se había sentado a su lado, sintiendo como la tensión acumulada se liberaba con cada inhalada y exhalada, dejando fluir su energía de un modo más calmado a la par que sus dedos entumecidos y húmedos se extendían dejando de formar el puño, haciendo escapar la herramienta filosa.

El metal tintineó, siendo ya olvidado por esa tarde. Su cabeza se dejó reposar sobre el hombro de su amigo y rival, percatándose del vaivén de su cuerpo, sintonizado en respiraciones con el suyo.

No decían nada.

El joven del clan Sarutobi sopló casi formando un silbido, mirando hacia el cielo anaranjado, adornado con las hojas de los árboles que se mecían ruidosas con el viento, contagiando a ambos esa sensación pacífica y melancólica.

De haber iniciado con poner un esfuerzo excesivo en el combate con su rival, habían pasado a recargarse espalda con espalda, descansando en el otro como un apoyo.

Entrenar juntos era más un acontecimiento esporádico que se daba una vez en mucho tiempo. Raramente tenían un espacio para el otro, pero eso no significaba que se habían olvidado ni mucho menos, no sería algo que permitirían que sucediera o considerarían posible, pues se conocían desde niños, borrar de su mente al otro era casi imposible. Aunque, el hecho de verse tan poco hacia apreciar más a Konohamaru la presencia de Naruto, también hacía que la nostalgia lo golpeara un poco viniendo junto con una sensación inexplicable para él y su no muy buena habilidad para leer las emociones, añorando en el fondo que pudiera ver seguido a su modelo a seguir, apreciarlo más de cerca. Pero toda esa añoranza se asemejaba más a un deseo o fantasía inocente que a un propósito o meta que lograr.

La espalda de Naruto se sentía más ancha de lo que había recordado, su cara se afiló dejando atrás el infantilismo y su estatura volvió a sobrepasarlo. Ya no eran unos niños, el héroe de la guerra pronto se convertiría en Hokage, cumpliendo aquél sueño por el que había comenzado a admirarlo. Por eso no podía ser un propósito pasar tiempo juntos. El rubio estaba a punto de alcanzar su sueño y no se atrevía a interponerse como una distracción, y por si fuera poco, él tampoco era un niño ya, era un Jōnin con ocupaciones, pero no podía evitar caer vez tras vez en ese pensamiento repetitivo de buscar más contacto con el otro.

Y había preguntas. ¿Para qué quería eso con Naruto? ¿Por qué al punto de ser necesidad? Cuando quería darse una contestación es como si en su mente se hiciera un escándalo, evitando confrontar sus propias respuestas. Era difícil cuando él mismo se negaba a saber...

Ahora sólo se enfocaba en disfrutar a su amigo, ignorando lo que pensaba y sentía del mismo modo en que había hecho los anteriores meses. Sus sentimientos nunca habían cambiado y no veía por qué debían hacerlo ahora. Quizás tan sólo sentía nostalgia por ver cuánto habían crecido y poder apreciar cómo el rubio había madurado. Quizás.

Estar reposando su cabeza sobre el hombro ajeno era contraproducente e irónico, porque del mismo modo en que le daba confort y sentía cálido, le revolvía por dentro con la pregunta de

por qué despegarse de él le podía tanto.

"Huele bien".

Atinó a pensar como justificación, cerrando los ojos bajo el sonido de las hojas bailar.

"La tela de su chamarra es suave".

Pensó que esa podía ser la razón. Se sentía muy buen. Jugueteó con sus dedos sobre el tronco, llamando la atención del otro que seguía reposando en su cansancio, disfrutando del pequeño rato de silencio.

"Estoy cansado... en realidad descansar sobre cualquier cosa suave me viene bien".

Excusó, aunque entre todas esta razón es a la que menos prestó atención.

"Es mi mejor amigo, y lo veo como el hermano que no tuve, es normal que esté cómodo con él, supongo".

Se consoló pensando por fin con más sensatez, más sinceridad. Si que podía ser eso, el impacto que tenía en su persona desde niño.

—Has mejorado, Konohamaru —elogió en tono alegre, sonriendo a pesar de no ser visto. Esto sacó de sus pensamientos al nieto del tercero—. Nunca me había tomado tanto tiempo recuperarme, dattebayo -confesó apenas rascando su mejilla, emocionado a la vez que resignado.

