¡Hola a todos! ^^ Aquí os presento mi primer fanfic, el cual, después de dudarlo durante mucho tiempo, por fin me atrevo a subir. ¡Es increíble lo que hace estar rayada de estudiar microbiología! ¡Pero desconectar es bueno! (no sé porque pero, en época de examenes, las cosas que uno ha de hacer antes de estudiar se incrementan exponencialmente xD)
Así pues, os dejo ya y sólo espero que lo disfrutéis tanto como yo escribiéndolo! (toda opinión/crítica que queráis hacerme será eternamente agradecida, ya que de los errores se aprendee!!)
Y gracias a esas personas que me animaron a publicarlo! (esto, Gahlia, va por ti! ;) )
Un beso! ^^
Disclaimer: Harry Potter no me pertenece. Esta historia sólo se basa en sus personajes y los arrastra a un universo alternativo un tanto desquiciado!
Inditem alborium umun danom
Capítulo 1: El anillo de Gersich.
Pasó página y una sonrisa afloró a sus labios. Oh sí, aquella foto sí que no tenía precio. A un lado se encontraban su prima Rose y él, con la enorme montaña rusa de fondo, y al otro, a un par de metros de ellos, un enfurruñado Scorpius Malfoy. Miraba hacia otra dirección, como si aquello no fuera con él, y tenía los brazos cruzados sobre el pecho.
Pero su crispación era evidente.
Dicha irritación era producida, en primer lugar, por la manía persecutoria de Joss de hacer fotos cada dos pasos; en segundo, por llevar ya en aquel parque de atracciones muggle más de la mitad del día y, en tercero pero no menos importante, por la ropa mundana que se había visto obligado a llevar.
"Cosas de hacerse amigo de un hijo de muggles loco por las atracciones", le había dicho Joss con una sonrisa a Scorp aquella mañana, antes de ir al parque, ante la cara de horror de éste al ver los tejanos y la sudadera que esperaban pacientemente a ser vestidos.
Después de varias negativas, al final se impuso la razón y Scorp acabó por cambiarse. Su túnica negra llamaría demasiado la atención y tampoco es que le quedara tan mal la nueva ropa. Pero a pesar de eso, Scorpius había prohibido terminantemente que le retrataran con aquellas pintas.
En la siguiente fotografía sólo salían su prima y él, ella echándole los brazos al cuello y con el alborotado cabello castaño rojizo sobreponiéndose al suyo negro. Ambos lucían la misma expresión alegre con los ojos brillando por la subida adrenalina, acababan de bajar de una de las atracciones más temerarias del parque.
Albus Severus Potter volvió a sonreír recordando aquel día. Muchas cosas habían pasado desde aquel lejano verano de tercer curso, como por ejemplo que ahora su mejor amigo llevaba ropas muggles siempre que podía por el simple placer de hacer enfadar a su padre. Para el señor Malfoy había sido un duro golpe que su único hijo se relacionara con gente como Potter o Weasley, y ya no decir con alguien como Joss, que era hijo de muggles. Y últimamente las cosas iban a peor, aunque al slytherin no parecía importarle que la relación con su padre se deteriorara aún más.
Siguió pasando las páginas, viéndose crecer tanto él como su familia y amigos tras cada una. Suspiró. No sabía por qué, pero ver aquellas fotografías lo tranquilizaban. Como si fueran su garantía, como si fueran la prueba irrefutable de que todos los recuerdos que encerraban habían sucedido de verdad. Y que lo "otro" no era más que un sueño.
Lo "otro", aquel extraño mundo que le perseguía en sueños y que le hacía despertar ahogando un grito en mitad de la noche, sudoroso y frío.
Anteriormente cuando despertaba, sólo conseguía recordar retazos difusos de la pesadilla, pero últimamente los sueños eran más claros y largos, casi reales.
Se estremeció al recordarlo.
En esta ocasión había visto a su tía Hermione, pero no como era ahora, sino más joven y con el pelo más corto, hasta la altura de la barbilla. Se encontraba en una sala llena de escombros y la luz de la luna se filtraba por un boquete en el techo. Constantemente miraba alrededor, vigilante, como si esperase ser sorprendida de un momento a otro.
