Aquí un fic de Harry x Theo. Espero que lo disfruten!


Albus Potter y Scorpius Malfoy no eran, lo que se podía decir, alumnos problemáticos. El segundo de los Potter no se parecía en nada a su hermano mayor, siempre en movimiento, y Scorpius había crecido sin heredar la soberbia de su padre, por lo que usualmente se mantenía fuera de cualquier lío. Ambos amigos se dedicaban a disfrutar sus días en Howgarts, en compañía de Rose y todo el resto de la familia de Albus, que, según Scorpius, parecía esconderse bajo cada piedra del castillo, al menos aquellos que estaban en edad escolar (que eran prácticamente todos).

Por ello, el que Harry Potter fuera citado al colegio, en medio de una tarde ocupada en el ministerio, fue toda una sorpresa. No sólo para él, sino también para el resto de su familia, incluida su ex esposa Ginny, que siempre había esperado un desplante de parte de su hijo, sabedora de que tenía demasiado de Potter y de Weasley como para pasar sus años escolares sin ningún tipo de problema.

No era la primera vez que volvía a Hogwarts desde que había salido del colegio luego de la guerra, pero el castillo siguió pareciéndole imponente mientras avanzaba por el camino de Hosmeade, sensación que no se apaciguó cuando finalmente entró, mezclándose agradablemente con una conocida sensación de nostalgia.

Nadie lo recibió, debido a que estaban en horario escolar, pero la pequeña nota envuelta en la pata de la hermosa lechuza parda había sido clara y se dirigió inmediatamente al despacho del profesor de defensa contra las artes oscuras. Iba rápido, aunque no apresurado, procurando que las ansias del no saber qué había hecho el segundos de sus hijos pasaran desapercibidas. No esperaba que fuera nada demasiado grave, pero de todos modos era una citación y, siendo que en todos los años en Hogwarts jamás había recibido una, era preocupante.

Tan concentrado estaba que tocó la puerta del profesor en estado automático, mientras enlistaba mentalmente todas las medidas que podía aplicar para que dicha situación no se repitiera de nuevo ¿Quitarle la escoba? ¿Negarle la próxima visita a Hosmeade? Sus pensamientos se cortaron cuando la puerta finalmente se abrió y se topó frente a frente con unos ojos increíblemente intensos. Eran de un azul tan profundo, que fácilmente podían pasar por el violeta de las amatistas y las pestañas que los enmarcaban, tan oscuras y espesas, sólo ayudaban a que resaltaran en aquella piel clara, que contrastaba con el cabello oscuro. Tardó unos instantes en reconocerlo, no logrando desviar la atención de sus ojos.

–¿Nott? –y luego recordó que sí, que Theodore Nott era el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras. Lo recordó de todas las veces que Albus había hablado maravillas de él y de sus clases, siendo secundado entusiastamente por Scorpius y más tranquilamente por sus hermanos. Ahora entendía los suspiros de su pequeña Lily...

–Potter –saludó, una de sus oscuras cejas arqueándose ante la inspección inconsciente a la que lo estaba sometiendo el recién llegado. El aludido carraspeó.

–Recibí tu mensaje... Así que... –como toda respuesta, el otro hombre se hizo a un lado, indicándole con un gesto que pasara. Al entrar, se topó con Albus y Scorpius, sentados ambos en dos taburetes frente al amplio pero sencillo escritorio del profesor. Nott le hizo un gesto para que tomara asiento en una silla, más cómoda que donde estaban sentados los niños –¿Qué fue lo que hicieron?

Estaba acostumbrado a hablar en nombre del Malfoy menor también, un acuerdo al que había llegado con Draco, luego de la cantidad de horas que pasaron sus hijos juntos y a las largas temporadas que el muchacho pasaba en su casa, siendo casi todas las vacaciones. El rubio mayor estaba demasiado ocupado como medimago y ambos habían decidido que aquella cercanía del niño con Harry podía ser usada positivamente.

–Utilizaron el hechizo Levicorpus contra sus compañeros. Elevaron a seis alumnos, pese a que se les ordenó en reiteradas ocasiones que se detuvieran.

Harry miró con asombro a los dos muchachos y no le pasó desapercibida la pequeña sonrisa que su hijo intentaba suprimir, en total contraste con la mirada abochornada de su mejor amigo.

–Normalmente solo los castigaría –la voz de Nott se suavizó –pero ninguno de los dos se ha metido en problemas nunca, así que me extrañó que ahora los hubieran buscado con toda intención así que no quería dejarlo pasar así nada más.

–Entiendo... ¿Entonces...?

–El castigo se llevará a cabo de todos modos, pero me gustaría su autorización para poder extenderlo fuera de los dominios del colegio, considerando que las vacaciones de navidad comienzan este fin de semana...

Los dos chicos alzaron la mirada de sus rodillas, en pánico por aquellas palabras. Era obvio que no esperaban semejante comentario. Aún más, era probable que, por la cercanía de las vacaciones, creyeran que se habían salvado de un castigo. Harry pasó de ellos y, ante su rostro de curiosidad, el hombre de ojos azules continuó hablando.