Si, el impacto que tenía en él desde niño... entendía que por eso esas palabras lo emocionaran tanto, no obstante, esa emoción lo incomodaba porque lo llenaba de unas ganas enormes de apoyarse más y más en el otro hasta casi abrazarlo. No se movió de donde estaba, se quedó recargado, pero tampoco se permitió hacer algún movimiento extraño. Estaba rígido y ansioso por mover sus manos hacia atrás, dejándolas cerca de las de Naruto.

—El alumno siempre supera al maestro, Naruto nii-chan —apuntó con tono orgulloso, levantando el rostro con una sonrisa victoriosa—. Además yo te superé desde que me convertí en chunning primero que tú.

—¿Nii-san y maestro, eh? —se burló dando un golpe con el codo al costado del castaño, sacando un quejido de este. Ahora el que tenía la sonrisa victoriosa era otro, lo había avergonzado, hace mucho no decía nada de "jefe", "maestro" o lo llamaba hermano.

Konohamaru era fácil de avergonzar y su cara lo demostraba. Era divertido, si.

—¡Eh! Eso da igual ¡te he superado! —gritoneó devolviendo el golpe, coloreando su vergüenza con agresión.

—¿Qué? Pero si perdiste esta vez —"aunque no por mucho". Pensó para si mismo complacido con el avance del castaño.

—Fue suerte tuya, no estaba muy concentrado —cruzó los brazos bufando, tratando de mostrar indiferencia ante el hecho de haber perdido.

— ¿Cómo no estar concentrado en una pelea donde el que pierde paga la cena? Konohamaru idiota.

— ¡¿En qué momento se decidió eso?! —giró a enfrentar al otro que ahora venía con mentiras convenientes, apuntando con su dedo al pecho del mayor. ¿O si lo habían establecido y se había distraído tanto pensando en sus sentimientos? Ridículo.

Naruto tomó el dedo de Konohamaru y lo apartó con una sonrisa para si mismo. Ahora podía confirmar que lo que sospechaba era cierto, a pesar de haberle dado buena lucha, había algo que lo tenía actuando distinto, ligeramente, pero ahí estaba esa diferencia. Quería averiguar qué era, por cierto.

Pero encima de todo el hambre era lo más verdadero y notorio que había ahí, haciendo retumbar los estómagos de los dos.

— Volvamos a la aldea... —sugirió Konohamaru, casi rogando.

— Muero de hambre ttebayo. Y como perdiste me pagas el ramen con Ichiraku —se apresuró a decir el otro. En esto nadie tenía quejas, bueno… no del todo, necesitaban comer.

Se levantaron, estirando cada quien sus extremidades por lo rígidas que habían quedado en esa posición. El cielo empezaba a teñirse de morado, jugando con los tonos de azul en lo alto del firmamento. Se hacía tarde y el viento adquiría frescura, trayendo consigo un aliento húmedo y frío.

Volverían caminando juntos para cenar algo y despedirse por ese día. Era una acción monótona que se hace con amigos, nada a lo que Konohamaru no estuviera acostumbrado, de hecho a sus veintes lo había repetido más que nunca, pero una vez más estaba esa sensación diferente que se presentaba en cosas tontas, haciéndolas ver más especiales, como si comer con Naruto fuera algo único que debía valorar cada vez

que hubiera la oportunidad de que sucediera. Y rayos, ¿por qué?

¿Por qué caminar junto a él de regreso también lo agitaba por dentro? ¿Por qué con tantos años de conocerlo apenas ahora se presentaba eso? No comprendía, y le fastidiaba de sobremanera tener que quedarse callado y expectante cuando notaba detalles con más frecuencia que antes, fijándose en como se notaba lo que había crecido el otro cuando caminaba apenas unos pasos detrás suyo, con esa aura de experiencia. Así notaba también como el viento le resolvía el cabello y como las luces de la aldea le coloreaban la piel cuando pasaba debajo de los anuncios o locales, haciendo al joven verse como si modelara para la noche. Dios, era insufrible fijarse tanto en sus manos, marcadas por las peleas, y los ojos... de noche se veían de un color más profundo, haciéndolos llamativos, como si le llamaran con más fuerza que de costumbre.

En la caminata por las calles de la aldea este había girado para decirle al de bufanda azul con una sonrisa leve que se quedaba atrás. Y de hecho si, para poder apreciarlo desde su espalda, pero se quedó parado en seco al oírle.

