Hola! Aquí traigo otra historia... aunque ya tenga 2 que no he actualizado xD

Para empezar traigo algunas advertencias: Las personalidades son -creo yo- totalmente distintas,la historia tiene menciones de sexo, bla bla bla y palabras sucias pero igual espero que lo disfruten owo

Los personajes de Fairy Tail no me pertenecen, son de Hiro Mashima ;D

Esta historia es la adaptación del libro: Beautiful Disaster de Jamie McGuire

Esta historia está dedicada a dana . kirei 7 (te la debía hace muuucho tiempo xD)


Todo en la sala proclamaba a gritos que yo no pintaba nada allí. Las escaleras se caían a pedazos; los ruidosos asistentes estaban muy juntos, codo con codo, en un ambiente que era un mezcla de sudor, sangre y moho. Sus voces se confundían mientras gritaban números y nombres una y otra vez, y movían los brazos en el aire, intercambiando dinero y gestos para comunicarse en medio del estruendo. Me abrí paso entre la multitud, siguiendo de cerca a mi mejor amiga.

—¡Guarda el dinero en la cartera, Lucy!—me dijo Erza.

Su radiante sonrisa relucía incluso en la tenue luz.

—¡Quédate cerca! ¡Esto se pondrá peor cuando empiece todo!—gritó Jellal a través del ruido.

Erza le agarró la mano y luego la mía mientras Jellal nos guiaba entre ese mar de gente.

El repentino balido de un megáfono cortó el aire cargado de humo. El ruido me sobresaltó y me hizo dar un respingo, y busqué de dónde procedía. Había un hombre sentado en una silla de madera, con un fajo de dinero en una mano y el megáfono en la otra. Se llevó el plástico a los labios.

—¡Bienvenidos al baño de sangre! Amigos míos, si andaban buscando un curso básico de economía…, ¡os habeís equivocado de sitio! Pero, si buscabais el Círculo, ¡estáis en el lugar indicado! Me llamo Gajeel. Yo pongo las reglas y yo doy el alto. Las apuestas se acaban cuando los rivales saltan al ruedo. Nada de tocar a los luchadores, nada de ayudas, no vale cambiar de apuesta, ni invadir el ring. Si la cagáis y no seguís las reglas, ¡os vais derechito a la puta calle sin dinero! ¡Eso también va por vosotras, jovencitas! Así que chicos, ¡no uséis a vuestras zorritas para hacer trampas!

Jellal sacudió la cabeza.

—¡Por Dios, Gajeel!— gritó en medio del estruendo al maestro de ceremonias, en claro desacuerdo con las palabras que había utilizado aquel.

El corazón me palpitaba en el pecho. Con una rebeca de cachemira color rosa y unos pendientes de perlas, me sentía como una maestra repipi en las playas de Normandía. Le prometí a Erza que podía enfrentarme a todo lo que se nos viniera encima, pero en plena zona de impacto sentí la necesidad de agarrarme a su flacucho brazo con las dos manos. Ella no me pondría en peligro, pero el hecho de estar en un sótano con unos cincuenta tíos universitarios y borrachos, decididos a derramar sangre y ganar dinero, no me hacía confiar mucho en nuestras posibilidades de salir ilesas.

Desde que Erza había conocido a Jellal en la sesión de orientación del primer curso, solía acompañarlo a las peleas clandestinas que tenían lugar en los diversos sótanos de la Universidad Fairy Tail. Cada evento se llevaba a cabo en un lugar diferente y se mantenía en secreto hasta una hora antes de la pelea.

Como me movía en un entorno bastante más tranquilo, me sorprendió saber de un mundo clandestino en Fairy Tail; pero Jellal lo conocía incluso antes de haberse matriculado. Natsu, compañero de habitación y primo de Jellal, participó en su primera pelea hacía siete meses. Se decía que él, ya como estudiante de primer año, había sido el rival más letal que Gajeel había visto en los tres años desde que había creado el Círculo. Al empezar el segundo curso, Natsu era invencible, de modo que las ganancias le permitían pagar a Jellal sin problemas el alquiler y las facturas.

Gajeel se llevó nuevamente el megáfono a los labios; el ajetreo y los gritos aumentaron a un ritmo febril.

—¡Esta noche tenemos a un nuevo adversario! El luchador y estrella del equipo universitario de Fairy Tail, ¡Lyon Bastia!

Las ovaciones continuaron y la multitud se separó como el mar rojo cuando Lyon entró en la sala. Se formó un espacio circular; la turba silbó, abucheó y se burló del rival. Él daba brincos, sacudía el cuello de un lado a otro; tenía el rostro serio y concentrado. La multitud se calmó con un sordo rugido, y luego me llevé las manos a los oídos cuando la música retumbó por los grandes altavoces al otro extremo de la sala.

—¡Nuestro siguiente adversario no necesita presentación, pero, como me da un miedo que te cagas, ahí va de todos modos! ¡Temblad, chicos, y quitaos las bragas, señoritas! Con todos vosotros: ¡Natsu "Salamander" Dragneel!