–Resulta que el profesor Neville y yo estamos ayudando a Luna con su investigación sobre los Kelpies –ante el rostro de impresión de Harry, sonrió levemente, provocando que la mirada del de lentes se quedada fija en sus labios –y uno de los insumos de la investigación son testimonios de magos de diversos lugares –se inclinó brevemente y sacó dos fajos de papeles, enrollados con una cinta de cuero. Luego sacó dos cuadernillos, forrados en cuero también –el castigo consistirá en que traspasen los testimonios hablados a estas libretas, en orden de fecha y por alfabeto del mago que testifica. –los dos chicos soltaron exclamaciones de protesta, pero las miradas de los dos adultos los silenciaron en seguida.

–No tengo problema con eso. Scorpius iba a pasar las fiesta en mi casa, así que tendrán mucho tiempo para trabajar en eso. Me aseguraré de que nadie los moleste –aceptó Harry, haciendo caso omiso de los ojos entornados de su hijo, que reconoció la burla bajo la voz seria. Theodore pareció reconocerla también, porque una sonrisa disimulada volvió a decorar sus labios.

–En ese caso no hay mucho más qué decir, vayan a clases, el profesor Longbottom debe haber empezado ya –los dos chicos se levantaron de inmediato, despidiéndose con un rápido asentimiento de cabeza y marchándose apresurados. Observándolos, Harry distinguió nuevamente aquella sonrisa reprimida en los labios de su hijo pero, extrañado, no dijo nada. Una vez se fueron, Theodore volvió su atención a él –muchas gracias por apoyar la decisión... En realidad, me extraña que hayan buscado problemas tan gratuitamente... –Harry, que había vuelto su atención desde la puerta, se quedó mirando la postura algo más relajada del hombre joven frente a él.

Debía admitir que era increíblemente hipnotizante. Su expresión seria y apacible contrastaba con lo profundo e intenso de sus ojos. Y, pese a que las sonrisas parecían carecer de presencia la mayor parte del tiempo, su rostro no era duro, suavizado por sus rastros finos, las pestañas tupidas y los labios rojos. A todo eso, además, se le añadía la elegancia que los sangre pura parecían traer de nacimiento, educados para siempre guardar las formas y parecer inalcanzables. En Nott, aquello tenía un efecto interesante ya que, más que inalcanzable, se veía intrigante. Le daban ganas de conocerlo aún más.

–¿Potter? –Harry le miró a los ojos, notando que se había perdido en sus pensamientos. Avergonzado, relegó las impresiones que acababa de tener a un costado de su mente.

–Lo lamento... ¿Qué decías?

–Dije que deberías hablar con él. No es normal que actúe de ese modo y me preocupa que se deba a algún problema que esté teniendo...

–Sí, vale. Hablaré con él.

Nott asintió.

Luego de eso, Harry entendió que era momento de marcharse. No tenía ningún otro tema sobre el qué charlar. Con algo de pesar, se puso de pie, despidiéndose con una leve inclinación de cabeza y dirigiéndose a la puerta, cerrando suavemente una vez estuvo fuera.

Confuso por la decepción que sintió, inició su camino a Hosmeade, desde donde podría aparecerse.


Harry despertó, sobresaltado y cubierto de sudor. Con cautela, levantó las sábanas y gimió en disgusto cuando vio su estado, antes de resignarse y dirigirse al baño. Necesitaba encargarse de aquel imprevisto. Dio gracias por estar solo en la casa, las vacaciones de navidad empezando ese día.

El sueño había sido el mismo desde hace una semana. Con pequeñas variaciones, pero el mismo al fin y al cabo. Siempre consistía en el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras bajo él, con los ojos azul cobalto enfebrecidos y los labios rojos, todo aquello por su culpa. Le susurraba sedosas palabras al oído, al tiempo que irrumpía en su cuerpo con la misma suavidad con la que los quejidos ajenos inundaban el cuarto. El cuerpo contrario se arqueaba ante el contacto, las pupilas se dilataban y un maravilloso gemido, con su nombre en él, se abría paso hasta su conciencia, despertándolo en el momento en que se sentía consumir completamente por el deseo. Había días en los que despertaba con las sábanas empapadas y otros, como aquel, donde debía lidiar con sus pasiones bajo el agua caliente.

Gimió, frustrado, y su frente dio contra las baldosas del baño, como si buscara que la frescura de estas aclararan su mente. No era posible que terminara de ese modo solo por haber tenido una reunión con ese hombre, el modo en que se había colado en su conciencia era sobrenatural.

No era la primera vez que lo había visto, por supuesto. Durante sus años en Hogwarts se lo había topado en más de una ocasión, ya fuera en clases o en los pasillos, pese a que nunca habían hablado y, en realidad, apenas había reparado en él, más preocupado de salir con vida de aquellos problemas que el castillo y Voldemort (vivo o no), le habían puesto delante.