Estaba notando un poco el rumbo de sus pensamientos.

¿Lo estaba viendo atractivo, acaso? Bueno, no lo negaría, sus labios, ojos y esas marcas en las mejillas lo hacían diferente, pero no, no era interés personal. Eso le gustaba creer a Konohamaru aunque sus gestos fueran una contradicción pura al agachar la cabeza y sentir tibia la cara mientras sus pasos alcanzaban al otro. Debía mirar el suelo, ahí estaba la solución, ¿cierto?

"Huele bien".

"La tela es suave".

"Estoy cansado"...

Se repitió.

Sus pasos seguían y seguían, sumido en el camino terroso que se veía desde el suelo, hasta que, por ir centrado en la nada y todo, chocó con el rubio, quien se había frenado para poder ver el comportamiento extraño del menor. Konohamaru subió la cabeza de prisa, listo para disculparse por no haberse fijado, tratando de formar en su cabeza una oración coherente antes de escupirla, pero simplemente no pudo. Se quedó callado con los labios abiertos, contemplando como el otro le veía extrañado.

Maldición, no estaba de ganas de inventarse respuestas a las preguntas que estaba seguro escucharía, encima qué vergüenza con haber chocado con él, ya no le podía faltar más para verse torpe. Bueno, en silencio guardaría ese accidente en su memoria con cierto gusto.

—Yo… —quiso apresurarse a hablar mas fue interrumpido.

—Ya llegamos a Ichiraku, ¿a dónde ibas?

—Oh, a ninguna parte —movió la mano tratando de restar importancia mientras entraba al local, recobrando la compostura o más bien una actitud "natural".

Naruto torció los labios siguiendo los pasos del otro tras la cortina, sentándose a su costado luego de saludar al dueño y su hija y haber pedido su orden de siempre. El local estaba un poco sofocado, tibio y acogedor por la cocina junto con las luces anaranjadas que iluminaban la mesa, creando sombras más grandes, pero no lo suficiente para poder ocultar al nieto del tercero, quien pretendía estar entretenido leyendo el póster con el menú, jugando después con los palillos en espera del tazón.

Por el rabillo del ojo había visto al mayor moverse. Miró con cautela en su dirección, encontrando a Naruto viéndolo fijamente, haciéndole voltearse en cuanto antes, queriendo hacer pensar al otro que no se había percatado de que le observaban. Pero en fin, acabó siendo un fracaso, respondió con un ademán al llamado de Naruto, quien dijo su nombre como si lo regañara. Siendo honestos el héroe de la aldea se estaba confundiendo y no avanzaría más sin preguntar qué pasaba con su amigo.

—Desde que nos encontramos estás algo raro, y no sólo ha pasado hoy. ¿Estás bien Konohamaru? —recargó su rostro sobre la palma de su mano, tratando de ver a través del recién nombrado.

—¿A qué te refieres con estar raro? Yo estoy bien.

Trataba de restar importancia al asunto, centrado su atención en recibir la bebida que había pedido, cediendo a Naruto la suya. Pero la verdad es que cruzaba los dedos por que el otro no estuviera tan al

tanto de esos detalles evidentes que a veces se le escapaban. Un cosquilleo terrible inundó su interior, concentrándose en la boca de su estómago. ¿Y si él ya se había hecho de sus propias sospechas?

Pero ¿por qué tenía algo de miedo como si estuviera ocultando algo? ¿Qué era entonces? Si se supone que no había nada distinto.

—Parece como si te preocupara algo —soltó simple, pero teniendo interés—. De pronto te vas en tu mente, vas mirando el suelo y cuando hablas no me ves ¿éstas deprimido o algo? —Se acercó rascando la parte trasera de su cuello, tratando de crear contacto visual con el castaño. No estaba seguro de que estuviera deprimido y por eso su voz no parecía lo más convencida consigo mismo—. ¿Has peleado con tus amigos? ¿Has tenido problemas con las misiones? ¿Has hecho algo malo? —fue preguntando al azar bajo la esperanza de poder atinar algún motivo.

Se preguntaba qué sería, pero apenas salía disparada una pregunta se la respondía el solo, "hace poco lo vi con Moegi". "Suele tener varias labores, por eso lo veo poco". Pero podía lanzar esta última y ver si tenia suerte. Sonrió apenas, viendo como llegaban los tazones a la barra, hartos de caldo, carne y fideos. Dios olía delicioso, se le hacía agua la boca junto con la pregunta que sobraba y podría llevarlo a las respuestas que quería.