El volumen se disparó cuando Natsu apareció por una puerta al otro lado de la sala. Hizo su entrada con el pecho desnudo, tranquilo y espontáneo. Caminó sin prisas hacia el centro del perímetro, como si llegara al trabajo un día cualquiera. Sus músculos fibrosos se estiraron bajo la piel tatuada mientras chocaba los puños contra los nudillos de Lyon. Natsu se inclinó hacia Lyon y se susurró algo al oído; el luchador mantuvo con gran dificultad su expresión severa. Ambos contendientes estaban de pie uno frente al otro, mirándose directamente a los ojos. Lyon tenía una mirada asesina; Natsu parecía ligeramente divertido.

Los dos hombres retrocedieron un poco; Gajeel hizo sonar la sirena del megáfono. Lyon adoptó una postura defensiva y Natsu lo atacó. Al perder la línea de visión, me puse de puntillas, balanceándome de un lado a otro para observar mejor. Subía poco a poco, deslizándome entre la turba que gritaba. Recibí codazos en los costados y golpes de hombros que chocaban contra mí, y me hacían rebotar de aquí para allá como una bola de pinball. Empezaba a ver las cabezas de Lyon y Natsu, así que seguí abriéndome paso hacia adelante.

Cuando por fin alcancé la primera fila, Lyon cogió a Natsu con sus fuertes brazos e intentó tirarlo al suelo. Cuando Lyon se inclinó hacia atrás con el movimiento, Natsu estrelló la rodilla contra la cara de su rival. Sin darle tiempo a recuperarse del golpe, Natsu lo atacó; sus puños alcanzaron la cara ensangrentada de Lyon una y otra vez. Cinco dedos se hundieron en mi brazo y me eché hacia atrás.

—¿Qué demonios estás haciendo, Lucy?— preguntó Jellal.

—¡No veo nada desde ahí atrás!— grité.

Me volví justo a tiempo para ver a Lyon lanzar un puñetazo. Natsu se giró y por un momento pensé que solo había evitado el golpe, pero dio una vuelta completa, hasta clavar el codo derecho en el centro de la nariz de Lyon. La sangre me roció la cara y la salpicó la parte superior de mi chaqueta. Lyon cayó al suelo de cemento con un ruido sordo y en un instante la sala se quedó en completo silencio.

Gajeel lanzó un pañuelo de tela escarlata sobre el cuerpo sin fuerzas de Lyon y la multitud estalló. El dinero cambió de manos una vez más y las expresiones se dividieron entre la suficiencia y la frustración. El vaivén de la gente me zarandeaba. Erza me llamó desde algún punto de la parte de atrás, pero yo estaba hipnotizada por el rastro color rojo que iba del pecho a la cintura. Unas botas negras y pesadas se pararon frente a mí, desviando mi atención hacia el suelo. Mis ojos volaron hacia arriba: tejanos manchados de sangre, unos abdominales bien cincelados, un torso desnudo, tatuado, empapado de sudor y, finalmente, unos cálidos ojos jade. Alguien me empujó por detrás y Natsu me tomó por el brazo antes de que cayera hacia adelante.

—¡Eh! ¡Alejaos de ella!— exclamó Natsu, con el ceño fruncido mientras apartaba a cualquiera que se me acercase.

Su expresión seria se fundió en una sonrisa al ver mi ropa y luego me secó la cara con una toalla.

—Lo siento, Coneja.

Gajeel le dio a Natsu unas palmaditas en la cabeza.

—Vamos, Salamander! ¡Tu dinero te espera!

Sus ojos no se apartaron de los míos.

—Vaya, qué lástima lo de la chaqueta. Te queda bien.

Acto seguido, fue engullido por sus fans y desapareció tal y como había llegado.

—¿En qué pensabas, idiota?— gritó Erza, tirándome del brazo.

—He venido aquí para ver una pelea, ¿no?— sonreí.

—Lucy, ni siquiera deberías estar aquí— me regañó Jellal.

—Erza tampoco— le contesté.

—¡Ella no intenta meterse en el ring!— dijo frunciendo el ceño— Vámonos.

Erza me sonrió y me limpió la cara.

—Eres un grano en el culo, Lucy. Dios, ¡cómo te quiero!.

Me rodeó el cuello con el brazo y nos abrimos paso en dirección a las escaleras y hacia la noche.

Erza me acompañó hasta mi cuarto y luego se burló de Evergreen, mi compañera de habitación. Enseguida me quité la rebeca ensangrentada y la arrojé al cesto de ropa sucia.

—Qué asco ¿Dónde has estado?— preguntó Evergreen desde su cama.

Miré a Erza, quien se encogió de hombros.

—Ha sangrado por la nariz. ¿Nunca has visto uno de los famosos sangrados de nariz de Lucy?— Evergreen se puso las gafas y negó con la cabeza— Seguro que lo harás.

Me guiñó un ojo y luego cerró la puerta tras ella.

Menos de un minuto después, sonó mi móvil. Como de costumbre, Erza me enviaba un SMS a los pocos segundos de habernos despedido.

M kedo cn jell, t veo mñn reina dl ring

Le eché una ojeada a Evergreen, quien me miraba como si mi nariz fuera a chorrear de un momento a otro.

—Era broma— le dije.

