"Cristal,
Cristales, de mil colores Sabéis
complacer a tu dueño, Cristal,
Cristales, de mil colores
De belleza y fragilidad naturales,
Sois una piedrecilla algo difícil de encontrar,
Mas cuando
se te encuentra, es para verte relucir y brillar.
Con tan solo dejarte observar
Sabéis
como haceros valioso
Siendo algo tan normal.
Conocéis un
excelente modo
De haceros destacar,
Entre grandes infinidades
de piedras
Y bellezas, que la tierra da.
De belleza y fragilidad naturales,
¿Quién osará a descubrir tus secretos?
Solo aquel, que
será tu dueño..."
Desde que tenía memoria sabía cantar y tararear esa canción y en ese momento lo estaba haciendo. Sentado, con sus ojos cerrados al igual que siempre y sus manos reposando juntas sobre sus piernas cruzadas en el piso. Casi la única posición en la que podía sentirse cómodo a la hora de sentarse, ya por costumbre. Desde que nació, conocía de su iluminación, no ignoraba el ser diferente a los demás. Lo sabía y se había acostumbrado a sentarse así, para poder charlar tranquilamente, con aquel que le había elegido incluso antes de nacer: Buda.
Pero ese día no meditaba.
Se había
sentado por costumbre. Como siempre lo hacia. Él, Shaka, no era un
niño que gustase de salir y jugar con los demás niños. Casi
desconocía lo que podía significar la diversión, aunque pocas
veces la había añorado. Igualmente era feliz y mientras fuese así,
no habría necesidad de interactuar con nadie.
Pero ese día...
Ese día simplemente cantaba mientras estaba sentado. Pensando,
moviendo suavemente su cabeza al compás de la suave melodía.
-
Que bonito cantas... – le sobresaltó escuchar esa voz. No había
sentido su presencia. Debía de haber estado inspirado. Volteó hacia
donde había escuchado la voz y algo ruborizado le respondió.
-
Gracias...
- No fue nada. – dijo el niño, sonriendo. – Solo
la verdad...
Shaka volteó su mirada hacia el frente de
nuevo. Se sentía apenado y le daría vergüenza el que también este
lo notase. Escuchó el sonido de sus alpargatas rozar con el piso e
intuyó por ellos, que el chico se había sentado a su lado.
Se
sintió mas incómodo. Pensó que le haría ese comentario y se iría,
pero no fue así. El niño estaba sentado a su lado, talvez esperando
a que él volviese a cantar.
Pero no lo haría. Ya sentía mucha
pena. El solo hecho de hablar con alguien que no fuese su maestro, le
hacía poner nervioso.
El niño del comentario, Aioria, recorría
con la mirada el gigantesco templo en el que se encontraban. Era
lúgubre, oscuro, vacío y por consiguiente... aburrido.
Se
preguntaba como aquel niño, podía preferir estar en ese solitario
agujero, al estar afuera con los otros chicos. Hablando, jugando o
peleando incluso.
Habían pasado acaso unos cinco minutos, que
para un niño aburrido o incómodo resultan eternos, cuando Aioria
decidió hablar.
- ¿No te aburres de estar aquí?. – preguntó
muy bajito.
Shaka no inmutó su rostro, pero nuevamente le había
sobresaltado. Sabía lo que era aburrirse, pero la verdad, nunca
recordaba haberlo sentido, o haberse permitido sentirlo
- No... –
respondió con su voz baja, como siempre. - ¿Por qué he de
aburrirme?
Aioria arrugó el rostro. Se le hacia bastante obvio y
algo anormal este chico. ¿Cómo no iba a aburrirse en este lugar
oscuro y apartado?. Hasta miedo podría darle el lugar. Mas su
hermano bien le había enseñado a respetar el hogar y la familia de
los demás, así que prefirió guardarse el comentario. Se levantó
del piso y se limpió el pantalón con las manos.
- ¿Quieres
salir?. – le dijo con naturalidad.
- ¿A qué?. – preguntó
Shaka, verdaderamente intrigado, recibiendo la primera invitación de
su vida. Aioria le veía aún mas extrañado.
- A jugar... –
Respondió sin entender el por qué de la pregunta, eso era lo único
por lo que los niños buscaban a otros, divertirse ¿no?...
Para
Shaka esto resultaba tan extraño como para el niño de cabellos
castaños que estaba a su lado, ya levantado. Meditó unos instantes.