La única vez que habían compartido algo más que la mera consciencia de la existencia del otro, había sido justo después de que la batalla de Hogwarts acabara. Harry había salido del gran salón, abrumado por el ambiente y, a la vuelta de un pasillo, había logrado reconocer a un pequeño grupito Slytherin, que se apiñaban en los primeros peldaños de una escalera. No tardó el reconocerlos: Pansy Parkinson, Blaise Zabini y las hermanas Greengrass. Con ellos estaban los Malfoy; Narcisa había invocado algunas mantas y un elfo doméstico piadoso les había llevado tazas de chocolate caliente, las mismas con las que los luchadores del gran comedor trataban de volver a la calma. Hablaban en susurros y no lo habían visto, así que, entendiendo el íntimo momento, se dio media vuelta para tomar otro pasillo. Apenas había dado dos pasos cuando Nott había aparecido frente a él, aparentemente buscaba a sus compañeros, ya que venía saliendo del gran comedor. Cuando lo vio, se detuvo.

–Creí que todos los Slytherin se habían marchado antes de la batalla –comentó Harry, más que nada para cortar el silencio que había cubierto el ambiente. Theodore se encogió de hombros.

–Pensaste mal. No todos teníamos nuestra lealtad con el señor tenebroso, Potter. Espero que tú y el ministerio recuerden eso...

Harry no había respondido, abrumado y más interesado en catar el cuerpo ajeno con la mirada. Estaba cubierto de tierra y sangre seca, con más de una contusión a la vista. Él mismo estaba en las mismas condiciones. Y aquellos que reposaban en la escalera también. Asintió torpemente con la cabeza, decidiendo volver al gran comedor. Pasó por el lado de Slytherin tratando de no dirigirle ninguna otra mirada, pero sintió los ojos azul violeta del otro taladrándole la nuca.

Poco después había descubierto que el chico había luchado contra su propio padre en los jardines, saliendo victorioso a duras penas. Tal y como se lo había advertido, recordó destacar a aquellos Slytherin que habían ayudado en la guerra en cada una de las asambleas que había tenido con el ministro de magia. Y había valido la pena, sin que ninguna injusticia se cometiera contra aquellos que, incluso estando condenados por sus apellidos, le habían dado la espalda a su familia, habían rechazado la marca, y habían luchado por Hogwarts al momento de la batalla.

Todos aquellos recuerdos se le habían agolpado en la mente mientras el agua de la ducha cubría su cuerpo e inundaba el cuarto de vapor. Viendo que sus dedos comenzaban a arrugarse, terminó optando por lo sano y salió del baño, arreglándose en su habitación y ordenando las pocas cosas de la casa que estaban fuera de su lugar; sus hijos llegaban hoy y quería que todo estuviera como correspondía para su llegada. Preparó el almuerzo con magia y le lanzó un hechizo para que se mantuviera caliente, justo cuando ya debía partir rumbo a la estación.

Debía admitir que desde que había iniciado su vida en el mundo mágico, los artefactos muggles habían desaparecido de su vida casi por completo, exceptuando el pequeño automóvil familiar que había adquirido poco después de que se había divorciado de Ginny. No le gustaba aparecerse con los niños y la red flu implicaba un largo camino, baúles incluidos, por las calles de Londres hasta el callejón diagon. Por ello, había terminado adquiriendo un Suzuki del año, que posteriormente Hermione había encantado para que fuera más cómodo.

Una vez en la estación, aparcó cerca de la entrada y se dirigió a la plataforma 9 3/4. El lugar estaba, como era de esperar, abarrotado de aquellos magos que iba a buscar a sus hijos. Entre la multitud distinguió la pelirroja cabellera de su mejor amigo y se dirigió hacia ella, saludando a la pareja con una sonrisa cuando le vieron. Al poco rato llegó Draco que, como ya era costumbre, se quedó junto a ellos, sabedor de que Scorpius llegaría junto a los Potter.

–Supe que Scorpius y Albus se metieron en líos esta semana –le comentó Hermione, siempre correcta y con intenciones de no dejar fuera de la interacción al rubio –¿Qué pasó? Normalmente ninguno de los dos busca problemas.

–Utilizaron el encantamiento Levicorpus con seis de sus compañeros –suspiró Harry, ignorando la risa incontenible de Ron –Albus no quiso profundizar, pero aseguró que no debía preocuparme y que no volvería a pasar, que sólo era una broma para ver si eran capaces antes de que Theo los detuviera. Una apuesta con James, al parecer.

–¿Theo? –inquirió Hermione, luego de asentir a sus palabras. Recién entonces Harry notó que había llamado al profesor, no sólo por su nombre, sino que por su diminutivo. Se ruborizó, pero el llamado de su pequeña Lily le dio la oportunidad perfecta de ocultarlo de los ojos curiosos de los otros tres adultos.

La pequeña pelirroja venía acompañada de sus primos Rose y Hugo, y no dudó ni un segundo en lanzarse a los brazos abiertos de su padre, como era la costumbre cada vez que se reencontraban luego de una larga jornada en Hogwarts. De sus tres hijos, Lily era la más cariñosa, y eso a Harry le encantaba. Tras los recién llegados venían Albus, Scorpius y James, los dos primeros con unos enormes paquetes bajo el brazo. Harry tuvo que reprimir una sonrisa al reconocer el castigo que debería cumplir su hijo. Con una mirada de reojo, comprobó que Malfoy estaba en igualdad de condiciones.