Evergreen asintió con indiferencia y luego bajó la mirada hacia los libros desordenados sobre su colcha.

—Creo que voy a darme una ducha— dije mientras cogía una toalla.

—Avisaré a los medios de comunicación— ironizó Evergreen, sin levantar la cabeza.


Al día siguiente, Jellal y Erza comieron conmigo. Yo tenía toda la intención se sentarme sola, pero, a medida que los estudiantes empezaron a llenar la cafetería, tanto los compañeros de fraternidad de Jellal como los del equipo de fútbol ocuparon las sillas a mi alrededor. Algunos de ellos habían estado en la pelea, pero ninguno mencionó mi experiencia al borde del cuadrilátero.

—Jellal— llamó una voz de paso.

Jellal asintió con la cabeza; Erza y yo nos dimos la vuelta y vimos a Natsu mientras tomaba asiento al final de la mesa. Dos exuberantes peliblancas lo seguían. Una de ellas se sentó en el regazo de Natsu, mientras que la otra se sentó junto a él y aprovechó para toquetearle la camisa.

—Me están entrando ganas de vomitar— murmuro Erza.

La peliblanca del regazo de Natsu se volvió hacia ella.

—Te he oído, guarra.

Erza agarró su bocadillo, lo lanzó al otro lado de la mesa y estuvo a punto de alcanzar la cara de la chica. Antes de que esta pudiera decir una palabra más, Natsu relajó las rodillas y la mandó directa al suelo.

—¡Ay!— chilló ella, levantando la mirada hacia Natsu.

—Erza es amiga mía. Tendrás que buscarte otro regazo, Lisanna.

—¡Natsu!— gimió la chica mientras se ponía de pie.

Natsu volvió su atención al plato, ignorándola. Ella miró a su hermana y resopló, luego las dos se fueron cogidas de la mano. Como si nada hubiera pasado, Natsu le guiñó el ojo a Erza y engulló otro bocado. Fue entonces cuando me di cuenta de un pequeño corte en su ceja. Intercambió miradas con Jellal y después se puso a hablar con un chico del equipo de fútbol que tenía enfrente.

Cuando la mesa se despejó, Erza, Jellal y yo nos quedamos a hablar sobre los planes para el fin de semana. Natsu se levantó para irse, pero se detuvo en la cabecera de nuestra mesa.

—¿Qué?— preguntó Jellal en voz alta, llevándose una mano al oído.

Traté de ignorarlo todo lo que pude, pero, cuando levanté la mirada, Natsu tenía los ojos clavados en mí.

—Ya la conoces, Natsu. ¿Te acuerdas de la mejor amiga de Erza? Estaba con nosotros anoche— dijo Jellal.

Natsu me sonrió con lo que supuse que debía ser su sonrisa más encantadora. Rezumbaba sexo y rebeldía con su pelo alborotado y rosa y los brazos tatuados, y yo puse los ojos en blanco frente a su intento de seducción.

—¿Desde cuándo tienes una mejor amiga, Erza?— preguntó Natsu.

—Desde tercero de secundaria— contestó ella, apretando los labios mientras sonreía hacia mí.

—¿No te acuerdas, Natsu? Le estropeaste la chaqueta.

Natsu sonrió.

—Estropeo mucha ropa.

—Asqueroso— murmuré.

Natsu giró la silla vacía a mi lado y se sentó, apoyando los brazos delante.

—Así que tú eres Coneja, ¿eh?

—No— dije bruscamente— tengo un nombre.

El modo en que me dirigía a él parecía divertirlo, y eso solo hizo que me enfadara más.

—¿Ah sí? ¿Y cuál es?— preguntó.

Lo ignoré y di un mordisco al último trozo de manzana que me quedaba.

—Entonces te llamas Coneja— dijo, encogiéndose de hombros.

Miré a Erza y luego me volví hacia Natsu.

—Oye, estoy tratando de comer.

Natsu respondió al desafío que le había lanzado poniéndose más cómodo.

—Me llamo Natsu. Natsu Dragneel.

Puse los ojos en blanco.

—Sé quién eres.

—Lo sabes, ¿eh?— dijo Natsu, levantando la ceja herida.

—No te hagas ilusiones, es difícil no enterarse cuando hay cincuenta borrachos gritando tu nombre.

Natsu se incorporó un poco.

—Eso me pasa a menudo.

Volví a poner los ojos en blanco y Natsu se echó a reír.

—¿Tienes un tic?

—¿Un qué?

—Un tic, tus ojos no dejan de dar vueltas— se rio de nuevo cuando lo fulminé con la mirada— Aunque lo cierto es que tienes unos ojos alucinantes— dijo, inclinándose a escasos centímetros de mi cara— A ver… ¿De qué color son? ¿Chocolate?

Bajé la mirada al plato, dejando que los largos mechones de mi pelo color rubio formaran una cortina entre nosotros. No me gustaba como me hacía sentir al estar tan cerca. No quería ser como todas esas chicas de Fairy Tail que se ponían coloradas en su presencia. No quería que, de ninguna manera, tuviera ese efecto sobre mí.

—Ni lo sueñes, Natsu. Es como si fuera mi hermana— le advirtió Erza.

