Amar en tiempos de guerra

[Para la TobiDei Week 2017] Day 4: Tragic romance vs Humor/romance.

Disclaimer: Naruto es propiedad de Masashi Kishimoto. Yo sólo soy un alma soñadora inspirada en sus personajes.


"We can take it all back to the register

And start all over from the canister

Let's break it all down into pieces of bright

Moments that pass by like a meteorite"

Luv(sic). Pt 3 – Nujabes feat Shing02.

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Deidara no podía creer lo que veía. Más allá de ser controlado por un odioso jutsu que le había traído al mundo de los vivos de nuevo, había cosas que no podía evitar sentir. Especialmente, emociones fuertes. Ahí estaba él. Diciendo que nada le importaba. Porque, aunque estuviese siendo casi totalmente manipulado, no pudo evitar que fuertes temblores atacaran su cuerpo y su alma. Porque no fue suficiente para detenerlo y escaparse de esa serpiente, buscando con la intuición a alguien. Porque cuando corrió hacia quien identificó como su antiguo compañero, un remolino lo arrastró de repente. Y ahora estaba ahí, viéndolo todo.

Nunca había visto ese lugar, pero no era necesario ser un genio para descubrir que se trataba de eso.

–¡Mira! ¡No hay nada en mi corazón! Ni siquiera siento dolor.

Y vio con horror como un hueco se formaba donde se suponía que debía estar su corazón, atravesando el pecho oscuro, coagulado y sangrante.

Deidara empezó a llorar.

A él le hubiese gustado estar ahí.

Ya que estaba muerto, no tenía sentido no aceptarlo.

Pero Tobi, Obito, no lo aceptaría nunca. Obito nunca se había fijado en él.

Se sintió solo, pero sobre todo frío, muy frío por saberse no amado.

¿Por qué, maldición, por qué se tuvo que enamorar de él?

Ahora estaba muerto, y no importaba lo que pasara, cuando volviera al más allá, se quedaría estacionado para siempre en ese limbo, con esa pequeña niña que esperaba juntando sus manecitas con ilusión. Porque ese angelito era a quien realmente amaba Obito, porque Tobi no existía, y no importaba lo estúpido y malvado que se había vuelto, jamás se fijaría en alguien excéntrico como él. A Obito sólo le había ido una persona simple y normal. Bondadosa.

Que se te rompiera el corazón estando ya muerto le hubiese parecido ridículo si no fuera porque él sí sentía cosas, porque él sí tenía a alguien en su corazón aun estando muerto. Desde el momento de su muerte, todo pareció detenerse de la manera en que estaba desde que dio su última inspiración.

Pero el tal Obito, Tobi, un maldito Uchiha, estaba allí proclamando ser… "Nadie". Y de alguna manera, esa declaración aniquilacionista y nihilista, se parecía y se alejaba mucho del concepto de su arte. Le dolía, le dolía hasta estrujarle el corazón, porque el hombre al que amaba no quería ser nadie en un mundo donde esa niñita no viviera. Y le dolía tanto que Tobi, su Tobi, sintiera de aquella forma. Cambiaría de lugares sin pensarlo con tal de alejarlo de esas ideas oscuras y sin futuro; pero ese hombre jamás lo aceptaría.

Porque ese hombre jamás se fijaría en su esfuerzo. Sólo vivía por el recuerdo de una niña.

Deidara lloró más aún, comenzando a ahogarse entre sus lágrimas. Lloró como jamás había llorado mientras vivió, sollozó con hipidos y ataques de tos que le estrujaban el pecho. Sí, estaba llorando, pero llorar no era su estilo. Incluso si era un simple muerto manipulado, ese no sería su estilo nunca.

Se levantó sintiéndose mareado, ignorando si era por estar siendo controlado o por haber visto a Tobi así. Como realmente era.

–¡BASTA!