Ambos sabían que Theodore había sido indulgente con los chicos, habiendo podido obligarlos a cumplir la sanción en el castillo, sin volver a su hogar para Navidad. Por ello, y como padres responsables, ni Draco ni Harry tenían intenciones de facilitarles las cosas a los revoltosos recién descubiertos. Y eso era un sacrificio propio, porque el de ojos verdes estaba seguro que le tocaría aguantar una gran cantidad de quejas, argumentos y negociaciones por parte de Albus. Maquinaba como evitar dichos momentos cuando, como llamado por su pensamiento, el profesor de Defensa contra las Artes Oscuras apareció en la puerta de uno de los vagones y se acercó a los dos chicos de tercero, aparentemente dando las últimas instrucciones sobre la tarea que deberían realizar.

–¡Eh, Theo! –llamó de pronto Draco, haciendo que Harry lo mirara sobresaltado. Lo que no tenía ningún sentido, se dijo a si mismo, porque era obvio que el rubio lo llamaba por nada relacionado a él. Al fin y al cabo, el rubio y el moreno eran amigos cercanos desde antes de entrar a Hogwarts. El aludido se volteó hacia ellos, acercándose luego de unos segundos, junto a Albus y Scorpius.

Draco le dio un abrazo apretado cuando estuvo a su altura y Harry sintió que sus entrañas rugían, lo que lo alarmó. Mierda, no podía haberse colado tanto en su cuerpo ¿Verdad? ¡Sólo había charlado con él cuarenta y cinco minutos! Como mucho. Debía estar enfermo, probablemente alguna enfermedad extraña se les había escapado en el ministerio y simplemente estaba asociándolo de manera equivocada al hombre frente a él, que en ese momento los saludaba.

–Entonces ¿Te llevo? Tengo un traslador directo a Malfoy Manor.

–Gracias, pero no. Tengo cosas que hacer y probablemente me quedaría más de lo conveniente. Además –miró a Scorpius de reojo y el chico desvió la mirada –soy un profesor castigando a tu hijo en este momento y no quiero que piense que he perdonado su falta –pese a ello, tenía una leve sonrisa en los labios (esa que Harry comenzaba a reconocer como característica, con cierto grado de suficiencia y tranquilidad, lejos de ser una sonrisa resplandeciente pero bella de todos modos, se sorprendió pensando).

–Nosotros podemos llevarlo –saltó entonces Albus, haciendo que la atención se desviara a él - pasamos cerca del Callejón Diagon, podemos dejarlo ahí –y puso su mejor sonrisa.

–Ya, pero resulta que a ti tampoco te he perdonado la falta –comentó el hombre, entornando sus ojos azul violeta.

–Pero no necesitamos convivir. El auto tiene una separación mágica entre los asientos delanteros y traseros ¿Verdad, papá?

–Eh, sí... –respondió Harry, perdido en las intenciones de su hijo. Afortunadamente, no era el único, todos lo miraban confundidos por su insistencia. Menos Scorpius, que se mordía los labios de manera extraña –claro, no hay ningún problema –y en esta ocasión miró a Theodore directamente, encontrándose con sus ojos y perdiendo levemente el sentido de la realidad.

–Entonces, supongo que está bien –aceptó finalmente el hombre, pese a parecer algo desconcertado por la situación.

Seguramente siguieron charlando un poco después, pero Harry apenas prestó atención a ello, más concentrado en analizar las posibles conversaciones que podrían tener durante el trayecto al Callejón Diagon. Al final, se despidieron de la familia Weasley y de los Malfoy, para dirigirse al auto. Una vez ahí, guardaron todos los baúles en la cajuela y los tres menores se instalaron en la parte trasera del auto, ampliada mediante magia. Él, por su parte, se situó en el asiento del conductor, con Nott uniéndose a él en el asiento del copiloto.

Los primeros minutos los pasaron en total silencio, ambos sin saber del todo que se supone que debían decirle a alguien con quien no había tenido una conversación normal jamás. Harry mantuvo la vista al frente tanto como pudo, pero no podía evitar mirar por el rabillo del ojo al hombre junto a él. Theo se habían mantenido mirando insistentemente por la ventana, aunque el Potter pudo cumplir con su mirada en más de una ocasión, por el reflejo del vidrio alzado.

–Así que... ¿Profesor de DCAO? –inquirió luego de unos instantes. Ante la mirada confusa del Slytherin, carraspeó –quiero decir, jamás vi que eras bueno en esa materia. Aunque, a decir verdad, creo que jamás te vi en ninguna de las clases...

–Supongo que estabas demasiado ocupado salvando Hogwarts como para preocuparte con quien compartías el salón –ante lo tajante de la afirmación, Harry volteó a verlo, relajándose cuando reconoció un brillo divertido en las pupilas ajenas.

–Puede ser, ser atacado por serpientes gigantes puede ser muy estresante –rió entre dientes.

–Demos gracias a Merlín porque nada de eso acabara contigo –y Harry estaba seguro de que ese retorcijón en el estómago no era normal.

–Lo que me recuerda... Creo que jamás les agradecí por haber vuelto a Hogwarts esa vez... –casi inmediatamente, Theodore se tensó.

–Tienes una idea equivocada si crees que debes darnos las gracias. No lo hicimos por ti, lo hicimos por nosotros.