—Cariño— dijo Jellal— acabas de decirle que no lo haga, ahora no va a parar.

—No eres su tipo— continuó ella, ignorando a su novio.

Natsu fingió estar ofendido.

—¡Soy el tipo de todas!

Miré hacia él y sonreí.

—¡Ah! Una sonrisa, al final, no seré un cabrón de cojones— dijo guiñando un ojo— Ha sido un placer conocerte, Coneja.

Dio una vuelta alrededor de la mesa y se inclinó hacia el oído de Erza.

Jellal le lanzó una patata frita a su primo.

—¡Aparta tus labios de la oreja de mi chica, Natsu!

—¡Solo estoy estableciendo contacto!

Natsu retrocedió, con las manos arriba y gesto inocente. Unas chicas lo siguieron, soltando risitas y pasándose los dedos por el pelo para llamar su atención. Él les abrió la puerta y ellas casi chillaron de placer.

Erza se echó a reir.

—Oh no, estás en apuros, Lucy

—¿Qué te ha dicho?— pregunté, desconfiada.

—Quiere que la lleves a casa, ¿verdad?— dijo Jellal.

Erza asintió y él negó con la cabeza.

—Eres una chica inteligente Lucy. Ahora bien, si caes en su puto juego y acabas cabreándote con él, no la pagues conmigo o con Erza ¿vale?.

Sonreí.

—A mi no me pasará, Jellal ¿ Acaso me has tomado por uno de esos clones de barbie?

—No, a ella no le va a pasar— le aseguró Erza, tocándole el brazo.

—No sería la primera vez, Erza ¿ Sabes cuantas veces me ha jodido las cosas por acostarse con la mejor amiga de alguien? De pronto salir conmigo es un conflicto de intereses, ¡porque sería confraternizar con el enemigo! Te lo advierto, Lucy— dijo mirándome— no le pidas a Erza que deje de verme porque te creas las gilipolleces de Natsu, date por avisada.

—No hacía falta, pero te lo agradezco— dije

Intenté tranquilizarlo con una sonrisa, pero su pesimismo era el resultado de años de decepciones causadas por las jugarretas de Natsu.


Erza me saludó con la mano y se fue con Jellal, mientras yo me encaminaba a la clase de la tarde. Entrecerré los ojos ante el resplandor del sol y agarré las correas de mi mochila. Fairy Tail era exactamente lo que yo esperaba; desde las aulas más pequeñas hasta las caras desconocidas. Para mí era un nuevo comienzo; finalmente podía ir caminando a algún sitio sin tener que aguantar los susurros de quienes lo sabían todo, o creían saberlo, sobre mi pasado. Era igual que los demás estudiantes de primero que se iban a clase con los ojos bien abiertos y ansiosos por aprender; nada de miradas, rumores, lástima o reprobación. Solo la impresión que yo quería causar: Lucy Heartfilia, seria y vestida de cachemira.

Dejé la mochila en el suelo y me derrumbé en la silla antes de agacharme para sacar mi portátil del bolso. Cuando me incorporé para dejarlo en la mesa, Natsu se sentó en la mesa de al lado.

—Bien, puedes tomar apuntes por mí— dijo.

Mordió el bolígrafo que llevaba en la boca y lució su mejor sonrisa.

Lo miré con desprecio.

—Ni siquiera estás en esta clase.

—Cómo que no, suelo sentarme allí, en el fondo— dijo, y señaló con la cabeza la fila de arriba, un pequeño grupo de chicas me miraba fijamente y vi una silla vacía en medio.

—No voy a tomar apuntes por ti— aclaré mientras encendía el portátil.

Natsu se inclinó de tal manera que podía sentir su aliento sobre mi mejilla.

—Lo siento…¿he dicho algo que te ofenda?— suspiré y negué con la cabeza— entonces, ¿Qué problema tienes?

Mantuve la voz baja.

—No voy a acostarme contigo, deberías dejarlo ya.

Una sonrisa cruzó lentamente su cara antes de hablar.

—No te he pedido que te acostaras conmigo— se quedó pensando, mirando fijamente el techo— ¿verdad?

—No soy un clon de Barbie o una de tus groupies de allí— le dije mientras echaba un vistazo a las chicas de atrás— No me impresionas con tus tatuajes, tus encantos o tu indiferencia estudiada ¿Por qué no dejas ya tus numeritos?

—De acuerdo, coneja— Era totalmente inmune a mis cortes— ¿Por qué no te vienes con Erza esta noche?

Me reí de su petición, pero él se acercó más.

—No intento pillar cacho contigo, solo quiero pasar el rato.

—¿Pillar cacho? ¿Cómo consigues acostarte con alguien si le hablas de esta manera?

Natsu se echó a reír, sacudiendo la cabeza.

—Ven y ya está, ni siquiera flirtearé contigo, te lo prometo.

—Me lo pensaré

El profesor Jura entró pausadamente, y Natsu volvió la mirada al frente del aula con una sonrisa esbozada, que permanecía en su rostro, le marcaba un hoyuelo en la mejilla. Cuanto más sonreía, más ganas tenia de odiarlo y, aun así, eso era precisamente lo que me hacía imposible odiarlo.