Por algún extraño motivo, no había podido charlar con Buda ese
día. Por lo cual no tenía que hacer y por lógica debía
sentirse... ¿aburrido?...
Tornó su cabeza hacia Aioria, como si
pudiese verlo a través de sus párpados.
- Está bien... – le
respondió casi sin expresión.
Aioria asintió extrañado.
-
Vamos entonces...
Salieron del templo, hacia los alrededores
del santuario. Shaka se sentía algo apenado, pero sabía que le
faltaba mucho por aprender y esta era una de esas cosas que se veían
mas atractivas por descubrir, la diversión.
Llegaron al pueblo o
mejor dicho, a la parte mas poblada del santuario, la cual no llegaba
ni remotamente a la saturación del lugar. Aioria miraba extrañado,
paseando su vista de un lado al otro de la calle vacía, sin ver a
nadie. Solo a una señora, la madre de uno de sus amigos, pero ni
rastro de su hijo. Se acercó a la señora con Shaka siempre a su
lado y después de saludarla, le preguntó:
- ¿No sabe donde
están los muchachos?...
- Si. – respondió la mujer algo
sorprendida de verlo allí. – salieron con mi esposo hacia un
parque hace no mucho, pensé que habías ido con ellos.
Aioria se
molestó. Justo cuando él no estaba, ellos salían a un parque.
-
Gracias... – dijo serio y molesto. Arrepentido talvez de haber
sentido curiosidad y haber ido a visitar a ese muchachito que tenía
al lado.
El niño de cabellos castaños se sentó en una de las
ceras de la calle. Su rostro se mostraba evidentemente molesto. Cruzó
sus brazos, le provocaba salir corriendo y alcanzarlos. Aunque
supondría que ya irían lejos...
- ¿Qué pasó? – le preguntó
Shaka sin comprender, sentándose a su lado. - ¿se han ido a jugar a
otro lado los niños?.
- ¡Si!. – respondió Aioria
malhumorado. – Se han ido a jugar y me han dejado aquí por irte a
buscar a ti. – dijo expresando su descontento con el chico. Aunque
hubiese sido él quien hubiese decidido ir a verlo.
Shaka se
sintió apenado de nuevo. Se tomó de los brazos con cada mano
mientras permanecía sentado y en silencio al lado del chico.
-
Lo siento... – dijo triste, empezando a sentir nudo en la garganta.
– yo no quería dañarte el día... – se sintió muy culpable.
Aioria sintió ese tono de voz y volteó hacia el niño, quien en
busca de detener el llanto y esa extraña sensación, había abierto
los ojos. Aioria se mantuvo quieto observándolo aún sintiendo un
inmenso orgullo por delante, pero a la vez, sintiéndose culpable por
haberle hecho llorar...
Sus ojos eran azules. Y eran, los
primeros ojos azules que recordaba haber visto...
Shaka se frotó
su ojo suavemente con el puño de su mano.
- No llores... – le
pidió Aioria bajando de nuevo la voz. Aunque aún sintiéndose algo
orgulloso como para decirle que no tenía la culpa.
Pero
Shaka seguía sentado observando el piso. Su nariz sonaba en cada
intento de contenerse y respirar mejor y sus lágrimas se le seguían
cayendo de los ojos. Llorando silenciosamente como un adulto, en vez
de patalear o arrugar el rostro como un niño...
Aioria también
sintió el nudo en la garganta y el ardor en sus ojos. Ese niño era
extraño, era solo y lo había hecho llorar. Se sentía muy mal por
eso...
- Perdóname... – le dijo quebrando suavemente su voz. –
Yo no quería hacerte llorar...
Shaka volteó con los ojos
abiertos hacia el chico. Viéndolo por primera vez y sintiendo
nuevamente curiosidad.
- Tú no tienes la culpa de que ellos se
hayan ido al parque... – dijo este, siendo ahora él quien bajase
la mirada hacia el suelo. Shaka le veía sin comprender, primero le
había dicho algo y ahora, era todo lo contrario... los niños de
afuera, eran muy extraños... – ¿Me... perdonas?. – le preguntó
Aioria colocando su gesto triste en el rostro. Shaka le vio los ojos
aguados y el rostro arrugado.
Asintió suavemente.
El niño
sonrió lentamente y lo abrazó.
