Después del griterío y los forcejeos, lo único que quedaba era un silencio incómodo. Aún teniendo la oportunidad de salir corriendo, ninguno lo hizo, decidiendo quedarse sentados sobre el césped. Los dos miraron el verde pasto, sintiendo la fresca brisa. Sonrojados, parecían divagar demasiado en lo que había pasado, pese a ser un accidente.
-Si le cuentas a alguien, te mato a patadas –sentenció la rubia, roja como nunca
-¿Por qué se lo contaría a alguien? –respondió él, mirándola de reojo -¿A quién le daría orgullo decir que…? Bueno… tú sabes…

Le dio un empujón, extrañamente no era muy fuerte. Fue un golpe tan suave, tan juguetón, que él sonrió.
-No, en verdad… que nadie se entere… -su voz parecía intentar emitir una súplica –Los otros se burlarían, y yo no quiero eso…
-Guardaré el secreto y lo sabes –juró –Además, esto no hubiera pasado si te hubieras quedado tranquila mientras te quitaba lo que sea que tenías en el cabello
-¡Estabas despeinándome!

Alargando el brazo, Noland tocó el cabello de Greta. A causa de su guante, no pudo sentir el cabello de la chica, la cual estaba completamente nerviosa e intentando no temblar en ese momento. Quitando la mano, observó lo que había quitado del cabello rubio de su amiga.
-No puedo creer que todo este lío es por culpa de una pelusa… -dijo, mientras Greta se asomaba para ver –Pero, te digo, nadie más se va a enterar

La mortificación en la cara de Greta parecía haber desaparecido, pero seguía sonrojada.
-Será mejor que también olvidemos lo que pasó, ¿no crees? –pidió, sin mirar a su amigo

Noland se quedó callado nuevamente, arrancando el tierno césped, como intentando calmarse o reprimir algo.
-Sí, supongo… -espetó finalmente, dejando el césped –Que sea como si nunca pasó…
-Bien… -se levantó, enérgica, como si nada hubiera ocurrido –Tengo que irme a… a entrenar –se excusó, y comenzó a trotar en su lugar –Te veo luego

Levantando la mirada para verla, Noland asintió.
-Vete con cuidado, no te vayas a tropezar con alguien

Ondeando un adiós para él, Greta corrió, alejándose pronto. Cuando ella desapareció, Noland se tumbó sobre el césped, mirando el cielo azul, con una expresión de emoción y una amplia sonrisa en el rostro.