Los ojos monstruosos se fijaron de inmediato en él, con algo de sorpresa, pero con un gran desagrado como mueca pintada en la boca. Le estaba descalificando. No era necesario ver eso, pensó Deidara.

Se acercó pisando fuerte, sin ocultar sus lágrimas. Lanzó el ataque más grande que pudo lograr contra el ninja copia, quien cansado de la batalla, no hizo tiempo suficiente para esquivarlo y se golpeó pesadamente la nuca contra esas extrañas rocas.

Obito lo miró con odio, reclamándole por haber tomado la presa de su batalla.

Deidara se le paró al frente, limpiando sus vergonzosas lágrimas con la túnica. Nunca le gustó que le vieran llorando.

–¡¿Qué mierda estás haciendo, Deidara?! ¡Esta pelea es mía, tú no debes estar aquí! ¿Cómo demonios entraste, eh?– le tomó de la túnica y lo agitó como un trapo con una sola mano, con una facilidad que podría haber sido escalofriante, si para Deidara ese no fuera el problema que le importaba.

El ninja-artista no se resistió, sólo se debatía entre seguir mirando sus pies, o alzar la vista y hacerle frente. Si hacía lo último, sabía que su corazón se desbocaría. Y con lo mal que le estaba tratando, no quería mostrarse más vulnerable de lo que ya estaba. Por un momento, se le antojó que los Uchiha eran seres crueles en extremo.

Obito iba a hablar de nuevo, pero de repente se congeló en su lugar. Sus ojos se abrieron como platos; eso no era un genjutsu de Kakashi. Kakashi estaba noqueado y no tenía semejante manejo del sharingan.

No, eso era… Esa era…

Rin.

Rin le miró con una tristeza infinita en sus ojos. Una tristeza que jamás había visto en ella. Porque Rin, ella era tan feliz, era un rayo de luz. El rayo de luz de lo que fue su vida.

Deidara levantó la vista, tragando con fuerza, clavándole los ojos. Obito parecía ido; había aflojado la fuerza de su agarre, más no lo soltaba.

Rin siguió mirando a Obito. Y de repente, el hombre supo que era una mirada de desilusión. Una que ella nunca le había dedicado. De algún modo, entendió que no debía tratar así a Deidara. Soltó al chico y lo miró, encontrando una tristeza igual de infinita en sus ojos color mar. Le agarró de los hombros, un poco más suave, y volvió a mirar donde el fantasma de Rin se le había aparecido por primera vez desde que murió.

"Tienes que hablar".

No podía creerlo. Escuchó la voz de la que fue su compañera luego de casi dos décadas. Su voz suave resonando en su cabeza.

Rin le dedicó una pequeña sonrisa y comenzó a deshacerse, mientras le indicaba con la cabeza que le prestara atención al chico enfrente suyo. De alguna manera extraña, Obito creyó que Rin le estaba pidiendo que cuidara de Deidara. Si Rin había sonreído así, lo haría.

Mientras ella desaparecía, Deidara le agarró los brazos apretando con toda la fuerza que le era posible con el Edo Tensei, las cuales resultaron ser muy pocas. Obito no le prestó atención hasta que Rin se fue. Había querido correr hacia ella, pero su expresión se lo había impedido.

–Tobi.

Parpadeó y le miró. Llevando la mano a su nuca, la hundió hasta sentir palpable un objeto duro. Arrancó el kunai, ante la perplejidad e incomodidad de Deidara, quien de repente se sintió más liviano.

Obito miró el kunai. Además del sello de control, también colgaba otro, del tipo explosivo. Con una desconocida repulsión, arrancó los dos y los hizo explotar juntos. Se sentó en un cubo cercano, contemplando el cuerpo inerte de Kakashi.

A Deidara, la acción de Obito liberándolo del control del Edo Tensei sin haber mediado palabras se le grabó profundamente.

–¿Podemos hablar, hm?

Obito asintió, pensativo.