Primer abrazo de Shaka...
- ¡Gracias!... – le dijo el niño con sinceridad. Rápidamente terminó el abrazo, se levantó y le ofreció su mano para ayudarlo a parar. Shaka sonrió y le tomó la mano. – Vamos a jugar a otro lado... hay un valle con un río no tan lejos de acá, allá es donde vamos siempre a jugar.
Jugar...
Creía
saber que era: una búsqueda para reír.
Pero no tenía idea de
qué específicamente, es lo que harían en esa 'búsqueda'. De
todos modos, ese niño parecía saber de lo que hablaba. Ser un
experto en el área. Ya había de tener algo en mente. Se levantó
con ayuda de él y sonrió. Por un momento consideró que talvez, no
debía alejarse mucho del santuario, pero la vida es un riesgo y
había que aceptarlo.
- Está bien. – hizo que esas palabras acompañasen a su sonrisa.
Caminaron más allá de
las puertas del santuario. Los guardias que vigilaban todo el tiempo
el lugar, permitían salir a los niños a jugar por las áreas
verdes. No había peligro por los momentos, no había guerra, no
había amenazas, incluso ni siquiera se preocupaban por la fauna del
sitio, la cual no era muy variada excepto por distintos pajarillos,
algunas ardillas, y unos que otros animalitos catalogados
inofensivos. Se fueron mas allá, mientras charlaban... o bueno,
mientras Aioria charlaba y Shaka asentía, decía que 'si' o
sonreía. Pero esto no molestaba al pequeño de cabellos castaños,
al fin y al cabo se descargó de algunas cosas que desde hace mucho
quería contar. Empezando por lo molesto que estaba con todos sus
amigos que se habían ido al parque sin él y terminando con la rabia
que le provocaba que su hermano le regañase tan continuamente y por
cualquier 'estupidez'.
Al fin Shaka supo que llegaron al
sitio cuando observó el río frente a ellos. Se habían detenido
bajo la sombra de un árbol mientras Aioria terminaba de contar una
de las 'arbitrariedades' de su hermano.
- ¿Es aquí?. –
preguntó Shaka estando casi seguro de la respuesta. El río no se
veía muy profundo, de hecho visto a lo lejos él diría que sería
casi imposible notarlo. Estaba bajo de una cima y ni siquiera era muy
ancho, debía estar por secarse. Pero mejor, no comentarle nada de
esto Aioria sobre 'su río' no quería que se volviese a
molestar.
- Si aquí es. - Sonrió Aioria contento al fin de
haber llegado. Su cabeza se escondió en su camisa mientras con sus
manos terminaba de sacarla de su cuerpo. Shaka se sorprendió sin
entender.
- ¿Qué haces?. – le preguntó cuando este se había
quitado ya la camisa. Aioria volvió a verlo, arrugando el rostro.
-
Me desnudo para poder entrar al río... – dijo muy lentamente,
encontrándolo todo perfectamente normal
- ¿Desnudo...? –
preguntó Shaka creyendo haber oído mal.
- Si. – dijo Aioria.
– ¡No nos vamos a ir con la ropa mojada de regreso!... o es que...
Aioria esperó a que Shaka preguntase, '¿qué?' para
responderle, pero el chico solo levantó una ceja y permaneció
observándole en silencio, por lo que tuvo que completar su oración
el solo.
- ¿Tienes...pena?
Pena...
¡Cuántas
emociones!. ¿De eso trataban los juegos?.
¿De reír, llorar,
ponerse bravo y sentir pena?. ¡Entonces la vida era un juego!.
Pensaba Shaka. La cabeza le daba vueltas y si, sentía vergüenza
nuevamente, se sonrojó y esta vez, Aioria si notó su timidez.
- ¡No tengas pena!. ¡Somos dos niños!. – levantó sus dos hombros en un gesto sin importancia. Mientras se bajó el pantalón y la ropa interior.
Primera vez, que Shaka veía a otra persona desnuda...
Y el niño tenía... despierto, a su... 'parte'
- ¡Vamos!. – dijo el niño haciéndole un gesto con la mano
mientras corría a meterse al pequeño río.
Shaka estaba
estático en su puesto bastante sonrojado. Había visto al niño
desnudo y esto le había causado mas vergüenza a él que a el niño.
