Disclaimer: el mundo de Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Harry Potter jamás creyó que su leal padrino haya tenido vida social. Claro, quien se lo hubiese imaginado de un ex-profugo de la "justicia". Sin embargo, a pesar de ese gran punto en contra. Sirius Black si llegó a tener vida social. Y como ningún otro mago. Su nombre sería recordado por siempre. Porque a pesar de haber nacido en un hogar de mortifagos, él fue un Gryffindor, fue el mejor amigo del padre del "niño que vivió" y fue el padrino de dicho pequeño ya crecido.
De haber sido posible, este alocado e intrepido ex-bromista del colegio Hogwarts hubiese enseñado al pequeño de cabello azabache con ojos verdes todas sus increíbles, o estupidas, lecciones de como hacer volar a la Sra. Norris por le gran comedor sin que nadie pudiese decifrar quien habia osado tocar a la gata del temido conserje Filch. O el hecho de hacer la posión multijugos para fingir ser Lucius Malfoy y hacer unas cuantas atrocidades por el castillo con tal de dejar bajo castigo por el resto del año al Mr. perfecto gruñón de los Slytherin. Sin olvidar el hecho de usar ciertas semillas para atraer dragones jovenes al cuarto superior de su querido compañero Severus.
Tantas cosas por decir y hacer. Pero lamentablemente él no va a poder, pero puede... que otra persona si pueda enseñarle.
Al remontarnos tiempo atrás, un año después del nacimiento del querido Harry Potter. En un pueblo lejano, en lo alto de una empinosa cumbre. Un llanto mezclado de felicidad y tristeza se escuchó resonar por los altos árboles, asustando a unas pocas aves cerca del lugar que volaron espantadas por aquel repentido sonido. Una mujer, de no más de 25 años se encontró entre sudor y lágrimas besando la cabeza de una niña con una pequeña, pero naciente cabellera oscura como la noche. Sin abrir los ojos, la nena se tranquilizó con la sensación de los labios de su madre sobre su frente.
- Mi niña - susurrando tras el calido beso dado a la menor - Nadie sabrá de tu procedencia - recuperando la respiración normal - Por lo menos, hasta que se aclare aquel malentendido.
La joven mujer rubia abrazó a la menor con afecto, sin presionar demasiado su cuerpo contra el de la pequeña criatura con a penas un minutos de vida.