–Ya. Pero de todos modos. Supe que Parkinson ayudó a Ginny en una ocasión. Y que Greengrass le hizo los primeros auxilios a Lavender. Y tú –comentó, mirando fijamente al frente, notando como el otro chico se ponían aún más tenso –tú luchaste contra tu propio padre, en favor de ir contra Voldemort.

–Es difícil no luchar cuando alguien quiere matarte.

–Podrías haber evitado su muerte...

–No, no podía.

–... O haber derivado la lucha a otro.

–Me bajo aquí.

–¿Qué? ¡No! ¿Por qué? –Harry, que hasta el momento había obviado su mirada, ahora se giró a verlo directamente, encontrándose con la mirada fulminante del de ojos azules.

–Porque sí –y cuando hizo ademán de abrir la puerta, con el auto aún en movimiento, Harry le sostuvo la muñeca.

–Oye, lo lamento. Perdón. Sólo creí que era correcto mencionarlo.

–Por supuesto que lo creíste. Eres tan estúpidamente Gryffindor. Creer siempre que todo se hace por valentía o porque apoyas el lado blanco en lugar del negro.

–¿Por qué no puedes simplemente aceptar mi agradecimiento?

–¡Por que es estúpido agradecer el que haya matado a alguien! –Theodore jaló su mano, pero Harry apretó con más fuerza.

–¡Vale, lo lamento, de verdad!

El silencio que siguió a eso fue tan pesado que Harry sintió como sus hombros de hundían. Había orillado el auto mientras discutían, pero afortunadamente Nott había dejado olvidada la puerta, concentrado en él contrario, con una mirada glacial que habría espantado a los mismísimos dementores. Ninguno se movió y una parte de Harry deseó que sus hijos no hubieran notado la falta de movimiento. No quería que se asomaran a preguntar.

–Lo siento, de verdad. Es obvio que tenemos ideas muy diferentes de lo que significó participar en la batalla de Hogwarts. Y lamento haber forzado mi forma de verlo en ti. Sé que para todos fue difícil, de un modo u otro, y te pido perdón por no haber respetado eso antes de hablar...

Por un momento, Harry creyó que Nott lo hechizaría, pese a que había hecho uso de todas las facultades diplomáticas que sus años de auror le habían inculcado. Sin embargo, el hombre terminó asintiendo, relajándose levemente en el asiento.

–Lo lamento también... –musitó, desviando la mirada. Ante eso, Harry pudo ver el contorno de su rostro y casi olvidó por completo lo que acababa de pasar, perfilando con la vista las facciones finas del otro hombre, así como las pestañas tupidas y el cuello esbelto.

Se le secó la boca.

–Entonces... ¿Sí puedo llevarte hasta el Caldero Chorreante? –preguntó con cautela, haciendo que el otro dibujara una levísima sonrisa en sus labios.

–Sí, muchas gracias por llevarme.

El resto del viaje ocurrió sin complicaciones, para alivio de los dos. Una vez frente al caldero chorreante, Theodore se despidió de sus alumnos y Harry se dirigió a su casa. Vivían en un tranquilo suburbio a las afueras de Londres, donde más de un mago se había instalado, lo que volvía el condominio una zona de lo más pintoresca, pese a que los muggles que vivían cerca no podían verlo. Había desde casas clásicas, normales como las de cualquier londinense, y otras que estaban claramente hechizadas para hacer sentir mejor a sus huéspedes. La casa de los Potter era, entre todas, una de las menos llamativas. Con dos pisos y reproduciendo un poco el estilo de las casas del valle de Godric, era acogedora y espaciosa, permitiendo que cinco personas (ahora cuatro) vivieran cómodamente en ella.

La mente de Harry estaba llena del hombre al que había despedido hace menos de tres horas, cosa que confirmó cuando la noche volvió a hacer de las suyas, despertándolo mucho antes de lo que necesitaba, con los oídos repletos de aquellos suspiros imaginarios que le estaban robando, literalmente, las horas de sueño. No fue la única noche y el de ojos verdes no tardó en volver una costumbre el insonorizar su habitación antes de dormir.

La llegada de Scorpius, algunos días después, calmó un poco las cosas, con el mayor preocupado de aprovechar el tiempo con sus hijos y de preparar todo para las festividades, así como procurar que los dos castigados cumplieran con el encargo dado como sanción. Tal y como temía, los argumentos y las negociaciones de Albus habían sido casi infinitos. Al final, había amenazado con llamar a Ginny y crear horas de trabajo con Hermione. Los chicos habían terminado adueñándose del comedor para poder transcribir con mayor velocidad.

Así, la mañana de navidad llegó sin mayores inconvenientes, con los Potter y Scorpius llegando a la Madriguera a través de la red flu. La casa, como todos los años, bullía en actividad, con todos los parientes preparándose para la cena de más tarde, que iba acompañada de la entrega de regalos. Aquello se había vuelto una tradición desde que se había casado con Ginny y ni siquiera su divorcio había podido detenerla. Había ayudado el hecho de separarse en buenos términos, sabiendo que ninguno de los dos se amaba ya como marido y esposa, sino más bien como hermanos, camuflado dicho sentimiento con el interés romántico de antaño y el nacimiento de sus hijos.