Y así fue.
De repente todo empezó a temblar y la pared que tenía detrás explotó, ocasionando una lluvia de cascotes y una espesa polvareda que imposibilitaba ver quién aparecía. Pero a su tía no le hacía falta ver para saber de quién se trataba. Bueno, más bien de quiénes. Los hombres con túnicas blancas que tantas otras veces había visto en sus sueños hicieron acto de presencia lanzándose a por su tía. No obstante, ella ya parecía saber lo que se le avecinaba porque, sin sorprenderse siquiera, contraatacó con una ferocidad nunca vista por Al. Fácilmente esquivó los hechizos de sus enemigos y, saltando de una manera que el chico nunca hubiera creído capaz a su tía, le lanzó un Avada Kadabra al hombre más próximo, que cayó fulminado al acto.
Albus aún recordaba con estupor y horror la frialdad con la que su tía había lanzado la maldición imperdonable.
Después el sueño continuaba con la huída de Hermione del edificio, perseguida por los encapuchados, y como, tras cruzar calles y calles acordonadas por edificaciones semiderruidas y donde la muerte era palpable en cada esquina, la acababan acorralando en un callejón.
Ocho hombres avanzaron hacia ella, cercándola más y más a cada paso, y su tía, con aparente calma, alzó su varita al cielo y lanzó chispas rojizas y plateadas, que se perdieron en el oscuro firmamento mientras ella se preparaba para el inminente ataque. Cuando una maldición cruciatus la alcanzó de pleno, haciéndola caer al suelo entre espasmos de dolor, Hermione intentó seguir luchando y su Avada consiguió derribar a uno de ellos. Pero ya estaba perdida. Al lo sabía y ella también y por mucho que el chico intentó gritar, tomar algún control sobre su pesadilla, no consiguió despertar y ante sus ojos vio como su querida tía volvía a retorcerse bajo la maldición una vez tras otra hasta que ya no supo si aquello era real o ficticio, hasta que el agonizante dolor y la rabia que le comprimían el pecho estuvieron apunto de hacerle perder la razón. Sólo quería destrozar, matar, despedazar a aquellos hombres. Y entonces su tía lo miró, lo miró como si realmente se encontrara allí. Sus ojos marrones se encontraron con los suyos verdes atravesando el tiempo y el espacio y, justo antes de despertar, Al vio como Hermione movía los labios, llamándole.
Una par de golpes bruscos en la puerta de su habitación lo hicieron volver a la realidad. Albus sacudió la cabeza, intentando apartar de su cabeza la imagen de su tía torturada y la congoja que se había aposentado en su corazón. Sólo se trataba de una pesadilla, se convenció, de una horrible y espantosa pesadilla.
- ¿Al…?- lo llamó una voz preocupada desde el otro lado de su puerta- ¿Al, estás bien?
Era Lily.
- Sí, sí- se apresuró a contestar el chico cerrando el álbum y yendo a abrir la puerta- ¿Qué pasa, Lily?
- ¡Llevo un buen rato llamándote!- se quejó la niña- Me estaba empezando a preocupar.
- Estaba durmiendo- mintió Al como disculpa.
Lily se llevó las manos a la cadera, un gesto que la hizo parecerse mucho a su madre.
- Bueno, Rose y Scorp acaban de llegar, te esperan abajo.
Albus asintió con la cabeza y bajó rápidamente las escaleras. Había visto a su prima hacía tan sólo un par de días, pero de Scorpius no sabía nada desde que acabaron las clases y de eso ya habían pasado varias semanas. ¡Había tenido incluso más noticias de Joss, a pesar de que éste se encontrara de vacaciones en Italia, que del slytherin!
Los encontró a ambos en el salón, charlando animadamente con sus padres, y enseguida se enteró del porqué de la desaparición de su amigo.
- Mi padre me había prohibido terminantemente salir de casa hasta que dejara de usar ropas muggles- explicó Scorp sin darle demasiada importancia- Y supongo que pintar mi habitación de rojo y poner los marcos de puertas y ventanas dorados, como respuesta a su castigo, no ayudó demasiado a calmar sus ánimos.
