Ojo rojo, hilo rojo.
Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kisimoto.
Advertencias: Relación hombre x hombre.
Siempre, desde muy temprana edad Kakashi había amado leer. Leía libros sobre ninjutsu, taijutsu y genjutsu, leía sobre la historia pasada, leyendas y cuentos populares, aritmética, morfología, sintaxis, medicina, astronomía, literatura fantástica, negra, detectivesca, romántica, clásica... O, en simples palabras, leía todo cuanto llegaba a sus manos, sin importar nada más que el hecho de que eran libros.
A Minato siempre le había parecido algo muy gracioso, sin embargo jamás objetava cuando veía como su joven alumno se sumergía en el mundo de los libros. A Rin por otro lado le parecía encantador que Kakashi leyera tanto, pues así tenían temas en común de los que hablar.
Obito, como no, se burlaba de la rata de biblioteca que tenía como compañero de equipo. Tal vez porque Kakashi usaba palabras muy grandes cuando se peleaban verbalmente.
En cualquier caso a nadie le extrañaba que Obito y Kakashi chocaran tanto, era algo normal a sus ojos.
Aún así, tras la "muerte" de Obito (puede que incluso de antes) Kakashi se había aferrado a la idea de que eran amigos, amigos por y para siempre.
Obito era el ninja perfecto para Kakashi, era luchador, trabajador, talentoso, amable, compasivo... Era todo cuanto debía ser una persona e, inconscientemente, le había elevado al sumo grado de grandeza. Porque Obito había sido su primer amor.
Y el primer amor nunca se olvida.
Por ello cuando la máscara del supuesto Madara se quebró mostrando el rostro de Obito Kakashi deseó por unos segundos que Nagato no le hubiese devuelto a la vida, que le hubiese permitido llevarse hasta la tumba la perfecta imagen de aquel valiente niño de color naranja y olor a verano que tanto había marcado su vida.
Y todos los hilos sueltos tomaron sentido, comprendiendo el porqué de muchas cosas: por supuestos que sus Sharingas estaban unidos, eran el mismo. Además, a medida que Obito volvía a ser él, sus Sharingas comenzaban a cruzarse como aquella vez en la que asesinó a Rin, fundiéndose como si fuesen una solo cosa.
Porque era el mismo poder, porque estaban conectados por un hilo rojo invisible, atados por y para siempre.
Tal y como leyó Kakashi en uno de aquellos libros una tarde de otoño, con la risa hiperactiva de Obito resonando por todos lados, llenando su frío corazón:
«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper».
Fin.
