Era un día de esos en los que deseas descansar en algún lugar en el exterior y disfrutar de uno de los últimos rayos del sol que desprenden algo de calor antes de que llegue el invierno.

Salí tranquilamente del instituto, tomándome mi tiempo antes de llegar a mi destino. Aún tenía media hora antes del entreno y no me corrían prisas. Aunque tal vez no estaría mal llegar un poco antes y empezar a calentar… no obstante, pensándolo bien, con ese día no me apetecía ponerme a hacer más ejercicio del que tenía programado para el entreno.

El fútbol ahora era mi pasión. No como hace unos años en el que era un juego de niños con el que simplemente trataba de divertirme y pasar el rato.

Ahora era mi sueño.

Quería convertirme en la mejor jugadora de Japón, y, por lo menos, en nuestra categoría, junto a mi equipo, ya lo estábamos consiguiendo. Habíamos llegado a los nacionales y yo y el resto de chicas nos acercábamos más a nuestra meta. Lo único que lamentaba en eso, era que tenía que dejar al resto de mi equipo, a mis amigos de la infancia. En los torneos oficiales no se permitían equipos mixtos.

Pero igualmente, otra de mis metas era ver a mi familia orgullosa de mí. Sabía que a mi padre y a Yuzu, no les importaba si acababa siendo barrendera o estrella de cine. Pero Ichigo… no es que él no me fuese a querer como era. Simplemente, era especial. Y por eso quería impresionarlo llegando a ser en la vida algo increíble, no siendo una simple dependienta o ama de casa.

Ahora, mi hermano se había ido con Rukia al lugar en el que vivían los Shinigamis; llamado según Ichigo, Sociedad de Almas. Donde en este momento tenían multitud de problemas con los Hollows. Sin embargo, yo creía que sólo era una mera escusa para estar con Rukia… aunque eso ya era otro tema.

Pero lo que sí sabía, era que Ichigo no me había dejado indefensa. Yo había aprendido a cuidarme de los ataques de los Hollows, que no sé por qué, los atraía como si fuese un imán. Mis métodos de defensa contra los Hollows, se basaban en un amuleto protector cortesía de Rukia que los paralizaba unos instantes y así me daba tiempo a avisar a Urahara o alguien con poderes para destruir el monstruo. De vez en cuando, si eran pequeños los conseguía matar a base de balonazos.

Tranquilamente, caminaba disfrutando del silencio que me brindaba el caminar por el centro de un recoleto parque casi a las afueras de Karakura. Cuando súbitamente un chillido desgarrador rompió el silencio a mi alrededor. Inmediatamente, un reiatsu descomunal inundó mi percepción.

El chillido, era de una mujer. Denotaba miedo, pero por encima de todo, dolor. Me asusté mucho, nunca había visto que hubiese alguna víctima en el ataque de un hollow y no sabía exactamente cómo actuar.

No había tiempo para ir a ver a algunos de los amigos de Ichigo, porque si no actuaba rápido tal vez esa mujer se podía morir… por eso decidí ir yo, retrasar al hollow e intentar darle tiempo a la mujer hasta que el shinigami afro, matase a ese monstruo. Decisión tomada, arranqué a correr a la dirección de donde venía el reiatsu como si el diablo me persiguiese. Cuando llegué al lugar del que provenía esa intensa energía espiritual, ésta paró repentinamente sin dejar rastro. Miré a todos lados, esperando encontrar al monstruo, pero no lo vi en ninguna parte.

Eso me extrañó y sobre todo me alarmó. Esa calma no podía ser natural; la mujer, el hollow, el reiatsu… todo estaba demasiado sereno, parecía la calma que predecía a la tempestad.

Y de pronto, la tempestad llegó. Repentinamente, volví a escuchar el chillido de la mujer, esta vez, muchísimo más cerca ydetrás de mí. Esta vez también me heló la sangre, pero no porque denotase dolor ni miedo sino por que denotaba burla, y sobretodo malicia. Era escalofriante, y la principal razón de eso porque ya no era un chillido. Ahora se había convertido en una carcajada de burla. Genial, había caído en la trampa de un Hollow.

Los pocos segundos en los que había tardado en analizar la situación y salir del estado de shock, me sirvieron para girarme lentamente, con parsimonia, como si estuviese esperando que eso sólo fuese una simple broma hecha tal vez por Urahara y su nefasto sentido del humor.