–Entonces... ¿Cómo ha ido tu vida, querido? –le preguntó Molly, cuando la ayudaba a terminar de pelar los vegetales para la tarde.

Lo había agarrado a punto de tener una partida de ajedrez mágico con Ron y, sabiendo que de todos modos perdería, optó por seguirla sin rechistar. No es que le molestara, de todos modos; no la veía tanto como le gustaría y esos instantes donde podía disfrutar de la compañía de aquella que era casi una madre para él, eran inigualables.

–Tranquilo, supongo. Lo más tranquilo que pueden ser los días como auror –se rió un poco –he pedido vacaciones durante toda la estadía de los niños, así que he descansado bastante –agregó luego, sabedor de la siguiente pregunta de la pelirroja mujer, siempre preocupada de su salud.

–Oh. Me alegra escucharlo. Ojalá Ginny pudiera hacer lo mismo.

–No es que no lo intente, pero ambos sabemos que ser reportera de deportes es trabajo a tiempo completo –defendió con una leve sonrisa a su ex-mujer –además, siempre se los compensa. Durante las vacaciones de verano, pasa todo su tiempo libre con ellos. ¡El año pasado incluso se los llevó con ellos a Rumania un mes! Y todo porque no la dejaron aplazar la nota que debía hacer.

–¿Y qué pasa con el amor, Harry? –inquirió luego de darle la razón. Harry casi se atraganta con su propia familia –no reacciones así. Ya van cuatro años desde que se separaron Ginny y tú.

–No tengo tiempo para conseguir pareja, señora Weasley.

–Tonterías. Se debe únicamente a que no quieres ¿No?

–No, de verdad. Con mis horarios de auror y el cuidado de los niños, no tengo tiempo.

–Harry Potter –el de ojos verdes se estremeció –está bien que no quieras hablar de ello, pero no me mientas. Y no te mientas a ti mismo –era increíble la capacidad que tenía la bruja de hacerlo sentir como un niño. Avergonzado, asintió –estoy segura de que encontrarás a alguien cuando menos lo esperes. No te cierres a las posibilidades, querido.

Optando por cortar por la paz (y porque sabía que ella era más sabia que él), Harry le dio la razón.

El resto de la velada pasó tranquila y feliz. Cenaron, abrieron los regalos y se dedicaron a charlar, ponerse al día y a jugar. Finalizaron, como todos los años, con una brillante exhibición de los fuegos artificiales de sortilegios Weasley y finalmente, a eso de las tres de la madrugada, todos volvieron a casa. Harry se despidió de sus hijos, que se acostaron enseguida, y se fue a su habitación, pensando que se dormiría enseguida.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no podría. Las palabras que había intercambiado con Molly Weasley se repetían en su mente una y otra vez. Apesumbrado, se dio cuenta que la bruja tenía razón. La verdad es que tiempo no le faltaba. Sus horarios de auror se habían ido regulando ahora que la captura de mortífagos prófugos había disminuido y, si bien el primer año las había visto negras en cuanto al cuidado de sus hijos, ahora que los tres estaban más grandes e iban a Hogwarts, los quehaceres habían disminuido mucho. Así que sí. No había buscado pareja simplemente porque no se le había dado la gana, más que nada porque no tenía idea de como se lo tomarían sus hijos. Ginny seguía soltera, más ocupada en su trabajo, que no la dejaba quedarse demasiado tiempo en un solo lugar, así que Harry no tenía ningún referente sobre como reaccionarían los chicos si los veían seguir con sus vidas en pareja.

Aunque, si lo analizaba, jamás habían dado muestras de que querían que sus padres volvieran a estar juntos. Y Molly Weasley no era la primera que le preguntaba si tenía intenciones de conocer a alguien. Incluso su ex esposa había estado interesada en saber, en más de una ocasión, probablemente conocedora de que él no tenía los impedimentos que ella sí.

Así que vale. Probablemente debía dejar de cerrarse a la posibilidad de conocer a alguien con quien compartir, no solo su cama, sino también su vida. Se sobresaltó cuando la voz de Theodore Nott inundó su mente, sorprendiéndose a si mismo ante la consideración de que, en realidad, el hombre era una buena opción. Estupenda, en realidad. Sus hijos parecían apreciarlo como profesor y seguramente crearían una buena relación si él se convertía en una constante en sus vidas. Además, era sumamente inteligente, por lo que sabía. Y muy guapo también.

Se cortó a si mismo cuando se dio cuenta que aquella racionalidad era totalmente fingida y, optando por seguir el consejo de la matriarca de los Weasley, decidió dejar de mentirse a si mismo. La verdad era que el Slytherin se había colado bajo su piel sin siquiera proponérselo y sin nada de dificultad. Harry ardía de deseos por el hombre. Y no sólo físicamente, porque a lo largo de esas dos semanas se había visto anhelando cosas tan sencillas como una conversación, una sonrisa o cualquier tipo de cita. Y eso le extrañaba aún más que las fantasías eróticas. No tenía idea de si eso significaba que Nott le gustaba más de lo que pensaba pero, en lugar de buscar excusas, terminó decidiendo que lo mejor era conocerlo.