—¿Alguien sabe decirme que presidente tenía una mujer bizca que padecía de feítis aguda?— preguntó Jura

—Asegúrate de tenerlo apuntado— susurró Natsu— me hará falta para las entrevistas de trabajo.

—¡Shh!— dije mientras tecleaba cada palabra de Jura.

Natsu sonreía relajado en su silla, durante el tiempo que duró la clase, bostezaba o se apoyaba en mi brazo para mirar la pantalla. Traté de ignorarlo con todas mis fuerzas, pero su proximidad y los músculos abultados de su brazo me lo ponían difícil. Después, se puso a juguetear con la pulsera de cuero negro de su muñeca hasta que Jura nos dejó marchar. Salí corriendo por la puerta y atravesé el pasillo. Justo cuando ya me sentía a una distancia segura, Natsu Dragneel apareció a mi lado.

—¿Te lo has pensado?— preguntó mientras se colocaba las gafas de sol.

Una chica rubia se plantó delante de nosotros, con los ojos como platos y llenos de esperanza.

—Hola Natsu— canturreó mientras jugaba con su pelo.

Me detuve, intentando esquivar su voz melosa, y se fue andando después de rodearla. Ya la había visto antes, hablando de manera normal en las zonas compartidas de los dormitorios de las chicas: Jenny Realight. Su tono de voz entonces parecía mucho más maduro y me pregunté porque creería que a Natsu le parecería atractiva esa vocecita de niña. Balbuceó en una octava un poco más alta, hasta que él volvió a ponerse a mi lado.

Después de sacar un mechero del bolsillo, se encendió un cigarrillo y soltó una espesa nube de humo.

—¿Por dónde iba? Ah, si… estabas pensando.

Hice una mueca.

—¿De qué estás hablando?

—¿Has decidido si vas a venir?

—Si digo que si ¿dejaras de seguirme?

Consideró mi condición y después asintió.

—Si

—Entonces iré

—¿Cuándo?

Solté un suspiro.

—Esta noche…Iré esta noche.

Natsu sonrió y se detuvo en seco.

—Genial, nos vemos luego Conejita.

Doblé la esquina y me encontré a Erza de pie con Gray fuera de nuestro dormitorio. Los tres habíamos acabado en la misma mesa en la sesión de orientación para los estudiantes de primer año, y sabia que sería la tercera rueda de nuestra bien engrasada maquina. No era excesivamente alto pero me superaba, tenía el cabello azul oscuro y normalmente lo traía alborotado.

—¿Natsu Dragneel? Por dios Lucy ¿desde cuándo te aventuras por aguas tan peligrosas?— dijo Gray con mirada de desaprobación.

Erza se sacó el chicle de la boca formando un largo hilo.

—Si intentas ahuyentarlo solo vas a empeorar las cosas, no está acostumbrado a eso.

—¿Y qué sugieres que haga? ¿Acostarme con él?

Erza se encogió de hombros.

—Ahorraría tiempo.

—Le he dicho que iría a su casa esta noche.

Gray y Erza intercambiaron miradas.

—¿Qué?

—Me prometió que dejaría de darme lata si decía que si, tu estarás en su casa esta noche ¿No?

—Pues si— dijo Erza— ¿de verdad vas a venir?

Sonreí y los dejé para entrar a los dormitorios, preguntándome si Natsu haría honor a su promesa de no flirtear conmigo. No era difícil calarlo; o bien me veía como un reto o como lo suficientemente poco atractiva como para ser buena amiga. No estaba segura de que opción me molestaba más.

Cuatro horas después, Erza llamó a mi puerta para llevarme a casa de Jellal y Natsu. Cuando salí al pasillo, no se contuvo.

—¡Puf, Lucy! ¡Pareces una sin techo!

—Bien— dije sonriendo por mi conjunto.

Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo. Me había quitado el maquillaje y me había cambiado las lentillas por gafas de montura negra rectangular, llevaba una camiseta raída y pantalones de chándal y andaba con un par de chanclas. Unas horas antes se me había ocurrido que lo mejor, en cualquier caso, era ir lo menos atractiva posible, si todo iba según lo previsto, las ansias de Natsu se calmarían al instante y dejaría a un lado su ridícula persistencia. Si buscaba ser mi colega, seguiría siendo demasiado joven para dejarse ver conmigo.


Erza bajó la ventanilla y escupió el chicle.

—Está tan claro lo que haces…¿Por qué no te revuelcas directamente en mierda de perro para completar tu vestimenta?

—No intento impresionar a nadie— dije

—Obviamente.

Nos detuvimos en el aparcamiento del complejo de apartamentos de Jellal y seguí a Erza hasta las escaleras. Jellal abrió la puerta y se rio cuando entré.

—¿Qué te ha pasado?

—Intentar estar poco impresionante— dijo Erza

Erza siguió a Jellal a su habitación, la puerta se cerró y me quedé sola; me sentía fuera de lugar. Me acomodé en el sillón reclinable que estaba más cerca de la puerta y me quité las chanclas.

Estéticamente, su apartamento era más agradable que el típico piso de solteros, en las paredes estaban colgados los predecibles posters de mujeres medio desnudas y letreros de calles robados, pero estaba limpio, los muebles eran nuevos y no olía ni a cerveza putrefacta ni a ropa sucia.