Pero cuando vi lo que había detrás de mí, comprendí que no era una broma, que era la realidad. Desde el principio, había sido engañada por un hollow que podía poner una voz de mujer, la cual seguramente estaba diseñada para atraer a las víctimas.

Pero en seguida, la visión del horripilante monstruo que ni siquiera había podido ver bien se esfumó como si no nunca hubiese existido nunca. Con todo, sabía que seguía por ahí, el reiatsu no se había esfumado, pero… ¿el Hollow era capaz de hablar como una mujer, tenía un reiatsu enorme y encima se podía desaparecer? No podía ser, eso era demasiado.

En seguida, volví a escuchar un ruido, pero esta vez a mi lado. Antes y todo de que pudiese vislumbrar al bicho, noté un fuerte y rapidísimo golpe en un costado que me hizo salir disparada unos cuantos metros, y sólo amortigüe la caída haciendo que mis manos hiciesen de escudo contra el suelo, pero tan sólo conseguí que mi muñeca izquierda hiciese un ruido extraño. Y en consecuencia del impacto y el golpe, me invadió en el cuerpo una sensación que nunca en mi vida había sentido tan intensa.

Dolor, un dolor muy intenso. En esas condiciones, mi cerebro sólo podía pensar en el dolor que sentía en mi muñeca, y en la herida que tenía en el costado, que me escocía como si mil abejas estuviesen clavando su aguijón en mi carne abierta.

Cuando se me aclaró un poco la mente después de unos segundos, me di cuenta de una cosa. Ni siquiera había visto a mi atacante. ¿Cómo podía ser tan patética, de ser herida sin haber hecho nada aún? Yo, que siempre iba por delante, que solía ser la mejor en todo, me habían vencido tan fácilmente.

Intenté levantarme sin mucho éxito, debido a que aún estaba mareada por el penetrante dolor, pero me alcé lo suficiente para por lo menos conseguir al fin vislumbrar al Hollow. Estaba muy lejos, cosa que me desconcertaba mucho ya que no sabía como se había movido tan rápido. ¿Acaso era que su poder moverse muy rápidamente? Tal vez, aunque en mi estado no me serviría de nada. Ya tenía un pie en la tumba, herida y con un Hollow que era claramente demasiado para mí.

El Hollow en cuestión, tenía forma de escorpión, con cuatro patas a cada lado, su aguijón amenazadoramente inclinado hacía mí y sus dos pinzas con las que me debía haber hecho la herida. Tampoco dudaba que ese aguijón pudiese ser venenoso. Pero yo no quería morir así. Mi instinto clamaba que siguiese luchando hasta el último halo de vida, pero por otra parte mi conciencia me decía que era inútil.

Y decidí dejarme llevar por mi instinto.

Con mucho esfuerzo, me levanté dispuesta a dar todo por hundir a ese maldito bicho y vengarme por lo que me había hecho, a pesar de que me costaba mucho mantenerme en pie.

El Hollow que estaba a unos cien metros, se seguía riendo estridentemente y se comenzó a acercar lentamente, como si estuviese disfrutando de mis últimos esfuerzos. De repente, desapareció y volvió a aparecer mucho más cerca esta vez. Ahora sí que pude ver su movimiento que era muy rápido.

El maldito monstruo mientras tanto se reía todo el rato con esa voz estridente de mujer, teñida de malicia. Ojalá parase, así podría pensar mejor. Un momento… ¡El amuleto que inmovilizaba a los Hollow! ¿Cómo me había podido olvidar? Busqué mi mochila, pero… ¡Maldita sea! La dejé caer cuando salí corriendo en busca del Hollow.

Ahora no tenía tiempo que perder, el escorpión ya estaba muy cerca aunque y yo aún no tenía ningún plan. Lo único que se me ocurría era esquivar sus ataques.

Cuando arremetió contra mí con su cola yo ya estaba preparada con todos los músculos tensos; predispuesta para esquivar. La arremetida era tan rápida que sólo lo conseguí evitarla por los pelos. La zona donde la cola toco el suelo, empezó a humear y como a fundirse extrañamente.

No se me ocurría pensar que me habría pasado si hubiese sido yo...