- ¿De verdad hiciste eso?- preguntó por todos el padre de Al, Harry, sin poder dar crédito de lo que oía.
- Sí, señor Potter- contestó el joven Malfoy con una sonrisa- No es que me fascinen esos colores precisamente, pero sabía que eso sería más de lo que mi pobre padre podría soportar.
Por cosas como esas Scorpius era un digno hijo de su casa, por mucho que hubiera cambiado a lo largo de los años y que la utilización de esos colores fuera totalmente en contra de los ideales slytherin. Pero como bien había dicho el chico en repetidas ocasiones, él no era un slytherin normal y corriente, es más, estaba casi seguro de que, si lo seleccionaran ahora, esa no sería su casa. Aunque tampoco lo sería Gryffindor. Para todo había un límite.
A Harry Potter no le costó demasiado imaginar como se había sentido Draco Malfoy ante la actitud de su hijo y, aunque no le tenía mucho aprecio, no puedo evitar sentir cierta lástima por él. Pero antes de que pudiera decirle al chico cualquier cosa de la que se arrepentiría luego, ya que nunca se hubiera imaginado intentando interceder por Malfoy, su sobrina Rose intervino.
- ¿Y entonces cómo es que estás aquí?
El interpelado se encogió de hombros.
- Supongo que no podía tenerme encerrado para siempre- se limitó a contestar sin dar más explicaciones, aunque ni a Rose ni a Albus se les escapó la fugaz sombra que opacó sus ojos al decir aquello.
En aquel momento entró James en el salón. Llevaba puesto su traje de quiddich y las botas manchadas de barro.
- ¡Oh! ¡Pero si son mi querida prima y mi serpiente favorita!- exclamó al verlos.
- ¡James! ¡¿Cuántas veces te tengo que decir que te quites las botas en la entrada?!- le riñó furiosa su madre, Ginny.
El susodicho la ignoró por completo y se lanzó a abrazar a su prima y darle un amistoso manotazo en la espalda a Scorpius.
- ¿Ya habéis empezado con los trabajos de verano?- les preguntó con una sonrisa maliciosa- No sabéis lo bien que se está sin tener que hacer naaada.
James había acabado aquel año Hogwarts y, tras superar los EXTASIS, se había presentado a las pruebas para entrar en los Leones de Gales. Quería dedicarse al quiddich profesional y, tras haber sido aceptado, no pensaba dar palo al agua hasta que comenzara la temporada. Salvo entrenar, claro.
- Bueno, siempre podemos pedirle ayuda a alguien más mayor y que, teóricamente, sabe más- contestó Rose ligeramente fastidiada.
- ¿Sabe más de qué, querida Rosie?- inquirió el chico con una sonrisa pícara.
- ¡James!- le reprendieron a la vez su madre y la chica, la primera cansada de que no le hiciera caso y la segunda sonrojándose.
- Vale, vale- se disculpó el chico no sintiéndolo en absoluto- Me voy a cambiar ¡Nos vemos luego!
Y guiñándoles un ojo se fue por donde había venido.
Ginny suspiró, exasperada, y su marido le sonrió con resignación.
- Bueno- intervino entonces Albus-, creo que es mejor que nosotros también vayamos subiendo ¿Os parece?
Rose y Scorp asintieron.
- Sí, id- dijo Ginny sonriéndoles- Enseguida os subiré algo para merendar.
Agradeciéndoselo, los tres chicos se dirigieron a la habitación de Albus.
Se trataba de un amplio y luminoso cuarto situado en la segunda planta de la casa con un enorme ventanal al fondo. Las paredes eran blancas y la puerta, por el lado interior, azul oscuro. La cama de cuerpo y medio se encontraba cerca de la ventana, con el armario enfrente y de un color similar al de la puerta. Inmediatamente a la derecha de ésta estaba el escritorio y, al otro lado, varias estanterías desbordadas de libros y otros objetos mágicos. En un rincón reposaba contra la pared la escoba que le habían regalo sus padres en su último cumpleaños, la Relámpago 2000; un poco más allá un enorme baúl abierto, con su contenido esparcido por el suelo, y, justo pegada a la ventana, la jaula abierta de Arquímedes, la lechuza de Albus.
