Amor francés y pasión española.
Había una vez un pruso que estaba necesitado de amor francés y pasión española.
Caminaba por su cuarto insatisfecho porque aunque tuviera a Austria como esclavo sexual, no era suficiente.
—Oye, Roderich, te odio y quiero que te vayas —le dijo Prusia.
—¡No, Gil-sama yo te amo!
Roderich se fue para luego prostituirse en Holanda.
FIN.
Hola y chao.
