Disclaimer: Pandora Hearts ni sus personajes me pertenecen, desgraciadamente mi nombre no es Jun Mochizuki. Sólo me pertenece esta historia, que es lo que hubiese sucedido si es que la trama hubiese sido mi idea.
Geia! Me he vuelto adicta a subir Multis, ¡se me ha ido de control! De cualquier forma, ya tenía ganas de subir esto.
Más que ser un multichapter, serán tres partes, en las cuales habrán datos de la vida cotidiana de Gilbert, Oz y Alice después de toooodo el problemón.
Advertencia: Spoilers de TODO el manga de PH; Yaoi, Het. Relación OzBert, OzAlice y GilbertAlice. (Sé que muchas personas no harán caso a estas advertencias, aún así, no habrá ninguna escena explícita debido a que soy malísima escribiendo ese tipo de escenas xD)
Sin más que deciros, ¡a leer!
[1] Nightmares are foolish
Despertó de la nada incorporándose en su cama. Se sostuvo la frente, estaba sudando demasiado. ¿Teniendo pesadillas? Nunca podría.
Observó a uno de sus lados. En su derecha, estaba Gilbert, en una cama individual dormitando sin darse cuenta de la mirada que Oz daba sobre su cuerpo. En otra cama individual a su izquierda, se encontraba Alice; emitiendo unos sonoros ronquidos para nada propios de una dama, de la cual, Sharon había querido presumir.
Sonrió ante el pensamiento. ¿Hace cuantos años que había vuelto del ciclo? No lo sabía. Sin embargo, aún faltaban muchas personas para volver, y, curiosamente, entre ellas se encontraba el tío Oscar.
¿Dónde se encontraría en ése momento? Mil y una posibilidades se formaron en su despierta imaginación y emitió una ligera risa que despertó a su ex sirviente.
— ¿Eh? —Profirió confundido. Mirando de un lado para otro con los dos ojos entrecerrados, tardó un poco en enfocar la vista en dirección del joven amo. — ¿Oz, estás despierto aún?
Si hubo algo que enternecía al rubio en sus momentos de chiquilladas, era la cara de Gilbert asustada o confundida. Y, a pesar de todos aquellos años que ahora pesaban en su apariencia, para Oz seguía siendo aquel sirviente que le ayudaba con todas sus travesuras y por demás asustadizo. No importaba cuanto creciera. Seguía siendo aquel niño, al menos en actitud. Y si su actitud era la misma que hace ya muchos años, ¿qué importaba en que había cambiado?
—Se podría decir que me gusta madrugar. —Se encogió de hombros. Observó a la única ventana disponible en la habitación (ubicada en el otro lado de ésta) y admiró el enorme tamaño que tenía la luna.
— ¿Pesadillas? —Inquirió el otro incorporándose mejor en su propia cama. La camiseta que utilizaba para dormir y se suponía, no resaltaba nada de sus músculos (y que, para mala suerte de Gilbert hacía lo contrario) no se comparaba en nada a los pantalones color negro que acentuaban sus muslos.
Oz negó con la cabeza.
—Ningún sueño en realidad. —Admitió apesumbrado. Abrazó a sus rodillas y observó la ropa que tenía puesta. Probablemente fuera su imaginación pero, estaba seguro de que comenzaba a quedarle chica. Sin importar como sea que se viera, estaba creciendo.
Gilbert enarcó una ceja, confundido. Conocía a Oz, sabía que si el otro llegara a tener una pesadilla nunca lo admitiría ni aunque se le pusiera bajo tortura. No le gustaba causar problemas a los demás, aún a pesar de insistir que lo hacía cada cinco minutos.
Pero el otro pareció no haberle mentido cuando lo dijo. Tendría que comenzar a creer en su palabra, por mucho que supiera cuando mentía y cuando no.
— ¿En ese caso? —Incitó para que continuara. El de apariencia menor se encogió de hombros.
—Supongo que si hubo un sueño, no puedo recordarlo —Soltó un suspiro acostándose quedando boca-arriba y observando el techo color cenizo—. Pero no importa, ¿verdad? ¿O acaso es necesario volver a dormirme para averiguarlo?
Ahora el Cabeza-de-alga estaba contrariado. Si bien, no le sorprendía los métodos de respuesta de Oz, tampoco le hacía mucha gracia el escucharle decir que no importaba si sufría una pesadilla con tal de saber lo que soñó.
— ¿Quieres ir a tomar aíre? —Sugirió. Oz pareció pensárselo un par de minutos antes de negar con la cabeza.
—Está bien con sólo platicar. —Giró su rostro en dirección a la única dama de la habitación—. No me agrada la idea de que Alice se quede sola.
Gilbert asintió débilmente. No le molestaba el hecho de que el otro se hubiese vuelto casi inseparable de con la Estúpida Coneja, sin embargo, tampoco le gustaba mucho el hecho de que así fuese. ¿Cómo explicarlo? Se sentía un poco celoso. Pero no dijo nada, debido a qué él, al igual que el Vezzalius, no se le podía separar de la Coneja.