Nada más entrar, Rose y el dueño de la habitación se sentaron en la cama y Scorpius, después de dejar la bolsa negra que llevaba en el suelo, lo hizo cerca de ellos, en la ventana. Esos eran los sitios que habían escogido como suyos en la estancia tras muchos veranos de reunirse allí.
Scorpius se estiró como un gato contra el marco del ventanal y, cuando volvió la mirada hacia sus amigos, descubrió que ambos lo miraban fijamente.
Enarcó una ceja.
- ¿Qué?
- ¿No quieres hablar sobre lo de tu padre, Scorp?- se atrevió a preguntarle Albus.
El slytherin resopló.
- En realidad no tiene importancia- contestó.
- ¿Cómo que no?-inquirió Rose- ¡Has pintado tu habitación de rojo y dorado!
Él hizo un gesto vago con la mano, restándole importancia.
- La verdad es que eso fue un plan fallido.
Ambos primos lo miraron sin comprender.
- Cuando mi padre me castigó, decidí pintar la habitación para tener algo con lo que negociar. Yo la devolvería a su color normal si me dejaba salir como me diera la gana- explicó con cierto aire aburrido- Pero cuando descubrí que estaba interceptando vuestras cartas…
- ¡Por eso no dabas señales de vida!- interrumpió Rose.
- Exacto- afirmó Scorp y retomó la explicación con el mismo tono desganado- Pues cuando lo descubrí y leí que querías quedar hoy, decidí salir sí o sí. Mi padre y yo discutimos de nuevo y me fui.
Al y Rose lo miraron consternados, sintiéndose culpables.
- Scorp, podríamos haber quedado otro día…- empezó a decir la chica.
- No- atajó el rubio- Lo de Al es mucho más importante. Así que dejemos de hablar de mí y vayamos a lo que interesa.
La mirada que les lanzó no admitía replica.
Albus suspiró y asintió con la cabeza. Sólo esperaba que la pelea de su amigo con su padre no hubiera sido demasiado fuerte.
Scorpius rebuscó en su bolsa y extrajo un pequeño libro bastante maltrecho. Lo tendió a su amigo con una sonrisa triunfante. Al lo interrogó con la mirada.
- Creo que en este libro podemos encontrar la solución a tu problema- se limitó a contestar enigmáticamente- Lo encontré en la biblioteca de Zabinni, tras un fondo falso, el día antes de que mi padre me castigara. Creo que a los aurores se les pasó por alto cuando registraron la casa después de la guerra.
Rose y Al lo miraron, sorprendidos.
- ¿Y como es que vosotros sí que lo encontrasteis?- indagó Rose.
- Pues…- durante un fugaz instante, Scorpius pareció incómodo, pero el rubor que amenazaba con salir rápidamente fue substituido por una mirada descarada- Querida Rose, espero de verdad que no pretendas que te dé detalles de cómo descubrimos el fondo falso de la estantería. Supongo que ya estaba algo carcomido y que acabó cediendo bajo el peso de mi mano.
Rose pareció tardar un poco más que Albus en imaginar qué podría estar haciendo Scorpius, pero cuando lo comprendió, enrojeció de golpe y le propinó un manotazo en el brazo al chico.
- ¡Eres peor que James!
Ambos chicos estallaron en carcajadas, haciendo que la pelirroja se ruborizada aún más y resoplara.
-Bueno- dijo la chica intentando cortar las risas de sus compañeros- Al menos esa novia que tienes ha servido de algo.
-Que tenía- corrigió Scorp con una sonrisa.
- ¿Ya la has dejado?- preguntaron a la vez Albus y Rose, el primero sin sorprenderse demasiado y la segunda boquiabierta.
El slytherin asintió.
- Eres lo peor Scorp- le dijo Rose extrañamente molesta- pensaba que esta vez ibas en serio.
- Casi dos meses ya es algo serio- se defendió él- ¿Y a qué viene esto? Pensaba que Carola no te caía bien.
- ¡Y no me cae!- respondió la chica, irritada- Sólo me solidarizo con todas esas pobres chicas que pareces utilizar como trapos sucios.