Deidara se acercó a él, y de un salto se le sentó al lado en el cubo. Intentó elegir sus palabras con cuidado, pero simplemente nada le venía a la mente. Finalmente, sólo dejó escapar un susurro:

–Conocí a Rin.

Obito le miró, la boca semiabierta. A Deidara se le hizo mono. Nunca había podido contemplarlo así en el mundo de los vivos.

–Ella… Los está esperando. A los dos, hm– agregó, mirando al ninja caído.

Los ojos de Obito le miraron con desesperación, como buscando algo en su cara.

Finalmente fue capaz de articular algo.

–¿Cómo… es eso posible, Deidara?– y, ¿qué hacía él en el mismo lugar que Rin? ¿Qué no se suponía que, al ser un criminal, jamás podría ir al mismo sitio que su compañera?

–Es posible, porque yo también me encontraba esperando con ella hasta que el idiota cara de serpiente me sacó de ahí– apretó sus puños con fuerza, mirando la piel algo escamada de sus manos–. Estaba tan tranquilo allí sin que tú me molestases, hm.

Aunque eso era lo que Obito oía, no se condecía con lo que veía. Deidara, el irremediable "compañero" que tuvo en Akatsuki, bajaba la cabeza, ocultándose tras su largo cabello. Pero sus puños se apretaban con tanta fuerza, que se estaban volviendo blancos. Algo lo alteraba y no eran los típicos nervios que su personaje de Tobi solía causarle.

–¿Y por qué estás ahí?

–No lo sé… Espero, supongo, hm.

–¿Esperas a alguien?

No podía ser más idiota, pensó Deidara. El que estaba sumiendo al mundo entero en el pánico y la destrucción, seguía siendo un tonto cuando hablaba con él. Sintió un explotar repentino de furia.

–¡Yo no quiero estar en ese limbo eterno, hm! ¡Quiero desaparecer, como mi arte, tal como lo había planeado! ¡No quedarme esperándot-esperando, hm!

Se había agitado, acelerado. Como en sus días estando vivo. Casi parecía al borde de la taquicardia. Por lo visto, ese jutsu no era tan efectivo como le había asegurado el cuatro ojos.

–Y luego aparezco aquí, y estás tú, y… ¡Mierda! ¡Se supone que debiste morir con mi explosión, hm!

–¿Dijiste limbo?

–Sí, donde al parecer van las almas que tienen asuntos pendientes, hm. Rin te espera a ti y a su amado Kakashi; lo siento pero aún te ve como amigo y estando muerta, dudo que cambie de opinión– largó con saña indeseada–. Y mi asunto pendiente es no haberte matado esa vez– terminó entre dientes.

–Pensé que un pendiente sería matar a Sasuke, por ejemplo. Digo, diste tu vida por nada, tonto "senpai"– eso hubiese sido gracioso en las épocas en que eran equipo, o para ser fiel a la verdad, cuando dejaba a uno de sus obreros hacer todo el trabajo por él. En ese entonces, quizás se hubiera reído. No le importaba que Rin no le amara. Lo había entendido a cambio de verla feliz con Kakashi, pero nunca entendería que él la dejara morir.

–¡Oye! ¡Te mato, escuchaste, te mato!– escupió, zarandeándole el hombro. Por alguna razón, quería y al mismo tiempo no podía estrellarle una buena trompada en la parte buena de la cara. Al menos así, quizás se la arruinaría del todo. Arrepentido por su pensamiento, le soltó como si le quemara.

Obito se dejó caer lentamente, hasta apoyar su cabeza sobre las piernas de Deidara. El chico se agitó, pero a él no le importó. No sabía que estaba haciendo. Sólo que estaba tan cansado, y jamás se había tomado el tiempo ni la confianza para descansar sus penas con alguien. Había llegado a interrumpirle la batalla que había estado esperando por más años; la presión era demasiada. Largó un suspiro de tristeza, al tiempo que intentaba hundirse entre las rodillas del otro, como si quisiera desaparecer y que así todos los problemas se olvidasen de él.