No quería quedar mal, ni tampoco hacerlo enojar ni llorar de
nuevo. Lentamente se quitó la camisa y la dejó caer en el corto
pasto también, al igual que su pantalón y ropa interior. Caminó
muy lentamente hacia el río.
- ¡Ven!... – le decía a
Shaka desde adentro del río. El agua le llegaba hasta el pecho.
Shaka se metió lentamente, el agua estaba tibia, pero no quería
meterse de golpe y sentir frío. Pero de igual manera, Aioria le echó
agua desde adentro mojándolo y echando toda la lentitud a perder.
-
¡Hey!. – se quejó Shaka tensándose con el contacto del agua en
su estómago.
Aioria se reía. Eso al parecer, debía ser el
juego, ¡porque se estaba riendo!. Shaka también quería reír. Se
metió dentro del agua mas rápido que antes y le echó agua a Aioria
en la cara. Aioria igualmente se rió y Shaka sonrió del mismo modo.
¡A ambos les daba risa!.
Continuaron jugando con el agua. Shaka
hacía su esfuerzo por mojarle con una mano y taparse con la otra
mientras que Aioria concentraba toda su fuerza en mojarle con ambos
brazos. Reían, reían mucho con el simple hecho de verle mojado el
cabello al otro y fue justamente por ver a Aioria que a Shaka le
entró agua en el ojo.
- Ay... – se llevó el mismo puñito
de antes frotándose el ojo. Aioria se detuvo creyendo que otra cosa
debía de haberle entrado en el ojo.
- ¿qué pasó? – preguntó
acercándosele curioso.
- Me entró agua en el ojo... – Shaka
se frotaba bien. El ojo le ardía un poco. – ya no quiero seguir
jugando...
- ¿Qué?. – preguntó Aioria - ¡es agua!. ¡A
Cualquiera le entra agua!. ¡Con solo voltear la mirada basta!.
Shaka bajó el puño. Nuevamente se encontraba con los ojos
cerrados.
- Bueno... así si podré jugar. No debí haberlos
abierto...
Aioria levantó el entrecejo.
- ¿Cómo ves con
los ojos cerrados?. ¿No te cansa?.
- No. – contestó Shaka con
naturalidad.
- ¿No?. – preguntó Aioria, incrédulo sin
poderse imaginar una vida sin la vista. - ¡Deberías abrir mas los
ojos!. ¡Tus ojos son bonitos!.
Shaka los volvió a abrir,
mirándole perplejo.
- ¿En serio?. –
- ¡Si!. – le
contestó Aioria sonriendo. – eres la primera persona que conozco,
con los ojos de ese color...
- Eres la primera persona en mucho
tiempo, que dejo que me los vea... – Rió Shaka. Aioria sonrió. La
sonrisa de Shaka también era linda. Si, de hecho, era muy bonito. No
entendía como a unos amigos les podían gustar una de las niñas con
las que jugaban, habiendo un niño tan bonito como este.
-
Shaka...
- ¿si?...
- ¿querrías ser mi novio?...
Esta
vez no pudo permanecer sin expresión. Shaka explayó los ojos
gigantescos, como platos, sorprendido ante la pregunta...
¿Novio?...
es decir... ¡¿NOVIO?!...
¿no que los chicos tenían que ser
novios de las chicas?... Y... ¿no que estaban muy pequeños para
tener novias?... ¿cómo podían ser novios?...
Este chico... era
lindo, era... algo mas grande que él, era extraño. Le había
gustado su abrazo. Le había gustado estar allí solo con él. Y le
hubiese gustado que en ese momento, se volviesen a abrazar, pero...
¿novios?...
- ¿podemos serlo?...
Preguntó Shaka, tal
cual quien pregunta las reglas de un juego. Aioria subió los dos
hombros repitiendo el gesto sin importancia.
- ¿Por qué no?. –
Se mostró tímido de nuevo el chico y esta vez, fue él quien se
sonrojó.
Se veía mas lindo. Shaka sonrió. Esa era una
buena respuesta... ¿Por qué no?.
- Está bien. – dijo
suavemente. – si, quiero ser tu novio.
Aioria subió la mirada
y le sonrió contento. Se vieron uno al otro directamente a los ojos,
contentos. Sin saber... ¿qué se suponía que debían hacer?
-
Y... – Shaka rompió el silencio, algo nervioso ante lo
desconocido. - ¿Ahora que debemos hacer?...
