CAPÍTULO 1

Disclaimer: Los personajes y algunos de sus nombres no me pertenecen. Los relatos sucedidos a continuación son producto de mi imaginación basados en los hechos ficticios creados en el mundo de la serie Avatar The Last Airbender, propiedad de Nickelodeon.


El éxito de la técnica radicaba en apoderarse por completo de la sustancia que le daba la vida, sentir su abrazador calor fluir por el cuerpo ajeno hasta hacerlo sentir suyo, como si ambos formaran parte de uno. Después de eso ya no quedaba nada más que dominarlo y someterlo a los deseos del maestro, a los más oscuros y siniestros pensamientos para los cuales la habilidad había sido concebida.

Manipular a otro a voluntad era una técnica completamente desconocida en las naciones, excepto para quienes eran capaces de llevarla a cabo en el momento correcto. Aquellos que la dominaban eran los portadores de una maldición silenciosa que se implantaba en la mente y la contagiaba con pensamientos oscuros, pues someter a un ser contra su voluntad, se oponía a todo principio humano y natural. Los bendings no habían sido dados a los hombres para ser utilizados a favor de la violencia.

Sumida en la oscuridad, sólo los gritos desgarradores de la mujer le indicaban que no se encontraba sola en las profundidades de sus pensamientos, alguien yacía en plena agonía junto a ella, pero el deseo de querer ayudarle no era lo suficientemente fuerte para vencer la fuerza que aprisionaba su cuerpo, sus extremidades y su mente.

Despertó sobresaltada con el corazón acelerado y buscó en su habitación la fuente que la controlaba, pero la pesadilla había sido producto de su imaginación; no había ningún maestro sangre cerca, excepto por la mujer que le devolvía la mirada en el espejo, pero no iba a atacarla, no tenía motivos para hacerlo, tampoco el poder de la luna a su favor.

Katara tomó su abrigo y se encaminó hacia la playa rumbo al único lugar de la Nación del Fuego que podía traerle paz cuando las cosas se volvían demasiado abrumadoras para controlarlas. Tal vez los veinte minutos de viaje hacia la playa le permitían vaciar su mente de toda preocupación o sólo se trataba de la calma que las olas, tras romper contra las rocas, evocaban en su siempre bulliciosa mente.

Con un suspiro, se dejó caer sobre la fría arena de uno de los acantilados un tanto ocultos por la maleza del paisaje. Las manos aún temblaban y todavía no era capaz de acallar los gritos agonizantes de la mujer; algo le resultaba horriblemente familiar, como si fuera la causante de tanto dolor o quizá la víctima de tan aterradora tortura.

Un barco de la Nación del Fuego se acercaba a toda prisa hacia la orilla y se imaginó a sí misma inmersa en la enormidad del océano, controlando las olas en un intento de navegar sin rumbo hasta lugares desconocidos que la alejaran de una nación que no la identificaba, aquella que había servido como hogar pero que ya no la amparaba como lo hacía en su infancia, tal vez se debía a que sabía muchas cosas o quizá desconocía demasiadas como para guardar el rencor que necesitaba para abandonar a la única familia que le ataba a ese mundo.

"Aun no comprendo por qué estamos acá, sabes cuales son mis deseos, Lu Ten" Dijo el más joven de los dos hombres que descendían por la plataforma del puerto.
"Haz estado demasiado tiempo fuera de casa, Zuko, te hará bien tener un poco de tiempo para ti… te ayudará a pensar mejor las cosas" Lu Ten le entregó un cofre y volvió al navío antes de que Zuko pudiese protestar, dejándolo en el muelle completamente a solas observando cómo su primo se marchaba junto con su tripulación y las respuestas a miles de preguntas sin formular.

Katara permaneció inmóvil en su lugar, por alguna razón sentía que estaba invadiendo la privacidad del ausente príncipe y de su primo y que jamás tuvo que haber escuchado aquella conversación. La incertidumbre se abalanzó sobre ella y tuvo que contener el impulso de lanzarse hasta la costa para averiguar sobre aquel misterioso intercambio de palabras.

Zuko observó el horizonte con mirada ausente, en las últimas semanas la abrumadora realidad del mundo le había hecho abrir los ojos y dudar sobre su posición en la nación a la que llamaba su hogar. Habría preferido seguir embarcado con Lu Ten y evitar su regreso al palacio, pero la vida no tenía un camino definido y ciertos obstáculos lo obligaron a regresar con tormentosas imágenes grabadas en su mente y un cofre sin llave el cual prometía la revelación de secretos que carecían de interés para él.

