Disclaimer: Ni Glee ni sus personajes me pertenecen.
Chapter 1
POV Rachel
Nunca creí que estaría en una discoteca el día anterior a comenzar las clases.
Siempre había sido muy responsable. Había sido capitana del Club Glee de mi Instituto y lo había llevado a la gloria, capitana del club de teatro, capitana del club de ajedrez, co-directora del periódico escolar, y todo ello sin que mi promedio baje de 9,8.
En mi primer año de NYADA había logrado el papel principal en una obra en Broadway que llevaba mas de dos años en cartelera obteniendo asistencia perfecta y ni una llegada tarde a los ensayos.
Sin contar la rutina diaria que hacía desde que tenía 12 años: levantarme a las 5 am, 45 minutos de cardio, y mi ritual de belleza.
Yo ya era una estrella, pero no quería dejar mi educación en NYADA, necesitaba ser un ejemplo a seguir. Mis fans admirarían mi sacrificio de estudiar y trabajar a la vez.
Siempre seguía estrictamente mi rutina de descanso. Necesitaba mis 8 horas de sueño para poder rendir al 100%. Pero esta semana descansaba en Broadway y aunque las clases comenzaban al día siguiente, no pude negarme cuando mi amiga Santana entró a mi habitación, se lanzó a mi cama y me rogó que la acompañara a Le Bain, al parecer quería meter en su cama a la DJ que pinchaba allí esta noche.
-Vamos Rach, tienes 22 años, estás de vacaciones, acompáñame, please!
Adoraba que Santana me suplicara.
-Mañana empieza mi último año en NYADA, y sabes que necesito descansar- solo hacía falta un poco más de suplica.
-Enana, si me acompañas hoy, prometo ser tu esclava por un día completo.
No hizo falta que me rogara más, eso era todo lo que necesitaba oír para levantarme de un salto de la cama.
-Muy bien, a romper la noche newyorkina- Y Santana saltó encima mío haciéndome caer.
Santana era mi amiga desde que tenía 5 años. Un niño le había quitado su bicicleta, y al intentar huir chocó contra mi, provocando que él cayera al suelo y que Santana recuperara su bici. Ella puso una tirita en mi rodilla sellando así mi herida y el comienzo de nuestra amistad. En la secundaria estuvimos separadas por el status social, la latina era la popular capitana de las porristas del William McKinley High School, y yo la intensa nerd que cantaba hasta en los pasillos. Y a pesar que las reglas no escritas decían que populares y nerds tenían que odiarse, Santana logró que mi estadía en el Instituto no fuera un infierno. Tuve suerte de ser su amiga y no recibir tantos slushies. Si nuestra amistad sobrevivió la secundaria, sobreviviría lo que fuera.
Cuando vine a vivir a New York, Santana fue una parte de mi equipaje.
Había entrado en Columbia para estudiar medicina, y estoy segura que será una gran médico, pero en New York encontró una nueva pasión: la radio.
Santana conducía un programa de entretenimiento en la New York Radio Station. Era muy popular en la ciudad, y estaba muy feliz por eso.
La música envolvía el ambiente y te invitaba a bailar, así que mientras pasábamos por la barra y bebíamos de un trago nuestros shots de tequila, no podía evitar moverme al ritmo de la música que me llevaba a la pista.
Santana y yo encendíamos la disco. Todo el mundo estaba pendiente de nuestros movimientos. Siempre éramos el centro de atención. Pero debía encontrar compañía pronto si no quería quedarme sola en la barra. Ella iría a ver a la DJ, y yo me quedaría con algún ligue al que le daría puerta antes de tomarme un taxi a mi casa.
Lo estaba dando todo danzando y bebiendo. Algunas personas se me acercaban y se pegaban a mi, pero mi amiga Santana siempre fue muy selectiva conmigo, y si a ella no le gustaban, lograba espantarlos.
Bailando con Santana observaba a la gente que estaba a su alrededor, intentaba encontrar con quien pasar el rato.
Como cada vez que veníamos a Le Bain se me acercaron un par de chicas que me reconocían del teatro. Bailé un rato con ellas sin alejarme mucho de Santana hasta que ella se acercó a mi.
-Rach, hay una rubia detrás de ti, al fondo, que no deja de mirarte- me dijo al oído
Disimular nunca fue lo mío, y si Santana me hablaba de alguien podían suceder dos cosas: o realmente le gustaba esa persona para mi, o quería dejarme con alguien para poder irse con su ligue, así que me di vuelta hacia donde me había indicado Santana, y la vi. Vi a la chica más linda que había visto nunca dedicándome una espectacular sonrisa.
Seguí bailando con Santana pero sin poder apartar mi mirada de sus ojos. Iba a romper unas cuantas reglas, pero esa chica tenía que irse conmigo a casa al terminar la noche. Seguí bailando con Santana como sólo nosotras podíamos hacerlo, pero me encargué de no quitar mi vista de la suya. No podía ni quería dejar de mirarla. Quería que supiera que estaba bailando para ella.