- Darnos un beso...
– dijo Aioria. – creo... – completó al rato...
- Ah... –
Shaka se hizo el entendido asintiendo suavemente.
- Y... ¡cierra
los ojos!. – le pidió Aioria.
- ¿No que no querías que los
cerrara?
- Es para darte el beso tontito...
- Ah... – dijo
Shaka entendiendo y cerrando los ojos. Y elevando solo un poco sus
labios, juntos. Aioria también cerró los ojos hizo una trompita y
le dio un corto beso.
Se separaron y cada uno abrió los ojos
y sonrió.
- ¿Y... bien? – preguntó Shaka, con las mejillas
rojas, queriendo saber que seguiría.
- ¿Shaka te quieres casar
conmigo?.
- ¡¿Qué?!... ¿no debemos ser adultos para eso?. ¿No
es muy pronto?...
- ¿Muy pronto para qué?
- ¡No sé!.
¡Somos niños!...
- No... yo no soy un niño. Yo soy un hombre y
voy a cuidar de ti...
Shaka se echó para atrás sumamente
sorprendido. Esas palabras le resultan serias e inalcanzables.
-
Pero...– tartamudeó Shaka varias veces la palabra.
- ¡Pero
nada Shaka yo quiero que seas mi novio y que estés conmigo!.
-
¡Pero... talvez no nos volvamos a ver!. ¡Tenemos que entrenar!.
-
Yo no me iré, entrenaré aquí, con mi hermano...
- Pero yo
si... – dijo él algo asustado. Empezando a pensar que podría ser
una verdadera tortura su entrenamiento. – ¡Me tengo que ir a La
India de regreso para entrenar por la armadura de virgo!.
- ¡No
vayas!.
- ¡Tengo que ir!
- ¿Por qué?
- Porque yo soy
el elegido por Buda. ¡Es mi destino!...
Aioria se volteó saliéndose del río. Estaba molesto de nuevo. Es más, fúrico.
-
¡Aioria!. – Shaka le siguió, triste por haberlo hecho molestar.-
¡Aioria yo no me quiero ir!. ¡Pero tengo que hacerlo!. ¡Perdóname,
por favor! – lo sostuvo de la mano, justo en la orilla.
Aioria
volteó con lágrimas en los ojos. Y los cachetes semi-inflados, notó
que Shaka también tenía ganas de llorar. Y nuevamente se sintió
muy mal por eso. Si pensar, llevo su mano hasta la cara de Shaka.
-
Júrame que no vas a tener otro novio...
- Te lo juro... – le
dijo Shaka sin pensar, casi por primera vez.
Aioria le miró
dudando, pero sus ojos azules y hermosos, parecían tristes, y él
siempre le creía a aquel que lloraba. Porque se sentía, como un
niño culpable.
- ¿Y tú?. – preguntó Shaka. - ¿Tendrás
otros novios?
- No... – respondió Aioria. – yo solo te tengo
a ti...
Se acercaron una vez mas. Se abrazaron, cerraron los
ojos y una vez mas se besaron, pero no como el roce de la vez
anterior, sino un beso apasionado y a la vez melancólico, porque era
una despedida, un 'hasta luego'.
Se dieron cuenta de que se
hacia tarde y de que había llegado la hora de regresar. Se vistieron
y se tomaron de la mano de vuelta hacia el santuario, soltándoselas
una última vez en la entrada, por conocer que a los adultos no les
gustaría verlos así. Se despidieron sin ganas de hacerlo... y al
poco tiempo, Shaka se fue, se fue muy lejos para cumplir con su
destino, el cual ahora se había revelado una vez más, mostrándole
nuevamente algo que debía cumplir: volver...
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El entrenamiento de ninguno de los dos fue fácil. Pasaron muchos años apartados, sin siquiera saber si el uno o el otro seguía con vida, mas al comienzo había un consuelo, había una promesa. Ambos se volverían a ver y podrían estar juntos de nuevo. Mas el tiempo fue pasando y ese único día en que se vieron se iba alejando no solo en fechas sino en memoria. Sus entrenamientos no solo exigían una maduración física, también mental, ser objetivos e inteligentes, reconocer sus fortalezas y debilidades, dejar de lado lo que no sirve y nos hace débiles y continuar sin ello en buscar del progreso.
Aioria conoció eso muy bien en sus próximos años...