–¡¿Qué carajos estás haciendo, Tobi?!– el grito de repente era tan familiar. Tan cálidamente familiar. No quería hacer eso, pero tampoco quería irse de allí. Tener un compañero era… algo tan preciado, después de todo.

–No existe Tobi– susurró, como ausente.

Deidara frunció el ceño, en un intento de espantar sus fantasmas.

–¿Y quién existe pues, hm?

–Nadie.

No. No, no era así. Si le habían arrancado de la muerte, se aseguraría de que no fuera así.

–No me mientas. ¿Quién es Obito Uchiha? ¿Ese tonto que peleaba comiendo caramelos? ¿Ese perdedor que vivía atrás de la chica, compitiendo con su rival que ni siquiera tomó nota de él hasta que lo dio por muerto?

Si había sido así de duro, es porque esperaba que sus palabras le causaran una reacción que invalidara su punto de que no tenía una identidad propia.

Pero Obito no se inmutó. Sólo lo tomó como una evidencia más de que había estado con Rin.

–Obito Uchiha está muerto.

Deidara hizo un puchero con la boca, pero no pensaba en rendirse.

–Con esa voz de derrotado que tienes, diría que sí, hm.

–No soy nadie.

–¡Ya cállate!– sin poderlo aguantar más, corrió sus piernas e intentó obligar a Obito a incorporarse. Como no tuvo éxito, le arrastró hasta el centro del cubo y se arrodilló frente a él, mirándolo fijamente a la cara. El antiguo enmascarado pareció ponerse incómodo.

Así estaba mejor.

–Me dijiste que Tobi era una mentira.

–Sí.

–Pero yo creo que Tobi tiene cosas de tu ser que no querías dejar atrás– con cuidado, le tomó la cara entre las manos. Nervioso de repente, agregó –: Como… tus tontas bromas… y la parte estúpida de tu ser, hm.

–Tobi no es nada más lo más oscuro de mi ser. No me llames así nunca más– se sorprendió al escuchar cómo le había respondido. Frunció el ceño, intentando ignorar la incomodidad que le causaba el tenerlo tan cerca. Deidara le miraba hincado desde abajo en una extraña pose mezcla de elegancia, mezcla de delicadeza. Pensó en lo que el artista le acababa de decir. Por qué había elegido hacer a Tobi como Tobi –. No, quizás haya algo en Tobi más allá de la oscuridad. Aunque, de pequeño no lo hacía a posta, al menos– la voz se le fue achicando, recordando sus tonterías de niño mientras le desviaba la mirada. Realmente hubo dos Tobis, pero no sabía a cuál se refería Deidara. Algo le decía que a los dos.

–Porque te costaba recordarte quién eras después de todo lo que pasó, hm. Pero esa parte tuya, creo que es cierta, y me la mostraste a mí– muy despacio pero con valor, Deidara terminó de acercarse, dándole un pequeño beso en los labios. Un beso que hubiese querido que durara más.

Casi le causó risa ver la expresión del Uchiha. Realmente era la oveja negra de la familia. Los ojos desorbitados, el oscuro y maligno chakra desaparecido, los cabellos un poco más alterados de lo normal, absolutamente toda su piel visible de un rojo tan oscuro como el de su ojo derecho. Exactamente igual a como lo había visto en las memorias del más allá, cuando tendría unos siete u ocho años y se sonrojaba por la cercanía de Rin. Le gustaba ese Obito niño, le gustaba ver que aún estaba allí. Inclusive su cara se parecía más que nunca a cuando había sido un pequeño.

"Tobi".

Deidara sonrió lentamente, con sus labios y con sus ojos. Sus lágrimas, secas.

