SAINT OF ATHENA:
EL PODER DEL SACRIFICIO
PROLOGO: PELIGRO EN LAS ESTRELLAS
Tres años habían pasado desde que los Caballeros de Athena regresaran sanos y salvos tras la lucha contra Hades. Bueno, no habían regresado exactamente sanos y salvos, y no habían regresado todos. Sin embargo, tras hacerle los honores a aquel que no había regresado y levantar una tumba vacía con su nombre, el de Seiya de Pegaso, en el Cementerio de la Acrópolis, donde descansaban los restos de otros tantos héroes, sus compañeros se dedicaron a una tarea apremiante: el Santuario estaba en ruinas y debían reconstruirlo.
Con el concurso de todos los Caballeros en activo, sin importar el rango, así como de los aprendices y soldados del Santuario, no había sido una tarea muy larga, ni tampoco muy difícil. Ni siquiera tediosa. Una vez terminada, Saori Kido, revestida de todo su poder como encarnación de la Diosa Athena tras la batalla contra su enemigo Hades, envió a los Caballeros de menor rango, los Broncíneos, a los cuatro puntos del globo, poniendo especial cuidado en que aquellos que habían luchado por ella desde el principio: Hyoga, Shiryuu y Shun – y también el hermano de éste último, Ikki, pero el Fénix era imprevisible y solitario, e iría probablemente, donde le viniera en gana – regresaran a Japón y tuvieran vidas normales, aunque eso significara tener que destituirlos y quitarles las Armaduras.
A causa de ello, prácticamente, sólo los Caballeros Plateados continuaban en el Santuario. Los Dorados, la elite de la orden, tras haber sido protegidos por el poder divino de la Diosa al hacer estallar sus cosmos para abrir el Muro de las Lamentaciones, habían regresado al Santuario y habían sido confirmados por la propia Athena en sus cargos, incluso aquellos que anteriormente no habían sido precisamente virtuosos. No obstante, tras la reconstrucción, habían partido fuera de Grecia para visitar sus lugares de entrenamiento. Sólo Saga de Géminis y Aioria de Leo, cuyo entrenamiento se desarrolló en el mismo Santuario, permanecían allí. El hermano de Aioria, Aioros de Sagitario tampoco había regresado, sin embargo, nadie quería creer que estuviera muerto, ya que su armadura también había desaparecido y su cuerpo no se había encontrado.
A pesar del tiempo transcurrido y de que nadie, ni siquiera Milo de Escorpio, que tan duro fue con su hermano Kanon, había mencionado nunca lo ocurrido, Saga continuaba culpándose por el tiempo en el cual, poseído por una fuerza extraña que potenciaba su lado malvado, trató de eliminar a Athena, siendo esta sólo un bebé y provocó las muertes de Shion de Aries y Aioros de Sagitario, además de haberse hecho pasar por el primero durante más de trece años.
Por ello, el joven pasaba la mayor parte del tiempo recluido en su Templo, sin hablar con sus compañeros. Esto último preocupaba a Athena, quien siempre había sentido un cariño especial por él.
Por las noches, el geminiano solía salir fuera de su Templo y observaba las estrellas con expresión melancólica. Todo era simple autocompasión, hasta que un día, no muy alejado de la fecha en la que los Caballeros Dorados regresarían al Santuario, leyó algo en los cielos.
- un inminente peligro se cierne sobre el mundo… - de pronto, se dio cuenta de qué él no debería haber podido leer ninguna predicción en las estrellas – pero… ¡Por Athena! ¡no-no puede ser! Sólo el Patriarca puede leer las advertencias de las estrellas…)
Alguna que otra vez, durante el tiempo en el que había usurpado el puesto del Patriarca, había podido lograrlo, pero nunca les dio demasiada importancia. Siendo un usurpador, aunque en más de una ocasión lo había tomado como la confirmación de su cargo, sabía que nunca podría tener los poderes del Patriarca Legitimo.
- en un susurro – un peligro inminente que amenaza al Mundo… pero… ¿cómo contárselo a los demás? Nadie me creería, sólo el Patriarca puede hacerlo… pero, si no le digo a nadie lo que he visto…
Saga de Géminis volvió a mirar el pedazo de cielo que se veía desde su Templo. No se había vuelto loco, las estrellas seguían indicándole lo mismo: un inminente peligro se cernía sobre el Mundo. Pero, mientras se volvía a hundir en la indecisión y la autocompasión, no se percató de que aquello era una prueba… una prueba que legitimaba al Patriarca…
CAPITULO I: UN NUEVO COMIENZO
El Sol de España…
Eso pensaba Shura de Capricornio mientras se protegía de la intensa lluvia bajo un gran paraguas. Tras haber pasado un tiempo en los Pirineos, su lugar de entrenamiento, el joven había tomado un avión y se había plantado en la capital de España.
