Los personajes y el fantástico mundo mágico le pertenecen a J.K.

La trama es mía.


Draco Malfoy, sangre pura, hijo de Mortifago y criado entre los mismos.

Los ideales de su familia pasaban de generación en generación. Nada iba a ser distinto para el, iba a seguir el camino de su padre. Iba a graduarse de Hogwarts, dedicarse a los negocios familiares. Casarse con su prometida con quien ya estaba comprometido desde antes de nacer. Tendría un heredero al cual enseñaría las mismas cosas que le enseñaron a el.

Ese era el deber de un Malfoy.

Además, obviamente, de seguir a su Lord, odiar y eliminar a cada impuro que se le cruce.

Ese era el destino del joven Malfoy.

Su destino, ya estaba escrito, o eso creían todos sus progenitores y hasta el mismísimo chico en cuestión. Lo habían forjado y planeado con todo cuidado para que nada saliera fuera de lo acordado.

El Dragón, estaba de acuerdo con eso. El había nacido por y para eso. Ese era su deber ... ¿O no?

Si, para el heredero de los Malfoy, eso estaba bien. Estaba bien casarse con una chica de su misma clase, estaba bien aborrecer a todo sangre sucia o traidor a la sangre. Estaba bien convertirse en un asesino y seguir a ese mestizo que todos respetaban y admiraban por su poder e ideales.

Todo eso estaba bien, porque el no conocía otra cosa que no fuera esa para si mismo. Lo habían criado e inculcado ese pensamiento y el debía estar bien con eso... como todo buen Malfoy. Y lo estaba, !Merlín sabe que si!.

El estaba de acuerdo con todo eso, hasta que le toco compartir la torre de Premio Anual con la perfecta perfecta de Griffindor.

El lo estaba hasta que esa "asquerosa Sange Sucia" se atrevió a hablarle sin algún insulto de por medio.

Hasta que ella trato de conocerlo.

Lo estaba hasta que se enamoro de Hermione Grenger.

El estaba jodidamente bien con todo hasta que ese amor, lo cambio para siempre.