–Yo me enamoré de ti, pero también del estúpido de Tobi, y aunque intentes negarlo, tú eres tanto Obito como Tobi. Por supuesto que– agregó, interponiendo sus palmas para calmar a la gelatina Uchiha que tenía enfrente –, te vi, vi toda tu vida, y Rin me lo contó todo, además, hm. Cállate y escúchame por una vez. Soy igual que ella en el sentido de que no quiero que te encariñes conmigo sólo porque me fijé en ti. No, no, calla. Al mismo tiempo, soy diferente de ella, en el sentido de que te quiere sólo como amigo, y yo no. No me importa que me hayas dejado morir, y realmente no quería que murieras. Lo que dije antes, fue…– se trabó un momento, buscando las palabras adecuadas para describir la situación –. Fue producto de la rabia, Tobi. No te tengo ningún rencor. Sólo quiero… Quiero que me liberes. Ya pude hablar contigo, así que estoy seguro de que no me queda ningún pendiente. Sólo… te esperaremos con Rin, ya sabes, hm. No quiero… No quiero incomodarte más, hm. Libérame del Edo Tensei, Obito.

Como siempre, no aprendería nunca a diferenciar de cuando Deidara le pedía algo o le daba una orden. Quería rechazar el hecho de que un hombre acababa de besarle y decirle aquello, de que alguien a quien intentó mantener a raya supiera tanto de él. Quería rechazar su amor también, porque él le era fiel a Rin, él no podía… No había querido que Deidara interfiriera. Porque hubo un momento cuando convivieron juntos, en el cual algo muy incómodo le había sucedido.

–Yo… En algún momento, tuve miedo de que arruinaras mis planes…

–Por eso me dejaste morir.

Deidara lo miró. Seguía sonriendo. No parecía guardarle ningún rencor. Obito pensó en el gran rencor que todavía guardaba a Kakashi, quien ni siquiera había descuidado a Rin, muerta por los hilos de Madara. Sintió que se descomponía. Recordó la muerte de Rin, y luego la de Deidara. Lo había hecho para probar el poder del joven Sasuke Uchiha. A pesar de que la batalla no tenía por qué llegar al punto de dejar a su organización con un miembro menos luego de haber perdido a Sasori, Kakuzu y Hidan. Él tenía el poder para haber salvado a Deidara si hubiese intervenido a tiempo. Pero no quiso. No quiso porque ese chico le había hecho dudar, con la deferencia que tanto le mostraba a pesar de sus bromas insistentes. Cuanto más le molestaba, Deidara más explotaba, pero extrañamente le aceptaba aún más. Ya no se separaba de su lado y sus ataques habían dejado de ser mortales. Le hablaba de cualquier cosa, aunque fuera en vano entablar una plática seria con Tobi. Se reía en demasía con él. Cuanto más intentó alejarlo, más se le había apegado el rubio. Le había hecho sentirse especial, como un elegido, o simplemente, alguien indicado, por fin, para otra persona. Obito había comenzado a sentir cariño por él. Y más cuando Deidara le gritaba a cada segundo de su último combate para que cuidara su seguridad, preocupándose en demasía a sabiendas de que "Tobi" podía eludir cualquier ataque, supo que debía sacarlo de su vida si no quería que, una vez más, alguien que se había fijado en él lo confundiera. Tal y como Deidara lo había dicho. Se sintió sucio. Más sucio y corrompido de lo que ya estaba.

Dejó morir a Deidara a propósito, porque no quiso amarlo, porque pensó que estando muerto podía sacarlo de su corazón, y que el amor se extinguiría como dolorosamente le pasó con Rin. Puro y simple acostumbramiento. Si amaba a Rin por costumbre, al menos se encargaría de olvidar a Deidara. Se lo debía a la memoria de Rin. Así era como había pensado. Así era como había actuado.

Su labio inferior se aplastó contra sus dientes, su mentón tembló, y empezó a llorar. Había enviado a la muerte a la última persona a la que amó de verdad. Era un miserable. Era una escoria que dejó morir a un compañero.