Después de un rato intercambiando miradas, vi que se pasó la lengua por el labio para luego mordérselo, y yo lo tomé como una invitación.
Al pasar el camarero con la bandeja de shots, no dudé en pillar dos y acercarme a la rubia.
Le di uno de ellos, bebí el mío y me acerqué a su oído para hablarle.
-Soy Rachel, y tus labios me están llamando.- inmediatamente pegué mis labios a los suyos, esperando que tras la primera impresión no me soltara un golpe, y entonces sucedió. Nuestros labios soltaron chispas. Entreabrió su boca y deslicé mi lengua, nunca había sentido nada igual, parecía que esos labios me pertenecían, su sabor estaba nublándome, me apropié de sus labios como si fueran míos, haciendo mío su aliento, rogando a todos los Dioses no tener que detenerme jamás. Sus labios eran mi lugar en el mundo. Nuestras lenguas jugaban entre sí, mordí su labio inferior, y soltó un pequeño gemido que no pude escuchar, pero sí sentí la vibración en mis labios. Sus besos eran como fuegos artificiales. Fue entonces cuando la miré y me sonrió. Me sonrió con su boca y con su mirada, y yo necesité sacarla de allí.
La tomé de la mano mientras intentaba atravesar la multitud para llegar a la puerta, pero daba dos pasos y necesitaba sus labios en los míos.
La gente comenzaba a molestarme, quería salir de allí. Busqué a Santana con la mirada y la encontré pegada a la DJ, decidí enviarle un mensaje de texto en cuanto me subiera al taxi.
Cuando ya casi estaba llegando a la salida, se interpuso en mi camino Kitty, mi ex novia, que al verme de la mano con… (ups, aún no me sé su nombre)me cruzó la cara de una cachetada.
Kitty y yo habíamos roto hacía 4 meses, pero ella aún no lo superaba. Siempre estaba montándome escenitas de celos de este estilo.
Recibido el golpe, miré a la rubia, la atraje hacia mi y la volví a besar, ella me devolvió el beso, y salimos de la discoteca.
Le Bain se encontraba en el piso 18 del Standard Hotel, en cuanto entramos en el elevador, no pude evitar aprisionarla contra el cristal y devorar sus labios, mis manos no podían estar quietas. Acariciaba su espalda a medida que iba marcándola con mis uñas. Su ropa me estorbaba. Quería arrancársela a bocados.
Ella no se quedaba atrás. Sus manos presionaban mi culo atrayéndome hacia ella. Sus labios iban de mi boca deslizándose por mi mandíbula hasta llegar a mi cuello.
-Te deseo- susurré en su oído.
El sonido del elevador nos alertó que habíamos llegado a la planta baja. La tomé de la mano y salimos a la calle.
-Taxi- grité para que se detuviera el primer vehículo amarillo que vi y nos subimos dentro.
Desperté con una resaca increíble, pero con una sonrisa en la cara.
Me giré buscando a mi acompañante y la sonrisa se me borró. La rubia ya no estaba. Y no tuve la oportunidad de pedirle el teléfono.
-Dios, mi teléfono, qué hora es?- dije levantándome y buscando por todos lados.
Descubrir que iba a llegar tarde el primer día de clase me puso histérica.
Entré al baño a darme una rápida ducha de agua fría, me vestí lo más a prisa que pude y salí inmediatamente corriendo a NYADA, por suerte vivía a 4 calles de la escuela, pero eso no me libraría de llegar con retraso.
Entre a clase de danza lo más sigilosa posible, pero la nueva profesora me pilló. No pude evitar una sonrisa al verla pero quedé paralizada al escucharla hablar.
-12 minutos de retraso señorita Berry, espero que no tenga por costumbre llegar tarde.-Dijo la nueva profesora mientras me miraba seria, y yo que no podía quitar mis ojos de ella.
-Esto es Danza 401. Voy a aclararles algo:
No tolero la impuntualidad- dijo dedicándome una mirada- si llegaron a 4to año se supone que tienen talento y disciplina. Pero no voy a soportar aires de diva, y eso va por usted señorita Berry, entiendo que ya sea una estrella, pero aquí es una más de mis alumnos. –se acercó a mi, me miró fijamente a los ojos y me señaló la salida- fuera de mi clase.
Intenté replicar, pero no parecía de muy buen humor, y no quería fastidiarla más. Así que salí sigilosa tal cual entré.
Era tarde para lamentarme, pero si no me quejaba no era Rachel Berry.
Confusa y abatida me dirigí a la cafetería a esperar a la siguiente clase. No podía poner mi mente en claro pero de tres cosas estaba segura:
Primero:Debí poner la alarma.
Segundo: Debí haberme negado de ir a la discoteca con Santana
Y tercero: No debí acostarme con mi nueva profesora de danza.