—Ya iba siendo hora de que aparecieras— dijo Natsu mientras se dejaba caer en el sofá.

Sonreí, me subí las gafas sobre la nariz y esperé a que él se burlara de mi aspecto.

—Erza tenía que acabar un trabajo.

—Hablando de trabajos, ¿has empezado ya el de historia?

Mi pelo enmarañado ni siquiera le hizo pestañear y fruncí el ceño por su reacción.

—¿Tu si?

—Lo he acabado esta tarde

—No hay que entregarlo hasta el miércoles que viene— dije, sorprendida.

—Pues yo acabo de rematarlo ¿Qué dificultad hay en un ensayo de dos páginas sobre Grant?

—Supongo que yo lo dejo todo para el último momento— admití, encogiéndome de hombros— Probablemente no lo empiece hasta el fin de semana.

—Bueno, si necesitas ayuda, no tienes más que decírmelo.

Esperé a que se riera o diera alguna señal de que estaba bromeando, pero lo decía con sinceridad.

Levanté una ceja.

—¿Tú vas a ayudarme con ese artículo?

—Tengo un sobresaliente en esa asignatura— dijo él, un poco ofendido por mi incredulidad.

—Tiene sobresalientes en todas sus asignaturas, es un puñetero genio. Lo odio— dijo Jellal, mientras conducía a Erza al salón de la mano.

Observé a Natsu con una expresión de duda y levantó las cejas.

—¿Qué? ¿Acaso crees que un tío cubierto de tatuajes y que pega puñetazos para ganarse la vida no puede sacar buenas notas? No estoy en la universidad porque no tenga nada mejor que hacer.

—Entonces ¿Por qué tienes que pelear? ¿Por qué no intentaste pedir una beca?— pregunté

—Lo hice, y me concedieron la mitad de la matricula, pero hay libros, gastos diarios y tengo que pagar la otra mitad en algún momento. Lo digo en serio, coneja, si necesitas ayuda con algo, no tienes más que pedírmelo.

—No necesito que me ayudes, sé escribir un ensayo.

Quería dejarlo así, debería haberlo hecho, pero aquella nueva faceta suya que se había revelado me picaba la curiosidad.

—¿Y no puedes encontrar otro modo de ganarte la vida? Menos, no sé, ¿sádico?

Natsu se encogió de hombros.

—Es una forma fácil de ganarse la vida, no puedo ganar tanto dinero en el centro comercial.

—No diría que encajar golpes en la cara sea fácil.

—¿Cómo? ¿Te preocupas por mi?— preguntó parpadeando por la sorpresa.

Torcí el gesto y él se rió

—No me alcanzan muy a menudo, si intentan pegarme, me muevo. No es tan difícil.

Solté una carcajada.

—Actúas como si nadie más hubiera llegado a esa conclusión.

—Cuando doy un puñetazo, lo encajan e intentan responder, así no se ganan las peleas.

Puse los ojos en blanco.

—¿Quién eres? ¿Karate kid? ¿Dónde aprendiste a pelear?

Jellal y Erza se miraron y agacharon la cabeza, no tardé mucho en darme cuenta de que había metido la pata.

Natsu no parecía afectado.

—Mi padre tenía problemas con la bebida y mal carácter, y además mis cuatro hermanos mayores llevaban el gen cabrón.

—¡Oh!— me ardían las orejas.

—No te avergüences, coneja. Papá dejó de beber y mis hermanos crecieron.

—No me avergüenzo— dije, mientras jugueteaba con los mechones sueltos de pelo y decidía arreglármelo y hacerme otra cola para intentar ignorar el incomodo silencio.

—Me gusta el estilo natural que llevas hoy, las chicas no suelen aparecerse así por aquí.

—Me obligaste a venir, y además no pretendía impresionarte— dije molesta, porque mi plan hubiera fallado.

Puso su sonrisa de niño pequeño y aumenté mi enfado en un grado con la esperanza de disimular mi incomodidad. No sabía cómo se sentían la mayoría de las chicas con él, pero había visto como se comportaban. Yo estaba experimentando una sensación más cercana a la nausea y a la desorientación que al enamoramiento tonto y cuanto más intentaba él hacerme sonreír, mas incomoda me sentía yo.

—Ya estoy impresionado, normalmente no tengo que suplicar a las chicas que vengan a mi apartamento.

—Claro— dije, torciendo el gesto por el asco.

Era el peor tipo de petulante. No solo era descaradamente consciente de su atractivo, sino que estaba tan acostumbrado a que las mujeres se le lanzaran al cuello que mi comportamiento distante le resultaba refrescante en lugar de un insulto. Tendría que cambiar de estrategia.

Erza señaló la televisión y la encendió.

—Dan una buena peli esta noche ¿Alguien quiere descubrir donde esta Baby Jane?

Natsu se levantó.

—Justo ahora pensaba salir a cenar ¿tienes hambre Coneja?

—Ya he comido— respondí indiferente.

—No, que va— dijo Erza antes de darse cuenta de su error— oh… eh… es verdad, olvidaba que te has zampado una ¿pizza? Antes de irnos.