Scorpius abrió mucho los ojos, ofendido.
- En primer lugar, yo no las utilizo, en todo caso nos utilizamos mutuamente. Y, en segundo, si alguien ha utilizado a alguien eres tú, que saliste con Button sólo por despecho.
- ¡Yo no salí con Button por despecho!- casi gritó la chica, furiosa.
- ¿A no?- la interrogó el slytherin con escepticismo- ¿Sabes qué es lo que creo que te pasa de verdad? Que te fastidia que salga con todas pero contigo nun—
- ¡Basta ya los dos!- los cortó Albus.
El chico los miró alternativamente, retándolos a que siguieran con la pelea, y después suspiró con cansancio. No le hizo falta añadir nada más para que sus dos amigos miraran hacia otro lado, avergonzados. Después de seis años de discusiones continuas entre Rose y Scorpius, los tres habían aprendido en qué momento era mejor detenerlas, pero a los implicados se les solía olvidar con facilidad y era entonces cuando le tocaba intervenir a Al antes de que fueran a más. No sería la primera vez, ni la segunda, que sus dos amigos se dejaban de hablar.
- Bueno ¿Nos explicas lo que has descubierto, Scorp?- dijo Al volviendo al tema inicial.
El rubio asintió y abrió el libro por una página determinada, señalando una de las ilustraciones con una sonrisa de autocomplacencia.
- ¡Pero si es el anillo que encontré en la sala de los menesteres!- exclamó Al, sorprendido, al reconocerlo.
- Exacto- confirmó Scorp más satisfecho si cabe- El mismo que te pusiste y por el cual, desde entonces, tienes esos extraños sueños.
- "El anillo de Gersich"-leyó Rose en voz alta- "Al ponérselo, uno parece sufrir una serie de extraños sueños sobre una vida ligeramente diferente a la propia"
- ¿Sólo ligeramente? Pues en mi caso lo es totalmente…- comentó Al.
- "Se desconoce el verdadero porqué de esto y las teoría al respecto son tan variopintas que van desde la creencia de que se trata de un reflejo de nuestros propios temores hasta visiones de otra realidad" ¡Qué aclaratorio!- exclamó la chica con cierta desilusión.
- Lo mismo pensé yo al principio- le dio la razón Scorp- Supongo que, al saberse tan poco de él, por eso no encontramos nada al respecto en la biblioteca Howgarts. Pero si sigues leyendo- y dijo esto ensanchando la sonrisa- verás que hay algo que nos puede servir: un encantamiento para acabar con los efectos del anillo. Por lo que pone, es algo experimental, una fórmula que alguien inventó para bloquear los sueños, pero parece ser que le sirvió- y señalo al final de la página.
- "Inditem alborium umun danom"- consiguió pronunciar Al después de varios intentos.
- Es una pena que no explique nada más- continuó Scorpius- Salvo que se cree que está relacionado con una especie de arco de piedra con un velo- apuntó hacia otro dibujo- del que parece oírse voces del interior, o del otro lado.
Al oír aquello, Albus abrió mucho los ojos.
- ¿Dónde pone eso?- preguntó.
- Aquí- Scorpius señaló otro parágrafo- ¿Lo conoces?
- Sí- dijo- y Rose también. Por las historias de mi padre. Nos contó que por él cayó su padrino después de que lo alcanzara la maldición imperdonable. Su cuerpo despareció al acto, sin dejar rastro. Lo tienen en el departamento de Misterios.
- ¿Y de qué forma está relacionado el anillo con el arco?- inquirió Rose.
- Ni idea- contestó Scorp encogiéndose de hombros- Sólo pone que parece reaccionar a su cercanía, calentándose o vibrando ligeramente. El autor del libro no consiguió recoger más información al respecto, pero si el ministerio tiene el arco, quizás se pueda averiguar algo más. Deberíamos decírselo a tu padre, Al.
- No, no creo que sea lo más adecuado- musitó Albus con un hilo de voz, recordando sus pesadillas.