El hollow, arremetió otras tres veces y conseguí esquivar con esfuerzo todas pero a la tercera yo ya estaba exhausta. Y sabía que a la quinta… no lo conseguiría. En un último intento desesperado, me tiré al suelo y rodé intentando esquivar el golpe, pero me rozó con la punta de la cola en el muslo. El ácido que al parecer contenía, atravesó mi ropa, y mi piel.

Chille de dolor.

Y esa honda de dolor que sentía en mi pierna, se iba expandiendo. Como si el humo que desprendía mi ropa y mi piel quemada fuesen una nube de veneno. Todo se volvió borroso, y poco a poco negro, lo último que alcancé a ver fueron las patas del bicho…

…..

Cuando desperté, lo primero que vi fue una brizna de hierba que estaba delante de mí a unos cuantos centímetros. Era extraña, de un color verdoso apagado casi como si estuviera seca.

Estaba en el claro de un bosque en el que sólo había árboles muy juntos, y el suelo estaba cubierto completamente de hierba y hojas de color verdoso. EL bosque era lúgubre, las copas de los árboles -que eran tan altas que no podía verlas-, no dejaban pasar apenas un resquicio de luz. A pesar de eso, el resto parecía completamente normal. Claro, hasta que me di cuenta en el color de los troncos de los árboles. Eran los árboles más raros que había visto nunca. Eran de piedra.

Mejor dicho, parecían hechos de piedra pulida, de un color blancuzco poco definido. Me levanté, y me acerqué a uno de esos árboles. Lo examiné sin tocarlo, y me di cuenta que más que hechos de piedra, estaban hechos de algún tipo de mineral o algo. Lo toqué, y me sorprendí. No estaba frío como imaginé, sino caliente; como si estuviera vivo. Un árbol de piedra no podía estarlo

-¿Te vas a quedar mirando embobada los árboles todo el rato? -Dijo una voz femenina detrás de mí.

Me metí susto el más grande de mi vida. Me había acostumbrado a escucharme solo a mí misma en ese solitario bosque, aunque una vez pasado el susto inicial me tranquilicé rápidamente, esa voz no sé porqué me sonó familiar.

Me gire. Y allí estaba Yoruichi. Bueno, eso fue la primera impresión, pero enseguida me di cuenta que ese felino era demasiado grande para ser Yoruichi. Estaba viendo una pantera, de un tamaño más grande de lo normal, de pelaje negro y brillante. Sus ojos, eran de color azul, al

-¿Quién eres? –Pregunté extrañamente familiarizada con ese felino.

Era raro, tenía delante a un felino que casi era igual de alto que yo, y que seguramente me podría matar en cuestión de segundos, pero me sentía perfectamente, y sobre todo muy tranquila como si estuviese arrebujada en un sentimiento de calidez.

-Se puede decir que soy una parte de ti -contestó el felino misteriosamente-, pero ahora no hay tiempo para darte largas explicaciones. Te diré mi nombre, que es una de las pocas cosas que puedo hacer; estoy empleando la mayoría de mi poder en impedir que te desangres.

De pronto, fue como si me hubiese despertado de un sueño, y recordé toda la pelea de antes, y la inferioridad de condiciones en la que estaba.

-¿Qué quieres decir con eso de que eres una parte de mí? Y… ¿cuál es tu nombre?

-Con eso, quiero decir que soy tu poder, y que también este paisaje esta creado por ti, esto es tu mundo interno. Éste, está triste y oscuro ahora mismo, pero cuando eres feliz y cumples tus metas cambia radicalmente -Aseveró-, espero que algún día pueda verlo así. Y en cuanto a mi nombre… Soy tu zampakutou Kuraehime. (1)

No lo podía creer, yo… ¿zampakutou? Eso significaba que tenía algo que ver con los shinigamis, y sobretodo; si tenía la espada de una diosa de la muerte, yo podría convertirme en una. Era demasiado irreal.

Kuraehime me miró con comprensión mientras asimilaba toda la información. -Parece que ya lo has entendido; así que rápido, hay prisa. Vuelve al mundo real y vence en esta batalla, que ese monstruo no es digno de vencernos. Y cada vez que vuelvas a empuñarme, gana. Odio perder, y no quiero que seas una deshonra para mi nombre. Yo siempre te prestaré mi poder si lo necesitas, pero a cambio te pido que ganes.

Yo, ensimismada en sus palabras asentí y murmuré distraídamente -Prometido.

Y seguido a ello, noté como mi mente era arrastrada a la realidad y lo último que oí decir fue: -Hasta ahora, Karin.