Puse una mueca de exasperación ante su deprimente intento de arreglar su metedura de pata y esperé la reacción de Natsu.

Cruzó la habitación y abrió la puerta.

—Vamos, tienes que estar hambrienta.

—¿Adónde vas?

—A donde tú quieras, podemos ir a una pizzería.

Bajé la mirada a mi ropa.

—La verdad es que no estoy vestida apropiadamente.

Se detuvo un momento a evaluarme y después se rió.

—Estas bien, vámonos, me muero de hambre.

Me levanté y me despedí de Erza con la mano, adelantando a Natsu para bajar las escaleras. Me detuve en el aparcamiento, observando con horror como cogía una moto de color negro.

—Uf..—solté encogiendo los dedos de los pies desnudos.

Me lanzó una mirada.

—Venga, sube. Iré despacio.

—¿Qué es eso?— pregunté, leyendo demasiado tarde lo que ponía en el depósito de combustible.

—Es una Harley Night Rod, es el amor de mi vida, así que no arañes la pintura cuando te subas.

—¡Pero si llevo chanclas!

Natsu se quedó mirando como si hablara en algún idioma extranjero.

—Y yo botas, ¡venga, sube!

Se puso las gafas de sol y el motor rugió cuando le infundió vida. Me subí y busqué detrás de mi algún sitio al que agarrarme, pero mis dedos se deslizaron desde el cuero a la tapa de plástico de la luz trasera.

Natsu me cogió de las muñecas y me hizo abrazarlo por la cintura.

—No hay nada a lo que agarrarse, solo yo Coneja. No te sueltes— dijo al tiempo que empujaba la moto hacia atrás con los pies.

Con un giro de muñeca, puso rumbo hacia la calle y salió despedido como un cohete, los mechones de pelo que llevaba sueltos me golpearon la cara, y me agaché detrás de Natsu, sabiendo que acabaría con bichos aplastado en las gafas si miraba por encima de su hombro.

Pisó el acelerador al llegar al camino del restaurante y en cuanto se detuvo, no tardé ni un minuto en bajar a la seguridad del cemente.

—¡Estás chiflado!

Natsu se rió mientras apoyaba la moto sobre su soporte antes de desmontar.

—Pero si he respetado el límite de velocidad…

—¡Si, si hubiéramos ido por una autopista!— dije mientras me soltaba la cola de caballo para deshacerme los enredones con los dedos.

Natsu observó cómo me retiraba el pelo de la cara y después se encaminó hacia la puerta y la mantuvo abierta.

—No dejaría que te pasara nada malo Coneja.

Entré furiosa en el restaurante, aunque mi cabeza todavía no se había sincronizado con los pies. El aire se lleno de olor a grasa y hierbas aromáticas cuando lo seguí por la moqueta roja salpicada de migajas de pan. Eligió una mesa con bancos en la esquina, lejos de los grupos de estudiantes y familias, y después pidió dos cervezas. Eché un vistazo al local: observé a los padres obligando a sus bulliciosos hijos a comer y esquivé las inquisitivas miradas de los estudiantes de Fairy Tail.

—Claro, Natsu— dijo la camarera, apuntando nuestras bebidas.

Parecía un poco alterada por su presencia cuando regresó a la cocina. Repentinamente avergonzada por mi apariencia, me recogí detrás de las orejas los mechones de pelo que el viento había hecho volar.

—¿Vienes aquí a menudo?— pregunté mordazmente.

Natsu apoyó los codos en la mesa y clavó sus ojos jade en los míos.

—Y bien, ¿Cuál es tu historia, coneja? ¿Odias a los hombres en general, o solo a mí?

—Creo que solo a ti— gruñí.

Soltó una carcajada: mi mal humor le divertía.

—No consigo acabar de entenderte, eres la primera chica a la que le he dado asco antes de acostarse conmigo, no te aturrullas cuando hablas conmigo ni intentas atraer mi atención.

—No es ningún tipo de treta, simplemente no me gustas.

—No estarías aquí si no te gustara.

Mi entrecejo se relajó involuntariamente y suspiré.

—No he dicho que seas mala persona, simplemente no me gusta que saquen conclusiones de cómo soy por el mero hecho de tener vagina.

Centré mi atención en los granos de sal que había sobre la mesa hasta que oí que Natsu se atragantaba.

Abrió los ojos como platos y se agitó con carcajadas que parecían aullidos.

—¡Oh, dios mío! ¡Me estas matando! Ya está, tenemos que ser amigos, y no acepto un no por respuesta.

—No me importa que seamos amigos, pero eso no implica que tengas que intentar meterte en mis bragas cada cinco segundos.

—No vas acostarte conmigo, lo pillo— intenté no sonreír, pero fracasé. Se le iluminó la mirada— Tienes mi palabra. Ni siquiera pensaré en tus bragas…, a menos que quieras que lo haga.

Hinqué los codos en la mesa y apoyé mi peso en ellos.

—Y eso no pasará, así que podemos ser amigos.

Una sonrisa traviesa afiló sus rasgos mientras se acercaba un poco más.

—Nunca digas de esta agua no beberé.