No tardaría en tomar otro vuelo que lo devolvería a Atenas, al Santuario, pero había decidido pasar sus últimas horas en su país natal, paseando por el centro de Madrid.
A pesar de la lluvia que caía, el capricorniano notaba las miradas de las mujeres que también caminaban, más o menos deprisa por el centro. Sin embargo, le resultaban poco más que indiferentes. Se sabía atractivo, pero nunca le había dado importancia; era un Caballero de Athena y un fiel cumplidor de las Leyes del Santuario, entre las cuales estaba el Voto de Castidad, cuyo castigo, si se incumplía, era la muerte.
- (debería regresar ya… sólo Saga y Aioria permanecen junto a Athena… ¿En que estaríamos pensando para dejarla prácticamente sola durante tantos meses?) – Otro pensamiento cruzó por su mente – (¿Aioros, dónde diablos te has metido? Sé que no estás muerto, amigo mío… ya no lo estás…) – aún se sentía culpable por lo ocurrido aunque hubiera sido la versión malvada de Saga quien lo instigase.
Estaba a punto de utilizar la velocidad de la luz para regresar al aeropuerto, cuando de pronto, un paraguas abierto rodó hacia sus pies, al tiempo que una mujer gritaba desesperada.
Shura dejó caer su propio paraguas. La mujer que había gritado estaba despatarrada en medio de la calle y rodeada por cuatro extraños. El capricorniano sintió un cosmos hostil y se fijó en aquellos. Eran cuanto, dos hombres y dos mujeres.
* * *
Unos pasos firmes resonaban en el tramo de escaleras que llevaba de la Casa de Libra hasta la de Escorpio. El dueño de aquellos pasos, cubierto por una capa con capucha, se detuvo al llegar ante la entrada del Octavo Templo.
- ¡Af! No siento el cosmos de ese mocoso… no debe haber regresado aún… ¡tarde como siempre! Aunque por una vez me veré libre de sus bromas pesadas… ¬¬
Se introdujo en el Templo y empezó a caminar en la semioscuridad de aquél, vislumbrando los motivos que decoraban las columnas y paredes.
- (Desde luego… hay que tener mal gusto…)
No se fijó que en la oscuridad reinante, entre unas columnas, unos ojos rojos lo observaban.
Sólo le faltaban unos metros para alcanzar la salida cuando…
- ¿A quién llamas mocoso, Shura de Capricornio?
Una voz maliciosa se dejó escuchar justamente en su nuca, haciéndole dar un bote hacia delante de varios metros, con lo cual su capucha cayó de su cabeza, revelando, efectivamente, a Shura de Capricornio.
- ¡Jum! Esta vez he vuelto antes que tú, cabritillo… - se carcajeó la voz del Caballero de Escorpio.
- ¡maldito mocoso! (otra vez me ha pillado desprevenido con esa capacidad suya para enmascarar su cosmos) ¡sal de donde estés para que pueda cortarte en pedazos!
- calma, calma, Shura… con esa mala leche un día te va a dar un ataque al corazón…
- ¡GRRRRM…! – el cosmos del capricorniano brilló en la palma de su mano.
- ¡Vale, vale! ¡Pardon, pardon! – Se disculpó en francés, cubriéndose por si a Shura se le ocurría soltarle un Excalibur, de lo cual lo creía muy capaz – sólo bromeaba, ¡mon amie!
Shura lo miró, planteándose lanzarle un Excalibur, pero acabó por contenerse.
Él también hablaba francés, lo había aprendido durante su entrenamiento en los Pirineos, y sabía que Milo hablaba muchos idiomas, a parte de su griego materno, pero le enfurecía el uso que su compañero le daba al francés en particular: normalmente, para seducir a las mujeres, que caían rendidas a sus pies cuando lo escuchaban.
- Shura: ¡déjate de sandeces y ven conmigo! ¡Hay algo que debo comunicarle sin falta a Athena! ¡Algo grave!
- Milo: ¬¬ ¡ayh que ver cómo te gusta mandar, ni que fueras el Patriarca! ¡Qué conste que voy contigo sólo para enterarme de lo que le vas a contar a Athena!
