Hacía un frío tremendo, habitual en navidad. Aunque era un día festivo, no me privaba trabajar. Me llamo, bueno, he cambiado tanto de nombres que ni siquiera recuerdo el real, pero todos me conocen como Ángel, por mis blancas alas y mi incómoda aureola. Vago entre la noche en mis altos tacones buscando a donde y con quién ir. Ha empezado a nevar pero no he alcanzado mi cuota, así que no puedo abandonar mi "área de trabajo" o como las demás la llaman "La esquina al cielo". Cantar aquella canción de cuna de mi madre me mantiene fuerte "En este hermoso pero cruel mundo, yo estaré contigo. La luna me recuerda la luz de sus ojos y las estrellas la dulce voz de mi hija pequeña". Sonrío, eso me mantiene viva, el recuerdo de la voz de mi madre, aquello que heredé de ella. Me recuerda la meta que me propongo y por lo que lucho porque, ¿Qué es por lo que peleas, cuando la debilidad es más grande que tu voluntad?