Su
hermano, convertido en un traidor del santuario, había muerto y le
había dejado abandonado. Al comienzo Aioria trató de ser fiel a su
sangre, porque conocía a su hermano y sabía que él no era una
personal de mal. Pero todo y todos lo acusaban...
Además, él
era tan solo un niño. ¿Cómo sabría si estaba en lo correcto?.
De cualquier manera, sufrió mucho y en silencio por esa
pérdida. Creció y gracias al entrenamiento de su hermano y
posteriormente el deseo de demostrar que él no era un traidor
también, se convirtió en el caballero dorado de Leo, el quinto
templo del santuario.
Un hombre de buen corazón aunque jamás
tan expresivo como una vez lo fue, ahora le costaba llorar aún
cuando tuviese ganas, mucho más seco de lo que hubiese podido ser si
se hubiese enterado de la inocencia de su hermano. Tuvo que
olvidarlo. Olvidar la fidelidad y el aprecio a su hermano. Un aprecio
que consideró ignorante al no conocer realmente quien era, más no
se culpaba era un niño y los niños no saben de esas cosas...
No
saben de esas cosas...
De la traición, de la guerra ni del
amor...
Tuvo novias. Nunca después llegó a gustarle un chico
como recordaba alguna vez le había gustado y había apreciado a uno.
Shaka duró mas tiempo con la ilusión de pequeño. Llegando en ocasiones a pensar similar al caballero de Leo, no conocía en sí las facetas del amor, donde no todo era alegría y felicidad, sino también dolor. Un dolor inmenso que seguramente le embargaría al regresar y saber que el chico no había cumplido su promesa. A medida que creció, se consideró estúpido por pensar lo que pensaba y sentir lo que sentía. Por considerar aún, que una promesa de niños, hecha en apenas un día de conocerse debía ser cumplida y respetada. Él era un 'hombre de palabra' y cuando eso era un 'niño', no un hombre...
Se propuso olvidarlo. Pero supo que no pudo. Sus ojos no llegaron a ver a nadie de la misma forma, incluso cuando la 'tentación' le provocaba. Él tenía un voto, un voto de castidad en secreto, a veces incluso sin querer admitírselo a si mismo. Si no lo era fiel a ese chico no le sería fiel a nadie. Lo enterró en sus pensamientos mas profundos, ya sin darle la misma importancia que en los primeros años. Sabía que tenía una razón para volver pero ahora, no era específicamente ese chico, mas tampoco sabía cual sino él era esa razón. No importaba, el detalle era ganar su armadura y volver...
También lo logró. Obtuvo la armadura del sexto templo del santuario, la armadura dorada de Virgo. Ganada con muchísimo esfuerzo, dedicación y admiración de parte de compañeros y maestros, hasta ganarse el ser llamado 'el hombre más cercano a Dios'.
Pero abrieron los ojos...
Un
parpadeo. Un rápido parpadeo en el que todas sus vidas había pasado
por su frente, porque ahí frente a ellos, ese 14 de Febrero, estaba
una gran parte de ella. La motivación que en un comienzo les había
hecho seguir adelante. Shaka y Aioria se veían una vez más,
vestidos ahora con sus armaduras doradas y luciendo aspectos dignos
de sus edades post-adolescentes. Incluso Shaka había abierto los
ojos para contemplarlo y el otro a su vez, observó una vez más esos
hermosos y cautivadores ojos que permanecían intactos a pesar de los
años.
Frente a frente, después de tanto tiempo.
Ni uno
ni el otro sabía exactamente que decir. Pero lo cierto es que ambos
habían perdido el habla. Sería una idiotez comentarle acerca de una
promesa hecha de niños que talvez hasta hubiese olvidado y por la
cual podría burlarse al haberla tomado en serio. Después de todo
ahora eran hombres y no solo hombres, caballeros y eso para algunos
podría ser hasta un insulto...
¡Pero nadie decía nada!.
¡Ninguno decía nada!.
Tanto uno como el otro comenzó a notar
el nerviosismo mutuo. Ninguno de los dos se atrevía a romper el
hielo. Era demasiado tiempo y las personas cambian, cada uno estaba
plenamente consciente de eso. Mas no se habían atrevido a retirarse.
No sabían por qué, pero no lo hacían, ni querían hacerlo, querían
quedarse allí esperando eternamente hasta que el otro dijese algo y
poder matar esa intriga de una vez por todas.