- Pero Scorp tiene razón, Al- convino Rose- Tío Harry es auror, puede acceder al departamento de misterios y, sino, seguro que es de más ayuda que nosotros. Tendríamos que haber acudido a él desde el principio, esto nos viene grande…
- ¡No!- gritó Al perdiendo el control- ¿Y si quiere saber qué es lo que veo? No puedo decirle que en uno de mis sueños lo vi matando a sangre fría al profesor Longbotton.
- Pero Al- dijo Rose cogiéndole una mano entre las suyas en un intento de tranquilizarlo-, es que sólo es eso, un sueño…
- Pues más razón aún para no molestarlo- replicó él tercamente- Además, con el hechizo del libro todo quedará solucionado.
- Yo no confiaría en ello- le discutió su prima en tono suave-, es más, ni siquiera lo probaría. No sabemos quién lo inventó, ni si tiene efectos secundarios. Algo podría salir mal y…
- ¿Entonces qué propones?- la cortó Al y, al verle las intenciones, añadió- Y no, contárselo a mi padre no es una de las opciones. No lo entiendes Rose…
Su prima no podía comprender el pánico irracional que sentía sólo de pensar que sus pesadillas podían ser algo más que eso. Ni siquiera él mismo lo entendía.
Había visto a su padre como un monstruo y tenía un extraño sentimiento de culpabilidad por ello, como si con sus sueños lo traicionara. Pero, sobretodo, no quería causarle ningún tipo de dolor.
Quizás intuir esto fue lo que impulsó a Scorpius a tomar una decisión.
- Mirad ¿Sabéis qué haremos? Probaremos el hechizo- Rose abrió la boca, pero el chico no la dejó protestar-, pero si no funciona, se lo diremos a tu padre, Al. ¿Os parece?
Al y Rose lo meditaron unos instantes y, finalmente, acabaron por aceptar.
Después de haber merendado y practicado el encantamiento durante gran parte de lo que quedaba de tarde, los tres chicos decidieron bajar al jardín trasero de la casa para ponerlo en práctica.
- Rose, Scorpius- los llamó la madre de Albus cuando pasaron por delante del comedor- ¿Queréis quedaros a cenar?
La chica aceptó al acto, pero el slytherin, tras pensarlo, declinó la invitación.
- Creo que es mejor que lo haga en casa, pero muchas gracias, de verdad- se disculpó.
Harry y su hijo cruzaron una mirada de entendimiento. Al fin y al cabo, uno no podía dejar de querer a sus padres así como así y Scorpius Malfoy no era la excepción.
- Otro día será- lo invitó Harry con una sonrisa antes de retomar la lectura de su periódico.
Tras estas palabras, los chicos salieron al exterior.
Una vez encontraron en un rincón suficiente resguardado de miradas indiscretas, sacaron sus varitas. Scorpius y Rose apuntaron a Albus y éste a si mismo.
Tomaron aire.
En realidad, la realización del encantamiento no era demasiado complicada. Carecía de movimientos de varita y entonaciones especiales. Sólo tenían que mantenerse firmes y pronunciar la fórmula correctamente. Y los tres al mismo ritmo, claro.
- ¿Estáis seguros de esto?- preguntó aún dudando Rose.
Los chicos asintieron con la cabeza.
- Parece algo sencillo ¿no?- dijo Albus sin poder esconder su nerviosismo- En el libro ponía que, básicamente, consistía en aportarme la energía necesaria para bloquear el poder del anillo.
La pelirroja prefirió no añadir nada y asió con más fuerza su varita.
Scorpius, por su parte, tragó saliva y carraspeó.
- ¿Preparados?
Los otros asintieron.
- "Inditem alborium umun danom"- les recordó- A la de tres: uno… dos… y… TRES.
Justo cuando las tres voces se unieron en una y un torrente de magia los recorrió para impactar contra Albus, supieron que algo había salido mal. Lo que fuera que esperaba en las sombras, débil, sin la fuerza necesaria para acabar su cometido, absorbió aquella nueva energía y, con un estallido triunfante y cegador, engulló a los tres chicos.
Cuando la potente luz se disipó y todo volvió a la normalidad, en aquel apartado rincón del jardín de los Potter ya no quedaba nadie.