Con aquella extraña tranquilidad, finalmente se quedó dormido.


Siguió igual de convencido de que necesitaba una cita al día siguiente. Y a los dos días también. Por eso, cuando Albus comentó que necesitaba la ayuda del profesor, le costó horrores suprimir su sonrisa de satisfacción.

Así que ahí estaba. Su hijo le había mandado una lechuza al profesor y ese día esperaban su visita. Harry tenía absolutamente claro que el hombre no iba por él, pero también estaba absolutamente convencido de que podía aprovechar la ocasión para poder conocerlo un poco mejor. Y no iba a dejar pasar la oportunidad.

Así que lo esperó de pie en el umbral de la puerta del comedor, viendo como ayudaba a traducir algunos testimonios que, paranoicos, los magos entrevistados habían pedido codificar. Mientras lo observaba, se preguntó como es que no lo había notado durante todos sus años en Hogwarts. Era obvio que era inteligente y que su capacidad de darse a entender sería la envidia de muchos oradores del ministerios. Por ello, le extrañaba no haberlo reconocido como uno de los más inteligentes de la clase, tal como Hermione... Y de pronto entendió que probablemente ella era la razón. No sería la primera persona que optaba por guardar silencio en clases que compartía con ella, no dispuestos a competir por la aprobación del profesor.

–Creo que eso es todo –la voz de Theo lo trajo de vuelta. Harry sonrió.

–¿Quieres una taza de café?

Theodore pareció desconcertarse con la invitación, pero finalmente asintió, siguiéndolo a la cocina. Allí, Harry se dedicó a preparar lo necesario, sirviendo dos humeantes tazones del amargo líquido. Harry le observó beber con cuidado y no pudo perderse detalle de los gestos contrarios. Luego los ojos azules se posaron en los suyos y Harry se volvió consciente de que debía respirar.

–Draco me dijo que celebraste Navidad con los Weasley ¿Lo pasaron bien?

–No creo que alguien pueda pasarlo mal con los señores Weasley vestidos de Sr. y Sra. Claus –ante la ceja arqueada de Theo, se ruborizó –son personajes muggle. Santa Claus o Papá Noel. Le lleva los regalos a los niños del mundo durante la noche del 24 de Diciembre.

–¿Es ese viejito gordito y vestido de rojo que usan los muggle en sus decoraciones?

–Sí, ese mismo. De todos modos, ¿Cómo es que Draco te dijo?

–Pasé la Navidad con él en Malfoy manor. Junto con otros compañeros de Slytherin –se explicó el de ojos azules, encogiéndose ligeramente de hombros.

–Son muy unidos, ¿Verdad?

–Nos conocemos desde mucho antes de entrar a Hogwarts. Y aquellos que no nos llevábamos del todo bien, fuimos acercados por las circunstancias.

Harry, que había estado de pie, se sentó junto al hombre, cauteloso. Estando tan cerca, sentados el uno junto al otro, pudo notar las grandes diferencias físicas que había entre ambos. Theodore era delgado y algo menudo, pese a que no era bajo. Sujetaba con las dos manos el razón de café, con sus dedos largos y aristocráticos de pianista. Él, por su parte, había ganado musculatura por su trabajo de auror y actualmente era varios centímetros más alto que el Slytherin. Sus manos, por otra parte, se sentían grandes y toscas en comparación. Recordó entonces cuando le había sostenido del brazo en el auto, sorprendido de no haber notado ahí mismo como casi podía rodear la extremidad ajena sin mucha dificultad. Y de pronto, aquella repetitiva fantasía de tenerlo bajo suyo cambió. Se imaginó que se sentiría el atraerlo con uno solo de sus brazos a su regazo, una mano en la espada para estabilizarlo y la otra en la cadera, para establecer el ritmo. Cerró los ojos, tratando de concentrarse en lo que realmente estaba pasando con el hombre frente a él, pero la imagen se había grabado a fuego en su mente. Le costó todo su autocontrol el no gruñir y cumplir lo que estaba pensando.

–Si sigues perdiéndote así, voy a empezar a preocuparme –oyó entonces, logrando volver a la realidad.

–¿Por mí? –le jugó, sonriendo de lado. Nott le devolvió la sonrisa burlona.

–Por el hecho de que el jefe de aurores no pueda mantener los pies en la tierra ¿Qué dice eso de la seguridad de la comunidad mágica? Desde ahora no voy a poder dormir tranquilo.

–Oh, no te preocupes, jamás dejaría que nada te pasara –le dijo, cada vez más divertido por la mente ágil del otro.

–¿De verdad? Estoy seguro que yo no debería ser su prioridad, auror Potter –Nott se encogió de hombro, aunque la sonrisa no abandonó sus labios.

–¿Por qué no deberías serlo?

–Para empezar, porque me alojo en el lugar más seguro del mundo mágico –bebió de su café –... Aunque esa regla no se aplique demasiado a ti. El castillo quería matarte –agregó entonces, como una ocurrencia tardía. Harry soltó una carcajada.

–¿Y el segundo motivo?

–Ese aún la estoy pensando, dame un poco de tiempo.