—¿Problemas con amor?

Unos ojos azules se cruzaron con otros más oscuros. Apenas un par de segundos que hicieron retroceder al interrogado, aprovechando que la comida había llegado para rellenarse la boca con esa excusa de estar saboreando la comida como para poder responder. Tomaría esos segundos de fideos deslizándose en su boca para poder le dar en qué responder.

¿Problemas con amor? Era lo más cercano a lo que le pasaba, pero seguía sin ser acertado, a su juicio negado, claro. No le gustaba mucho pensar en que fuera eso, decir que estaba enamorado de él, o que le gustaba. Le sabía a demasiado, no obstante, ¿Qué era exactamente estar enamorado o que te gustara alguien? Lo había sentido, hace tiempo sin ser lo suficientemente especial, aunque más que nada, ¿Qué eran los problemas con el amor? ¿Negarlo, el miedo, rechazo, algún triángulo amoroso?

—¿A qué te refieres con problemas de amor? —Preguntó con voz baja, sintiendo las manos sudarle. No debería estar nervioso, vamos. Se mordió el labio respirando lento, necesitaba autocontrol y no parecer una niña que se avergüenza y enrojece por todo.

Los ingredientes del ramen se revolvían en la sopa. Se vio a sí mismo reflejado en el líquido, con todo dando vueltas alrededor suyo. Que confuso, que complicado.

Naruto por su parte se sentía un listo por haber atinado. Sonrió mostrando los dientes.

—¡¿Cómo que a qué me refiero?! —se acercó al otro para susurrarle—. Vamos dime quién es, si sé quién te gusta podría ayudarte.

¿Qué rayos pasaba con esas muestras de interés y esa faceta benevolente? Al carajo.

—¿Ayudarme? ¿Y quién dijo que me gustaba alguien?

La cara del rubio ahora parecía un signo de interrogación.

—¿Eh? Pero te debe gustar alguien si tienes problemas de amor, dattebayo.

—Entonces no tengo problemas de esos, tsk —chasqueó la lengua, empinado el plato para beber el caldo vulgarmente como acostumbraba su amigo. Así podría esconder el rostro un poco, seguiría con su bufanda. No entendía por qué la conversación tenía que seguir y, por otra parte, pensaba que no podía detenerse y seguirle al otro dentro de la charla. Sentía que de algún modo se acercaba a una respuesta para si mismo.

—No te gusta nadie entonces —sonó más a una pregunta que una afirmación. No estaba seguro sobre si confiar en esa respuesta o no, pero entonces ¿Qué tenía distraído al Konohamaru? Estaba seguro que tenía que ver con eso.

Por un momento hubo silencio. El héroe de la aldea daba tiempo al menor para pensar antes de hablar, contemplando con interés sus gestos, su cara que se dirigía hacia el techo, cavilando sobre lo último dicho. Hasta que otra pregunta se lanzó al aire, abriendo puertas, mostrando caminos inciertos pero atractivos.

—No sé si me gusta en realidad —su

voz sonó todavía más gruesa por lo bajo que había hablado—. ¿Cómo puedo estar seguro?

Estaba loco si había preguntado eso.

Naruto por su lado, parecía animado con la conversación, adquiriendo más cercanía física con el otro para ser escuchado mejor, después de todo era un tema que entre amigos era de ley que debía salir en algún momento. La mera idea lo entusiasmaba, su rival no sólo había crecido en físico. Y un secreto no tan secreto era que se sentía todo un experto dándole consejos a alguien menor que él.

—¡Fácil, ttebayo! —posó sus manos en la parte trasera de su cuello, recordando un poco como se sentía cuando le gustaba Sakura tiempo atrás—. Quieres que te admire y te vea fuerte. La miras mucho a escondidas, te parece bonita y haces lo que puedes para estar cerca de ella. Oh y también la extrañas si no está cerca o te pones nervioso cuando si lo está.

Konohamaru lo veía entendiendo varias cosas menos la que deseaba. Esas eran que ya había experimentado eso antes y lo entendía, varias de esas cosas estaban presentes en el modo en que veía a Naruto pero… no se acababa de convencer. Otra de ellas es que no importa cuanto crezca el rubio, sigue teniendo una forma de amar tierna y entregada, aseguraba que pasional, pero sobretodo bonita. Y eso no era suficiente para lo que necesitaba saber, comprendía que tenía sentimientos (en el fondo, porque amaba negarse) pero no sabia como separarlos de un cariño fraternal, una amistad profunda o amor, deseo. Estaba perdido. Añadiendo que el rubio no había hecho ninguna mención del aspecto sexual, más común a la edad de ambos.