— ¿Y si no fue un sueño, entonces que fue? —Más que ir dirigido para Oz, era una cuestión que el mismo Gilbert se realizaba a sí mismo. Se sostuvo la barbilla con una de sus manos y se quedó recargándose en sus rodillas. Aquel pensamiento dicho en voz alta del de cabellos negro le dio algo en que pensar a Oz al tiempo en el que perdía la mirada.
Sonrió melancólicamente. Soltó un suspiro.
—No estoy muy seguro de saber la respuesta. —Tomó una pausa sin saber muy bien que más responder, torció el gesto, cosa que le hizo parecer más aniñado.
Nuevamente, se preguntó dónde se encontrarían los demás, ¿y Sharon, Reim, Ada? ¿Qué fue de ellos? Gilbert le había explicado que su tiempo había terminado y que, por lo tanto, ellos volverían al ciclo de nuevo. A esperar para volver.
Gilbert notó cómo el otro se perdía y se quedó un par de minutos pensando. Al mismo tiempo, la Coneja murmuraba algo parecido a "¡Quiero carne!" Cosa que al Cabeza-de-alga le pareció típico de ella. Rodó los ojos y desvió la vista de dónde supuso que se encontraba la cama de la coneja.
— ¿En qué piensas? —Dijo al fin. Cosa que sacó de sus cavilaciones al de apariencia menor pero más-viejo-que-el-Abyss (bueno, no. Eso es exagerado) quien, demostrando con un resoplido y una mirada de incertidumbre el hecho de que por poco y se olvidaba de su presencia.
Volvió a sonreír.
—Estaba recordando la Fiesta de Té. En la que estábamos todos reunidos y cuando el tío Oscar nos tomó una fotografía. —El silencio reclamó la habitación. Ninguno de los dos hizo nada para impedirlo. Pero los ronquidos de Alice si lo hicieron, cosa que hizo toda aquella situación aún más incómoda.
—Ya veo. —Fue la corta réplica del de apariencia mayor. No porque no quisiera decir nada, sino por el hecho de que no encontraba las palabras adecuadas para expresarse correctamente. Tosió un poco.
Oz se volvió a sumir en sus pensamientos al ver que el otro no decía nada más. Se preguntó cómo estaba Leo. A pesar de que seguían en contacto con él, nunca le preguntaban sobre su estado emocional. De hecho, sólo preguntaban por cómo llevaba las cosas con el núcleo del Abyss y el tanto esfuerzo que realizaba para sostener a éste. Pero nunca le preguntaron si se sentía solo.
Oz no se sentía solo. Tenía a su lado a Gilbert —quien había prometido nunca apartarse aún después de muerto— y a Alice, quien había vuelto con él y de la misma forma se iría con él. Cosa que veía muy lejana.
Recordó que, de no ser por Vincent, no se hubiera vuelto a ver con Gilbert y no hubiera recuperado sus memorias. De no ser por él, no estaría ahí. Le debía demasiado. Más de lo que, si algún día tenía la oportunidad de volver a verle el rostro, jamás en su existencia momentánea le pagaría. Lo sabía.
Sin embargo, tampoco se arrepentía del presente, ni de las cosas que había en éste.
Desde que él y Alice volvieron del ciclo, Gilbert le había pedido permiso a Leo para ir con ellos, cosa que el Glen aceptó. Actualmente, seguían viviendo en el departamento que antes le perteneció a Gilbert, cuando aún era un Nightray.
Pero aquel inmueble no era propiedad de la casa Ducal, por lo que no había ningún problema en seguir habitándola, pensó.
Una vida minimalista era hermosa. Casi nunca salían a ningún lugar y, cuando lo hacían, era para el festival del pueblo o cuando la Coneja quería comprar carne cocinada por algo que no fuese el brazo izquierdo de Gilbert. No había necesidad de festejar nada.
Al menos al parecer de los tres.
Pero, todo era perfecto, ¿para qué pedir más?
Oz se levantó de su cama y se acercó a Gilbert, cosa que llamó la atención del Baskerville. Enarcó una ceja y estuvo a punto de preguntar qué-tenía-su-rostro cuando se sentó a su lado y recargó su cabeza.
—No te muevas. —Pidió. Se acomodó mejor y soltó un suspiro—. Estoy viendo si puedo hacer volver mis ganas de dormir. Cuéntame una historia, ¿vale?
—Sueño espantado, ¿eh? —Se rió. El pedido del otro le hacía recordar a un niño pequeño. A pesar de que su cama estaba a distancia de la de la Coneja, podía escuchar sus ronquidos con tanta claridad cómo si estuviera proclamándolos a su oreja—. El problema es, que no conozco ninguna historia.
—En ese caso, una anécdota de tu infancia, antes de Sabrie. —Exigió el otro haciendo un puchero.