Podría robar un bote y dirigirse a la Isla Ember para volver a desaparecer por otros cuatro años, sería el último lugar del mundo al que su padre iría en busca de él si es que alguna vez se dignaba a presentar cierto interés por su primogénito.

Exhausto, física y emocionalmente, se dispuso a volver a la ciudad hasta que vislumbró un par de brillantes ojos que lo observaban a la distancia. La silueta cambió de posición, volviéndose rígida ante su súbito descubrimiento.

La habían sorprendido observando y escuchando algo que no debía conocer, y se preguntó si Zuko habría sido capaz de ver su rostro entre tanta oscuridad. Aguardó que él se marchara para correr de vuelta hacia su casa con la mayor rapidez que sus piernas le permitían. Sin hacer ruido, y aun temblando por la agitación del momento, se metió en la cama e intentó dominar las emociones que la embargaban por completo.

"¡Otra vez!"
"Es suficiente, madre, ya practiqué demasiado, necesito descansar" Dijo con voz entrecortada debido a su acelerada respiración producida por el esfuerzo físico.

Kala se acercó hacia ella con mirada desafiante y el ceño fruncido. "¿Crees que esos cretinos de la Nación de Fuego están descansando ahora mismo? ¿Qué tendrán piedad contra BENDERS y NON BENDERS sólo porque están exhaustos de tanto luchar? Ellos no se rinden, Katara, no tienen escrúpulos ni respeto por la vida humana."

Katara la observó con un poco de miedo ante tanto odio. Su madre solía dar apasionados discursos sobre la crueldad de los maestros fuego, pero últimamente su intensidad había alcanzado límites que jamás había experimentado. Con el paso de los años, su impaciencia incrementaba, exigiéndole a su hija cada vez más poder y más comprensión sobre su afán de inculcarle el odio hacia la nación en la que vivían.

Evitando confrontar la furia y ansiedad de su madre, Katara optó por una salida un poco más fácil. "Tuve una pesadilla anoche, no dormí bien" La observó con intención de encontrar un poco de empatía, pero sólo halló curiosidad.

"¿Otra pesadilla? ¿Qué fue esta vez?"
"No lo sé" Vaciló. Revivir el sueño le hacía experimentar un gélido escalofrío en la espalda. "Es muy confuso".
"Katara, tienes que recordar" Exigió lanzándose al suelo y tomando a su hija por los hombros, clavando su apasionada mirada en la de Katara.
"Alguien… alguien gritaba y no me podía mover. No-no, yo no podía salvarla" Comenzó a temblar tras recordar su paralizado cuerpo. Observó a su madre, desafiante. "¿Por qué te interesa tanto saber sobre el sueño? No son más que incoherencias"
Kala bufó. "No, Katara, los sueños no son incoherencias, son pistas que nos arroja el inconsciente. Además, en tú caso, es importante que me lo digas porque eres…" Se interrumpió.
"¿Soy qué?"
"Eres la única persona que conoce sobre la técnica de la sangre control. No es común en ninguna parte del mundo, ni siquiera entre los maestros agua. Pero necesitaba que la dominaras, no iba a dejarte indefensa en este lugar."
"Pero tengo mi agua control, no era necesario que me maldijeras con algo así." Su tono era desafiante, pero no era más que el miedo hablando. Siempre supo que la sangre control traería más problemas que soluciones a su vida y tal vez la locura de su madre se debía a que el poder de la técnica era más grande que ella, incluso mayor que ambas. Era algo por lo que sentir pavor, no orgullo. Tal forma de control debía ser ilegal, nadie debería ser capaz de controlar a otro ser humano.
Como si se tratara de una persona distinta, Kala observó a su hija con serenidad y sonrió. "Arréglate, tenemos una fiesta en la noche"

La gente a su alrededor actuaba como si sólo lo hubiesen visto ayer. Nadie pareció demostrar especial interés por su regreso, ni siquiera su hermana emitió algún comentario despectivo sobre su aparición en el palacio de la noche a la mañana. Aquello no era nada más que la confirmación de su insignificancia para aquella familia en la que, cada vez, estaba más convencido de no pertenecer.