….

Volví a despertarme en el parque, y todo parecía que seguía igual como si no hubiese pasado ni un segundo el bosque. El Hollow, estaba muy cerca. Su cola seguía apuntándome, pero ahora sabía que no me podía ni rozar.

Aunque al principio no sabía el porqué, tenía una confianza en mí misma que antes no tenía. Pero al final descubrí la razón al levantarme.

Me alcé, y ya no me sentí mareada. Pero no era solo eso, también me sentí muy ligera. Y sorprendida me di cuenta que era un espíritu: había dejado mi cuerpo atrás, abandonado a unos metros.

Eso me sorprendió, pero me di cuenta en ese momento, que llevaba un kimono negro, y que algo me pesaba en la espalda, y instintivamente sabía que era. Mi zampakutou, Kuraehime.

La saqué de su vaina, y me encaré al hollow. Iba a ganar por mi misma y la promesa que había hecho.

El monstruo, se dispuso a atacar otra vez con su aguijón, pero esta vez lo esquivé con mayor facilidad pegando un salto hacia un lado. Enseguida, me di cuenta que en mi forma de espíritu podía hacer cosas que en mi forma humana no habría conseguido jamás, como pegar saltos de tres metros de longitud sin ningún esfuerzo.

El hollow, con su rapidez, volvió a atacar en cuestión de segundos. Pero esta vez no iba a escapar, iba a pasar a la ofensiva, así que interpuse mi zampakutou entre los dos. ¡Bien!, conseguí parar la fuerza de su embestida y ahora estaba muy cerca de mí, así que podría darle… Con todas mis fuerzas empujé la cola del hollow hacía atrás, y me las vi con sus pinzas. Así que levanté mi espada, e como si fuese un instinto el que me guiara le corté la pinza derecha al hollow.

Ahora había un hueco muy grande en la defensa del monstruo, y fui corriendo hacía su derecha, hasta acercarme a su máscara: su punto más vulnerable. Alcé la zampakutou para matarlo, pero en el momento en que mi espada tocó la máscara, noté una cosa clavarse en mi hombro.

El monstruo desapareció, pero dejó el dolor más insoportable que yo podía imaginar. El hombro me quemaba, y notaba como el veneno se esparcía por mi cuerpo, como empezaba a ver borroso, hasta que finalmente todo se volvió negro.

Me desperté a causa de unas punzadas muy fuertes en el hombro, palpitaciones de dolor, que surgían a causa de que unas manos me estaban poniendo vendas en esa parte. Entreabrí los ojos, y lo que vi, fue el valle de dos pechos enormes que estaban a milímetros de mi cara. Eso me hizo reaccionar e instintivamente moví un poco la cabeza como intentando salir del agobio.

Acto seguido, oí a la mujer que estaba encima de mí vendándome, gritar: -¡Capitán, puede volver! ¡Tampoco hay peligro!

Esa voz me sonaba… pero en esos momentos no caía a quien le pertenecía. Estaba demasiado confusa.

Abrí un poco más los ojos e intenté enfocar la vista, y, al fin, reconocí a la subordinada de Toushiro: Matsumoto, sonriendo como una lerda.

-¡Karin, te has despertado! -Chilló contenta.

No dije nada, pensé que si decía algo, iba a salir de mi boca un ruido más bien parecido al de un jabalí siendo torturado. Sólo me intenté levantar, pero debido a mi debilidad solo conseguí quedarme sentada.

Eché un vistazo a mi alrededor, y me di cuenta que seguía en el parque, aunque ya se estaba haciendo casi de noche. Genial, al día siguiente en el entreno me matarían por no ir…

Miré un poco mi cuerpo, y me di cuenta que aparte del hombro, tenía vedado casi todo mi torso, la muñeca y el muslo. Y que tenía suficientes arañazos en todo mi cuerpo para que pareciese que me había revolcado en un zarzal. Además me puse roja, cuando me di cuenta que para vendarme el muslo me debían de haber quitado la ropa…

-Tranquila, para curarte estas heridas he mandado al capitán lo suficientemente lejos, aunque no sé si él desearía… -dijo la teniente entre carcajadas.

Las ideas de Matsumoto -que por cierto sonaban bastante mal-, sobre lo que deseaba hacer Toushiro en mi presencia mientras estaba casi desnuda se quedaron en el aire por la interrupción del aludido.