—Bueno ¿y cuál es tu historia?— pregunté— ¿siempre has sido Natsu Salamander Dragneel, o te bautizaron así cuando llegaste aquí?

Hice un gesto con dos dedos de cada mano para marcar unas comillas cuando dije su apodo, y por primera vez su confianza flaqueó. Parecía un poco avergonzado.

—No, Gajeel empezó con eso después de mi primera pelea.

Sus respuestas cortas comenzaban a fastidiarme.

—¿Ya está? ¿No vas a contarme nada más sobre ti?

—¿Qué quieres saber?

—Lo normal. De donde eres, que quieres ser cuando seas mayor…cosas así.

—He nacido aquí y aquí me he criado. Y estoy especializándome en justicia criminal.

Con un suspiro, desenvolvió los cubiertos y los puso al lado de su plato. Miró por encima del hombro, con la mandíbula tensa. A dos mesas de distancia, el equipo de futbol de Fairy Tail estalló en carcajadas, y Natsu pareció molestarse por el objeto de sus risas.

—Estás de broma— dije sin poder creer lo que había dicho.

—No, soy de aquí— dijo él distraído.

—Me refiero a tu licenciatura, no pareces el tipo de chico que se especializa en derecho penal.

Juntó las cejas, repentinamente centrado en nuestra conversación.

—¿Por qué?

Repasé los tatuajes que le cubrían el brazo.

—Diré simplemente que no te pega lo de derecho penal.

—No me meto en problemas… la mayor parte del tiempo. Papá era bastante estricto.

—¿Y tu madre?

—Murió cuando yo era niño— comentó con total naturalidad.

—Lo.. lo siento— dije, sacudiendo la cabeza.

Su respuesta me pilló desprevenida, rechazó mi simpatía.

—No la recuerdo, mis hermanos sí, pero yo solo tenía tres años cuando murió.

—Cuatro hermanos ¿eh? ¿Cómo los distinguías?

—Los distinguía según quien golpeaba más fuerte, que resultó coincidir con el orden de sus edades Macao, los gemelos… Laxus y Gildarts, después Romeo. Es mejor que nunca te quedes a sola en una habitación con Laxus y Gildarts. Aprendí de ellos la mitad de lo que hago en el Círculo. Romeo era el más pequeño, pero también el más rápido. Ahora es el único que podría darme un puñetazo.

Sacudí la cabeza, aturdida por la idea de cinco Natsus correteando por una sola casa.

—¿Y todos llevan tatuajes?

—Si, menos Macao, trabaja como ejecutivo en Onibus.

—¿Y tu padre? ¿Dónde está?

—Anda por aquí— dijo él.

Volvía a apretar las mandíbulas, cada vez mas irritado con el equipo de futbol.

—¿De qué se ríen?— le pregunté, señalando la ruidosa mesa.

Sacudió la cabeza, era evidente que no quería compartirlo. Me crucé de brazos, sin saber cómo estar en mi asiento, nerviosa por lo que estarían diciendo que tanto le molestaba—Dímelo.

—Se están riendo de que te haya traído a comer, primero. No suele ser mi… rollo.

—¿Primero?— cuando caí en la cuenta de a qué se refería, Natsu se rió de mi expresión. Entonces, hablé sin pensar— Yo que temía que se estuvieran riendo de que te vieran con alguien vestido así… y resulta que piensan que me voy a acostar contigo— farfullé.

—¿Por qué no iban a tener que verme contigo?

—¿De que estábamos hablando?— pregunté intentando ocultar el calor que sentía en mis mejillas.

—De ti. ¿En qué te vas a especializar?— preguntó él

—Oh, eh…, por ahora estoy en las asignaturas comunes, todavía no me he decidido, pero me inclino hacia la contabilidad.

—Pero no eres de aquí.

—No, soy de Hargeon. Igual que Erza.

—¿Y cómo acabaste aquí si vivías en Hargeon?

Tiré de la punta de la etiqueta de mi botella de cerveza.

—Simplemente tuvimos que escaparnos.

—¿De qué?

—De mis padres.

—Ah. ¿Y Erza? ¿También tiene problemas con sus padres?

—No, Macarov y Mavis son geniales. Prácticamente me criaron. En cierto modo, me siguió; no quería que viniera aquí sola.

Natsu asintió.

—Bueno, ¿y porque Fairy Tail?

—¿A qué viene este tercer grado?— dije.

Las preguntas estaban pasando de lo trivial a lo personal y empezaba a sentirme incomoda.

Varias sillas se entrechocaron cuando el equipo de futbol dejó sus asientos. Soltaron un último chiste antes de empezar a caminar hacia la puerta. Cuando Natsu se levantó, rápidamente apretaron el paso, los que estaban al final del grupo empujaron a los de adelante para escapar antes de que Natsu cruzara el local. Volvió a sentarse, obligándose a dejar de lado la frustración y el enfado.

Levanté una ceja.

—Ibas a decirme porque elegiste Fairy Tail— me apremió

—Es difícil de explicar— respondí, encogiéndome de hombros— Supongo que me pareció una buena opción.

Sonrió al abrir el menú.

—Sé a qué te refieres.


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