Ha pasado una semana desde que Jane volvió al CBI y a Loralei la metieron en la cárcel con la máxima seguridad posible, esperando a que hable. Lisbon llega a su despacho como cada mañana y encuentra un vaso de café de esos que son para llevar y una nota en la mesa:

¿Qué tal has dormido? Espero que bien. Aquí tienes tu ración de café como cada mañana para recargar tus pilas a tope. ¿Pero por qué no te lo tomas mientras ves las vistas de la ciudad?

Atentamente: Patrick Jane

Lisbon puso una sonrisa de tonta que no podía con ella, y es que Jane podía ser tan romántico a veces… Así que sin más dilación fue al ático para ver las vistas de la ciudad.

- Hola.

- Oh, hola – dijo sentado en una silla y giró la cabeza para saludarla –. Veo que leíste mi mensaje.

- Sí.

- Me alegro que estés aquí – dijo con una sonrisa –. Toma asiento.

- Tenías razón, bonitas vistas. – dijo al sentarse y ver las vistas de la ciudad.

- Sí… la verdad es que me encanta – dijo con mirada puesta en la ciudad –. Aunque de noche es más bonito, a la luz de la luna, con un montón de estrellas.

- Menuda cursilada. – dijo con una sonrisa burlona.

- ¿Cursi? ¿Eso crees? – dijo mirándola con una pequeña sonrisa –. Luego os quejáis de que no hay hombres románticos y cuando los hay les decís esas cosas.

- Era broma, no te pongas así.

- ¿Una broma? Sí claro.

- Bueno mira no me voy a poner a discutir contigo.

- Menuda eres.

- ¿Menuda soy? ¿Y tú? Ahí acostándote con la lagarta de Loralei que al final resultó trabajar para John El Rojo. ¿Perdiste facultades o qué?

- En realidad no. – dijo sin mirarla a los ojos, sino mirando a la calle.

- ¿Cómo? ¿Acaso lo sabías?

- Tuve que hacerlo. – dijo mirándola a los ojos.

- ¿Y por qué?

- Para que mi plan funcionase. Tenía que hacer creer a John El Rojo que había pasado página e incluso me había vuelto loco y convertido en un estafador de nuevo. Yo sabía que Loralei ocultaba algo cuando le conté cosas las cuales una persona normal se asustaría y se iría. Pero ella no se fue, sino que siguió allí e incluso pagó mi fianza.

- Y al final para qué, para nada. Porque tu plan no resultó, como siempre.

- Pues… al parecer… se lo creyó, pero alguien del FBI le dijo que todo esto era una farsa.

- ¿En serio este hombre tiene amigos en el FBI? Ya no te puedes fiar de quién es bueno o es malo.

- Pues sí. Oye – dijo mirándola con tristeza –, lo siento. Lo siento mucho. Perdóname.

- No si… no tienes por qué pedirme perdón, ni que fuéramos pareja. – dijo con ojos llorosos.

- Lo sé, pero no me gusta que nos peleemos.

- Está bien, te perdono. Dime una cosa… pudiendo aprovechar tu oportunidad de coger a John El Rojo, bueno, o al menos verle la cara, aunque lamentablemente fue Wainright quien estaba en el coche, pero creíamos que era John El Rojo. Pero bueno, al grano, ¿por qué no lo hiciste? ¿Qué te lo impidió?

Entonces Jane cogió las manos de ella suavemente y le dio un beso sin dejar de mirar a Lisbon.

- Temía por tu seguridad, Lisbon. Posibilidades de coger a John El Rojo hay muchas, pero pensar que te podía perder… hizo que decidiese no enfrentarme a él. Eres lo más bueno y puro que tengo Teresa, y no quería perderte. – dijo mientras seguía con la mano pegada a la de ella.

Entonces Jane levantó su mano junto a la de ella y las abrieron en el aire pegando ambas palmas para luego entrelazar sus manos.

- Siempre me tendrás aquí, Patrick, siempre. Recuérdalo.

- Lo sé.

Y tras esto una gran sonrisa apareció en el rostro de ambos, pero una llamada al móvil de Lisbon hizo que ese momento mágico terminase.

- Caso nuevo, ¿nos vamos?

- Venga vamos.

Y mientras están caminando Jane le dice a Lisbon lo mucho que echaba de menoa resolver casos.

- Aunque prepárate, porque vuelvo con las pilas recargadas.

- Para darme problemas ¿no?

- ¡Exacto!

- No por Dios otra vez no.

- Oh vamos Lisbon sé sincera, echabas de menos a este Jane, ¿no es así?

- No.

- Venga Lisbon no mientas.

- Está bien... sí…

- ¡Perfecto!

Lisbon soltó una pequeña risa.

- Me encanta verte sonreír así. – dijo con cara de felicidad.

- Y a mí me encanta tenerte de vuelta.

Tras esto siguieron caminando y comentando lo que había pasado en sus vidas durante esos seis meses.