Gilbert pensó un par de minutos antes de aclararse la garganta y erguir la espalda.
—Hubo una vez, en la que confundí el azúcar con la sal y el té del amo Glen era sólo agua salada. —Oz se rió un poco con aquel dato.
—Pero, ¿cómo sólo agua salada? ¿Qué no el agua ya contenía la esencia de la hoja? ¿Y cómo pudiste confundir el azúcar con la sal? Si el azúcar está distribuido en cubitos.
—Es que, en ése entonces no lo hacían por cubitos. Sólo era azúcar y sal fina. Y cómo también estaba el hecho de que los ponían uno junto al otro. —Se encogió de hombros—. También recuerdo la reprimenda que recibí y el pedido de que no volviese a pasar.
—Debió de haber sido traumatizante. —Apoyó Oz pensativo. Gilbert asintió con la cabeza.
—Lo fue. Nunca había visto al amo Glen así de enojado y eso me ayudó como incentivo a no volver a equivocarme. —Durante varios segundos, ambos se quedaron sin saber que decir. El único ruido proveniente de la habitación era (nuevamente) los ronquidos de La Coneja.
Silencio nuevamente. ¿Qué acaso aquella presencia omnisciente nunca podría abandonar ningún lugar, por más que no gustase la gente de ella? ¿Por qué tenía que ser tan denso, frío e incómodo? ¿Por qué no podía ser cálido y recobrante? ¿Por qué no podría ser cómodo y ligero?
—Anda —Dijo Oz, intentando recuperar el entusiasmo con que hace sólo un par de segundos hablaban—. Cuéntame otra anécdota. ¡Vamos!
Gilbert volvió a sumirse en sus pensamientos, perdiendo la vista en ningún lugar y simplemente viendo todo a la vez. Cuando tuvo idea observó a Oz con una sonrisa tímida.
—Recuerdo, que la primera vez que las doncellas habían llegado a la habitación de Vince y vieron que su peluche favorito estaba destrozado gritaron como locas y llamaron al amo Glen. Obviamente tuve que protegerle y volví a recibir un castigo por parte del amo Glen. —Cuando notó que ambas anécdotas habían terminado con el amo Glen zurrándolo, pensó que debería dejar de contarle ese tipo de historias a Oz—. ¿Y tú? ¿No tienes nada para decir?
—No realmente. Todas mis aventuras sucedieron después de haberte conocido. —Acotó sinceramente—. Aún recuerdo el día que te hice firmar el contrato de sirviente. ¿Tú no?
—Como olvidarlo —se alegró el Cabeza-de-alga—. Si fue la primera de tantas veces en las que tuviste que protegerme.
—Correcto. —Apuntó Oz risueño. De repente, entrando en aquel tiempo de antaño, hace, tantos, pero tantos años…
De repente, Oz se abrazó mejor al cuerpo de Gilbert. Él se sobresaltó, sin embargo, no se quitó. Cuando el rubio encontró una mejor posición acomodó nuevamente su cabeza.
—O-oz, ¿qué haces? —Preguntó un poco alarmado el Cabeza-de-alga.
—No te muevas, ya te lo dije. —Se mofó Oz—. ¿Acaso no vez que intento soñolirme?
Gilbert enarcó una ceja.
— ¿Sabes? Siempre me pregunté cómo se sentiría dormir en la misma cama que tú. —Automáticamente, las mejillas de Gilbert se cubrieron de un ligero tono rojizo. ¿A qué venía el tema con ello?—. Pero como todas las noches venía a dormir a mi cama la gata de Ada no te lo pedía. Pensaba que entrarías en fobia y no te moverías en lo absoluto.
— ¿Q-qué tiene que ver eso con el hecho de que no tienes sueño? —Inquirió Gilbert, entre sorprendido y aún sonrojado.
—Que quiero dormir en tu cama. —Dijo sin más. De una forma inocente, por supuesto. Sin embargo, no lo pareció para Gilbert.
— ¿D-disculpa? ¡¿Por qué dormirías en mi cama?! —Cuestionó vociferando de repente. Oz le observó como si fuera demasiado obvio.
—Curiosidad. —Se encogió de hombros—. No es como si fuera a hacerte algo, ¿o sí?
Gilbert iba a responder algo, pero, nuevamente, Oz volvió a cambiar las posiciones de sus cuerpos, dejando al torso de Gilbert como algo para nada interesante y agasajando la cama del peli negro.
—Ven. —Dijo jalándolo. El otro, resentido, se dejó llevar. Sintió nuevamente como el rubio se pegaba a su cuerpo. Se tensó de inmediato al sentirle tan cerca de él, si bien, una cosa era estar sentados otra muy diferente era estar acostados, ¡en la misma cama! ¿Qué le pasaba por la cabeza a Oz?
Tres partes, lo dije arriba y lo repito aquí. También está el GibertOz, GilbertAlice y OzAlice.
Me despido antes de que alguien pregunte algo más.
Ja ne!
