MEMORIAS DE JOCELYN
1. Felix vida est: (La vida es feliz)
Mi infancia siempre fue feliz. Unos padres adorables, una vida acomodada y un destino que me llevaba al Instituto, lugar donde pertenecía, lugar donde me formaría como Cazadora de Sombras en Idris.
Tenía 14 años y ante todo el dulce aroma estivo me invadía jugueteando con los bucles de mi cabello. Los chicos de mi edad siempre se habían fijado en mí pero yo definitivamente no tenía tiempo para todas esas cosas. Ser cazadora de sombras era todo lo que ansiaba y a la vez sabía que algo me faltaba.
De pronto se acerco un joven que yo conocía muy bien. Era Lucian, la luz del sol había sido reflejada en sus horteras gafas de manera que reflejaba dejándome medio ciega.
- Hola Joce. - Respiraba con dificultad, se notaba que debía de haber corrido 20 manzanas para alcanzarme. - ¿Qué tal todo? - Sonreía animadamente ante la idea de verme. No era difícil deducir que algo le debía de gustar, todo el mundo bromeaba con lo mismo.
- Bien, ya ves. Estaba repasando una runa de levitación para el examen que tenemos a segunda hora.
- ¿¡QUÉ!? No... Puede ser... ¿Tenemos examen hoy? Dime que no, dime que no.
- Ohh no, ¿otra vez Lucian? Siempre se te olvida, ¿donde tienes la cabeza? - Añadí sin poder evitar reírme ante esta situación. Si había una palabra que describiese a Lucian esa era la de despistado o torpe.
- Nada, supongo que porque lleve otro suspenso a casa no pasará gran cosa...
Y continuamos caminando dirección hacia el Instituto. Yo no era la típica chica que se tirase horas y horas hablando y Lucian tampoco era una persona que hablase demasiado, por ese mismo motivo digamos que me llevaba bien con él. Era la compañía perfecta para caminar en silencio. El problema era que no tenía ni idea sobre runas, ni talento luchando, ni había alguna cosa especial en la que resaltase. Él no me decía nada, pero podía notar que se sentía fuera de lugar, que no encajaba.
Yo por mi parte, había nacido para ser Cazadora de Sombras. Realmente de no haberlo sido tampoco me habría molestado demasiado. Me encantaba pintar, así que habría acabado siendo una mundana cualquiera que se dedicase al arte.
Por fin llegamos al Instituto así que Lucian y yo nos separamos puesto que íbamos a clases distintas. Mientras yo estaba en tercero él seguía en el primer curso. Debía ser bastante humillante no avanzar y acabar yendo con chicos dos años menor que tú. Como siempre yo estaba enfrascada en mis libros mientras el resto reía y se comportaban como crios de parvulario. Me sentía fuera de lugar... Mucho más mayor de lo que en realidad era, más madura que todo ellos, superior. Sí, realmente era bastante modesta, podéis palpad la ironía en mis palabras. De pronto, como era de costumbre se acerco Blackwell. Odiaba ser irrespetuosa pero he de reconocer que ese muchacho me sacaba fuera de mis casillas. Mientras yo me quedaba sentada en un banco esperando a que fuese la hora para comenzar las clases pude observar como me miraba con su mugrienta ropa, su sonrisa en la cara con aquellos tres dientes medio rotos y el retumbar de su paso. Corpulento sería quedarse corta, él debía de pesar cerca de 110 kilos.
- Hola Jocelyn. ¿Qué haces? - Añadió mientras se sentaba a mi lado, me repugnaba y sin saber porque me ponía la piel de gallina.
- Antes disfrutar de mi soledad... Ahora sufrir en compañía.
- Vamos, Joce... Sé que te gusto, te he visto como me miras... - Dijo riéndose mientras me echaba su apestoso aliento en la cara. - Si te portas bien dejaré que vayas diciendo que eres mi novia, ¿qué te parece?
- Ohh... ¿En serio? Que gran honor - Me burle con ironía de él - Apártate de mi camino Blackwell. ¿Cuantas veces voy a tener que decirte que no me interesas en absoluto? Si al menos te duchases podría mantener una conversación contigo, pero ni eso, así que adiós, y no me sigas.
Y me levante presurosa mientras me dirigía hacia el aula, no estaba de humor para tonterías. Mientras huía de esa bestia pude oír como gritaba que acudiese al baile de la tempestad con él dentro de dos meses... Como sino tuviera otra cosa que hacer. Cualquier otra cosa era mucho más interesante que compartir mi tiempo con semejante animal.
Continúe caminando, hoy mis desgracias no iban a menguar... Ahí estaba él. Le odiaba sobre todas las cosas, tan presuntuoso, tan arrogante, tan engreído... Argg, me podía, crispaba todos mis nervios... Y encima todas esas ingenuas iban detrás de él, como si fuese un dios, como si fuese el único hombre que existiese. Valentine Morgensten era el mayor chulo que había conocido jamás... Tan seguro de sí mismo, tan orgulloso, tan atractivo... En fin, eso era innegable, ni aunque la Tierra me tragará podría negar la evidencia, era pecaminosamente guapo, pero todo lo que tenía de hermoso lo tenía de petulante.
Apreté el paso, quería deshacerme de su visión cuanto antes. Justo cuando pase a su lado pude observar como agarraba a una mujer a cada lado de si mismo y estas le abrazaban como si se tratase de una escultura de gran valor.
- Ey Jocyly - Me grito mientras tuve que girarme muy a mi pesar. Mierda, me había pillado, ahora no podría rehuirle.
- ¿¡QUÉ!? - Grite irritada tras hacer una burla de mi nombre con rin tintín.
- Vaya, nada nada, perdóname señorita Escarlata - Hizo un gesto servicial mientras imitaba el acento de la dichosa frase de "Lo que el viento se llevo". Así me llamaba para burlarse de mi; "Señorita Escarlata". Le odiaba.
- Valentine, te agradecería que hoy no me dirigieses la palabra. Bueno, no, mejor no lo hagas nunca - Añadí complaciente mientras le sonreía con superioridad. Me encantaba dármelas de dura.
- Pero Señorita Escarlata, con lo divertido que es... - Y puso la típica sonrisa ladeada por la que babeaban todas y cada una de las jóvenes mientras suspiraban y dibujaban corazoncitos con su nombre. Todas menos yo, claro está.
- Uis, me parece que no, además te están esperando las dos fulanillas esas, no las decepciones - Y le guiñe un ojo y me fui, como siempre era yo la que decía la última palabra. Estaba harta de sus bromitas pesadas.
Y me adentre en mis libros y me olvide todo... Por ahora.