Se hizo un silencio cómodo luego de una nueva risa de Harry. La tarde ya comenzaba a caer, y ambos hombres se dedicaron a observar distraídamente por la ventana como el cielo adquiría los tonos típicos del atardecer. El café desapareció de los tazones con parsimonia, calentando los cuerpos de ambos y dándoles una agradable sensación de tranquilidad.

–¿Sabes? Me habría gustado conocerte durante nuestros años en Hogwarts –soltó de pronto Harry, mirando atentamente al contrario. Theodore alzó una ceja, en un gesto que Harry ya comenzaba a reconocer como característico.

–¿De verdad? ¿Incluso estando en Slytherin? –inquirió, con una sonrisa algo irónica en los labios.

–Sí, incluso así. Nadie puede ser perfecto –el de ojos azules rodó los ojos, captando la broma –pero se nota que eres agradable. E inteligente. Seguro habrías sido un amigo muy preciado si nuestros caminos se hubieran cruzado antes.

–La verdad es que lo dudo... –ante eso, Harry lo miró con sorpresa –puede que nos hubiéramos llevado bien un tiempo, pero luego habrías descubierto quién era mi padre y te habrías alejado de mi –se encogió de hombros –y la verdad es que no te culparía. Intentó matarte.

–Sí, bueno. A ti también.

–Pero eso fue dos años después. Dime, Potter...

–Harry –le interrumpió. Sorprendido, Nott dudó unos instantes, pero asintió.

–Dime, Harry, ¿Realmente habrías sabido hacer la distinción cuando estabas en quinto? –Harry pareció pensarlo, pero finalmente negó con la cabeza, algo avergonzado –Exacto. Así que, al final, ha sido mucho mejor que nos conociéramos oficialmente de esta forma. En estos momentos.

–¿Siempre has sido así de inteligente? De verdad habrías sido de mucha ayuda en el pasado.

Theo se rió.

–Si no escuchabas a Granger, tampoco me habrías escuchado a mi.

–Estoy seguro de que habrías sabido hacerte escuchar.

Y puede que se hubiera arriesgado un poco al coquetearle de ese modo, pero la sonrisa que le dedicó el otro hombre valió la pena. No era vistosa, pero de cierto modo era menos sardónica que las que había visto durante las bromas y aquello hizo que se le arrebolaran las mejillas, por lo que se apresuró a tomar lo último de su café, para esconder su rostro.

–De todos modos, ¿Cómo van los chicos con las transcripciones? ¿Les servirán? –quiso saber, volviendo a un terreno seguro de la conversación.

–Sí. Nos servirán –asintió el ojiazul –Luna estará muy contenta, esta era una de las partes más lentas de la investigación.

–Me alegra oírlo, no tenía idea de que trabajaras con Luna, fue una sorpresa descubrirlo. –Theodore sonrió ante eso.

–Sí, bueno, lo que hace Luna es increíblemente interesante. Debo agradecer que me haya considerado en su equipo. –se puso de pie –ya debo marcharme, Harry. Gracias por el café.

–Oh ¿Tan pronto? –se decepcionó el ojiverde, aunque se puso de pie también. Lo guió hasta la puerta pero, antes de que el profesor saliera, lo detuvo de la mano. Nott se volteó hacia él, algo sorprendido por el gesto, sorpresa que creció al ver lo azorado que parecía el más grande –los niños se irán esta semana a la casa de Ginny... Te gustaría... Tengo tiempo libre y... –al notar que balbuceaba, carraspeó –¿Te gustaría que nos viéramos? Tal vez cenar algo...

La sorpresa que se reflejó en los ojos azul violeta provocó que a Harry se le apretara el estómago, lo que se acentuó cuando el contrario tardó en responder. Afortunada o desafortunadamente, el momento se rompió cuando Lily bajó corriendo las escaleras, deteniéndose en seco al ver a los dos hombres parados en el vestíbulo. Observó la posición de sus manos y luego a ambos.

–Eeeh... Perdón, creí que estabas en la cocina, papá –sonrió avergonzada. Los dos adultos se soltaron, saliendo de su estupor.

–Vale, Potter, espero tu lechuza –respondió como pudo Theodore, cortado por la situación.

Luego de eso le hizo un leve ademán a Lily y desapareció por la puerta, cerrando suavemente. Se fue tan rápido que ni siquiera notó la sonrisa divertida de la pequeña pelirroja, ni la expresión avergonzada de Harry que, pese a todo, tenía una sonrisa irreprimible adornándole los labios.


** Importante: Las fechas se han alterado para que Harry y Theo sean más jóvenes, debido a que no sé manejar del todo personajes cercanos a los 40 años. Así, Albus nace cuando Harry tiene 18. Dado que ahora está en tercero, Theo y Harry tienen 32 años.

Eso ha sido el primer capítulo de esta historia! espero que les haya gustado. Probablemente tendrá entre cuatro o cinco capítulos, cada uno con un punto de vista distinto, ojalá puedan disfrutar esta pequeña incursión en esta pareja tan poco habitual pero tan popular en algunas partes. Nunca había escrito con los personajes como adultos, pero creo que están quedando bien... Si no es así, no duden en decírmelo.

Espero sus reviews! Saludos!