Ah, en fin, insistiría sólo una vez más.

—Si… pero ¿y si sigo sin estar seguro?

La pregunta salió un tanto desesperada, llamando la atención de Naruto quien había sentido que ya tenía todo resuelto, pero resultó que no.

—Hmmm —ahora tenía esa cara de concentrado mientras le veía.

Konohamaru sentía como si tuviera algo en la cara por lo persistentes que eran los ojos azules, casi hasta le intimidaban por lo penetrantes que le resultaban y… ¡oh! En efecto, tenía restos de un alga en la comisura del labio. El mayor estiró su pulgar, rozando este con la orilla de los labios del castaño, poniendo sus otros dedos sobre la mejilla de este, llevando consigo el pequeño pedazo a cambio de dejar una sensación permanente sobre la piel de Konohamaru. Lo miró fijo, sabiendo que responder

—Bésala.

Ahí estaba su respuesta. Clara como el agua.

Tenía el impulso de comprobarlo ahí mismo, de hacer un escándalo sobre la barra de comida, pues la simple caricia le había nublado el pensamiento. Eso era, ese tacto gentil, que tentaba más bien, era el impulso que necesitaba para poder estar seguro y querer averiguarlo. Había tardado pero Dios, ahora que sabía cómo moverse se sentía más torpe. La cara le ardía y por dentro sentía un remolino queriéndose apoderar de sus movimientos. Autocontrol, debía estar ahí.

Sacó de su bolsillo el dinero para pagar la cena.

Salió en silencio del local esperando a que el otro se despidiera luego de que lo hiciera el primero. Agradecía la comida, pero ahora el asunto era otro.

Una vez más el rubio se estiró contento, bien satisfecho por la comida, ya listo para partir a casa y acostarse. Era de noche pero ambos madrugaban al día siguiente, eso lo sabían bien y hacía consciente a Konohamaru de que tendría poco tiempo para decidir.

Arriesgaba mucho, pero se moría si no lo hacía, de verdad.

—Hm, me voy a casa Konohamaru, gracias por la comida —agradeció levantando la mano, dando media vuelta.

—Tengo algo que hacer antes de ir a casa, me queda por tu rumbo, te acompaño y me despido por allá —se apresuro a seguirle el paso al otro, quien se encogió de hombros aceptando la compañía sin problemas.

No hacían mucho en el trayecto, pequeñas bromas tontas de amigos molestos tales como los empujones. Las luces de las calles eran tenues y la gente que transitaba era poca. El clima era más fresco y el aura daba la idea de que sería una noche tranquila. Lo ideal.

Konohamaru ya ni intentaba hacerse preguntas o prepararse,

sólo estaba ahí para averiguar una cosa. Tampoco intentaba ser imprudente pero que más daba en ese momento, llevaba así mucho tiempo y sentía urgencia de ver las cosas claras.

Ocasionalmente volteaba a ver a los labios de Naruto cuando este hablaba, volviendo la vista al frente para volver a caer en su propia trampa de mirarlo e imaginar cómo se sentiría. El corazón se le aceleró al ver la casa del tan mencionado chico cerca.

Se castigaba a sí mismo mirándolo desde atrás.

¿Y si lo sorprendía por la espalda?

No, era irrealizable. Digno de una novela pero difícil de hacer, definitivamente. Deseaba el tiempo avanzara con rapidez, a su favor, así no tendría tiempo de pensar que lo que hacía no lo llevaría a nada en realidad, como mucho podría responder su estado de negación que tanto gustaba conservar pero.

"Pero, pero, pero".

Se mordió los labios, pasando la lengua por encima segundos después.

Ya estaban en la entrada.

—Bueno, tu sigues adelante. Ahora si, descansa Konohamaru —sonrió entrecerrando los ojos, abriendo la puerta estando a punto de atravesar el umbral—. Y sigue mi consejo, dattebayo.

Oh no, se refería al beso.

El guiño del ojo lo hizo flaquear un poco, pero recobró su determinación cerrando los puños.

—Naruto.