-¿Qué estabas diciendo de mí, Matsumoto? –La risita que soltó la teniente sólo le hizo suspirar y soltó -Bueno, da igual. Creo que prefiero no saberlo.

Me fijé en el recién llegado mientras intentaba controlar la risa de ver a Toushiro suspirar y enrabiarse aunque fuese un poco, por la actitud de su subordinada.

Sorprendentemente, él había cambiado. Su ceño casi siempre fruncido era el mismo, su pelo también. Pero había crecido en estatura, mientras que yo me había quedado algo bajita, ahora tal vez hasta teníamos la misma altura; también, sus músculos se habían definido algo más, y… era más corpulento. Lo miré a la cara, y me di cuenta que sus rasgos habían perdido un poco esa redondez infantil. Y sus ojos… seguían como siempre. Fríos, calculadores pero que a la vez me parecían una fachada en la que dentro había un adolescente cualquiera con sus miedos e inseguridades.

-Karin… -murmuró Toushiro.

Yo sólo pude sonreír aunque fuese un poco.

Tanto él como yo, nos habíamos quedado parados, mirándonos. Habíamos llegado a ser algo así como amigos hace tal vez más de cuatro años, y ahora nos volvíamos a ver después de tanto tiempo.

Tras un largo rato mirándonos de hito en hito, Toushiro cortó el momento de una forma poco sorprendentemente basta -Vaya Kurosaki, cuanto tiempo, ¡has cambiado!

Y sólo una cosa se me ocurrió soltar, -Vaya, ¡y tu sigues pareciéndote a un niño de primaria!

En ese mismo momento, Matsumoto explotó, y empezó a reírse descontroladamente, y no fue lo único que explotó. La venita que tenía Toushiro en la sien también.

-¡No soy un niño de primaria!

Reí, era muy graciosa la situación. -Es verdad, sólo lo pareces Shiro-chan.

No dijo nada, pero puso una cara como si estuviera conteniéndose una retahíla de insultos.

-Bueno, ¿qué hacéis aquí? -pregunté curiosa. Me alegraba que me hubiesen salvado pero igualmente no sabía que pintaban aquí en el mundo de los mortales.

Toushiro, pareció haber ignorado mi comentario sobre Shiro-chan, ya que directamente contestó a mi pregunta.

-Han aparecido varios hollows en la ciudad, uno de ellos mató al shinigami encargado de la región, así que la sociedad de almas decidió enviarnos para terminar con el asunto rápidamente… -Recordé al shinigami afro tan idiota, pena en pensar que había muerto.

-Pero cuando llegamos al lugar donde se había detectado por última vez la energía espiritual del último de los hollows que quedaban -continuó el capitán-, para nuestra sorpresa te encontramos a ti en el suelo envenenada y desangrándote. Y por encima de todo, lo que nos sorprendió fue que fueses un espíritu; una shinigami.

-Sí, y el capitán se puso histérico chillando que había que salvarte costase lo que costase. -añadió riendo Matsumoto.

Toushiro la asesinó con la mirada, pero no hizo nada más y siguió contando.

-Te salvamos, aunque costó mucho, ya que tenías quemaduras extrañas en el hombro, en el muslo y encima estabas envenenada. Si hubie…

Un sonoro pitido cortó a Toushiro. Él, se saco un móvil blanco del bolsillo, y leyó un mensaje que le habían enviado.

-Karin, cuando ya estabas estabilizada, le conté a la Sociedad de Almas que te habías convertido en una shinigami… y ahora hay una propuesta que te tengo que hacer, será difícil, y seguramente te cambiara la vida totalmente. Es una cosa, que tal vez tengas que meditar, pero espero que aceptes. Quiero que vengas con nosotros a la Sociedad de Almas, y hagas la prueba de admisión para la Academia de Artes Espirituales.

Miré a Matsumoto intensamente, intentando ver si ella pensaba lo mismo que yo sobre lo que acababa de decir Toushiro, y su sonrisa socarrona y una carcajada por su parte me lo confirmaron. Antes de parecer una propuesta para ir a vivir a otro sitio durante un tiempo, parecía una propuesta de matrimonio. Sólo había que cambiar lo de "Vengas con nosotros a la…" y ya lo parecería.

-Si quiero… Shiro-chan -añadí yo sin pensar, para la diversión de Matsumoto.

-¡Llámame capitán Hitsugaya!