Escoria.

El recuerdo de la leyenda de Sakumo Hatake atravesó su alma.

–No llores, en serio no estoy enojado contigo. Me sentí aliviado cuando supe que no te había matado, aunque luego supe toda la verdad, hm.

Obito se envolvió en un ovillo, negándose a mirarlo. Deidara se le acercó al oído. De seguro, Rin estaría para abrazarlo y consolarlo, más ese no era su estilo. Incluso si lo deseaba, no era así.

–Tobi– le susurró –. Si te llamo así es porque te digo como quiero. Después de todo, recuerda que me enamoré de Tobi. Aunque digas que eres una mentira, yo me fijé en lo más oscuro de tu ser, y aún así… Lo volvería a hacer, Tobi. Hm.

No dijo más. Ser romántico no era algo que se le daba bien. Más bien era del tipo directo. Preferiría estar tirando bombas a tener que andar explicando sus sentimientos. Como artista, no siempre le gustaba explicar lo que expresaba. Pero tampoco podía seguir ocultando sus sentimientos por Obito. O mejor dicho, por Tobi, su Tobi.

Obito levantó la mirada con vergüenza. Se quedó mirando la piel agrietada de Deidara, los globos de los ojos negros, pero el mismo hermoso cabello de siempre, los iris con el mismo brillo, los labios rosados como cuando estaba vivo. Estaba ahí, traído por un horrible jutsu, por una estúpida guerra de la que ni tenía que formar parte.

–Deidara. ¿Qué haré con la guerra? ¿Y el plan Tsuki no Me?– le preguntó desesperado.

Deidara se rió con sorna, como en el pasado. Como tantas veces había reído.

–No me incumbe, haz lo que quieras. Sólo ni se te ocurra invocarme en tu estúpido mundo eterno, ya sabes lo que odio esas cosas, hm. Déjame irme y… –se interrumpió. Ya lo había dicho casi todo, ¿por qué seguir callando? Finalmente, podría morir por completo y desaparecer. Decidió que no desperdiciaría el momento –. Si realmente me tienes o tuviste algo de aprecio, no me uses como tu herramienta de nuevo. Por favor.

Obito lo miró, cada vez más perplejo. Deidara pidiendo "por favor". Deidara había declarado innumerables veces que no le molestaba ser una herramienta de Akatsuki siempre que pudiera hacer su arte. Que le dijera eso, significaba que lo quería lo suficiente como para sentirse lastimado por ser utilizado por él. Sus ojos enrojecieron aún más.

Miserable. Sólo había sido un miserable, con Deidara y con todos. Algunos eran nobles, otros despiadados, pero Deidara era… El único que podía ser diferente. El único que, para él, podía ser sobresaliente como ser humano que siempre se sobreponía a todo lo que le pasaba y seguía detrás de sus ideales sin hacerlos depender de nadie. El primero que había admirado en mucho tiempo.

Y también amado.

El artista pareció entender sus tribulaciones.

–Ya, ve y termina tu guerra. Arregla el lío que hiciste de una buena vez, Tobi. Cuando vengas, podré irme de ese asqueroso limbo, hm.

Deidara se paró, mirándolo como si esperara algo.

Entendiendo, Obito le imitó con pesadez. No se le estaba permitido torcer más la situación a su favor. Debía dejar ir a Deidara. Al menos, eso era lo único que podría cumplirle. Les había fallado a todas las personas importantes para él. Incluso si era una empresa vana y tardía de su parte, incluso si ya no era merecedor de encontrarse ni con Rin, ni con Deidara, Kakashi o Kushina, ni nadie más en el otro lado, si intentaría redimirse, empezaría con el último.

Obito conocía los sellos de invocación. Con un poco de concentración, podría descifrar los sellos para liberar a Deidara del Edo Tensei en su propio Tsukuyomi. Eso fue lo que hizo. No se le hizo difícil cancelar la invocación luego de un par de intentos. Quizás para verlo de nuevo, no había intentado detener a Kabuto con seriedad.

