Tu
Cap. 1
Lo último que recuerdo es aquel color rojo tan extraño en los ojos de aquel hombre, ese ser tan hermoso y a la vez tan escalofriante, parecía un ángel, pero no uno de los típicos que los niños sueñan con ver y que los adultos adoran como un guía para entrar al cielo. No, este era un demonio… un demonio disfrazado de ángel.
Recuerdo como lo conocí, aunque vagamente vienen a mi esos pequeños fragmentos de mi memoria, creo que aunque quisiera jamás podría olvidarle. No podría porque aunque él me arrebató la vida, también me brindo lo más hermoso, un nuevo comienzo. Nunca podré estarle más agradecida, jamás olvidare su nombre aunque ya no esté junto a mí. Porque él era mi todo, mi creador, mi amigo, mi hermano, mi padre incluso, porque él era así. Así era Nathanael.
Fue a comienzos del 1125 D.C, en ese entonces yo tendría dieciocho años recién cumplidos, amaba la libertad y como solo yo podría estaba enamorada de la misma idea del amor. Los bosques cercanos a mi hogar cubiertos por un manto blanco, hermoso a la vista de cualquier ser humano, y los rayos del sol que iluminaban la mañana y adornaban el atardecer entre las montañas. Como lo amaba, mi cabello se movía al compas del viento y la frescura invernal inundaba mis poros.
Como todas las tardes decidí pasear por el bosque, ya se había hecho rutina, así podría evitar los constantes gritos de mis padres, sus peleas e incluso ver los golpes. Como olvidarme de ellos, mi padre y mi madre, Anthoni y Susan. Nunca se amaron, y si entre ellos no había amor, como resultado yo no existía para ellos, solo era una carga que alimentar como me llamaba mi padre. Sus peleas eran diarias, recuerdo la vez que mi madre se arto tomo lo poco que tenia y desapareció de mi vida. Mi padre jamás hizo el intento de ir a buscarla, tampoco le importó. Al poco tiempo que se fue mi madre, mi padre se la pasaba en cualquier lugar menos en mi casa.
El invierno había finalizado y la brisa primaveral se sentía como una caricia sobre el rostro hermosa y cálida, no escuchaba más que el sonido de los pájaros y las ramas moverse cuando me di cuenta estaba perdida, y no es que no conociera el bosque, solo que nunca me adentraba tan en lo profundo. Había historias… estas hablaban de un ser que vivía en lo mas hondo del bosque, que mataba hombres y les bebía la sangre hasta vaciarlos. Pensaba que solo eran rumores, de esos que inventan las madres para que sus hijos duerman y para asustar a aquellos que se hacían los valientes, pero no. No lo creí, no hasta que lo vi con mis propios ojos.
Cuando reaccione fue muy tarde, él estaba parado frente a mi observándome, sus ojos rojos como la sangre mi miraban, pero no era la mirada de un asesino como pensé, era cálida. Sus ojos me observaban como si pudiera saber todos mis sueños y secretos, como si me estuviese leyendo el alma.
Recuerdo que me sonrió, fue como si todo de él me llamara, tenía esa imagen tan angelical y demoníaca a la vez. Me tendió su mano y yo la acepte, fue allí donde comenzó todo.