Por la mañana permaneció unos minutos sentado al borde de la cama con el cofre entre las manos mientras intentaba descifrar lo que debía de hacer a continuación con él, pero el sólo hecho de caer en la cuenta de la enormidad del palacio y los miles de lugares en los que podría yacer la llave, le causaban un dolor de cabeza que venía acomplejándolo hacía semanas sin razón aparente salvo por su desacuerdo para volver a casa.

Un golpe en la puerta lo hizo reaccionar y guardar el objeto en una abertura en la pared.

"Azula" Saludó sin ánimos al ver a su hermana reclinada contra el umbral de la puerta.
"¿Esa es la forma de saludar a tu hermana pequeña después de todos estos años?" Zuko ignoró sus palabras mientras observaba por la ventana los vastos territorios del palacio. Todo parecía más vacío y carente de vida sin su madre por los alrededores o en los jardines. "Sólo vengo a decirte que esta noche tendremos un banquete por tu regreso, ya sabes, fue mi idea para deshacerme del aburrimiento de este lugar."

Zuko bufó a modo de desaprobación. Desde la desaparición de su madre, se volvió una persona aún más reservada de lo normal y aprendió a aceptar la soledad como un mecanismo de defensa, la interacción con otras personas suponía un desgaste de energía, pues nadie lograría comprender su situación.

Como si no tuviese nada más que hacer, salvo interrumpir la soledad de su hermano, Azula continuó. "Por supuesto debes honrar a tu familia y a todos tus invitados con un discurso." Se marchó sabiendo que produciría un efecto negativo en él.

Las fiestas reales nunca escatimaban en gastos. En su habitación, los sirvientes esperaban a Zuko con un nuevo traje ceremonial que rechazó por una vestimenta más sencilla y cómoda en un intento de pasar desapercibido cuando se mezclara entre la multitud para luego escapar hacia algún rincón libre de preguntas y gente curiosa. Por otra parte, ya no sentía aquel lazo que lo unía incondicionalmente a su nación, mucho menos a los dos miembros restantes de su familia que aún convivían con él bajo el mismo techo. Su tiempo en altamar con Lu Ten le había hecho abrir los ojos respecto a las visiones de su padre y lo que significaba para él el nuevo orden mundial.

La ausencia de su padre en el banquete era algo de esperar, hacía muchos años que su indiferencia hacia Zuko era obvia para todos los que vivían en el palacio y una fiesta de bienvenida a su primogénito no era un lugar que requiriera de su presencia. Sin embargo, el salón rebosaba de vida donde el color rojo era el protagonista, haciendo que todos los invitados formaran parte del mar de sangre que su nación había derramado alrededor de todo el mundo tras su afán de apoderarse de las demás naciones. Los atuendos le recordaban a los cuerpos sin vida de los pobladores de las colonias aledañas al Reino Tierra.

"Es un honor para mí regresar a mi nación después de largos años sirviendo al Señor del Fuego, mi padre, en su mayor objetivo: la unificación del mundo." Una ronda de aplausos invadió el lugar. Todos festejaban, salvo dos asistentes ocultas entre la multitud. "He visto lo que el poder del fuego puede hacer, las naciones forman parte de un todo y de la nuestra depende reestablecer el balance que el mundo se merece." Y cruzando los dedos bajo las mangas de su atuendo para no mentirse a sí mismo, concluyó: "La Nación del Fuego, los dominará."

Lo observó desde la multitud. Por el rabillo del ojo vislumbró cómo el cuerpo de su madre se tensaba ante la presencia de Zuko y la intensidad de sus palabras.

Katara intentó hacer caso omiso a las millones de veces en que su madre despotricó contra los maestros fuego, su nación y su realeza, pero las voces eran cada vez más fuerte y contagiaban su mente con el odio que siempre estuvo presente en sus pensamientos.

Mientras luchaba por tranquilizar su acelerado corazón, una fuerza le hizo centrar su atención en Zuko, descubriendo que éste la observaba desde el pedestal con mirada curiosa.

Era ella, la silueta dueña de los ojos que lo observaron en la playa.


Espero que hayan disfrutado del primer capítulo de mi primer fanfic de Avatar. Sé que puede ser un poco confuso porque se han dejado ciertos hechos un tanto ocultos para el desarrollo de la historia, pero les prometo que todo será aclarado en su momento entre flashbacks y diálogos.

Cuento con sus reviews para obtener un poco de feedback y mejorar ciertos aspectos, además de escuchar posibles sugerencias que, por supuesto, serán escuchadas y atendidas.

Saludos!