"No te vayas".

Deidara empezó a desintegrarse como si se tratase de un montón de cenizas luminosas que se evaporan.

"No me dejes tú también".

Obito sintió pánico.

–¡DEIDARA!– gritó desesperado, manoteándole con fuerza, queriendo retenerlo.

Para su sorpresa, la mano de Deidara que había alcanzado a agarrar se hizo corpórea nuevamente. El chico le sonrió, mientras su cara parecía hacerse transparente, tal como la primera vez que le vio morir.

–Obito, tonto. Te quiero. Te estaré esperando, hm. No, mejor… Tobi– finalizó con una sonrisa.

–No me dejes solo– le rogó, las lágrimas resbalando de sus ojos de nuevo.

–Aún tienes cosas pendientes. Si hay alguien que sabe de eso, es cualquiera que vaya a ese limbo, hm.

–¡No quiero seguir con esto! ¡No aguanto más estar vivo!– terminó por quebrarse.

–… Incluso ese tal Hatake. Se suicidió y no podrá irse hasta estar con su hijo. Entonces… esa no es una opción válida, Obito. No me sigas hasta que mueras. Da lo mejor de ti en esta estúpida guerra…– le apretó la mano, sintiendo que sus fuerzas se desvanecían –. Tobi.

Obito alcanzó a sonreír levemente en medio del mar de fluidos que escapaban de su cara.

–Te lo prometo.

Deidara cerró los ojos y se desvaneció.

Intentó agarrarlo una vez más entre sus manos.

Pero sus dedos no atraparon nada esa vez.

"Deidara".

Rin, Deidara, Kakashi, Minato, Kushina, Naruto. El clan Uchiha. Nagato, Yahiko y Konan. El chico Hyuuga. Incluso el kyuubi. Tantos a quienes había hecho daño de una forma u otra, sin que le hubieran hecho nada. Sin merecerlo siquiera.

No podría recordar el resto de los nombres en tan poco tiempo, porque ni los sabía a todos. Tenía que actuar rápido y acabar con la guerra antes de que invocaran al Diez Colas.

Salió con rapidez del Tsukuyomi, limpiándose la cara con sus ropas. Kakashi había quedado dentro; era el lugar más seguro para el que había sido su segundo amigo luego de Rin, y podría salir con el kamui si las cosas se complicaban. Incluso si moría, Kakashi siempre tendría la llave de la salida de esa dimensión.

Apretó los dientes con fuerza, dispuesto a terminar todo de una vez.

Unos ojos familiares le detuvieron enseguida, taladrándole con la mirada. Con una mirada, ese hombre ya lo sabía todo de él.

–Traidor.

Se puso en posición de lucha. Recordó todos los duros entrenamientos a los que un moribundo Madara le había sometido. Nunca le había podido ganar.

Miró al que fue su último maestro, y con un grito se lanzó al ataque.


Miró con asombro a su alrededor. El dolor excruciante que sentía su cuerpo hacía unos instantes había desaparecido. La sangre que se le escapaba a borbotones, también. El extraño lugar parecía hecho de nubes y pequeñas galaxias flotantes. Estaba acostado, levitando.

–Obito.

Giró su cabeza. La niña más bondadosa que la Tierra jamás había conocido le extendía una mano pequeña. ¿Tantos años habían pasado?

–Rin– sonrió. Rin parecía tan chiquita–. ¡Rin!– se incorporó de un salto y la abrazó, descubriendo que de nuevo era un niño. El abrazo le fue devuelto largamente. Luego, se llevó la mano a la parte derecha de su cara, sin encontrar ninguna anomalía.

–Obito. Te estuve vigilando– Rin le sonrió, cálida como siempre, como si no hubiera pasado un día desde que no se veían. Obito tragó saliva, transpirando y acomodándose con nerviosismo las gafas. Había hecho millones de cosas malas. A Rin no iba a gustarle eso–. Lo hiciste muy bien.

