La música retumbaba por todo el lugar. Sentía su cuerpo invadido por las fuertes ondas sonoras que viajaban a su alrededor, y que se estrellaban en cada rincón. La oscuridad no era completa, destellaban luces intermitentes que hacían un poco difícil la visibilidad. Sentía el ambiente pesado y caluroso, en pocas palabras: incómodo. Fuera de lugar sería otra manera de expresarlo. Además, estaban las persistentes miradas de las chicas, a las que no estaba acostumbrado; sobretodo cuando aún vivía en el tranquilo pueblo de Karakura y no frecuentaba ése tipo de lugares.
Sólo se preguntaba una y otra vez porqué había aceptado ir. Porque con ésta eran ya tres veces que se metía en ese horrible antro llamado "Freeway", que estaba muy de moda entre los chicos de su edad. Nunca le había interesado estar en esos lugares; no porque fuera puritano, más bien, porqué no le gustaba bailar. Y más del 90% de lo que se hacía ahí era eso; lo demás era ligar (en lo que tampoco era bueno), tomar e intentar platicar a gritos con el de junto.
Fue idea de Inoue. Tatsuki la apoyó. Mizuiro y Asano iban de buena gana a ver que pescaban. Mientras que sus otros dos compañeros, Chad e Ishida, al igual que él se veían obligados a asistir.
Ishida se acercó a su novia para besarla, e Ichigo no pudo evitar que en su interior algo se removiera. Había tratado de muchas maneras de superarlo, y aunque poco a poco se estuviera haciendo menos difícil, el sentimiento no se desvanecía. Igual que pasaba con su primer amor, aunque el tiempo, en ese caso, le había ayudado mucho.
Después de saludarse, buscaron una mesa donde acomodarse. Él solo se quedaba sentado, aunque algunas chicas temerarias se atrevieran a invitarlo a bailar, él se negaba respetuosamente e intentaba escuchar la conversación de sus amigos, mientras tomaba de los exóticos tragos que se preparaban en el bar.
Las reuniones se llevaban a cabo casi cada fin de semana. Había ocasiones en que alguno de ellos faltaba debido a los deberes de la Universidad, o por otros motivos. Pero intentaban no perder el contacto. Les unía más que una simple amistad, sino el hecho de haber pasado más de una dificultad hombro con hombro. Por eso cuando todos hablaron de ir a estudiar a la gran ciudad de Tokio, aunque en diferentes facultades e instituciones, prometieron que pasara lo que pasara seguirían viéndose periódicamente.
Fue un gran cambio, al menos para él. Tuvo que mudarse, encontrar un trabajo de medio tiempo, buscar un lugar para vivir, alejarse de su familia. Al menos tenía a sus amigos cerca, eso era lo que le consolaba y le daba confianza. Además contaba con las visitas ocasionales de Rukia, quien desde su reencuentro había decidido mantenerse en contacto como mensajera de la ss.
A veces ella también les acompañaba, cuando su trabajo se lo permitía, casi siempre junto a su esposo Renji. Todos se alegraban de ver a la pareja, habían pasado tantas cosas y seguían viniendo a pasar un rato con los compañeros de batalla, aunque éstos estuvieran pensando más en los exámenes, trabajos y lecturas por realizar.
Pero ésta noche no habían asistido. Por eso los sentimientos de Kurosaki estaban jugandóle una mala pasada. Al menos cuando Rukia lo acompañaba se sentía un poco más calmado, ella y Renji le ayudaban a distraerse; pues ambos sabían lo que le pasaba.
Ahora pensaba que hubiera podido haber inventado cualquier excusa para no ir, Inoue no lo hubiera cuestionado. Pero al parecer se estaba volviendo adicto a esos celos, al efecto que tenía, al sentirse simplemente miserable. Saber que lo que quería nunca sería suyo por más que luchara; era imposible hacerlo sin causar más daño. Él que desde la muerte de su madre se había propuesto pelear sin rendirse por aquello que amaba, tuvo que soportar una y otra vez que el universo le viniera a echar en cara lo débil que era.
Había pasado casi un año, pero parecía que se aferraba a que aquella persona recapacitara y todo fuera diferente, con el plus de que mágicamente nadie saliera herido. Era simplemente fantasioso, pero era lo que deseaba.
Rukia y Renji, su par de confidentes, insistían en que siguiera adelante, que conociera nuevas personas, saliera a nuevos lugares, se dejara enamorar de nuevo, etc. Lo estaba intentando pero no parecía funcionar, o tal vez él mismo lo arruinaba con su actitud negativa e inconscientemente.
Después de torturarse un par de horas, decidió irse dando como excusa que se le había olvidado hacer un trabajo y era para entregar el lunes. Sus amigos se mostraron comprensivos y no hicieron más preguntas.
Hizo el camino a su departamento solo. Cuando entró se sintió más relajado, si no los veía toda la semana se le olvidaría aquél asunto. Sólo tenía que concentrarse en las clases y los trabajos, incluso podía salir con sus compañeros de generación a tomar unas copas. Ya había tenido su dosis suficiente de pensamientos deprimentes por hoy.