Algo inesperado les
había sucedido a ambos en esta visita.
A pesar de todo,
sintieron que este seguía siendo el mismo momento en que se
separaron, en que todo el trayecto que habían tenido no había sido
mas que un sueño, un corto sueño que se acabó en un pestañar y
que ahora finalmente se encontraban de nuevo, para demostrar que
habían cumplido con su parte.
¿Por qué costaba tanto dar este corto paso?, ¿por qué cuando se ha añorado tanto algo y al fin la oportunidad se nos coloca frente a la nariz, sentimos miedo de tomarla?...
Eso les sucedía y les sucedió por mas minutos.
Minutos en que no tuvieron habla, ni mediaron palabra alguna. Solo
sus miradas fijas una en la otra.
Se oyeron pasos a lo lejos,
estaban en un templo, el de Leo, Shaka había cruzado con él en el
camino hacia su propio recinto. Y así habían quedado. Volvieron a
oír los pasos y fue Shaka quien tragó saliva, bajó la mirada y se
animó a dar media vuelta, muy despacio...
El corazón de Aioria sintió ponerse inmensamente pequeño al ver esa expresión y ese modo al voltear, triste, sumamente triste. Y se sintió de nuevo, como ese niñito culpable por hacerle sentir mal...
"Cristal,
Cristales, de mil colores
De belleza y fragilidad naturales,
Sois una piedrecilla algo difícil de encontrar,
Mas cuando
se te encuentra..."
- Es para verte relucir y brillar... –
Shaka volteó
hacia Aioria nuevamente, sus ojos tenían un brillo especial. Su boca
aún dudaba en sonreír mientras que sus ojos se llenaron de agua sin
querer. Aioria recordaba la canción... y por supuesto, él
también...
Aioria le veía del mismo modo, respirando
agitadamente. Dudando si le habría respondido por querer charlar, o
solo por completar la canción.
"Sabéis
complacer a tu dueño,
Con tan solo dejarte observar
Sabéis
como haceros valioso
Siendo algo tan normal."
Recitó Shaka. Dando pasos cortos hacia Aioria en un reto improvisado con su memoria. Aioria permaneció callado, había pasado demasiado tiempo... mas sin embargo, Shaka continuó...
"Conocéis
un excelente modo
De haceros destacar..."
Después de este último verso, la siguiente parte, nació sola de los labios de Aioria.
"Entre
grandes infinidades de piedras
Y bellezas, que la tierra da."
Shaka sonreía. Él se acordaba, ¡se acordaba de su canción!. ¡Debía recordar lo demás!. ¡Incluso debía haberla practicado!.
"Cristal,
Cristales, de mil colores
De belleza y fragilidad naturales,
¿Quién osará a descubrir tus secretos?"
Recitó Shaka.
"Solo aquel, que será tu dueño..."
Completó el caballero de Leo.
- Aioria...
-
Shaka...
Se vieron ahora más de cerca. Con los ojos aguados, la
respiración agitada, el corazón acelerado y mil pensamientos
atravesando su cabeza. Ambos se acordaban. Fue de golpe que corrieron
juntos para abrazarse, para darse un largo y fuerte abrazo y
permitirse al fin llorar en el hombro del otro, permitírselo y
lograrlo.
- Me has hecho tanta falta... – admitió el
dorado Virgo para él y para si mismo.
- No más que tu a mí
Shaka.... – le respondió con la voz quebrada.
Ese abrazo fue eterno. Casi tanto como la conversación muda de sus miradas. Fue hasta que ambos recuperaran el aliento y sintiesen alejarse el nudo en la garganta que se separaron. Shaka le vio directo a los hermosos ojos color verde...
- ¿Cómo te acordaste de la canción?...
– Le preguntó incrédulo.
- Es que... ella... – dijo el león
aún algo tímido con sus palabras. – te describía a ti...
Shaka
sonrió, feliz, al fin feliz después de tanto tiempo. De otro
impulso lo abrazó con fuerza por los hombros.
- Tú también eres mi Cristal Aioria... mi hermoso Cristal... – le susurró en ese abrazo fuerte y cariñoso. Para luego separar sus cuerpos y juntar sus labios, renovando esa promesa de serse fieles el uno al otro en ese beso, lleno del más puro amor que jamás pensasen conocer...
Fin.