Y le volvió a sonreír. Obito entendió que todo estaba perdonado. Lo único que le faltaba, era encomendarle un poder y un sueño a Kakashi. Rin lo apoyó, como en el pasado. Como siempre. Rin le sonrió al volver, como una verdadera amiga. La mejor que podía tener.

Cuando le tomó de la mano, entendió el valor de su amistad. Rin no lo habría amado como él lo quiso, pero tampoco le había odiado ni rechazado. Le apoyaba sin reparos incluso en esos momentos, como sólo los verdaderos y fieles amigos podían hacerlo.

–Aún debo quedarme, Obito. Kakashi-kun puede que tenga una larga vida, y espero que sea así.

Obito la miró. De alguna manera, ya no sentía la típica punzada de celos que tanto conocía. Kakashi ya no era una molesta amenaza.

–¿Y yo qué haré?

–Obito, ¿qué no ves?– Rin se rió –. Allí– señaló, la pulsera agitándose en su pequeña muñeca.

Obito siguió la dirección que el dedo le indicaba. Un niño, aún más pequeño que ellos, les miraba enfurruñado, abrazándose a sus rodillas.

–Ve– le empujó Rin, con una risilla.

Obito avanzó unos pocos pasos, algo confundido. Unos enormes ojos azules, que se le hacían conocidos, le miraban tras un ceño fruncido. Los cachetes inflados. Ropas verdes azuladas.

Estaba descalzo.

–Deidara es un chico muy peculiar, ¿sabes? Creo que es el único que podría manejarte, Obito– se rió la chica, con amabilidad –. Creo que te entretendrás lo suficiente hasta que vayamos con Kakashi-kun.

Así que ese niñito enfurecido era Deidara. Era… hubiese sido tan lindo conocerlo así de pequeñito.

–¡¿Qué me ves, hm?!

Tan ruidoso como siempre. Tan distinto y tan parecido a él, sin saberlo.

Obito caminó decidido hacia él, tendiéndole la mano. Su alma se transformó de nuevo, volviendo a reflejar su forma adulta de cuando estaba en el mundo de los vivos. Con Deidara pasó lo mismo, hasta que decidió tomar la mano e impulsarse con el tirón para levantarse.

Se miraron un largo tiempo.

Quizás no quería quedarse esperando a Kakashi con Rin. Rin no estaba sola, observando apaciblemente lo que sucedía en el mundo de los vivos. Seguramente Bakakashi lo haría bien como siempre, así que no tenía por qué preocuparse. Ya habría tiempo para nuevas anécdotas después.

Cuando tomó la mano del artista, la levantó y la entrelazó despacio entre sus dedos, mirando el acto completamente absorto.

Deidara le correspondió con lentitud, mirándolo con un orgullo incontenible en los ojos. Orgullo por él. Sin reclamos, sólo amor.

Y entendió que él también lo amaba.

Tomados de la mano, comenzaron a caminar hacia una luz.

Habría paz mientras sus manos estuviesen juntas.


¡Hola! Aquí con la cuarta entrega de la semana tobidei 2017. Verán, como no fui capaz de mezclar comedia y tragedia, decidí que sería two-shot. Este primero, es el romance-tragedy, pero el epílogo es romance-comedy. Lo publicaré probablemente la semana siguiente, cuando ya haya terminado con todas las consignas de la semana (que afortunamdaente, se pueden saltear, intercambiar, extender... Las tobideis somos muy flexibles! A aprovechar eso [; jiji). Ojalá puedan disfrutarlo (o sufrirlo, no sé XD), y prometo que trataré de sacarles unas risas para compensar tanto sad con el epílogo. Estén atentos!

Viva el ObiDei, y larga vida al yaoi!

¡Cambio y fuera!