El llamado había sido firme. La puerta volvió a abrirse un poco con la mirada curiosa del chico. ¿De verdad iba a hacerlo?

—No… nada, olvídalo. Descansa

Había estirado una mano para alcanzarlo, esta misma que estaba cerca y a la vez lejos de tocar al otro hombre, bajó debilitando la fuerza de ese propósito que tenía.

No quería perjudicarlo, eso decidió al ver al rubio con esa mirada extrañada, metiéndose de nuevo en casa.

Espera.

No no, ¿De verdad iba a no hacerlo? Eso de haber superado a Naruto era una tremenda mierda si no tenía las agallas de atreverse a hacerlo, fuera imprudente o no. Había llegado lejos y no podría más con esa confrontación mental. Se quedó un minuto a solas, pensativo hasta que el toquido de sus nudillos contra la puerta se hicieron sonar con estruendo en medio de la calma de la noche. Haciendo salir por última vez a Naruto con una expresión confundida a punto de preguntar qué pasaba con él.

Su respiración se aceleró, sus sentidos se hicieron más sensibles y su corazón no se quedó atrás en ritmo al sostener entre sus brazos el cuerpo del mayor. Subiendo sus dos manos hacia su cuello, acariciando la piel y la suavidad del cabello, acercando con rapidez ambos rostros. Podía sentir el calor del aliento entre ambos, lo ponía ansioso, haciéndolo cerrar sus ojos en espera de sentirlo con fuerza.

Y como un choque entre dos energías alternas sintió que quedó conectado con el otro. Un beso inexperto, hambreado, pero sobretodo muy cercano al cuerpo ajeno y a sus sensaciones, posando encima sus labios húmedos con los ojos cerrados, respirando con fuerza y anhelo encima de la piel contraria. Tomando con posesión entre sus dedos el cuello del hombre, acariciando hasta que tuvo suficiente de sentir la suavidad de los labios contrarios -si es que eso era posible-. Separó su cara sin soltarle, mirando a sus labios pata luego subir la mirada con valentía a quien debía enfrentar ahora.

Le había besado. Terriblemente pero lo hizo.

Y no se arrepentía, temblaba ligeramente, no estuvo bien, era su amigo, rival, maestro. No obstante se sintió bien, tanto que quería repetirlo con la misma desesperación, llenarse del otro.

Sentirse tan cerca, poder tocarlo de ese modo. ¿Por qué le dejaban un sentimiento de alteración que traía consigo placer y miedo?

Sus dedos se deslizaron hasta bajar por los costados de Naruto para luego volver a su sitio, a su lado sin tocar nada más.

Agachó la mirada, serio. No se atrevía a decir mucho, deseando que el mensaje fuera evidente. En su boca todavía estaba el ligero hormigueo. El beso aun era palpable y temía que no pudiera repetirlo jamás.

—Era yo —reparó en ello. Se había dado cuenta en que Konohamaru se refería a él con eso de gustarle alguien. Su rostro no parecía impresionado, pero tampoco inquieto, cosa extraña para alguie

n con gestos exagerados como Naruto. Poco después se asomó una sonrisa leve—. Pero yo no puedo gustarte —comentó con un tono que era gentil, no rechazando, pero si tratando de dar otra idea distinta a la de ser del gusto de Konohamaru—. Tienes la idea equivocada.

Sonrió. Agitó el cabello de Konohamaru con cariño, como si lo hiciera a ese niño de doce años que conoció mucho tiempo atrás y se metió de nuevo a casa tras despedirse por última vez con un buenas noches.

El de bufanda azul se recargó contra la pared y se deslizó hasta el suelo, poniendo una de sus manos sobre su cabeza.

Era un idiota. Y odió del mismo modo en que apreció esa caricia inocente.

Pero…no le habían tomado en serio, ¿cierto? Naruto pensaba que jugaba, todavía después de ese beso suyo que con tanta devoción había dado. Torpe, poco disfrutable para el otro quizás, pero un mundo para él.

Pensó que con eso, incluyendo los malos movimientos, obviaría el hecho de que lo deseaba.

¿Por qué el otro pensaba que estaba equivocado? ¿Había fallado en algo?

De cualquier modo, el hecho de que doliera, calara y ardiera por dentro le afirmaba con más certeza que el mismo beso que, en efecto, le importaba el otro de un modo que apenas comenzaba a experimentar.

Estaba jodido.